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Salmos 119:1-88

Salmos 119:1-88 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Dichosos los que van por caminos intachables, los que andan conforme a la Ley del SEÑOR. Dichosos los que obedecen sus mandatos y de todo corazón lo buscan. Jamás hacen nada malo, sino que siguen los caminos de Dios. Tú has establecido tus preceptos, para que se cumplan fielmente. ¡Cuánto deseo afirmar mis caminos para cumplir tus estatutos! No tendré que pasar vergüenzas cuando considere todos tus mandamientos. Te alabaré con un corazón recto, cuando aprenda tus justas leyes. Tus estatutos cumpliré; no me abandones del todo. ¿Cómo puede el joven mantener limpio su camino? Viviendo conforme a tu palabra. Yo te busco con todo el corazón; no dejes que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti. ¡Bendito seas, SEÑOR! ¡Enséñame tus estatutos! Con mis labios he proclamado todas las leyes que has promulgado. Me regocijo en el camino de tus mandatos más que en todas las riquezas. En tus preceptos medito y pongo mis ojos en tus sendas. En tus estatutos hallo mi deleite y jamás olvidaré tu palabra. Trata con bondad a este siervo tuyo; así viviré y obedeceré tu palabra. Ábreme los ojos, para que contemple las maravillas de tu Ley. En esta tierra soy un extranjero; no escondas de mí tus mandamientos. Se consume mi alma deseando tus leyes en todo tiempo. Tú reprendes a esos insolentes malditos que se desvían de tus mandamientos. Aleja de mí la afrenta y el desprecio, pues yo cumplo tus mandatos. Aun los gobernantes se confabulan contra mí, pero este siervo tuyo medita en tus estatutos. Tus mandatos son mi regocijo; son también mis consejeros. Postrado estoy en el polvo; dame vida conforme a tu palabra. Tú me respondiste cuando te hablé de mis caminos. Enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus preceptos y meditaré en tus maravillas. De angustia se me derrite el alma: susténtame conforme a tu palabra. Apártame del camino de la falsedad; concédeme las bondades de tu Ley. He escogido el camino de la fidelidad; he preferido tus leyes. Yo, SEÑOR, me apego a tus mandatos; no me hagas pasar vergüenza. Corro por el camino de tus mandamientos, porque me has dado mayor entendimiento. Enséñame, SEÑOR, el camino de tus estatutos y lo seguiré hasta el fin. Dame entendimiento para seguir tu Ley y la cumpliré de todo corazón. Dirígeme por la senda de tus mandamientos, porque en ella encuentro mi solaz. Inclina mi corazón hacia tus mandatos y no hacia las ganancias deshonestas. Aparta mi vista de cosas vanas, preserva mi vida en tu camino. Confirma tu promesa a este siervo, para que seas temido. Líbrame de la afrenta que me aterra, porque tus leyes son buenas. ¡Cómo anhelo tus preceptos! ¡Dame vida conforme a tu justicia! Envíame, SEÑOR, tu gran amor y tu salvación, conforme a tu promesa. Así podré responder al que me desprecie, porque yo confío en tu palabra. No me quites de la boca la palabra de verdad, pues en tus leyes he puesto mi esperanza. Por toda la eternidad obedeceré fielmente tu Ley. Viviré con toda libertad, porque he buscado tus preceptos. Hablaré de tus mandatos delante de los reyes y no seré avergonzado. Me deleito en tus mandamientos, porque los amo. Levanto mis manos hacia tus mandamientos, que yo amo, y medito en tus estatutos. Acuérdate de la palabra que diste a este siervo tuyo, palabra con la que me infundiste esperanza. Este es mi consuelo en medio del dolor: que tu promesa me da vida. Los insolentes me ofenden hasta el colmo, pero yo no me aparto de tu Ley. Me acuerdo, SEÑOR, de tus leyes de antaño y encuentro consuelo en ellas. Me llenan de indignación los malvados, los que abandonan tu Ley. Tus estatutos han sido mis cánticos donde vivo como extranjero. SEÑOR, por la noche recuerdo tu nombre, para cumplir tu Ley. Lo que a mí me corresponde es obedecer tus preceptos. ¡Mi herencia eres tú, SEÑOR! Prometo obedecer tus palabras. Busco tu rostro de todo corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. Me he puesto a pensar en mis caminos, y he vuelto mis pasos hacia tus mandatos. Me doy prisa, no tardo nada para cumplir tus mandamientos. Aunque los lazos de los malvados me aprisionen, yo no me olvido de tu Ley. A medianoche me levanto a darte gracias por tus justas leyes. Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que observan tus preceptos. De tu gran amor, SEÑOR, está llena la tierra: enséñame tus estatutos. Tú, SEÑOR, tratas bien a tu siervo, conforme a tu palabra. Impárteme conocimiento y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno y haces el bien; enséñame tus estatutos. Aunque los insolentes me difaman con mentiras, yo cumplo tus preceptos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe e insensible, pero yo me regocijo en tu Ley. Me hizo bien haber sido afligido, porque así pude aprender tus estatutos. Para mí es más valiosa tu Ley que miles de piezas de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron. Dame entendimiento para aprender tus mandamientos. Los que te honran se regocijan al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra. SEÑOR, yo sé que tus leyes son justas y que por tu fidelidad me afliges. Que sea tu gran amor mi consuelo, conforme a la promesa que hiciste a tu siervo. Que venga tu misericordia a darme vida, porque en tu Ley me regocijo. Sean avergonzados los insolentes que sin motivo me maltratan; yo, por mi parte, meditaré en tus preceptos. Vuélvanse a mí los que te honran, los que conocen tus mandatos. Que con corazón íntegro obedezca tus estatutos, para que yo no sea avergonzado. Mi vida desfallece esperando tu salvación, pero he puesto mi esperanza en tu palabra. Mis ojos se consumen esperando tu promesa y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?». Parezco un odre ennegrecido por el humo, pero no me olvido de tus estatutos. ¿Cuánto más vivirá este siervo tuyo? ¿Cuándo juzgarás a mis perseguidores? Me han cavado fosas los insolentes, los que no viven conforme a tu Ley. Todos tus mandamientos son dignos de confianza; ¡ayúdame!, pues falsos son mis perseguidores. Por poco me borran de la tierra, pero yo no abandono tus preceptos. Por tu gran amor, dame vida y cumpliré los mandatos que has emitido.

Salmos 119:1-88 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Dios, tú bendices a los que van por buen camino, a los que de todo corazón siguen tus enseñanzas. Ellos no hacen nada malo: solo a ti te obedecen. Tú has ordenado que tus mandamientos se cumplan al pie de la letra. Quiero corregir mi conducta y cumplir tus mandamientos. Si los cumplo, no tendré de qué avergonzarme. Si me enseñas tu palabra, te alabaré de todo corazón y seré obediente a tus mandatos. ¡No me abandones! Solo obedeciendo tu palabra pueden los jóvenes corregir su vida. Yo te busco de todo corazón y llevo tu palabra en mi pensamiento. Manténme fiel a tus enseñanzas para no pecar contra ti. ¡Bendito seas, mi Dios! ¡Enséñame a obedecer tus mandatos! Siempre estoy repitiendo las enseñanzas que nos diste. En ellas pongo toda mi atención, pues me hacen más feliz que todo el oro del mundo. Mi mayor placer son tus mandatos; jamás me olvido de ellos. Yo estoy a tu servicio; trátame bien, y cumpliré tus órdenes. Estoy de paso en este mundo; dame a conocer tus mandamientos. ¡Ayúdame a entender tus enseñanzas maravillosas! Todo el día siento grandes deseos por conocerlas. ¡Qué lástima me dan los que no cumplen tus mandamientos! ¡Tú reprendes a esos orgullosos! No permitas que me desprecien pues siempre obedezco tus mandatos. Los poderosos hacen planes contra mí, pero yo solo pienso en tus enseñanzas. Ellas me hacen feliz, y me dan buenos consejos. Cumple tu promesa y dame ánimo, pues estoy muy decaído y el dolor me está matando. Yo te conté mi vida, y tú me respondiste. ¡Enséñame a cumplir tus mandatos y a pensar solo en tus maravillas! No me dejes decir mentiras; ¡por favor, enséñame tu palabra! Dios mío, no me hagas quedar mal, pues confío en tus mandamientos y he decidido obedecerlos. No me tardo en cumplirlos porque me ayudaste a entenderlos. Dios mío, enséñame a cumplir tus mandamientos, pues obedecerlos me hace feliz; ¡los cumpliré toda mi vida! Aclara mi entendimiento, y los seguiré de todo corazón. Hazme pensar solo en tu palabra, y no en las ganancias egoístas. No me dejes seguir a dioses falsos, pues quiero adorarte solo a ti. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! Lo que más deseo es tu palabra. Me asusta pensar que mis enemigos me desprecien. Ponme a salvo y dame ánimo, pues tú eres un juez justo. Dios mío, muéstrame tu amor y sálvame, tal como lo has prometido. Así podré responder a mis enemigos. Permíteme hablar con la verdad, pues confío en tu palabra. Puedo andar con toda libertad porque sigo tus enseñanzas, y siempre las cumpliré. En la presencia de reyes podré hablar de tus mandamientos y no sentirme avergonzado. Yo amo y deseo tu palabra, pues me llena de alegría. Tus promesas me dan esperanza; ¡no te olvides de ellas! Tus promesas me dan vida; me consuelan en mi dolor. Dios mío, yo nunca olvido tu palabra eterna, pues ella me da consuelo. Los orgullosos me ofenden; me molesta saber que esos malvados no siguen tus enseñanzas. Pero yo las cumplo sin falta. Poco tiempo estaré en este mundo, pero siempre diré que es buena tu enseñanza. Dios mío, por las noches pronuncio tu nombre; quiero seguir tus enseñanzas, pues es lo que me corresponde. Dios mío, tú eres todo lo que tengo; de todo corazón quiero obedecerte y agradarte. ¡Cumple tu promesa y dame ánimo! No dejaré pasar más tiempo: me he puesto a pensar en mi conducta, y he decidido seguir tus mandamientos. Los malvados quieren atraparme, pero yo no descuido tus enseñanzas. A medianoche me levanto y te alabo porque tus sentencias son justas. Soy amigo de los que te adoran y de los que te obedecen. Dios mío, tu amor llena toda la tierra; ¡enséñame tus mandamientos! Dios mío, ¡trátame bien, tal como lo has prometido! Yo creo en tu palabra. ¡Dame más sabiduría e inteligencia! Antes de que me castigaras, estuve alejado de ti, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; enséñame a obedecer tus mandamientos. Los orgullosos hablan mal de mí; son gente que no tiene sentimientos. Pero yo sigo tus enseñanzas porque ellas me hacen feliz. Estuvo bien que me hicieras sufrir porque así entendí tus enseñanzas. Para mí, ellas son de más valor que el oro y la plata. Tú me hiciste con tus propias manos; ¡hazme obedecer tus mandamientos! Los que te adoran se alegran al verme, pues confío en tu palabra. Dios mío, yo sé que tus mandatos son justos, y merezco que me castigues. Ven con tu amor a darme ánimo, pues soy feliz con tus enseñanzas. Yo medito en ellas, así que cumple tu promesa. Avergüenza a esos orgullosos que sin motivo me hacen daño, haz que se junten conmigo todos los que te adoran, para que conozcan tus mandamientos. Hazme entender tus enseñanzas, para que yo no pase vergüenza. La vida se me escapa, la vista se me nubla, esperando que cumplas tu promesa de venir a salvarme, pues yo confío en tu palabra. Aunque ya estoy viejo y arrugado, no me olvido de tu palabra. Esos orgullosos y embusteros que no siguen tus enseñanzas, me ponen trampas. ¿Cuándo vas a castigarlos? Casi han acabado conmigo, pero yo obedezco tus mandamientos porque son la verdad. ¡Dame tu ayuda! ¡Dame ánimo y te obedeceré, pues tú eres un Dios de amor!

