Salmos 119:114-176
Salmos 119:114-176 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Tú eres mi escondite y mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. ¡Malhechores, apártense de mí, que quiero cumplir los mandamientos de mi Dios! Sostenme conforme a tu promesa y viviré; no defraudes mis esperanzas. Defiéndeme y estaré a salvo; siempre optaré por tus estatutos. Tú rechazas a los que se desvían de tus estatutos, porque solo maquinan falsedades. Tú desechas como escoria a los malvados de la tierra; por eso amo tus mandatos. Mi cuerpo se estremece por el temor que me inspiras; siento reverencia por tus leyes. Yo practico la justicia y el derecho; no me dejes en manos de mis opresores. Garantiza el bienestar de tu siervo; que no me opriman los insolentes. Mis ojos se consumen esperando tu salvación, esperando que se cumpla tu promesa de justicia. Trata a tu siervo conforme a tu gran amor; enséñame tus estatutos. Tu siervo soy: dame entendimiento y llegaré a conocer tus mandatos. SEÑOR, ya es tiempo de que actúes, pues tu Ley está siendo quebrantada. Por eso yo amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro puro. Por eso considero rectos todos tus preceptos y aborrezco toda senda falsa. Tus mandatos son maravillosos; por eso los obedezco. La exposición de tus palabras nos da luz y da entendimiento al sencillo. Jadeante abro la boca porque ansío tus mandamientos. Vuélvete a mí y ten piedad de mí, como haces siempre con los que aman tu nombre. Guía mis pasos conforme a tu promesa; no permitas que ninguna iniquidad me domine. Líbrame de la opresión humana, y obedeceré tus preceptos. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo; enséñame tus estatutos. Ríos de lágrimas brotan de mis ojos, porque tu Ley no se obedece. SEÑOR, tú eres justo y tus leyes son justas. Justos son los mandatos que has ordenado y muy dignos de confianza. Mi celo me consume, porque mis adversarios pasan por alto tus palabras. Tus promesas han superado muchas pruebas, por eso tu siervo las ama. Soy insignificante y despreciado, pero no me olvido de tus preceptos. Tu justicia es justicia eterna y tu Ley es la verdad. Angustia y aflicción han caído sobre mí, pero tus mandamientos son mi regocijo. Tus mandatos son siempre justos; dame entendimiento para poder vivir. Con todo el corazón clamo a ti, SEÑOR; respóndeme, y obedeceré tus estatutos. A ti clamo: «¡Sálvame!», y guardaré tus mandatos. Muy de mañana me levanto a pedir ayuda; en tus palabras he puesto mi esperanza. Mis ojos están abiertos en las vigilias de la noche, para meditar en tus promesas. Conforme a tu gran amor, escucha mi voz; conforme a tus leyes, SEÑOR, dame vida. Ya se acercan mis crueles perseguidores, pero andan muy lejos de tu Ley. Tú, SEÑOR, también estás cerca, y todos tus mandamientos son verdad. Desde hace mucho conozco tus mandatos, los cuales estableciste para siempre. Considera mi aflicción, y líbrame, pues no me he olvidado de tu Ley. Defiende mi causa y rescátame; dame vida conforme a tu promesa. La salvación está lejos de los malvados, porque ellos no buscan tus estatutos. Grande es, SEÑOR, tu misericordia; dame vida conforme a tus leyes. Muchos son mis adversarios y mis perseguidores, pero yo no me aparto de tus mandatos. Me repugna mirar a esos traidores, porque no cumplen tus palabras. Mira, SEÑOR, cuánto amo tus preceptos; conforme a tu gran amor, dame vida. La suma de tus palabras es la verdad; tus justas leyes permanecen para siempre. Gobernantes me persiguen sin motivo, pero mi corazón se estremece ante tu palabra. Yo me regocijo en tu promesa como quien halla un gran botín. Aborrezco y repudio la falsedad, pero amo tu Ley. Siete veces al día te alabo por tus justas leyes. Los que aman tu Ley disfrutan de gran paz y nada los hace tropezar. Yo, SEÑOR, espero tu salvación y practico tus mandamientos. Con todo mi ser cumplo tus mandatos. ¡Cuánto los amo! Obedezco tus preceptos y tus mandatos, porque conoces todos mis caminos. Que llegue mi clamor a tu presencia; dame entendimiento, SEÑOR, conforme a tu palabra. Que llegue a tu presencia mi súplica; líbrame, conforme a tu promesa. Que rebosen mis labios de alabanza, porque tú me enseñas tus estatutos. Que entone mi lengua un cántico a tu palabra, pues todos tus mandamientos son justos. Que acuda tu mano en mi ayuda, porque he escogido tus preceptos. Yo, SEÑOR, anhelo tu salvación. Tu Ley es mi regocijo. Déjame vivir para alabarte; que vengan tus leyes a ayudarme. Cual oveja perdida me he extraviado; ven en busca de tu siervo, porque no he olvidado tus mandamientos.
