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UNA RELACIÓN QUE HONRA A DIOS

Muchas veces, cuando nos hablan acerca de la pureza automáticamente pensamos en la abstinencia sexual. La pureza no tiene que ver simplemente con abstenerse de las relaciones sexuales, sino guardarnos en espíritu, alma y cuerpo.

¿Por qué? Nuestra sexualidad está ligada a estas tres áreas de nuestra vida, por lo que influye tanto en nuestros pensamientos, como en nuestras emociones, comportamiento y espíritu. Al unirnos con una persona, no sólo estamos uniéndonos físicamente, sino también en alma y espíritu. Por este mismo motivo, Dios lo diseñó para que sea practicado dentro de un lugar seguro, el matrimonio.

Una relación que honra a Dios, comienza por honrarse el uno al otro. Es importante que ambos comprendan su valor, la manera en que Dios los diseñó y los planes que Él tiene para ustedes. Así, ya no se verán de la forma en que ustedes se miran, sino como Dios los ve.

Es muy importante que ambos oren y se pongan de acuerdo para pactar límites que los ayudará a guardarse puros hasta el matrimonio. Eviten los lugares apartados o momentos a solas, no se queden en ningún lugar con la luz apagada, cuiden el contacto físico como abrazos y besos prolongados, presten atención al tipo de películas que ven, música que escuchan e incluso la manera en la que se hablan. No duden en llamarse la atención si uno se está “pasando de la raya”. Es importante que también se rodeen de personas de bendición que puedan cuidar de ustedes, y hacerles saber cuando algo no está bien.

Los límites los ayudará a guardar su corazón, y si bien es un gran desafío, también los ayudará a crecer espiritualmente y a madurar en carácter.

Todos podemos cometer errores, pero está en nuestro poder decidir qué hacer con ello. La gracia y el perdón de Dios nos ofrecen una segunda oportunidad. Él puede sanar nuestro espíritu, alma y cuerpo. ¡Decide escribir una nueva historia con Dios!

Su Palabra nos enseña que la obediencia trae bendición, y sin dudas, una correcta perspectiva de la sexualidad repercutirá en bendición para nuestras generaciones. Como dice 1 de Corintios 13, “el amor es paciente”, ¡Así que seamos pacientes nosotros también!