Salmos 119:1-88 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Dichosos los de conducta perfecta, los que siguen las enseñanzas del Señor. Dichosos los que cumplen sus testimonios, y lo buscan de todo corazón. Ellos no cometen ninguna maldad, porque van por los caminos del Señor. Tú, Señor, has ordenado que se cumplan bien tus mandamientos. ¡Cómo quisiera ordenar mis caminos para cumplir con tus estatutos! Así no sentiría yo vergüenza de atender a todos tus mandamientos. Te alabaré con un corazón sincero cuando haya aprendido tus justas sentencias. Quiero obedecer tus estatutos; ¡no me abandones del todo! ¿Cómo puede el joven limpiar su camino? ¡Obedeciendo tu palabra! Yo te he buscado de todo corazón; ¡no dejes que me aparte de tus mandamientos! En mi corazón he atesorado tus palabras, para no pecar contra ti. ¡Bendito seas, Señor! ¡Permíteme aprender tus estatutos! Con mis labios siempre proclamo todas las sentencias que has dictado. Me alegra seguir el camino de tus testimonios más que poseer muchas riquezas. Siempre medito en tus mandamientos, y fijo mi atención en tus sendas. Mi alegría es el cumplir tus estatutos; ¡nunca me olvido de tus palabras! Concédele a tu siervo una larga vida, y obedecer siempre tu palabra. Ábreme los ojos para contemplar las grandes maravillas de tus enseñanzas. En este mundo estoy de paso; ¡no escondas de mí tus mandamientos! Con ansias anhela mi alma conocer en todo tiempo tus sentencias. Tú reprendes a los soberbios y malvados que se apartan de tus mandamientos. Aparta de mí la vergüenza y el desprecio, porque yo he cumplido con tus testimonios. Los magnates se reunieron para condenarme, pero este siervo tuyo meditaba en tus estatutos. Yo me deleito en tus testimonios, porque son mis mejores consejeros. Me siento totalmente desanimado; ¡infúndeme vida, conforme a tu palabra! Te he contado mis planes, y me has respondido; ahora dame a conocer tus estatutos. Hazme entender cómo andar en tus mandatos, para que medite yo en tus maravillas. La ansiedad me corroe el alma; ¡susténtame con tu palabra! Apártame de andar tras la mentira, y en tu misericordia enséñame tu ley. Yo he escogido seguirte fielmente; y tengo presentes tus sentencias. Señor, yo me ciño a tus testimonios; ¡no permitas que sea yo avergonzado! Quiero seguir la senda de tus mandamientos, porque tú le das libertad a mi corazón. Señor, guíame por el camino de tus estatutos, y yo los obedeceré hasta el fin. Hazme entender tu ley, para cumplirla; la obedeceré de todo corazón. Encamíname hacia tus mandamientos, porque en ellos me deleito. Inclina mi corazón hacia tus testimonios, y no hacia la avaricia. Aparta mis ojos de los dioses falsos, y dame vida para andar contigo. Confirma tu palabra a tu siervo, porque este siervo tuyo te honra. Aléjame del temor a la deshonra, porque tú eres bondadoso en tus juicios. Ansío conocer tus mandamientos; ¡dame vida conforme a tu justicia! Señor, ten misericordia de mí, y envíame tu salvación, como lo has prometido. Así responderé a los que se burlan de mí, que yo he puesto en ti mi confianza. No quites de mis labios la verdad de tu palabra, pues he puesto mi esperanza en tu justicia. Yo cumpliré siempre tu ley, desde ahora y para siempre. Solo así seré completamente libre, pues he buscado seguir tus mandamientos. En presencia de reyes hablaré de tus testimonios, y no tendré de qué avergonzarme. Tus mandamientos son mi alegría, porque los amo profundamente. Con amor levanto mis manos hacia tus mandamientos, y medito en tus estatutos. Recuerda las promesas que me hiciste, en las cuales he puesto mi esperanza. En mi aflicción, ellas son mi consuelo; pues tu palabra me infunde nueva vida. Los soberbios se burlan mucho de mí, pero ni así me aparto de tu ley. Mi consuelo, Señor, es recordar que tu justicia es siempre la misma. Me horroriza pensar que hay malvados que se mantienen alejados de tu ley. Aunque en este mundo estoy de paso, mis canciones son tus estatutos. Por las noches pienso en ti, Señor, pues quiero obedecer tu ley. Esto es lo que me ha tocado: poner en práctica tus mandamientos. Señor, tú eres todo lo que tengo, y prometo que obedeceré tu palabra. De todo corazón busco tu presencia; ten compasión de mí, conforme a tu promesa. He estado pensando en mis acciones, y decidí encaminar mis pies hacia tus estatutos. Voy a darme prisa, y sin tardanza cumpliré con tus mandamientos. Me hallo sujeto a gente sin piedad, pero no me olvido de tu ley. Me levanto a medianoche, y te alabo porque tus juicios son rectos. Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que obedecen tus preceptos. Señor, tu misericordia llena la tierra; ¡enséñame tus decretos! Señor, tú has tratado con bondad a tu siervo, de acuerdo a lo que le prometiste. Enséñame a tener sabiduría y buen juicio, pues yo creo en tus mandamientos. Antes de sufrir, yo andaba descarriado; pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y me tratas bien; enséñame tus estatutos. Gente arrogante inventa mentiras en mi contra, pero yo cumplo tus mandamientos de todo corazón. Esa gente tiene el corazón insensible, pero yo me regocijo con tu ley. Me convino que me hayas castigado, porque así pude aprender tus estatutos. Para mí, es mejor la ley que mana de tus labios que miles de monedas de oro y plata. Tú, con tus propias manos me formaste; dame la capacidad de comprender tus mandamientos. Cuando me vean los que te honran, se alegrarán, porque en tu palabra he puesto mi esperanza. Señor, yo sé que tus juicios son justos, y que por tu fidelidad me afligiste. Muéstrame tu misericordia, y ven a consolarme, pues esa fue tu promesa a este siervo tuyo. Compadécete de mí, y viviré, pues en tu ley encuentro mi deleite. Avergüenza a esos arrogantes que me calumnian; por mi parte, yo meditaré en tus mandamientos. Que se unan a mí aquellos que te honran, aquellos que conocen tus testimonios. Perfecciona mi corazón con tus estatutos, para que no tenga de qué avergonzarme. Siento que me muero esperando tu salvación, pero sigo confiando en tu palabra. Los ojos se me apagan esperando tu promesa, y me pregunto: «¿Cuándo vendrás a consolarme?» Me siento tan inútil como un odre viejo, pero tengo presentes tus estatutos. ¿Cuántos años más me quedan de vida? ¿Cuándo dictarás sentencia contra mis enemigos? Gente altanera me ha tendido trampas, pues no actúa de acuerdo con tu ley. Todos tus mandamientos son verdaderos; ¡ayúdame, porque sin razón soy perseguido! Poco ha faltado para que me derriben, pero ni así me he apartado de tus mandamientos. ¡Dame vida, conforme a tu misericordia, para que cumpla los testimonios que has emitido!

Salmos 119:1-88 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Felices los que se conducen sin tacha y siguen la enseñanza del Señor. Felices los que atienden a sus mandatos y lo buscan de todo corazón, los que no hacen nada malo, los que siguen el camino del Señor. Tú has ordenado que tus preceptos se cumplan estrictamente. ¡Ojalá yo me mantenga firme en la obediencia a tus leyes! No tendré de qué avergonzarme cuando atienda a todos tus mandamientos. Te alabaré con corazón sincero cuando haya aprendido tus justos decretos. ¡Quiero cumplir tus leyes! ¡No me abandones jamás! ¿Cómo podrá el joven llevar una vida limpia? ¡Viviendo de acuerdo con tu palabra! Yo te busco de todo corazón; no dejes que me aparte de tus mandamientos. He guardado tus palabras en mi corazón para no pecar contra ti. ¡Bendito tú, Señor! ¡Enséñame tus leyes! Con mis labios contaré todos los decretos que pronuncies. Me alegraré en el camino de tus mandatos, más que en todas las riquezas. Meditaré en tus preceptos y pondré mi atención en tus caminos. Me alegraré con tus leyes y no me olvidaré de tu palabra. ¡Concédele vida a este siervo tuyo! ¡Obedeceré tu palabra! Abre mis ojos, para que contemple las maravillas de tu enseñanza. Yo soy extranjero en esta tierra; no escondas de mí tus mandamientos. Me siento oprimido a todas horas por el deseo de conocer tus decretos. Tú reprendes a los insolentes y malditos que se apartan de tus mandamientos. Aléjame de sus ofensas y desprecios, pues he atendido a tus mandatos. Aunque hombres poderosos tramen hacerme daño, este siervo tuyo meditará en tus leyes. Yo me alegro con tus mandatos; ellos son mis consejeros. Estoy a punto de morir; ¡dame vida, conforme a tu promesa! Te he expuesto mi conducta, y me has respondido. ¡Enséñame tus leyes! Dame entendimiento para seguir tus preceptos, pues quiero meditar en tus maravillas. Estoy ahogado en lágrimas de dolor; ¡manténme firme, conforme a tu promesa! Aléjame del camino de