Y en Paz Me Acostaré. Sample
El silencio es, sin duda alguna, una de las cosas que peor gestionamos. Una llamada sin respuesta, un correo electrónico importante sin contestación, la nota de un examen que no llega, la solicitud a un trabajo del que jamás nos respondieron, la llamada a un ser querido que ya no está en casa. El silencio es desconocimiento, es dejarnos desnudos ante la imposibilidad de tomar un camino u otro sin conocer esa respuesta que nos daría toda la luz.
Dicen los psicólogos que la aplicación WhatsApp es una de las más dañinas para el amor propio y la autoestima de los más jóvenes. Lisa Maria Mai y Rainer Freudenthaler, de la Universidad de Mannheim (Alemania), publicaron recientemente el estudio “Sé que lo has visto!”, en el que investigaron sobre los factores individuales y sociales para el comportamiento de las personas en un chat y determinaron lo dañino que resulta “dejarte en visto, leído e ignorado”.
El silencio que viene después de enviar un mensaje importante hace que por nuestra cabeza pasen multitud de pensamientos que, si no están bien gestionados, ocasionan un sinfín de desajustes que nos pueden llevar a la ansiedad y la angustia.
Pero también hay ocasiones en las que buscamos, necesitamos, el silencio. El silencio también significa paz y tranquilidad, momentos de quietud, tiempos de espera.
¿Dónde está la clave entonces? En que no es lo mismo buscar el silencio porque es lo que necesitamos en ese momento, a que el silencio sea forzado, donde se convierte en insoportable.
El silencio más difícil es el silencio que viene de parte de Dios. Entonces, ¿es malo el silencio de Dios?
¿En cuántas ocasiones han venido nuestros hijos a preguntarnos por una cuestión en especial, o nos han pedido permiso para algo, y donde lo menos adecuado era una respuesta rápida y poco reflexionada?
Creo que una de las respuestas que más les he dado a mis hijos cuando han venido a demandarme algunas cosas ha sido: “Tengo que pensarlo”. Y detrás de esa respuesta había muchas y diferentes resoluciones que requerían un tiempo de silencio.
Dios no suele responder rápidamente y sin reflexión. En muchas ocasiones su respuesta lleva incluido un tiempo de espera, bien para que estemos preparados para su veredicto, bien para que maduremos y nosotros mismos encontremos el camino sin ser necesario que Dios intervenga, más allá de darnos calma para la espera.
En medio del silencio de Dios, la espera es fundamental, y quizás sea la principal enseñanza de Dios para los tiempos de silencio. Gestionar el silencio de Dios significa gestionar la espera que tendremos que tener para escuchar su respuesta.
Dios siempre escucha nuestras oraciones. Cuando clamamos a él, su oído está atento. Solamente necesitamos tener la actitud correcta en la que reconocemos que su soberanía es siempre perfecta para nosotros.
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Este devocional contiene 7 reflexiones esperanzadoras basadas en historias y experiencias con las que nos vamos a identificar y encontrar palabras de esperanza en medio de las crisis y de las diferentes pruebas que la vida pueda traer. Basadas en el libro "Y en paz me acostaré" de Juan Triviño
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