La Biblia con Nicky y Pippa Gumbel 2019Sample
Haciendo de tu vida algo hermoso
A mediados del siglo XIX, Lord Radstock estaba alojándose en un hotel en Noruega cuando oyó a una niña pequeña tocar el piano en el pasillo del piso de abajo. La niña hacía un ruido espantoso, «pim... pam... pum...», el cual lo estaba volviendo loco. Un hombre llegó, se sentó al lado de la niña y comenzó a tocar con ella, rellenando las notas que faltaban. El resultado fue la más bella de las interpretaciones. Más tarde, Radstock descubrió que el hombre que había estado tocando con la niña era el padre de ella, Alexander Borodin, compositor de la ópera Príncipe Igor.
Dios te llama a tener una relación que implica la cooperación con Él. La fe cristiana consiste principalmente en lo que Dios ha hecho por ti en Cristo. Pero no somos meros espectadores, estamos llamados a responder: Dios nos hace parte en sus planes. Dios viene, se sienta a tu lado y «dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Romanos 8:28). Toma nuestros «pim, pam, pum» y hace algo hermoso de nuestras vidas
Proverbios 4:20–27 | 1. Camina sabiamente
Tienes un papel que desempeñar respondiendo al llamado de Dios, manteniéndote en sus caminos, viviendo sabiamente y por ello, haciendo de tu vida algo hermoso. En este pasaje vemos cuatro áreas particulares que has de vigilar si quieres disfrutar la victoria sobre la tentación:
● En qué piensas Puedes elegir aquello en lo que piensas. Esto es de vital importancia porque la vida que lleves saldrá de tu corazón. «Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida» (v.23). Tienes que llenar tu corazón de cosas buenas, especialmente las palabras de Dios (vv.20–21). Ellas traen «vida» y «salud» (v.22). Piensa en cosas que sean «lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Filipenses 4:8).
● Lo que dices Tus palabras son poderosas. Úsalas con cuidado: «Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas» (Proverbios 4:24). Se dice que las palabras de la lengua tendrían que tener tres cerrojos que las guarden: «¿es verdad?; ¿es considerado?; ¿es necesario?»
● Aquello que miras Guarda tus ojos. Ten cuidado con lo que miras (especialmente en esta era de Televisión e Internet). «Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti» (v.25). Jesús advirtió que si miras a las cosas equivocadas «todo tu ser estará en oscuridad» pero «si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz» (Mateo 6:22–23).
● Donde vas Evitarás muchas tentaciones si cuidas los lugares donde vas.«Endereza las sendas por donde andas; [...] Hagan sendas derechas para sus pies» (Proverbios 4:26–27). El autor de los Hebreos cita este verso. Nos urge a que «corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús [...]. “Hagan sendas derechas para sus pies”» (Hebreos 12:1–2,12).
Señor, pon un centinela que vigile mi lengua y guarde mi corazón. Ayúdame a caminar con sabiduría en el día de hoy.
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Nuevo Testamento Mateo 27:45–66
| 2. Da generosamente
Jesús experimentó un sufrimiento terrible y la separación real de Dios para que pudiéramos disfrutar la presencia de Dios.
Jesús fue abandonado por los líderes religiosos, su propia familia, las multitudes, sus discípulos y finalmente «Jesús gritó con fuerza: — Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)» (v.46).
Las palabras de agonía de Jesús expresan un sentir real de separación de Dios. Está citando el salmo 22:1, el cual es un grito de sufrimiento, lamento y separación de Dios. Vimos cómo en el libro de Job las Escrituras abordan el tema de las dificultades y las complejidades del sufrimiento humano. En la cruz en cambio, vemos la respuesta definitiva de Dios a nuestro sufrimiento; Él elige adentrase en el mismo y cargarlo sobre sí.
John Stott reflexiona acerca del sufrimiento y la cruz diciendo: «Jamás podría creer en Dios, si no fuera por la cruz. En el mundo real del dolor, ¿cómo podría alguien adorar a un Dios que fuese inmune al dolor?».
La asunción de nuestro sufrimiento por parte de Jesús en la cruz va más allá de la mera solidaridad. Sus palabras reflejan cómo vino para «dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Murió para que pudiéramos quedar libres. Fue abandonado para que tú y yo pudiéramos ser aceptados por Dios.
Vemos la realidad de esta aceptación en lo que sucede en el momento de la muerte de Jesús: «La cortina del santuario del templo se rasgó en dos» (27:51). En el libro de los Hechos se explica la simbología de este suceso. La cortina separaba al pueblo del «Lugar Santísimo» (Sancta Sanctorum) —es decir de la presencia de Dios (Hebreos 9:3) —.
Ahora puedes experimentar —por medio de Jesús y por su muerte en la cruz— la presencia de Dios y una íntima amistad con Él. Incluso el preciso detalle que la cortina se rasgara de arriba abajo nos recuerda que fue la obra de Dios, y no la de los humanos, la que permitió que fuéramos aceptados en la presencia de Dios. Puedes conocer la aceptación y la presencia de Dios gracias al abandono y el sufrimiento de Jesús.
En el momento en que Dios actuó decisivamente en la historia humana a través de la cruz y la resurrección de Jesucristo, quiso incluir a los seres humanos en sus planes. Usó a un hombre rico (llamado José de Arimatea, el cual se había hecho discípulo de Jesús) para comprar la tumba donde Jesús sería enterrado y luego resucitaría. (Mateo 27:57–60).
Lo que importa no es tanto si eres rico o pobre sino cómo respondes a lo que Jesús ha hecho por ti y qué haces con lo que tienes. José dio generosamente y Dios hizo algo hermoso con su vida, que ha sido recordado por todos los tiempos.
Señor, gracias porque pasaste por todo esto por mí. Gracias porque no solo me perdonas, sino que también me permites ser parte de tus planes.
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Antiguo Testamento Éxodo 13:1–14:31
| 3. Confía totalmente
La liberación obrada por Dios por medio de Jesucristo se prefiguró en el Antiguo Testamento. Igual que Dios abrió el camino a su presencia rasgando la cortina, también Dios abrió un camino a través del mar al dividir las aguas.
En todo este devenir, vemos la iniciativa de Dios a la hora de liberar a su pueblo de Egipto: «Moisés le dijo al pueblo: «el Señor los saca [...] les dirán a sus hijos: “Esto lo hacemos por lo que hizo el Señor por nosotros” [...] porque el Señor los sacó de Egipto desplegando su poder [...] una vez que el Señor los haga entrar en la tierra [...] les dirán: “El Señor, desplegando su poder, nos sacó de Egipto, país donde fuimos esclavos”» (13:3-16).
Dios guio a su pueblo a lo largo de todo el camino, aunque es interesante señalar que no les permitió tomar la ruta más corta (v.17). A veces, en vez de llevarnos por el camino fácil, Dios nos conduce por uno más difícil para prepararnos para las batallas venideras. Incuso aunque estuvieran ya fuera de Egipto, iban a tener que luchar una batalla tras otra. Necesitaban aprender a ser totalmente dependientes de la fuerza y la guía de Dios.
Los condujo mediante una columna de nube para indicarles el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego (v.21), guiándolos constantemente. Esto es lo que necesitamos individualmente y comunitariamente como pueblo de Dios: su direccionamiento constante.
A veces nos metemos en situaciones donde parece no haber escapatoria. Los egipcios estaban tras de ellos y el mar estaba frente a ellos y «sintieron mucho miedo» (14:10). A pesar de todo, Moisés confió totalmente en que Dios los libraría, y los exhortó: «No tengan miedo. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes [...] Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes» (vv.13–14). Suelo acudir a estos versículos cuando me encuentro en una situación en la que, humanamente hablando, no veo la salida.
Moisés tuvo que hacer su parte («Tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas» v.16a). La parte de Dios era mucho más difícil: dividió las aguas. Un ejemplo de esto es cuando oramos para que alguien sea lleno del Espíritu Santo, momento en el que Dios nos usa. Solo tienes que extender tus manos y orar. Dios hace el trabajo duro de llenar a la gente con su Espíritu; aun así Él te hace parte de sus planes.
La parte que le toca a Dios es traer el rescate y la salvación: «El Señor salvó a Israel»(v.30). La parte que te toca es confiar en Dios: el pueblo «temió al Señor y creyeron en él y en su siervo Moisés» (v.31).
Dios quiere que cooperes con Él. Esta es la manera en la que ha diseñado su creación, ya sea el mundo natural (donde plantamos y Dios fructifica las cosas) o el reino de Dios (donde Dios hace presente su reino en el que tienes que hacer tu parte).
Señor gracias porque tú has hecho la parte más difícil y aun así me permites ser parte de tu reino y me das un papel que desempeñar. Te ruego que por favor tomes mi «pim, pam, pum» y lo conviertas en algo hermoso.
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| Pippa Añade
Mateo 27:52–53
«Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron [...] después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.»
¡Aquello tuvo que poner los pelos de punta a todo el mundo! ¿Qué sería de ellos?
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Notas:
John Stott, La Cruz de Cristo, (Certeza Unida, 2008), pag. 446.
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