la mentira y favoréceme con tu enseñanza. He escogido el camino de la verdad y deseo tus decretos. Señor, me he apegado a tus mandatos; ¡no me llenes de vergüenza! Me apresuro a cumplir tus mandamientos porque llenas de alegría mi corazón. Señor, enséñame el camino de tus leyes, pues quiero seguirlo hasta el fin. Dame entendimiento para guardar tu enseñanza; ¡quiero obedecerla de todo corazón! Llévame por el camino de tus mandamientos, pues en él está mi felicidad. Haz que mi corazón prefiera tus mandatos a las ganancias mal habidas. No dejes que me fije en falsos dioses; ¡dame vida para seguir tu camino! Confirma a este siervo tuyo las promesas que haces a los que te honran. Aleja de mí la ofensa que temo, pues tus decretos son buenos. Yo he deseado tus preceptos; ¡dame vida, pues tú eres justo! Muéstrame, Señor, tu amor y salvación, tal como lo has prometido. Así podré responder al que me ofenda, pues confío en tu palabra. No quites de mi boca la palabra de verdad, pues he puesto mi esperanza en tus decretos. ¡Quiero poner en práctica tu enseñanza, siempre, por toda la eternidad! Así podré vivir en libertad, pues he seguido tus preceptos. Hablaré de tus mandatos ante los reyes y no sentiré vergüenza. Pues amo tus mandamientos y me alegro con ellos. Amo y anhelo tus mandamientos, y pienso mucho en tus leyes. Recuerda la palabra que diste a este siervo tuyo: en ella me hiciste poner la esperanza. Este es mi consuelo en la tristeza: que con tus promesas me das vida. Los insolentes me ofenden sin cesar, pero yo no me aparto de tu enseñanza. Recuerdo tus decretos de otros tiempos, y en ellos, Señor, encuentro consuelo. Los malvados que abandonan tu enseñanza me llenan de furor. Tus leyes han sido mis canciones en esta tierra donde soy un extranjero. Señor, por las noches me acuerdo de ti; ¡quiero poner en práctica tu enseñanza! Esto es lo que me corresponde: obedecer tus preceptos. Tú, Señor, eres todo lo que tengo; he prometido poner en práctica tus palabras. De todo corazón he procurado agradarte; trátame bien, conforme a tu promesa. Me puse a pensar en mi conducta, y volví a obedecer tus mandatos. Me he dado prisa, no he tardado en poner en práctica tus mandamientos. Me han rodeado con trampas los malvados, pero no me he olvidado de tu enseñanza. A medianoche me levanto a darte gracias por tus justos decretos. Yo soy amigo de los que te honran y de los que cumplen tus preceptos. Señor, la tierra está llena de tu amor; ¡enséñame tus leyes! Señor, tú has tratado bien a este siervo tuyo, conforme a tu promesa. Enséñame a tener buen juicio y conocimiento, pues confío en tus mandamientos. Antes de ser humillado cometí muchos errores, pero ahora obedezco tu palabra. Tú eres bueno, y haces el bien; ¡enséñame tus leyes! Los insolentes me acusan falsamente, pero yo cumplo tus preceptos de todo corazón. Ellos tienen la mente entorpecida, pero yo me alegro con tu enseñanza. Me hizo bien haber sido humillado, pues así aprendí tus leyes. Para mí vale más la enseñanza de tus labios, que miles de monedas de oro y plata. Tú mismo me hiciste y me formaste; ¡dame inteligencia para aprender tus mandamientos! Los que te honran se alegrarán al verme, porque he puesto mi esperanza en tu palabra. Señor, yo sé que tus decretos son justos y que tienes razón cuando me afliges. ¡Que tu amor me sirva de consuelo, conforme a la promesa que me hiciste! Muéstrame tu ternura, y hazme vivir, pues me siento feliz con tu enseñanza. Sean avergonzados los insolentes que sin razón me maltratan; yo quiero meditar en tus preceptos. Que se reúnan conmigo los que te honran, los que conocen tus mandatos. Que mi corazón sea perfecto en tus leyes, para no tener de qué avergonzarme. Con ansia espero que me salves; ¡he puesto mi esperanza en tu palabra! Mis ojos se consumen esperando tu promesa, y digo: «¿Cuándo vendrás a consolarme?» Aunque soy un viejo inútil y olvidado, no me he olvidado de tus leyes. ¿Cuánto más habré de esperar? ¿Cuándo juzgarás a los que me persiguen? Gente insolente que no sigue tu enseñanza ha cavado trampas a mi paso. ¡Ayúdame, pues soy perseguido sin motivo! ¡Tus mandamientos son todos verdaderos! Casi he sido borrado de la tierra, pero no he descuidado tus preceptos. Dame vida, de acuerdo con tu amor, y cumpliré los mandatos de tus labios.

