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Salmos 119:49-72

Salmos 119:49-72 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Recuerda la promesa que me hiciste; es mi única esperanza. Tu promesa renueva mis fuerzas; me consuela en todas mis dificultades. Los orgullosos me tratan con un desprecio total, pero yo no me aparto de tus enseñanzas. Medito en tus antiguas ordenanzas; oh SEÑOR, ellas me consuelan. Me pongo furioso con los perversos, porque rechazan tus enseñanzas. Tus decretos han sido el tema de mis canciones en todos los lugares donde he vivido. De noche reflexiono sobre quién eres, SEÑOR; por lo tanto, obedezco tus enseñanzas. Así paso mis días: obedeciendo tus mandamientos. ¡SEÑOR, eres mío! ¡Prometo obedecer tus palabras! Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia, como lo prometiste. Consideré el rumbo de mi vida y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos. Gente malvada trata de arrastrarme al pecado, pero estoy firmemente anclado a tus enseñanzas. Me levanto a medianoche para agradecerte por tus justas ordenanzas. Soy amigo de todo el que te teme, de todo el que obedece tus mandamientos. Oh SEÑOR, tu amor inagotable llena la tierra; enséñame tus decretos. SEÑOR, has hecho muchas cosas buenas a mi favor tal como lo prometiste. Creo en tus mandatos; ahora enséñame el buen juicio y dame conocimiento. Yo solía desviarme, hasta que me disciplinaste; pero ahora sigo de cerca tu palabra. Tú eres bueno y haces únicamente el bien; enséñame tus decretos. Los arrogantes me difaman con mentiras, pero la verdad es que obedezco tus mandamientos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe y necio; yo, en cambio, me deleito en tus enseñanzas. El sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos. Tus enseñanzas son más valiosas para mí que millones en oro y plata.

Salmos 119:49-72 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza. Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida. Los insolentes me ofenden hasta el colmo, pero yo no me aparto de tu Ley. Me acuerdo, SEÑOR, de tus leyes de antaño y encuentro consuelo en ellas. Me llenan de indignación los malvados, los que abandonan tu Ley. Tus estatutos han sido mis cánticos donde vivo como extranjero. SEÑOR, por la noche recuerdo tu nombre, para cumplir tu Ley. Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos. ¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Prometo obedecer tus palabras. Busco tu rostro de todo corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. Me he puesto a pensar en mis caminos, y he vuelto mis pasos hacia tus mandatos. Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos. Aunque los lazos de los malvados me aprisionen, yo no me olvido de tu Ley. A medianoche me levanto a darte gracias por tus justas leyes. Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos. De tu gran amor, SEÑOR, está llena la tierra: enséñame tus estatutos. Tú, SEÑOR, tratas bien a tu siervo, conforme a tu palabra. Impárteme conocimiento y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien; enséñame tus estatutos. Aunque los insolentes me difaman con mentiras, yo cumplo tus preceptos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe e insensible, pero yo me regocijo en tu Ley. Me hizo bien haber sido afligido, porque así pude aprender tus estatutos. Para mí es más valiosa tu Ley que miles de piezas de oro y plata.

Salmos 119:49-72 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Tus promesas me dan esperanza; ¡no te olvides de ellas! Tus promesas me dan vida; me consuelan en mi dolor. Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna, pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta. Poco tiempo estaré en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza. Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas, pues es lo que me corresponde. Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! No dejaré pasar más tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus mandamientos. Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus enseñanzas. A medianoche me levanto y te alabo porque tus sentencias son justas. Soy amigo de los que te adoran y de los que te obedecen. Dios mío, tu amor llena toda la tierra; ¡enséñame tus mandamientos! Dios mío, ¡trátame bien, tal como lo has prometido! Yo creo en tu palabra. ¡Dame más sabiduría e inteligencia! Antes de que me castigaras, estuve alejado de ti, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame a obedecer tus mandamientos. Los orgullosos hablan mal de mí; son gente que no tiene sentimientos. Pero yo sigo tus enseñanzas porque ellas me hacen feliz. Estuvo bien que me hicieras sufrir porque así entendí tus enseñanzas. Para mí, ellas son de más valor que el oro y la plata.

Salmos 119:49-72 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Recuerda las promesas que me hiciste, en las cuales he puesto mi esperanza. En mi aflicción, ellas son mi consuelo; pues tu palabra me infunde nueva vida. Los soberbios se burlan mucho de mí, pero ni así me aparto de tu ley. Mi consuelo, Señor, es recordar que tu justicia es siempre la misma. Me horroriza pensar que hay malvados que se mantienen alejados de tu ley. Aunque en este mundo estoy de paso, mis canciones son tus estatutos. Por las noches pienso en ti, Señor, pues quiero obedecer tu ley. Esto es lo que me ha tocado: poner en práctica tus mandamientos. Señor, tú eres todo lo que tengo, y prometo que obedeceré tu palabra. De todo corazón busco tu presencia; ten compasión de mí, conforme a tu promesa. He estado pensando en mis acciones, y decidí encaminar mis pies hacia tus estatutos. Voy a darme prisa, y sin tardanza cumpliré con tus mandamientos. Me hallo sujeto a gente sin piedad, pero no me olvido de tu ley. Me levanto a medianoche, y te alabo porque tus juicios son rectos. Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que obedecen tus preceptos. Señor, tu misericordia llena la tierra; ¡enséñame tus decretos! Señor, tú has tratado con bondad a tu siervo, de acuerdo a lo que le prometiste. Enséñame a tener sabiduría y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir, yo andaba descarriado; pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y me tratas bien; enséñame tus estatutos. Gente arrogante inventa mentiras en mi contra, pero yo cumplo tus mandamientos de todo corazón. Esa gente tiene el corazón insensible, pero yo me regocijo con tu ley. Me convino que me hayas castigado, porque así pude aprender tus estatutos. Para mí, es mejor la ley que mana de tus labios que miles de monedas de oro y plata.

