El llamado es generacional

El segundo día leímos que Abraham fue llamado para que se cumpliera una instrucción, en tres dimensiones.

Jesús, en nuestro llamamiento sublime como discípulos, a través de la gran comisión, utiliza la misma secuencia de hechos. Nos sigue llamando a que desde donde estemos ejerzamos el liderazgo para extender el Reino de Dios y llevar a las personas, por medio del ministerio de la reconciliación, a los pies del creador de los cielos y la tierra, por medio de su unigénito hijo. Esta instrucción está dirigida a todo aquel que la recibe; espero que tú seas uno de ellos.

• Un mandato:“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”.
• Una promesa personal: “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días”.
• Una revelación generacional: “hasta el fin del mundo”.

Jesús vuelve a romper el esquema mental de los discípulos y les ordena que, hasta el fin del mundo, hagan discípulos, que formen a otros y que les enseñen lo que Él les enseñó.

Yo no compartí físicamente con Jesús, pero creo las cosas que hizo y sus enseñanzas; creo que es mi Salvador y me voy a empeñar en que, durante generaciones enteras, mientras de mí dependa, haya discípulos aptos para impactar al mundo con el evangelio del Reino.

No dudes de tu llamado, pero para reconocer y alcanzar la visión necesitas identificar tres elementos comunes:

• Un mandato: De forma clara Dios te ordena a hacer algo que hoy no estás haciendo.
• Una promesa personal: Dios te lleva directamente al capítulo final y te muestra cómo se va a ver cuándo lo alcances.
• Una revelación generacional: Dios te va a dar esta visión para que tus logros sean el fundamento sobre el cual las próximas generaciones edifiquen