Salmos 119:113-176 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
¡Déjenme solo, gente malvada! ¡Los odio porque no son sinceros! Pero a ti, Dios mío, te amo y quiero seguir tus enseñanzas. Tú me das refugio y protección; tus promesas me llenan de esperanza. Dame fuerza y seguiré con vida, tal como lo has prometido; ¡no defraudes mi confianza! ¡Ayúdame y ponme a salvo para que obedezca tu palabra! A los malvados de este mundo que desprecian tus enseñanzas no los quieres tener cerca; los tratas como a basura. De nada les sirve hacer planes malvados; yo, en cambio, obedezco tu palabra. Tiemblo de miedo en tu presencia; ¡tu palabra me hace temblar! Dios mío, ¡no me dejes caer en manos de mis enemigos! Yo hago lo que es bueno y justo; haz que siempre me vaya bien, y que no me molesten los orgullosos. La vista se me nubla esperando que cumplas tu promesa de venir a ayudarme. ¡Trátame con mucho amor, y enséñame tus mandamientos! Permíteme llegar a entenderlos, pues los quiero comprender. Dios mío, ya es hora de que actúes, pues nadie cumple tus mandatos. Prefiero tus mandamientos que tener muchas riquezas. Por eso los sigo y no soporto la mentira. ¡Tus enseñanzas son maravillosas! ¡Por eso las sigo fielmente! Cuando un maestro las explica, hasta la gente sencilla las entiende. Deseo conocer tus mandamientos; ¡me muero por entenderlos! Dios mío, ¡atiéndeme y tenme compasión como acostumbras hacerlo con todos los que te aman! Guíame, como lo has prometido; ¡yo quiero cumplir tus mandamientos! No dejes que me maltraten, ni me dejes caer en la maldad. Dame muestras de tu bondad y enséñame tus mandamientos. Me dan ganas de llorar cuando veo que nadie los cumple. Dios mío, tú eres justo y juzgas con rectitud. Los mandamientos que nos diste son justos y dignos de confianza. Mis enemigos me humillan pero yo no olvido tus enseñanzas. Me muero de enojo porque ellos no las cumplen. En cambio, yo las amo, pues son puras como oro refinado. Tú siempre actúas con justicia, y tus enseñanzas son verdaderas. Cuando estoy afligido y en problemas, tus mandamientos son mi alegría. Tus leyes son siempre justas; ¡dame entendimiento y vida! Dios mío, te llamo con todas mis fuerzas; ¡respóndeme, sálvame! ¡Quiero cumplir tus mandamientos! Muy temprano me levanto para pedirte que me ayudes, pues confío en tu palabra. Me paso la noche en vela meditando en ella. Dios mío, tú eres todo amor, ¡escúchame! Eres todo justicia, ¡dame vida! Cada vez siento más cerca a los que se han alejado de tus enseñanzas y procuran mi mal. Pero a ti, Dios mío, te siento cerca, y confío en tus mandamientos. Desde hace mucho tiempo conozco tu palabra; tú la estableciste para siempre. ¡Mira mi sufrimiento, y sálvame! ¡Yo no me olvido de tus enseñanzas! ¡Ponte de mi parte, y rescátame! ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Dios mío, tú eres muy bueno; eres todo justicia. ¡Dame vida! Mis enemigos y perseguidores se cuentan por millares; ¡a esos malvados no los salvarás porque no siguen tus enseñanzas! No los soporto, porque no creen en tus promesas, pero yo siempre obedezco tu palabra. Dios mío, mira cuánto amo tus mandamientos; ¡por tu gran amor, dame vida! Todas tus palabras se basan en la verdad; todas ellas son justas y permanecen para siempre. Yo no les tengo miedo a los poderosos que me persiguen; solo tiemblo ante tu palabra. ¡Ella me hace más feliz que si encontrara un tesoro! Aborrezco la mentira; ¡no la soporto! Pero amo tus enseñanzas. Ellas son tan justas que no me canso de alabarte. Los que aman tu palabra disfrutan de mucha paz y no sufren ningún tropiezo. Dios mío, espero que me salves, pues amo tus mandamientos. Tú bien sabes que los cumplo de todo corazón. Dios mío, ¡acepta mi oración y mis ruegos! ¡Dame entendimiento, y sálvame, tal como lo has prometido! Yo te cantaré alabanzas porque me enseñas tu palabra. Alabaré tus promesas, pues todos tus mandamientos son justos. Ven y tiéndeme la mano, pues he decidido obedecerte. Dios mío, ansioso espero que me salves; tus enseñanzas son mi alegría. Dame vida y te alabaré; ¡que tu palabra me sostenga! Ando como oveja perdida; ven a buscarme, pues te pertenezco y tengo presentes tus mandamientos.
Salmos 119:114-176 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Tú eres mi escondite; eres mi escudo; en tu palabra he puesto mi esperanza. Ustedes los malhechores: ¡apártense de mí, que quiero obedecer los mandamientos de mi Dios! Aliméntame con tu palabra, y viviré; ¡no permitas que se frustre mi esperanza! Sostenme, y estaré a salvo, y siempre me alegraré en tus estatutos. Tú humillas a los que se apartan de tus estatutos, porque su astucia es pura falsedad. Consumes como a basura a todos los malvados, por eso yo amo tus testimonios. Todo mi ser se estremece de temor; ¡tiemblo a causa de tus sentencias! Yo practico el derecho y la justicia; ¡no me dejes caer en poder de mis enemigos! Trata con bondad a este siervo tuyo; que no se aprovechen de mí los soberbios. Mis ojos desfallecen esperando que me salves, y que con tu palabra me hagas justicia. Trátame con misericordia, y enséñame tus estatutos. Yo soy tu siervo, y quiero entender y llegar a conocer tus testimonios. Señor, ¡llegó el momento de que actúes, pues los malvados han anulado tu ley! Por eso yo amo tus mandamientos, porque son mejores que el oro más puro. Yo estimo la rectitud y pureza de tus mandamientos; por eso me he alejado de la senda de mentira. Tus testimonios son admirables; por eso son el tesoro de mi alma. La enseñanza de tus palabras ilumina; y hasta la gente sencilla las entiende. Grandes son mi sed y mis ansias por recibir y entender tus mandamientos. Mírame, y ten misericordia de mí, como la tienes con quienes te aman. Ordena mis pasos con tu palabra, para que el pecado no me domine. Protégeme de los hombres violentos, porque deseo obedecer tus mandamientos. Alumbra con tu presencia a este siervo tuyo, y enséñame tus estatutos. De mis ojos brota el llanto a mares, porque hay gente que no obedece tu ley. Tú, Señor, eres justo, y tus sentencias son rectas. Los mandamientos que nos has dado son también justos y verdaderos. Pero el enojo me consume, porque mis enemigos olvidaron tu palabra. Tu palabra es todo pureza; por eso yo, tu siervo, la amo. Yo soy insignificante, y nada valgo, pero no me olvido de tus mandamientos. Tu justicia es siempre justa, y tu ley es la verdad. La aflicción y la angustia me dominan, pero el gozo de tus mandamientos me levanta. Tus testimonios son siempre justos; dame entendimiento y viviré. Señor, yo te llamo con todo el corazón; ¡respóndeme, y cumpliré tus estatutos! ¡Sálvame, pues a ti elevo mi clamor! ¡Quiero obedecer tus testimonios! Clamo a ti antes de que amanezca, y me quedo esperando tu respuesta. Me mantengo despierto toda la noche para meditar en tus mandatos. Señor, escúchame, por tu misericordia; ¡dame vida, conforme a tu justicia! Mis malvados perseguidores ya están cerca, pero de tu ley están muy lejos. Pero tú, Señor, sí estás muy cerca, y todos tus mandamientos son verdad. Hace tiempo llegué a conocer tus mandatos, los cuales estableciste para la eternidad. Mira mi aflicción, y ven a salvarme, pues no me he olvidado de tu ley. ¡Defiéndeme, y ponme a salvo! ¡Dame vida con tu palabra! Los malvados están lejos de tu salvación, porque no buscan tus estatutos. Señor, tú eres muy bondadoso; ¡dame vida de acuerdo a tu justicia! Son muchos los enemigos que me persiguen, pero yo no me aparto de tus testimonios. No soporto ver a esos traidores, porque no obedecen tus palabras. Señor, ¡mira cuánto amo tus mandamientos! ¡Dame vida, conforme a tu misericordia! La verdad es la esencia de tu palabra, y tus juicios son siempre justos. Los poderosos me persiguen sin motivo, pero yo respeto y honro tu palabra. Es tal la alegría que me causa tu palabra que es como hallar un gran tesoro. No soporto la mentira. ¡La aborrezco! Pero amo tus enseñanzas. Siete veces al día te alabo porque tus juicios son siempre justos. Los que aman tu ley viven en completa paz, porque saben que no tropezarán. Señor, espero que me salves; mientras viva, cumpliré tus mandamientos. Toda mi vida he obedecido tus estatutos, pues son el gran amor de mi vida. He cumplido tus mandamientos y tus testimonios pues tú sabes todo lo que hago. Señor, ¡escucha mi clamor! ¡Dame entendimiento, conforme a tu palabra! ¡Que llegue mi oración a tu presencia! ¡Líbrame, como lo has prometido! De mis labios se desbordará la alabanza cuando me hayas enseñado tus estatutos. Con mis labios proclamaré tu palabra, porque todos tus mandamientos son justos. Extiende tu mano para socorrerme, porque he elegido obedecer tus mandamientos. Señor, yo espero que me salves, porque me deleito en tu ley. Concédeme vida para alabarte, y sosténme con tus juicios. Ando sin rumbo, como oveja perdida; ¡ven en busca de este siervo tuyo que no ha olvidado tus mandamientos!
Salmos 119:114-176 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Tú eres quien me ampara y me protege; en tu palabra he puesto mi esperanza. ¡Aléjense de mí, malvados, que quiero cumplir los mandatos de mi Dios! Dame fuerzas, conforme a tu promesa, y viviré; ¡no defraudes mi esperanza! Ayúdame, y estaré a salvo; así cumpliré siempre tus leyes. Tú desprecias a los que se apartan de tus leyes, porque sus pensamientos no tienen sentido. Los malvados de la tierra son para ti como basura; por eso yo amo tus mandatos. Mi cuerpo tiembla de temor delante de ti; ¡siento reverencia por tus decretos! Nunca he dejado de hacer lo que es justo; no me abandones en manos de mis opresores. Hazte responsable de mi bienestar; que no me maltraten los insolentes. Mis ojos se consumen esperando que me salves, esperando que me libres, conforme a tu promesa. Trata a este siervo tuyo de acuerdo con tu amor; ¡enséñame tus leyes! Yo soy tu siervo. Dame entendimiento, pues quiero conocer tus mandatos. Señor, ya es tiempo de que hagas algo, pues han desobedecido tu enseñanza. Por eso yo amo tus mandamientos mucho más que el oro fino. Por eso me guío por tus preceptos y odio toda conducta falsa. Tus mandatos son maravillosos; por eso los obedezco. La explicación de tus palabras ilumina, instruye a la gente sencilla. Con gran ansia abro la boca, pues deseo tus mandamientos. Mírame, y ten compasión de mí, como haces con los que te aman. Hazme andar conforme a tu palabra; no permitas que la maldad me domine. Líbrame de la violencia humana, pues quiero cumplir tus preceptos. Mira con buenos ojos a este siervo tuyo, y enséñame tus leyes. Ríos de lágrimas salen de mis ojos porque no se respeta tu enseñanza. Señor, tú eres justo; rectos son tus decretos. Todos tus mandatos son justos y verdaderos. Me consume el celo que siento por tus palabras, pues mis enemigos se han olvidado de ellas. Tu promesa ha pasado las más duras pruebas; por eso la ama este siervo tuyo. Humilde soy, y despreciado, pero no me olvido de tus preceptos. Tu justicia es siempre justa, y tu enseñanza es la verdad. Me he visto angustiado y en aprietos, pero tus mandamientos