Salmos 119:1-88 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Bienaventurados los perfectos de camino, Los que andan en la ley de Jehová. Bienaventurados los que guardan sus testimonios, Y con todo el corazón le buscan; Pues no hacen iniquidad Los que andan en sus caminos. Tú encargaste Que sean muy guardados tus mandamientos. ¡Ojalá fuesen ordenados mis caminos Para guardar tus estatutos! Entonces no sería yo avergonzado, Cuando atendiese a todos tus mandamientos. Te alabaré con rectitud de corazón Cuando aprendiere tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; No me dejes enteramente. ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová; Enséñame tus estatutos. Con mis labios he contado Todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios Más que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; Consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; No me olvidaré de tus palabras. Haz bien a tu siervo; que viva, Y guarde tu palabra. Abre mis ojos, y miraré Las maravillas de tu ley. Forastero soy yo en la tierra; No encubras de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma de desear Tus juicios en todo tiempo. Reprendiste a los soberbios, los malditos, Que se desvían de tus mandamientos. Aparta de mí el oprobio y el menosprecio, Porque tus testimonios he guardado. Príncipes también se sentaron y hablaron contra mí; Mas tu siervo meditaba en tus estatutos, Pues tus testimonios son mis delicias Y mis consejeros. Abatida hasta el polvo está mi alma; Vivifícame según tu palabra. Te he manifestado mis caminos, y me has respondido; Enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus mandamientos, Para que medite en tus maravillas. Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu palabra. Aparta de mí el camino de la mentira, Y en tu misericordia concédeme tu ley. Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí. Me he apegado a tus testimonios; Oh Jehová, no me avergüences. Por el camino de tus mandamientos correré, Cuando ensanches mi corazón. Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, Y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento, y guardaré tu ley, Y la cumpliré de todo corazón. Guíame por la senda de tus mandamientos, Porque en ella tengo mi voluntad. Inclina mi corazón a tus testimonios, Y no a la avaricia. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; Avívame en tu camino. Confirma tu palabra a tu siervo, Que te teme. Quita de mí el oprobio que he temido, Porque buenos son tus juicios. He aquí yo he anhelado tus mandamientos; Vivifícame en tu justicia. Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado. No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, Porque en tus juicios espero. Guardaré tu ley siempre, Para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos. Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, Y no me avergonzaré; Y me regocijaré en tus mandamientos, Los cuales he amado. Alzaré asimismo mis manos a tus mandamientos que amé, Y meditaré en tus estatutos. Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, En la cual me has hecho esperar. Ella es mi consuelo en mi aflicción, Porque tu dicho me ha vivificado. Los soberbios se burlaron mucho de mí, Mas no me he apartado de tu ley. Me acordé, oh Jehová, de tus juicios antiguos, Y me consolé. Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos Que dejan tu ley. Cánticos fueron para mí tus estatutos En la casa en donde fui extranjero. Me acordé en la noche de tu nombre, oh Jehová, Y guardé tu ley. Estas bendiciones tuve Porque guardé tus mandamientos. Mi porción es Jehová; He dicho que guardaré tus palabras. Tu presencia supliqué de todo corazón; Ten misericordia de mí según tu palabra. Consideré mis caminos, Y volví mis pies a tus testimonios. Me apresuré y no me retardé En guardar tus mandamientos. Compañías de impíos me han rodeado, Mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levanto para alabarte Por tus justos juicios. Compañero soy yo de todos los que te temen Y guardan tus mandamientos. De tu misericordia, oh Jehová, está llena la tierra; Enséñame tus estatutos. Bien has hecho con tu siervo, Oh Jehová, conforme a tu palabra. Enséñame buen sentido y sabiduría, Porque tus mandamientos he creído. Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; Mas ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; Enséñame tus estatutos. Contra mí forjaron mentira los soberbios, Mas yo guardaré de todo corazón tus mandamientos. Se engrosó el corazón de ellos como sebo, Mas yo en tu ley me he regocijado. Bueno me es haber sido humillado, Para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca Que millares de oro y plata. Tus manos me hicieron y me formaron; Hazme entender, y aprenderé tus mandamientos. Los que te temen me verán, y se alegrarán, Porque en tu palabra he esperado. Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, Y que conforme a tu fidelidad me afligiste. Sea ahora tu misericordia para consolarme, Conforme a lo que has dicho a tu siervo. Vengan a mí tus misericordias, para que viva, Porque tu ley es mi delicia. Sean avergonzados los soberbios, porque sin causa me han calumniado; Pero yo meditaré en tus mandamientos. Vuélvanse a mí los que te temen Y conocen tus testimonios. Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, Para que no sea yo avergonzado. Desfallece mi alma por tu salvación, Mas espero en tu palabra. Desfallecieron mis ojos por tu palabra, Diciendo: ¿Cuándo me consolarás? Porque estoy como el odre al humo; Pero no he olvidado tus estatutos. ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás juicio contra los que me persiguen? Los soberbios me han cavado hoyos; Mas no proceden según tu ley. Todos tus mandamientos son verdad; Sin causa me persiguen; ayúdame. Casi me han echado por tierra, Pero no he dejado tus mandamientos. Vivifícame conforme a tu misericordia, Y guardaré los testimonios de tu boca.