Salmos 119:49-72 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Recuerda la palabra que diste a este siervo tuyo: en ella me hiciste poner la esperanza. Este es mi consuelo en la tristeza: que con tus promesas me das vida. Los insolentes me ofenden sin cesar, pero yo no me aparto de tu enseñanza. Recuerdo tus decretos de otros tiempos, y en ellos, Señor, encuentro consuelo. Los malvados que abandonan tu enseñanza me llenan de furor. Tus leyes han sido mis canciones en esta tierra donde soy un extranjero. Señor, por las noches me acuerdo de ti; ¡quiero poner en práctica tu enseñanza! Esto es lo que me corresponde: obedecer tus preceptos. Tú, Señor, eres todo lo que tengo; he prometido poner en práctica tus palabras. De todo corazón he procurado agradarte; trátame bien, conforme a tu promesa. Me puse a pensar en mi conducta, y volví a obedecer tus mandatos. Me he dado prisa, no he tardado en poner en práctica tus mandamientos. Me han rodeado con trampas los malvados, pero no me he olvidado de tu enseñanza. A medianoche me levanto a darte gracias por tus justos decretos. Yo soy amigo de los que te honran y de los que cumplen tus preceptos. Señor, la tierra está llena de tu amor; ¡enséñame tus leyes! Señor, tú has tratado bien a este siervo tuyo, conforme a tu promesa. Enséñame a tener buen juicio y conocimiento, pues confío en tus mandamientos. Antes de ser humillado cometí muchos errores, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; ¡enséñame tus leyes! Los insolentes me acusan falsamente, pero yo cumplo tus preceptos de todo corazón. Ellos tienen la mente entorpecida, pero yo me alegro con tu enseñanza. Me hizo bien haber sido humillado, pues así aprendí tus leyes. Para mí vale más la enseñanza de tus labios, que miles de monedas de oro y plata.

Salmos 119:49-72 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, En la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado. Los soberbios se burlaron mucho de mí, Mas no me he apartado de tu ley. Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, Y me consolé. Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos Que dejan tu ley. Cánticos fueron para mí tus estatutos En la casa en donde fui extranjero. Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, Y guardé tu ley. Estas bendiciones tuve Porque guardé tus mandamientos. Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, Y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré y no me retardé En guardar tus mandamientos. Compañías de impíos me han rodeado, Mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios. Compañero soy yo de todos los que te temen Y guardan tus mandamientos. De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; Enséñame tus estatutos. Bien has hecho con tu siervo, Oh Jehová, conforme a tu palabra. Enséñame buen sentido y sabiduría, Porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; Enséñame tus estatutos. Contra mí forjaron mentira los soberbios, Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. Se engrosó el corazón de ellos como sebo, Mas yo en tu ley me he regocijado. Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca Que millares de oro y plata.

Salmos 119:49-72 La Biblia de las Américas (LBLA)

¶Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado. Los soberbios me insultaron en gran manera, sin embargo, no me he apartado de tu ley. Me acuerdo de tus ordenanzas antiguas, oh SEÑOR, y me consuelo. Profunda indignación se ha apoderado de mí por causa de los impíos que abandonan tu ley. Cánticos para mí son tus estatutos en la casa de mi peregrinación. Por la noche me acuerdo de tu nombre, oh SEÑOR, y guardo tu ley. Esto se ha hecho parte de mí: guardar tus preceptos. ¶El SEÑOR es mi porción; he prometido guardar tus palabras. Supliqué tu favor con todo mi corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios. Me apresuré y no me tardé en guardar tus mandamientos. Los lazos de los impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levantaré para darte gracias por tus justas ordenanzas. Compañero soy de todos los que te temen, y de los que guardan tus preceptos. La tierra, oh SEÑOR, está llena de tu misericordia; enséñame tus estatutos. ¶Bien has obrado con tu siervo, oh SEÑOR, conforme a tu palabra. Enséñame buen juicio y conocimiento, pues creo en tus mandamientos. Antes que fuera afligido, yo me descarrié, mas ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. Los soberbios han forjado mentira contra mí, pero de todo corazón guardaré tus preceptos. Su corazón está cubierto de grasa, pero yo me deleito en tu ley. Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos. Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata.