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Romanos 9:1-21

Romanos 9:1-21 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Digo la verdad en Cristo, no miento. Mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo: tengo una gran tristeza y un continuo dolor en mi corazón. Porque desearía ser yo mismo maldecido y separado de Cristo, por amor a mis hermanos, por los de mi propia raza, que son israelitas. De ellos son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas. De ellos son los patriarcas, y de ellos, desde el punto de vista humano, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas. ¡Bendito sea por siempre! Amén. Ahora bien, no estoy diciendo que la palabra de Dios haya fallado, porque no todos los que descienden de Israel son israelitas; ni todos los descendientes de Abrahán son verdaderamente sus hijos, pues dice: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.» Esto significa que los hijos de Dios no son los descendientes naturales, sino aquellos que son considerados descendientes según la promesa. La promesa dice así: «Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo.» Y no solo esto. También sucedió cuando Rebeca concibió de un solo hombre, de nuestro antepasado Isaac, aunque sus hijos todavía no habían nacido ni habían hecho algo bueno o malo; y para confirmar que el propósito de Dios no está basado en las obras sino en el que llama, se le dijo: «El mayor servirá al menor.» Como está escrito: «A Jacob amé, pero a Esaú aborrecí.» Entonces, ¿qué diremos? ¿Que Dios es injusto? ¡De ninguna manera! Porque Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia del que yo quiera, y me compadeceré del que yo quiera.» Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga misericordia. Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra.» De manera que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla y endurece a quien él quiere endurecer. Entonces me dirás: ¿Por qué Dios todavía nos echa la culpa? ¿Quién puede oponerse a su voluntad? Pero tú, hombre, ¿quién eres para discutir con Dios? ¿Acaso el vaso de barro le dirá al que lo formó por qué lo hizo así? ¿Qué, no tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro un vaso para honra y otro para deshonra?

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Romanos 9:1-21 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me lo confirma en el Espíritu Santo. Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor. Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los de mi propio pueblo, el pueblo de Israel. De ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la Ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén. Ahora bien, no digamos que la palabra de Dios ha fracasado. Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son Israel. Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac». En otras palabras, los hijos de Dios no son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa. Y la promesa es esta: «Dentro de un año volveré y para entonces Sara tendrá un hijo». No solo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, no con base en las obras, sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor». Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú». ¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! Es un hecho que a Moisés le dice: «Tendré misericordia de quien quiera tenerla y seré compasivo con quien quiera serlo». Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano, sino de la misericordia de Dios. Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra». Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla y endurece a quien él quiere endurecer. Pero tú me dirás: «Entonces, ¿por qué todavía nos echa la culpa Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?». Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? «Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: “¿Por qué me hiciste así?”». ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?

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Romanos 9:1-21 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Yo creo en Jesucristo, y por eso digo la verdad. El Espíritu Santo me guía, y en lo más profundo de mi ser me asegura que no miento. Es verdad que estoy muy triste, y que en mi corazón siento un dolor que no me deja. Sufro por los judíos, que son mi pueblo, y quisiera ayudarlos. Yo estaría dispuesto a caer bajo la maldición de Dios, y a quedar separado de Cristo, si eso los ayudara a estar cerca de Dios. Ellos son el pueblo que Dios ha elegido. A ellos Dios les dio el derecho de ser sus hijos. Dios ha estado con ellos, y les ha mostrado su gran poder. Hizo pactos con ellos, y les dio su ley. Les enseñó a adorarlo de verdad, y también les hizo promesas. Ellos pertenecen al pueblo de Dios. Y el Mesías, como hombre, pertenece a ese mismo pueblo. Él gobierna sobre todas las cosas, y es Dios. ¡Alabado sea Dios por siempre! Amén. No estoy diciendo que Dios no haya cumplido sus promesas con el pueblo de Israel. Pero no todos los judíos son realmente parte del pueblo de Israel, ni todos los descendientes de Abraham son verdaderos hijos de Abraham. Pues Dios le había dicho: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.» Esto significa que nadie es hijo de Dios solo por pertenecer a cierta familia o raza. Al contrario, la verdadera familia de Abraham la forman todos los descendientes de Isaac. Porque Isaac fue quien nació para cumplir la promesa que Dios le hizo a Abraham: «Dentro de un año volveré, y para entonces Sara ya tendrá un hijo.» Pero eso no es todo. Aun cuando los dos hijos de Rebeca eran de nuestro antepasado Isaac, Dios eligió solo a uno de ellos para formar su pueblo. Antes de nacer, ninguno de los niños había hecho nada, ni bueno ni malo. Sin embargo, Dios le dijo a Rebeca que el mayor serviría al menor. Con esto Dios demostró que él elige a quien él quiere, de acuerdo con su plan. Así que la elección de Dios no depende de lo que hagamos. Como dice la Biblia: «Preferí a Jacob, y no a Esaú.» ¿Y por eso vamos a decir que Dios es injusto? ¡Claro que no! Porque Dios le dijo a Moisés: «Yo tendré compasión de quien yo quiera tenerla.» Así que la elección de Dios no depende de que alguien quiera ser elegido, o se esfuerce por serlo. Más bien, depende de que Dios le tenga compasión. En la Biblia leemos que Dios le dijo al rey de Egipto: «Te hice rey, precisamente para mostrar mi poder por medio de todo lo que haré contigo, y para que todo el mundo me conozca.» Así que todo depende de lo que Dios decida hacer: él se compadece de quien quiere, y a quien quiere lo vuelve terco. Si alguien me dijera: «¿De qué nos va a culpar Dios, si nadie puede oponerse a sus deseos?», yo le contestaría: «Amigo mío, tú no eres nadie para cuestionar las decisiones de Dios.» La olla de barro no puede quejarse con el que la hizo, de haberle dado esa forma. El alfarero puede hacer con el barro lo que quiera. Con el mismo barro puede hacer una vasija para usarla en ocasiones especiales, y también una vasija de uso diario.

