La belleza de la CruzSample
Jesús estaba caminando, como siempre lo hacía y de repente le presentaron a un pescador en una barca y en una mirada lo describió:
"Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas".
El Maestro tuvo la capacidad de ver su actualidad y su realidad. En la actualidad era Simón, hijo de Jonás, pero su destino en Cristo era ser Cefas (Pedro).
Simón significa una vara que es llevada por el viento. Y así era su carácter: inconstante, voluble, un día bien y otro mal, tenía altibajos. Pero la mirada de la gracia vio la obra terminada en El y dijo – “Serás Pedro”, es decir, una roca firme, fuerte y estable.
Simón no era malo ni tampoco falso, sino que realmente pensaba que estaba dispuesto a ir con Cristo a la cárcel y a la muerte (Lc. 22: 33-34).
Pero había un velo en su mente que le impedía ver quien era en realidad y lo que era capaz de hacer.
¿Te ha pasado que has prometido cosas a Dios y no cumpliste? Entonces no podemos juzgar a Pedro.
Pablo escribió: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo..." Gal. 2:20
El apóstol tuvo que pasar por este proceso.
Su actualidad era ser Saulo de Tarso hasta que Jesús se le cruzo en el camino y su destino cambio para siempre (Hechos 9: 3-9).
Algo que es muy relevante en esta historia, es que cuando Saulo vio la luz de la gloria de Cristo, quedo ciego por tres días. Perdió conexión con todo lo externo. Y fue ahí que logro conectarse con lo que tenía dentro y comenzó a descubrir que ya no vivía Saulo sino Cristo en él.
Hay una gran belleza en la cruz, es el único medio que nos lleva a la transformación de ser exactamente lo que Dios desea.
NO HAY GLORIA SIN CRUZ. NO HAY RESURRECCIÓN SIN MUERTE.
Cuando la oruga creyó que todo había terminado y que era su fin, entonces comenzó a volar, pero en forma de mariposa.
En la cruz muere nuestro ego, nuestro individualismo, nuestro orgullo, es donde muere la mentira, el engaño, donde la maldición pierde fuerza, donde aprendemos a perder para ganar, a dar para recibir, donde aprendemos a morir para que viva El en mí.
Comenzamos a participar de su naturaleza divina. Este es el poder transformador de la cruz.
Quien permanece con El en su cruz ve cosas que los demás no ven.
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Hay una gran belleza en la cruz, es el único medio que nos lleva a la transformación de ser exactamente lo que Dios desea que seamos.
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