Pecados OcultosSample
Riesgos ocultos.
La clave de todo este asunto de los pecados ocultos está en nuestra propia naturaleza. Seres creados con un diseño increíble, perfecto, pero caídos por nuestro pecado y alejados de poder dar la talla de nuevo, si no es por un Salvador que obre en nosotros por Su Espíritu.
A diferencia de Dios, no somos perfectos, fieles, rectos, o puros, y tampoco limpios ni honestos (fíjate en las primeras mitades de los versículos que nos ocupan). La ausencia de todas estas cosas nos convierte, constantemente, en necios, alejados, apartados, desagradecidos y tantos otros calificativos que no solemos atribuirnos, pero que son, sin embargo, descripciones bastante fidedignas de lo que somos. Esas cosas que no vemos, las que no reconocemos en nosotros y nos son ocultas, son posiblemente las más peligrosas de todas.
Vivimos en tiniebla constante, hasta que Él nos alumbra y podemos ver. Abrir los ojos a Su realidad no es un ejercicio que se haga solo en los primeros pasos de la vida cristiana. Es una disciplina espiritual importante a sostener minuto a minuto pedirle, como hacía David, que nos libre de los que nos son ocultos, y para eso, el primer paso es poder ver con Sus ojos.
¡Pobres de nosotros si nuestra vista es la única referencia con que contamos! Más aún cuando hemos de reconocer que no la tenemos perfectamente ejercitada y que, en el mejor de los casos, es falible. Sabemos, sin embargo, que el Señor no deja a medias lo que empieza, y que lo que comenzó en nosotros, lo perfeccionará hasta el final (Filipenses 1:6).
- Reconocer y seguir Su ley (v.7),
- recordar Su testimonio (v.7),
- no abandonar la rectitud de Sus mandamientos (v.8),
- ni la pureza de su dirección (v.8),
- vivir en el temor del Señor (v.9)
- y establecernos en la verdad de Sus juicios, que no fallan (v.9), son claves para no salirnos del camino.
Solo cuando escogemos esa ruta estrecha de manera honesta es que podemos vivir en integridad, sabiendo quiénes somos, de dónde hemos caído, y conociendo también quién es Él y cómo ve en el fondo de nuestra alma.
La consecuencia tras un proceso exhaustivo y en el Espíritu sería poder decir, tal y como hizo David, “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23). Aún no puedo, pero prosigo a la meta...
Scripture
About this Plan
¡Qué difícil es la lucha con el pecado! No solo por lo que cuesta vencer aquellos que identificamos, sino por lo imposible de mirar tan hacia dentro que seamos conscientes de los que nos son ocultos. En este plan indagamos en nuestro corazón y pedimos, como David en el Salmo 19, que nos libre incluso de los que no conocemos.
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