me alegraron. Tus mandatos son siempre justos; ¡dame entendimiento para que pueda yo vivir! Señor, te llamo con todo el corazón; ¡respóndeme, pues quiero cumplir tus leyes! A ti clamo, ayúdame para que cumpla tus mandatos. Antes de amanecer, me levanto a pedirte ayuda; he puesto mi esperanza en tu promesa. Antes de anochecer, mis ojos ya están velando para meditar en tu promesa. Oye mi voz, Señor, por tu amor; dame vida, conforme a tu justicia. Están cerca mis crueles perseguidores, pero están lejos de tu enseñanza. Tú, Señor, estás cerca, y todos tus mandamientos son verdaderos. Desde hace mucho conozco tus mandatos, establecidos por ti eternamente. Mira mi aflicción y líbrame, pues no me he olvidado de tu enseñanza. Defiende mi caso y rescátame; ¡dame vida, conforme a tu promesa! Tu ayuda está lejos de los malvados, porque no siguen tus leyes. Señor, es muy grande tu ternura; dame vida, conforme a tu justicia. Muchos son mis enemigos y opresores, pero yo no me aparto de tus mandatos. No soporto a los traidores, a los que no obedecen tus mandamientos. Señor, mira cómo amo tus preceptos; ¡dame vida, por tu amor! En tu palabra se resume la verdad; eternos y justos son todos tus decretos. Hombres poderosos me persiguen sin motivo, pero mi corazón reverencia tus palabras. Yo me siento feliz con tu promesa, como quien se encuentra un gran tesoro. Odio la mentira, no la soporto; pero amo tu enseñanza. A todas horas te alabo por tus justos decretos. Los que aman tu enseñanza gozan de mucha paz, y nada los hace caer. Señor, espero que me salves, pues he puesto en práctica tus mandamientos. Yo obedezco tus mandatos y los amo de todo corazón. Yo obedezco tus preceptos y mandatos; ¡tú conoces toda mi conducta! Lleguen mis gritos, Señor, a tu presencia; ¡dame entendimiento, conforme a tu palabra! Llegue mi oración a tu presencia; ¡líbrame, conforme a tu promesa! Brote de mis labios la alabanza, pues tú me has enseñado tus leyes. Entonen mis labios un canto a tu promesa, porque todos tus mandamientos son justos. Esté lista tu mano a darme ayuda, porque he preferido tus preceptos. Señor, ¡deseo que me salves! ¡Yo me siento feliz con tu enseñanza! Quiero vivir para alabarte; que tu justicia me ayude. Me he extraviado como una oveja; ¡ven en busca mía, pues no me he olvidado de tus mandamientos!
Salmos 119:114-176 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Mi escondedero y mi escudo eres tú; En tu palabra he esperado. Apartaos de mí, malignos, Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios. Susténtame conforme a tu palabra, y viviré; Y no quede yo avergonzado de mi esperanza. Sostenme, y seré salvo, Y me regocijaré siempre en tus estatutos. Hollaste a todos los que se desvían de tus estatutos, Porque su astucia es falsedad. Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; Por tanto, yo he amado tus testimonios. Mi carne se ha estremecido por temor de ti, Y de tus juicios tengo miedo. Juicio y justicia he hecho; No me abandones a mis opresores. Afianza a tu siervo para bien; No permitas que los soberbios me opriman. Mis ojos desfallecieron por tu salvación, Y por la palabra de tu justicia. Haz con tu siervo según tu misericordia, Y enséñame tus estatutos. Tu siervo soy yo, dame entendimiento Para conocer tus testimonios. Tiempo es de actuar, oh Jehová, Porque han invalidado tu ley. Por eso he amado tus mandamientos Más que el oro, y más que oro muy puro. Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, Y aborrecí todo camino de mentira. Maravillosos son tus testimonios; Por tanto, los ha guardado mi alma. La exposición de tus palabras alumbra; Hace entender a los simples. Mi boca abrí y suspiré, Porque deseaba tus mandamientos. Mírame, y ten misericordia de mí, Como acostumbras con los que aman tu nombre. Ordena mis pasos con tu palabra, Y ninguna iniquidad se enseñoree de mí. Líbrame de la violencia de los hombres, Y guardaré tus mandamientos. Haz que tu rostro resplandezca sobre tu siervo, Y enséñame tus estatutos. Ríos de agua descendieron de mis ojos, Porque no guardaban tu ley. Justo eres tú, oh Jehová, Y rectos tus juicios. Tus testimonios, que has recomendado, Son rectos y muy fieles. Mi celo me ha consumido, Porque mis enemigos se olvidaron de tus palabras. Sumamente pura es tu palabra, Y la ama tu siervo. Pequeño soy yo, y desechado, Mas no me he olvidado de tus mandamientos. Tu justicia es justicia eterna, Y tu ley la verdad. Aflicción y angustia se han apoderado de mí, Mas tus mandamientos fueron mi delicia. Justicia eterna son tus testimonios; Dame entendimiento, y viviré. Clamé con todo mi corazón; respóndeme, Jehová, Y guardaré tus estatutos. A ti clamé; sálvame, Y guardaré tus testimonios. Me anticipé al alba, y clamé; Esperé en tu palabra. Se anticiparon mis ojos a las vigilias de la noche, Para meditar en tus mandatos. Oye mi voz conforme a tu misericordia; Oh Jehová, vivifícame conforme a tu juicio. Se acercaron a la maldad los que me persiguen; Se alejaron de tu ley. Cercano estás tú, oh Jehová, Y todos tus mandamientos son verdad. Hace ya mucho que he entendido tus testimonios, Que para siempre los has establecido. Mira mi aflicción, y líbrame, Porque de tu ley no me he olvidado. Defiende mi causa, y redímeme; Vivifícame con tu palabra. Lejos está de los impíos la salvación, Porque no buscan tus estatutos. Muchas son tus misericordias, oh Jehová; Vivifícame conforme a tus juicios. Muchos son mis perseguidores y mis enemigos, Mas de tus testimonios no me he apartado. Veía a los prevaricadores, y me disgustaba, Porque no guardaban tus palabras. Mira, oh Jehová, que amo tus mandamientos; Vivifícame conforme a tu misericordia. La suma de tu palabra es verdad, Y eterno es todo juicio de tu justicia. Príncipes me han perseguido sin causa, Pero mi corazón tuvo temor de tus palabras. Me regocijo en tu palabra Como el que halla muchos despojos. La mentira aborrezco y abomino; Tu ley amo. Siete veces al día te alabo A causa de tus justos juicios. Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo. Tu salvación he esperado, oh Jehová, Y tus mandamientos he puesto por obra. Mi alma ha guardado tus testimonios, Y los he amado en gran manera. He guardado tus mandamientos y tus testimonios, Porque todos mis caminos están delante de ti. Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová; Dame entendimiento conforme a tu palabra. Llegue mi oración delante de ti; Líbrame conforme a tu dicho. Mis labios rebosarán alabanza Cuando me enseñes tus estatutos. Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia. Esté tu mano pronta para socorrerme, Porque tus mandamientos he escogido. He deseado tu salvación, oh Jehová, Y tu ley es mi delicia. Viva mi alma y te alabe, Y tus juicios me ayuden. Yo anduve errante como oveja extraviada; busca a tu siervo, Porque no me he olvidado de tus mandamientos.
Salmos 119:114-176 La Biblia de las Américas (LBLA)
Tú eres mi escondedero y mi escudo; en tu palabra espero. Apartaos de mí, malhechores, para que guarde yo los mandamientos de mi Dios. Sostenme conforme a tu promesa, para que viva, y no dejes que me avergüence de mi esperanza. Sostenme, para estar seguro, y que continuamente preste atención a tus estatutos. Has rechazado a todos los que se desvían de tus estatutos, porque su engaño es en vano. Como escoria has quitado de la tierra a todos los impíos, por tanto amo tus testimonios. Mi carne se estremece por temor a ti, y de tus juicios tengo miedo. ¶He practicado el juicio y la justicia; no me abandones a mis opresores. Sé fiador de tu siervo para bien; que no me opriman los soberbios. Desfallecen mis ojos por tu salvación, y por la promesa de tu justicia. Haz con tu siervo según tu misericordia, y enséñame tus estatutos. Yo soy tu siervo, dame entendimiento para que conozca tus testimonios. Es tiempo de que actúe el SEÑOR, porque han quebrantado tu ley. Por tanto, amo tus mandamientos más que el oro, sí, más que el oro fino. Por tanto, estimo rectos todos tus preceptos acerca de todas las cosas, y aborrezco todo camino de mentira. ¶Maravillosos son tus testimonios, por lo que los guarda mi alma. La exposición de tus palabras imparte luz; da entendimiento a los sencillos. Abrí mi boca y suspiré, porque anhelaba tus mandamientos. Vuélvete a mí y tenme piedad, como acostumbras con los que aman tu nombre. Afirma mis pasos en tu palabra, y que ninguna iniquidad me domine. Rescátame de la opresión del hombre, para que yo guarde tus preceptos. Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, y enséñame tus estatutos. Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley. ¶Justo eres tú, SEÑOR, y rectos tus juicios. Has ordenado tus testimonios con justicia, y con suma fidelidad. Mi celo me ha consumido, porque mis adversarios han olvidado tus palabras. Es muy pura tu palabra, y tu siervo la ama. Pequeño soy, y despreciado, mas no me olvido de tus preceptos. Tu justicia es justicia eterna, y tu ley verdad. Angustia y aflicción han venido sobre mí, mas tus mandamientos son mi deleite. Tus testimonios son justos para siempre; dame entendimiento para que yo viva. ¶He clamado con todo mi corazón; ¡respóndeme, SEÑOR! Guardaré tus estatutos. A ti clamé; sálvame, y guardaré tus testimonios. Me anticipo al alba y clamo; en tus palabras espero. Mis ojos se anticipan a las vigilias de la noche, para meditar en tu palabra. Oye mi voz conforme a tu misericordia; vivifícame, oh SEÑOR, conforme a tus ordenanzas. Se me acercan los que siguen la maldad; lejos están de tu ley. Tú estás cerca, SEÑOR, y todos tus mandamientos son verdad. Desde hace tiempo he sabido de tus testimonios, que para siempre los has fundado. ¶Mira mi aflicción y líbrame, porque no me olvido de tu ley. Defiende mi causa y redímeme; vivifícame conforme a tu palabra. Lejos está de los impíos la salvación, porque no buscan tus estatutos. Muchas son, oh SEÑOR, tus misericordias; vivifícame conforme a tus ordenanzas. Muchos son mis perseguidores y mis adversarios, pero yo no me aparto de tus testimonios. Veo a los pérfidos y me repugnan, porque no guardan tu palabra. Mira cuánto amo tus preceptos; vivifícame, SEÑOR, conforme a tu misericordia. La suma de tu palabra es verdad, y cada una de tus justas ordenanzas es eterna. ¶Príncipes me persiguen sin causa, pero mi corazón teme tus palabras. Me regocijo en tu palabra, como quien halla un gran botín. Aborrezco y desprecio la mentira, pero amo tu ley. Siete veces al día te alabo, a causa de tus justas ordenanzas. Mucha paz tienen los que aman tu ley, y nada los hace tropezar. Espero tu salvación, SEÑOR, y cumplo tus mandamientos. Mi alma guarda tus testimonios, y en gran manera los amo. Guardo tus preceptos y tus testimonios, porque todos mis caminos están delante de ti. ¶Llegue mi clamor ante ti, SEÑOR; conforme a tu palabra dame entendimiento. Llegue mi súplica delante de ti; líbrame conforme a tu palabra. Profieran mis labios alabanzas, pues tú me enseñas tus estatutos. Que cante mi lengua de tu palabra, porque todos tus mandamientos son justicia. Pronta esté tu mano a socorrerme, porque tus preceptos he escogido. Anhelo tu salvación, SEÑOR, y tu ley es mi deleite. Viva mi alma para alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden. Me he descarriado como oveja perdida; busca a tu siervo, porque no me olvido de tus mandamientos.