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Romanos 9:1-21 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Como creyente que soy en Cristo, estoy diciendo la verdad, no miento. Además, mi conciencia, guiada por el Espíritu Santo, me asegura que esto es verdad: tengo una gran tristeza y en mi corazón hay un dolor continuo, pues hasta quisiera estar yo mismo bajo maldición, separado de Cristo, si así pudiera favorecer a mis hermanos, los de mi propia raza. Son descendientes de Israel, y Dios los adoptó como hijos. Dios estuvo entre ellos con su presencia gloriosa, y les dio las alianzas, la ley de Moisés, el culto y las promesas. Son descendientes de nuestros antepasados; y de su raza, en cuanto a lo humano, vino el Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre. Amén. Pero no es que las promesas de Dios a Israel hayan perdido su validez; más bien es que no todos los descendientes de Israel son verdadero pueblo de Israel. No todos los descendientes de Abraham son verdaderamente sus hijos, sino que Dios le había dicho: «Tu descendencia vendrá por medio de Isaac.» Esto nos da a entender que nadie es hijo de Dios solamente por pertenecer a cierta raza; al contrario, solo a quienes son hijos en cumplimiento de la promesa de Dios, se les considera verdaderos descendientes. Porque esta es la promesa que Dios hizo a Abraham: «Por este tiempo volveré, y Sara tendrá un hijo.» Pero eso no es todo. Los dos hijos de Rebeca eran de un mismo padre, nuestro antepasado Isaac, y antes que ellos nacieran, cuando aún no habían hecho nada, ni bueno ni malo, Dios anunció a Rebeca: «El mayor será siervo del menor.» Lo cual también está de acuerdo con la Escritura que dice: «Amé a Jacob y aborrecí a Esaú.» Así quedó confirmado el derecho que Dios tiene de escoger, de acuerdo con su propósito, a los que quiere llamar, sin tomar en cuenta lo que hayan hecho. ¿Diremos por eso que Dios es injusto? ¡Claro que no! Porque Dios dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera, y tendré compasión también de quien yo quiera.» Así pues, no depende de que el hombre quiera o se esfuerce, sino de que Dios tenga compasión. Pues en la Escritura Dios le dice al rey de Egipto: «Te hice rey precisamente para mostrar en ti mi poder y para darme a conocer en toda la tierra.» De manera que Dios tiene compasión de quien él quiere tenerla, y también le endurece el corazón a quien él quiere endurecérselo. Pero me dirás: «Siendo así, ¿de qué puede Dios culpar al hombre, si nadie puede oponerse a su voluntad?» Y tú, hombre, ¿quién eres para pedirle cuentas a Dios? ¿Acaso la olla de barro le dirá al que la hizo: «Por qué me hiciste así?» El alfarero tiene el derecho de hacer lo que quiera con el barro, y del mismo barro puede hacer una olla para uso especial y otra para uso común.

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Romanos 9:1-21 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén. No que la palabra de Dios haya fallado; porque no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino: En Isaac te será llamada descendencia. Esto es: No los que son hijos según la carne son los hijos de Dios, sino que los que son hijos según la promesa son contados como descendientes. Porque la palabra de la promesa es esta: Por este tiempo vendré, y Sara tendrá un hijo. Y no solo esto, sino también cuando Rebeca concibió de uno, de Isaac nuestro padre (pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, para que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no por las obras sino por el que llama), se le dijo: El mayor servirá al menor. Como está escrito: A Jacob amé, mas a Esaú aborrecí. ¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra. De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece. Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así? ¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?

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Romanos 9:1-21 La Biblia de las Américas (LBLA)

Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo, de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque desearía yo mismo ser anatema, separado de Cristo por amor a mis hermanos, mis parientes según la carne, que son israelitas, a quienes pertenece la adopción como hijos, y la gloria, los pactos, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas, y de quienes, según la carne, procede el Cristo, el cual está sobre todas las cosas, Dios bendito por los siglos. Amén. Pero no es que la palabra de Dios haya fallado. Porque no todos los descendientes de Israel son Israel; ni son todos hijos por ser descendientes de Abraham, sino que POR ISAAC SERá LLAMADA TU DESCENDENCIA. Esto es, no son los hijos de la carne los que son hijos de Dios, sino que los hijos de la promesa son considerados como descendientes. Porque esta es una palabra de promesa: POR ESTE TIEMPO VOLVERé, Y SARA TENDRá UN HIJO. Y no solo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac (porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRá AL MENOR. Tal como está escrito: A JACOB AMé, PERO A ESAú ABORRECí. ¿Qué diremos entonces? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ningún modo! Porque Él dice a Moisés: TENDRé MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRé COMPASIóN DEL QUE YO TENGA COMPASIóN. Así que no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia. Porque la Escritura dice a Faraón: PARA ESTO MISMO TE HE LEVANTADO, PARA DEMOSTRAR MI PODER EN TI, Y PARA QUE MI NOMBRE SEA PROCLAMADO POR TODA LA TIERRA. Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece. Me dirás entonces: ¿Por qué, pues, todavía reprocha Dios? Porque ¿quién resiste a su voluntad? Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así? ¿O no tiene el alfarero derecho sobre el barro de hacer de la misma masa un vaso para uso honorable y otro para uso ordinario?

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Romanos 9:1-21 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Con Cristo de testigo hablo con toda veracidad. Mi conciencia y el Espíritu Santo lo confirman. Tengo el corazón lleno de amarga tristeza e infinito dolor por mi pueblo, mis hermanos judíos. Yo estaría dispuesto a vivir bajo maldición para siempre —¡separado de Cristo!— si eso pudiera salvarlos. Ellos son el pueblo de Israel, elegidos para ser los hijos adoptivos de Dios. Él les reveló su gloria, hizo pactos con ellos y les entregó su ley. Les dio el privilegio de adorarlo y de recibir sus promesas maravillosas. Abraham, Isaac y Jacob son los antepasados de los israelitas, y Cristo mismo era israelita en cuanto a su naturaleza humana. Y él es Dios, el que reina sobre todas las cosas, ¡y es digno de eterna alabanza! Amén. Ahora bien, ¿acaso Dios no cumplió su promesa a Israel? ¡No, porque no todos los que nacen en la nación de Israel son en verdad miembros del pueblo de Dios! Ser descendientes de Abraham no los hace verdaderos hijos de Abraham, pues las Escrituras dicen: «Isaac es el hijo mediante el cual procederán tus descendientes», aunque Abraham también tuvo otros hijos. Eso significa que no todos los descendientes naturales de Abraham son necesariamente hijos de Dios. Solo los hijos de la promesa son considerados hijos de Abraham; pues Dios había prometido: «Volveré dentro de un año, y Sara tendrá un hijo». Ese hijo fue nuestro antepasado Isaac. Cuando se casó con Rebeca, ella dio a luz mellizos. Sin embargo, antes de que nacieran, antes de que pudieran hacer algo bueno o malo, ella recibió un mensaje de Dios. (Este mensaje demuestra que Dios elige a la gente según sus propósitos; él llama a las personas, pero no según las buenas o malas acciones que hayan hecho). Se le dijo: «Tu hijo mayor servirá a tu hijo menor». Como dicen las Escrituras: «Amé a Jacob, pero rechacé a Esaú». ¿Estamos diciendo, entonces, que Dios fue injusto? ¡Por supuesto que no! Pues Dios le dijo a Moisés: «Tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera». Por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo. Pues las Escrituras cuentan que Dios le dijo al faraón: «Te he designado con el propósito específico de exhibir mi poder en ti y dar a conocer mi fama por toda la tierra». Así que, como ven, Dios decide tener misericordia de algunos y también decide endurecer el corazón de otros para que se nieguen a escuchar. Ahora bien, ustedes podrían decir: «¿Por qué Dios culpa a las personas por no responder? ¿Acaso no hicieron sencillamente lo que él les exige que hagan?». No, no digan eso. ¿Quién eres tú, simple ser humano, para discutir con Dios? ¿Acaso el objeto creado puede preguntarle a su creador: «¿Por qué me has hecho así?»? Cuando un alfarero hace vasijas de barro, ¿no tiene derecho a usar del mismo trozo de barro para hacer una vasija de adorno y otra para arrojar basura?

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