La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2022Sample
¿Flojos con el crimen?
Los titulares periodísticos suelen expresar indignación ante jueces que son «blandos con el crimen» y no imponen los castigos adecuados por los delitos cometidos. Cuando trabajaba como abogado, noté que en el ambiente profesional no se respetaba a los jueces considerados demasiado indulgentes. ¡Queremos jueces que hagan justicia! No esperamos que sean simplemente misericordiosos. Por otro lado, queremos misericordia en nuestras relaciones personales. Un padre amoroso será misericordioso con sus hijos. Se espera que los amigos sean misericordiosos entre sí. Por lo general, la justicia y la misericordia no van de la mano. Tendemos a verlas como opciones alternativas. Esperamos justicia *o* misericordia, pero no que ambas aparezcan simultáneamente. No obstante, Dios es alguien que *juzga con justicia* y también es un *Dios de misericordia*. ¿Cómo puede combinar estas dos características que en apariencia son contradictorias? La respuesta es que el sacrificio de Jesús ha hecho posible que Dios combinara tanto la justicia como la misericordia. Cuando conocí a Jesús, la siguiente ilustración me ayudó a entender lo que él logró por nosotros en la cruz: Dos personas asistieron juntas a la escuela y la universidad, forjando una estrecha amistad. La vida siguió su curso y cada una recorrió caminos separados, perdiendo el contacto entre sí. Una progresó en su carrera y se convirtió en juez, mientras que la otra cayó una espiral descendiente que le llevó a delinquir. Un día, este delincuente fue llevado ante el juez. Había cometido un delito por el que se declaraba culpable. El juez reconoció a su antiguo amigo y enfrentó el dilema que, en efecto, Dios enfrenta. Era un juez, por lo que debía ser justo; simplemente no podía liberar al hombre. Por otro lado quería ser misericordioso, porque amaba a su amigo. Así que le impuso una multa adecuada como castigo por el delito cometido. Eso fue hacer *justicia*. Luego se bajó del estrado, de su posición como juez, y preparó un cheque para cubrir el monto de la sanción. Se lo dio a su amigo, diciéndole que pagaría la multa por él. Fue un acto de *misericordia*, amor y sacrificio. La ilustración no es totalmente exacta. Nuestra situación es peor: la pena que enfrentamos es la muerte. La relación es más estrecha: tu Padre celestial te ama más de lo que cualquier padre terrenal ama a sus hijos. Y el costo es mucho mayor. Le costó a Dios más que dinero: vino él mismo, en la persona de Jesús, y pagó la pena por el pecado. Dios no es indulgente con el delito. En su *justicia*, Dios nos juzga porque somos culpables. Pero entonces en su *misericordia* y amor descienden en la persona de su Hijo, Jesucristo, y paga la pena por nosotros. Por medio del sacrificio de Jesús en la cruz, Dios es justo y misericordioso.Salmos 9:13-20
Descansa en la justicia de Dios
David sabe que Dios es un Dios de justicia: «Al Señor se le conoce porque imparte justicia» (v.16). También clama por misericordia: «Ten compasión de mí […] para que en las puertas de Jerusalén proclame tus alabanzas y me regocije en tu salvación» (vv.13-14).
En este salmo, el deseo de justicia y el de misericordia vienen juntos. David pide en oración que Dios tenga misericordia de él mediante el juicio sobre sus enemigos: «¡Levántate, Señor! […] ¡Haz que las naciones comparezcan ante ti!» (v.19).
En ocasiones pensamos en la justicia de forma negativa, como si se tratara principalmente de imponer un castigo. Pero la justicia también es profundamente positiva. En hebreo, la palabra usada para justicia (mishpat) conlleva el sentido de enmendar las cosas. Por la justicia de Dios, David puede confiar en que «no se olvidará para siempre al necesitado, ni para siempre se perderá la esperanza del pobre» (v.18).
Gracias, Señor, por ser un Dios de justicia. Gracias porque un día habrá justicia para el pueblo de Siria, Irak, Irán, Afganistán, Zimbabue, Sudán, Corea del Norte, Eritrea y cada lugar en donde vemos la injusticia en nuestro mundo actual. Gracias porque un día habrá justicia para los pobres y los oprimidos.
Mateo 12:1-21
Recibe la misericordia de Jesús
En ocasiones enviamos paquetes y pegamos una etiqueta con las palabras «Frágil – Tratar con cuidado». ¿Alguna vez sentiste la necesidad de aplicar una etiqueta así sobre tu persona?
Jesús rechazó por completo el legalismo de los fariseos (vv.1-12), citando y cumpliendo la profecía de Oseas: «Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios» (Mateo 12:7, Oseas 6:6). La justicia y el legalismo no son lo mismo (de hecho pueden llegar a ser valores opuestos). Jesús incumple las estipulaciones legalistas y farisaicas al sanar a un hombre en el día de reposo mediante un acto de gran misericordia, amor y compasión (Mateo 12:13-14).
Jesús combina la justicia y la misericordia. Cumple todas las promesas del Antiguo Testamento que hablan de que Dios llevaría la justicia a las naciones. Aquí Mateo cita la profecía de Isaías (Isaías 42:1-4), que Jesús cumplió (Mateo 12:18-21). Traería «justicia a las naciones» (v.18c) y haría «triunfar la justicia» (v.20c).
Además, él está lleno de misericordia, amor y compasión: «No acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia» (v.20). Hay momentos en la vida cuando estamos física, emocional o espiritualmente frágiles, como una «caña quebrada» o una «mecha que apenas arde».
A diferencia de muchos, Jesús sigue mostrándonos misericordia, amor y compasión aun cuando somos débiles y frágiles. Cuando estamos en fragilidad, Jesús nos «trata con cuidado».
Jesús cita uno de los «cantos del siervo» de Isaías 40 al 55. Estos cantos tratan sobre el siervo sufriente que sacrificará su vida a fin de obtener el perdón para los pecados (Isaías 52:13–53:12).
En estos «cantos del siervo», la misericordia y la justicia de Dios van de la mano. El mundo es rectificado; la injusticia y la opresión terminadas, y los necesitados y oprimidos hechos libres. Pero es Dios mismo quien hace el sacrificio, quien carga el castigo y las consecuencias de nuestros pecados. En lugar de ser aplastados por la justicia de Dios, somos liberados. En la cruz, la misericordia y la justicia se encuentran.
Gracias, Jesús, por venir como siervo sufriente. Gracias por haber hecho posible que la justicia y la misericordia se unieran por medio de tu sacrificio en la cruz.
Génesis 31:1-55
Regocíjate en el sacrificio de Dios
¿Alguna vez experimentaste una promesa de ascenso y promoción laboral que nunca llegó, o pasaste incontables horas trabajando hasta tarde para completar la tarea de una persona ingrata? ¿Alguna vez fuiste víctima de la envidia, la acusación falsa o el engaño?
Gran parte de este pasaje resuena en nuestra vida cotidiana. Por eso, en nuestras situaciones diarias de frustración y dolor nos llena de confianza saber que el Señor siempre tiene la última palabra.
En este pasaje vemos la quiebra de lo que era esencialmente un negocio familiar. Quizá Labán se aprovechó de su yerno. Ciertamente Jacob pensó que se habían aprovechado de sus buenas intenciones. Sintió que «Labán ya no lo trataba como antes» (v.2). Había puesto un 100% de esfuerzo en su trabajo, había obrado con todas sus fuerzas: «Ustedes saben muy bien que yo he trabajado para su padre Labán con todas mis fuerzas» (v.6).
Las condiciones bajo las que trabajó Jacob habían sido muy duras. Su suegro había sido un jefe bastante severo. Había hecho que Jacob pagara por cualquier pérdida que ocurriera debido a un accidente o el robo por parte de otros (v.39). Sus condiciones laborales eran muy insatisfactorias (v.40).
Además, se sentía engañado. En lugar de subir su salario, parece que Labán lo redujo varias veces (v.7). Raquel y Lea también sentían que las habían tratado duramente. Habían sido vendidas a Jacob y luego vieron cómo su padre envidiaba el éxito de su marido (vv.14-16).
Es entendible que estuvieran resentidas con Labán. No obstante, su reacción no fue muy cortés. Cuando Labán estaba en su trabajo, huyeron. No le dieron la oportunidad de despedirse de sus hijos ni de sus nietos (vv.26,28). Encima de eso, por alguna razón incomprensible, Raquel le roba a su padre sin contárselo a su esposo.
Pese a todo, Dios bendice a Jacob: «Dios no le ha permitido [a Labán] causarme ningún daño» (v.7). Se vuelve más próspero que Labán. Ciertamente fue Dios quien llamó a Jacob para que regresara al hogar con Isaac y le prometió «yo estaré contigo» (v.3). Aunque Jacob estaba haciendo lo correcto, la forma en que se había hecho no era correcta. Sin embargo, Dios intervino a su favor hablándole a Labán en un sueño (v.24). Pero por ello, Jacob podría haber sido despedido con las manos vacías (v.42).
Al fin, negocian un acuerdo satisfactorio. En este pasaje vemos indicios premonitorios de lo que vendría. Tanto Jacob como Labán acudieron a Dios en busca de justicia (v.53). Luego viene el sacrificio (v.54).
Al buscar la justicia de Dios y ofrecer este sacrificio, se nos recuerda una vez más la cruz, donde la justicia y la misericordia de Dios se unen.
Padre, cómo podría agradecerte y alabarte lo suficiente. Gracias por ser justo y misericordioso. Gracias por el sacrificio de Jesús. Gracias porque, en tiempos de injusticia, puedo acudir a ti para obtener protección y misericordia. Ayúdame a ser misericordioso como eres conmigo.
Pippa Adds
Pippa añade:
Génesis 31:32
¿Qué pretendía Raquel al robar los dioses de la casa de su padre? ¿Y qué hacía Labán teniendo dichos dioses en su poder?
Tenían otros dioses y Raquel había robado, mentido y obrado deshonestamente para con su padre… ¡no sorprende que Dios tuviera que darles los Diez Mandamientos!
References
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¿Abrumado por la idea de leer la Biblia? Dedique un tiempo cada día a escuchar a Nicky y Pippa Gumbel mientras le explican toda la Biblia en 365 días. Cada día, se explora un tema diferente a través de una selección de escrituras tomadas del libro de Salmos o Proverbios, así como del Nuevo y Antiguo Testamento. Nicky y Pippa brindan comentarios sobre estos extractos para brindar información y aplicación práctica.
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