Salmos 119:114-176 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza. Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada, porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios. ¡SEÑOR, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza. Sostenme y seré rescatado; entonces meditaré continuamente en tus decretos. Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos, quienes no hacen más que engañarse a sí mismos. Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios; ¡con razón me encanta obedecer tus leyes! Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas. No me dejes a merced de mis enemigos, porque he hecho lo que es correcto y justo. Te ruego que me des seguridad de una bendición. ¡No permitas que los arrogantes me opriman! Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate, por ver la verdad de tu promesa cumplida. Soy tu siervo; trátame con tu amor inagotable y enséñame tus decretos. Da discernimiento a este siervo tuyo; entonces comprenderé tus leyes. SEÑOR, es tiempo de que actúes, porque esta gente malvada ha desobedecido tus enseñanzas. De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino. Cada uno de tus mandamientos es recto; por eso detesto todo camino falso. Tus leyes son maravillosas. ¡Con razón las obedezco! La enseñanza de tu palabra da luz, de modo que hasta los simples pueden entender. Abro la boca y jadeo anhelando tus mandatos. Ven y muéstrame tu misericordia, como lo haces con todos los que aman tu nombre. Guía mis pasos conforme a tu palabra, para que no me domine el mal. Rescátame de la opresión de la gente malvada, entonces podré obedecer tus mandamientos. Mírame con amor; enséñame tus decretos. Torrentes de lágrimas brotan de mis ojos, porque la gente desobedece tus enseñanzas. Oh SEÑOR, tú eres recto, y tus ordenanzas son justas. Tus leyes son perfectas y absolutamente confiables. La indignación me agobia, porque mis enemigos despreciaron tus palabras. Tus promesas fueron sometidas a una prueba rigurosa; por eso las amo tanto. Soy insignificante y despreciado, pero no olvido tus mandamientos. Tu justicia es eterna, y tus enseñanzas son totalmente ciertas. Cuando la presión y el estrés se me vienen encima, yo encuentro alegría en tus mandatos. Tus leyes siempre tienen razón; ayúdame a entenderlas para poder vivir. Oro con todo el corazón; ¡respóndeme, SEÑOR! Obedeceré tus decretos. A ti clamo; rescátame para que pueda obedecer tus leyes. Me levanto temprano, antes de que salga el sol; clamo en busca de ayuda y pongo mi esperanza en tus palabras. Me quedo despierto durante toda la noche, pensando en tu promesa. Oh SEÑOR, en tu fiel amor oye mi clamor; que el seguir tus ordenanzas me reanime. Los que no respetan la ley vienen a atacarme; viven alejados de tus enseñanzas. Pero tú estás cerca, oh SEÑOR, y todos tus mandatos son ciertos. Desde los primeros días sé que tus leyes durarán para siempre. Mira mi sufrimiento y rescátame, porque no me he olvidado de tus enseñanzas. ¡Defiende mi caso; ponte de mi lado! Protege mi vida como lo prometiste. Los perversos están lejos de ser rescatados, porque no se interesan en tus decretos. SEÑOR, qué grande es tu misericordia; que el seguir tus ordenanzas me reanime. Muchos me persiguen y me molestan, sin embargo, no me he desviado de tus leyes. Ver a esos traidores me enferma el corazón, porque no les importa nada tu palabra. Mira cómo amo tus mandamientos, SEÑOR. Por tu amor inagotable, devuélveme la vida. La esencia misma de tus palabras es verdad; tus justas ordenanzas permanecerán para siempre. Gente poderosa me acosa sin razón, pero mi corazón tiembla únicamente ante tu palabra. Me alegro en tu palabra como alguien que descubre un gran tesoro. Odio y detesto toda falsedad, pero amo tus enseñanzas. Te alabaré siete veces al día porque todas tus ordenanzas son justas. Los que aman tus enseñanzas tienen mucha paz y no tropiezan. Anhelo que me rescates, SEÑOR, por eso, he obedecido tus mandatos. Obedecí tus leyes, porque las amo mucho. Así es, obedezco tus leyes y tus mandamientos porque tú sabes todo lo que hago. Oh SEÑOR, escucha mi clamor; dame la capacidad de discernir que me prometiste. Escucha mi oración; rescátame como lo prometiste. Que la alabanza fluya de mis labios, porque me has enseñado tus decretos. Que mi lengua cante de tu palabra, porque todos tus mandatos son correctos. Tiéndeme una mano de ayuda, porque opté por seguir tus mandamientos. Oh SEÑOR, he anhelado que me rescates, y tus enseñanzas son mi deleite. Déjame vivir para que pueda alabarte, y que tus ordenanzas me ayuden. He andado descarriado como una oveja perdida; ven a buscarme, porque no me he olvidado de tus mandatos.