GÉNESIS INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN
1. Características generales
Génesis es sin duda uno de los libros bíblicos más conocidos. Sus relatos de la creación, del jardín de Edén y el fruto del árbol prohibido, del fratricidio de Caín y del diluvio, de los grandes patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob, y de las aventuras y desventuras de José en Egipto están entre las obras literarias maestras más conocidas de todo el mundo. Es indudable la influencia que este libro ha ejercido en las manifestaciones artísticas de la sociedad occidental. Sin embargo, Génesis es un libro complejo, como también es complejo el objetivo que el autor o autores intentaron alcanzar, y que no es otro que dar respuesta a los grandes enigmas del ser humano en relación con el cosmos, la vida y la muerte, el bien y el mal, la cultura y la religión. Tales problemas reciben una respuesta que no es meramente teológica o doctrinal, sino histórica. Pero esa historia está soberanamente dirigida por Dios y tiene como meta la salvación de toda la humanidad.
Dios interviene en esta historia profundamente humana y lo hace como un verdadero protagonista. Su soberanía se manifiesta sobre todo porque su medio ordinario de acción es la palabra mediante la cual crea el universo con poder y dirige la vida de los patriarcas.
La palabra de Dios en este libro es mandato, anuncio y promesa. El ser humano debe obedecer, creer y esperar en ella si realmente desea gozar del paraíso, porque el sentido de la vida paradisíaca no consiste tanto en el placer, sino en la obediencia a la palabra divina. Mientras los hombres y mujeres observen el mandato de Dios, podrán disfrutar del jardín; de lo contrario su situación cambiará completamente. La respuesta que los personajes de este libro dieron al mandato de Dios es el trasfondo fundamental de esta historia, proyectada hacia el futuro, comprometida con la tierra y pendiente de Dios, intensamente humana y soberanamente divina.
2. Título y texto
El Génesis es el primero de los cinco libros que componen la Torá o Pentateuco. La tradición judía designa a este primer libro de la Biblia con el nombre de Beresit, expresión hebrea que suele traducirse como: “En un principio”. La Biblia griega llamada de los LXX, en cambio, le da el nombre de Génesis, término que significa origen o principio. Este último título corresponde, en alguna medida, al contenido del libro, ya que su tema principal es el origen del mundo, del género humano y del pueblo de Israel.
3. Marco histórico de composición
Tradicionalmente, se ha considerado a Moisés como autor de todo el Pentateuco, y por tanto también de Génesis, pero a partir del siglo XVII y hasta nuestros días, la gran mayoría de los biblistas, atendiendo a los resultados aportados por la crítica histórico-literaria, consideran que el Pentateuco no fue escrito de una sola vez, sino que es una obra escrita a lo largo de distintas épocas y por más de un autor. Su redacción final es, pues, el resultado de un largo desarrollo. Al comienzo de todo el proceso hay que colocar la figura de Moisés, el libertador y legislador de Israel, que marcó con un sello indeleble el espíritu y la trayectoria histórica de su pueblo; y al término del proceso se encuentra el Pentateuco en su forma actual. Su redacción definitiva puede situarse, con bastante certeza, en tiempos de Esdras (siglo V a. C.). Entre ambos límites está el trabajo de los autores-redactores que recogieron, ordenaron y pusieron por escrito las narraciones y las colecciones de leyes, muchas de las cuales se habían transmitido oralmente a través de los siglos. Por tanto, reconocer la paternidad mosaica de Génesis no equivale a afirmar que Moisés fuera el autor material de cada uno de los textos, sino que el legado espiritual de Moisés fue acogido por el pueblo de Israel como una herencia viva, una herencia que fue transmitida fielmente, pero que también se fue ampliando y enriqueciendo durante el largo período de su formación.
Las tradiciones y recuerdos sobre los antepasados (patriarcas) de Israel acompañaron a los clanes y grupos que con el tiempo darían lugar al pueblo. Estos grupos y clanes están emparentados con los semitas seminómadas, pastores de ganado menor, que procedentes de Mesopotamia circularon libremente por aquellas tierras, llegando incluso hasta Egipto pasando por la tierra de Canaán, durante la primera mitad del segundo milenio a. C., y vivieron en contacto pacífico unas veces, y hostil en otras, con los pueblos allí asentados. Algunos de esos clanes acabaron estableciéndose en Egipto. Este es a grandes rasgos el cuadro histórico que presenta Génesis.
Cuando los clanes y grupos israelitas, tras ser liberados de la esclavitud en Egipto, regresan a Palestina, traen consigo sus recuerdos y tradiciones orales que les sirven para legitimar su derecho a asentarse en aquella tierra. Una vez asentados en Palestina, sus tradiciones se amplían y enriquecen al contacto con la de los pueblos cananeos.
En el siglo X a. C., con la instauración de la monarquía, primeramente la de Saúl y después la de David y su hijo Salomón, se produce la toma de conciencia de unidad nacional, alejándose del modelo tribal. Es muy posible que en esta época se empiece a plasmar por escrito su amplio patrimonio oral. En círculos cercanos a la corte nace la primera historia del pasado de Israel con el fin de legitimar a la incipiente monarquía y justificar la expansión y dominio de Israel sobre los pueblos vecinos. Los especialistas llaman yavista a esta historia porque emplea sistemáticamente el nombre de Yahvé para designar a Dios. Cabe indicar que en esta Biblia hemos traducido sistemáticamente el nombre de Yahvé por el Señor  , o Yahvé, el Señor
Tras la muerte de Salomón el reino se divide a su vez en dos: Israel y Judá. De nuevo la historia del pasado se vuelve a reescribir, especialmente en el Reino del Norte. Esta vez la historia se redacta desde círculos proféticos, que destacan la trascendencia de Dios (llamado ahora Elohim), su revelación a través de mediadores (los profetas) y la actitud de obediencia y fidelidad del pueblo para con su Dios. Es la llamada historia elohista que tras la caída de Samaría viajará al Reino de Judá y se fundirá a las tradiciones del Reino del Sur.
Con la destrucción de Jerusalén y el exilio de buena parte de sus ciudadanos a Babilonia (587 a. C.) se produce una grave crisis de identidad que llevó a un grupo de sacerdotes a emprender una nueva relectura de la historia antigua, buscando en ella la fuente que aportase esperanza a los exiliados y les diese ánimo para reconstruir su historia nacional y recobrar sus señas de identidad social, cultural, cultual y especialmente su vida religiosa. El Génesis, reescrito en contacto con la cultura babilónica, les proporciona esa nueva identidad basada en la observancia del descanso sabático, la circuncisión y la fe en la promesa y alianza de Dios.
4. Características literarias
Génesis se divide en dos grandes partes. La primera (cps. 1—11) es la así llamada “historia de los orígenes”, que se inicia con un solemne relato de la creación (1,1—2,4a) y luego narra los comienzos de la historia humana en el mundo creado por Dios. La segunda parte (cps. 12—50) está en estrecha relación con la primera, pero en ella ya no se habla de la humanidad en general, sino que la atención se concentra principalmente en una sola familia: la familia de Abrahán, de Isaac y de Jacob, elegida por Dios como germen o semilla de un pueblo nuevo. Esta sección, que se refiere a los orígenes más remotos del pueblo de Israel, suele designarse con el nombre de “historia patriarcal”.
En la historia de los orígenes (1—11), los autores bíblicos se han inspirado directa o indirectamente en tradiciones del antiguo Oriente Medio (especialmente mesopotámicas, egipcias, fenicias y cananeas). Hay un indudable parentesco entre estos primeros capítulos y los textos míticos, sapienciales, líricos o litúrgicos de Sumer, Babilonia, Egipto y Ugarit. Mención destacada merecen los grandes poemas mesopotámicos Enuma Elish y Atrahasis sobre la creación, el poema de Gilgamés y su relato del diluvio, leyendas babilónicas sobre las grandes torres dedicadas a los dioses, el Texto Menfita de la Creación y los ciclos míticos ugaríticos de Balu y Yammu, y Balu y Motu. A pesar del influjo, los autores bíblicos les han dado su enfoque peculiar, han reelaborado los datos de sus fuentes, los han desmitificado y los han repensado a partir de las tradiciones propias y de su fe monoteísta.
Respecto a las historias patriarcales (12—50) se advierte la presencia de leyendas surgidas en torno a los santuarios cananeos, referencias al dios cananeo “El” y anécdotas relativas a los orígenes de los pueblos vecinos. A estas fuentes hay que añadir otras de origen israelita, como las tradiciones sobre los antepasados y héroes de tribus y clanes, recuerdos de desplazamientos y viajes, de disputas entre tribus, listas genealógicas, relatos etiológicos, etc.
5. Estructura y divisiones
Atendiendo a la evolución gradual de tres elementos significativos: la presencia de Dios, la autonomía de los personajes humanos y la trama narrativa, podemos descubrir que hay dos grandes secciones que a su vez se subdividen en unidades narrativas menores:
— Historia de los orígenes: 1—11.
— Historias patriarcales con tres bloques o ciclos: 12—50.
En la primera sección Dios aparece de continuo; en cambio, en la segunda su presencia disminuye progresivamente. A medida que Dios se va retirando de la escena, los personajes humanos van cobrando mayor autonomía. La trama narrativa comienza siendo episódica, pasa a ser más sostenida luego y termina siendo mucho más unificada.
El siguiente esquema presenta en forma resumida el contenido del Génesis:
I.— ORIGEN DEL MUNDO Y DE LOS SERES HUMANOS (1—11)
- Primer relato de la creación (1,1—2,4a)
- Segundo relato de la creación (2,4b—3,24)
- Los hijos de Adán y Eva (4,1—5,32)
- Historia de Noé y sus hijos (6—11)
II.— HISTORIAS PATRIARCALES (12—50)
- Ciclo de Abrahán (12,1—25,18)
- Ciclo de Isaac (25,19—26,35)
- Ciclo de Jacob (27—36)
- Ciclo de José (37; 39—48; 50)
- Judá y Tamar (38)
-Testamento de Jacob (49)
6. Claves teológicas
Este primer libro de la Biblia trata de dar respuesta esperanzada en clave didáctico-simbólica, a la angustia y a la decepción que sufre el pueblo de Israel en el destierro babilónico. La revelación de Dios, la bendición y las promesas que van diseñando el plan de Dios son los ejes de este mensaje de respuesta y esperanza.
El Dios del Génesis aparece en primer lugar como el Dios Creador, que no tiene genealogía ni pasado; carece de historia. Esto lo convierte en un ser totalmente diferente. Dios no entra en escena como los otros personajes, sino que lo primero que hace es crear la escena. Así se acredita como creador y como director y señor del mundo y de los seres creados.
El Dios del Génesis es, además, el Dios de la bendición y de la promesa. Dos temas claves en el libro. La bendición que recibe la primera pareja humana (1,28) es fontal para todo el género humano. La genealogía del cp. 5 alude a la trasmisión de la imagen y de las bendiciones divinas a través de los hijos, desde Adán hasta Noé, subrayando de este modo la función teológica de la genealogía, pues la bendición se va transmitiendo de padres a hijos.
El Dios del Génesis es también el Dios de la alianza. Primero será la alianza de Dios con el primer ser humano (2,7-25); luego la alianza de Dios con Noé (9,8-17); y finalmente, la alianza de Dios con Abrahán (de la que se conservan dos versiones algo diferentes en los cps. 15 y 17). En los tres casos, las promesas divinas juegan un papel relevante.
Además, el Dios que nos presenta Génesis es un Dios cercano a los seres humanos, que se preocupa de los problemas cotidianos de estos. Es un Dios familiar, hasta el punto de ser llamado con el nombre del jefe del clan. Es cercano y amigo, pero al mismo tiempo es absolutamente libre y no sometido a ningún capricho o imposición humana o natural. Sin embargo, esta cercanía no significa que pueda ser manipulado; es severo en la aplicación del castigo merecido, pero al mismo tiempo misericordioso con sus criaturas.
Como dijimos al comienzo, el lector está a punto de adentrarse en una magnífica obra literaria de primera magnitud, de singular belleza y hondura, y de innegable sabor popular. En ella se combinan las escenas llenas de ternura con los momentos de dramatismo, el colorido y la plasticidad con la hondura religiosa o la sabia percepción psicológica… Una obra, en fin, que cautiva y embelesa, y que ha transcendido sus límites nacionales y confesionales para convertirse en símbolo y patrimonio de la humanidad.
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