Salmos 119:1-88 La Biblia de las Américas (LBLA)

¡Cuán bienaventurados son los de camino perfecto, los que andan en la ley del SEÑOR! ¡Cuán bienaventurados son los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan! No cometen iniquidad, sino que andan en sus caminos. Tú has ordenado tus preceptos, para que los guardemos con diligencia. ¡Ojalá mis caminos sean afirmados para guardar tus estatutos! Entonces no seré avergonzado, al considerar todos tus mandamientos. Con rectitud de corazón te daré gracias, al aprender tus justos juicios. Tus estatutos guardaré; no me dejes en completo desamparo. ¶¿Cómo puede el joven guardar puro su camino? Guardando tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no dejes que me desvíe de tus mandamientos. En mi corazón he atesorado tu palabra, para no pecar contra ti. Bendito tú, oh SEÑOR; enséñame tus estatutos. He contado con mis labios de todas las ordenanzas de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios, más que en todas las riquezas. Meditaré en tus preceptos, y consideraré tus caminos. Me deleitaré en tus estatutos, y no olvidaré tu palabra. ¶Favorece a tu siervo, para que viva y guarde tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las maravillas de tu ley. Peregrino soy en la tierra, no escondas de mí tus mandamientos. Quebrantada está mi alma anhelando tus ordenanzas en todo tiempo. Tú reprendes a los soberbios, los malditos, que se desvían de tus mandamientos. Quita de mí el oprobio y el desprecio, porque yo guardo tus testimonios. Aunque los príncipes se sienten y hablen contra mí, tu siervo medita en tus estatutos. También tus testimonios son mi deleite; ellos son mis consejeros. ¶Postrada está mi alma en el polvo; vivifícame conforme a tu palabra. De mis caminos te conté, y tú me has respondido; enséñame tus estatutos. Hazme entender el camino de tus preceptos, y meditaré en tus maravillas. De tristeza llora mi alma; fortaléceme conforme a tu palabra. Quita de mí el camino de la mentira, y en tu bondad concédeme tu ley. He escogido el camino de la verdad; he puesto tus ordenanzas delante de mí. Me apego a tus testimonios; SEÑOR, no me avergüences. Por el camino de tus mandamientos correré, porque tú ensancharás mi corazón. ¶Enséñame, oh SEÑOR, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin. Dame entendimiento para que guarde tu ley y la cumpla de todo corazón. Hazme andar por la senda de tus mandamientos, porque en ella me deleito. Inclina mi corazón a tus testimonios y no a la ganancia deshonesta. Aparta mis ojos de mirar la vanidad, y vivifícame en tus caminos. Confirma a tu siervo tu palabra, que inspira reverencia por ti. Quita de mí el oprobio que me causa temor, porque tus juicios son buenos. He aquí, anhelo tus preceptos; vivifícame por tu justicia. ¶Venga también a mí tu misericordia, oh SEÑOR, tu salvación, conforme a tu palabra. Y tendré respuesta para el que me afrenta, pues confío en tu palabra. No quites jamás de mi boca la palabra de verdad, porque yo espero en tus ordenanzas. Y guardaré continuamente tu ley, para siempre y eternamente. Y andaré en libertad, porque busco tus preceptos. Hablaré también de tus testimonios delante de reyes, y no me avergonzaré. Y me deleitaré en tus mandamientos, los cuales amo. Levantaré mis manos a tus mandamientos, los cuales amo, y meditaré en tus estatutos. ¶Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar. Este es mi consuelo en la aflicción: que tu palabra me ha vivificado. Los soberbios me insultaron en gran manera, sin embargo, no me he apartado de tu ley. Me acuerdo de tus ordenanzas antiguas, oh SEÑOR, y me consuelo. Profunda indignación se ha apoderado de mí por causa de los impíos que abandonan tu ley. Cánticos para mí son tus estatutos en la casa de mi peregrinación. Por la noche me acuerdo de tu nombre, oh SEÑOR, y guardo tu ley. Esto se ha hecho parte de mí: guardar tus preceptos. ¶El SEÑOR es mi porción; he prometido guardar tus palabras. Supliqué tu favor con todo mi corazón; ten piedad de mí conforme a tu promesa. Consideré mis caminos, y volví mis pasos a tus testimonios. Me apresuré y no me tardé en guardar tus mandamientos. Los lazos de los impíos me han rodeado, mas no me he olvidado de tu ley. A medianoche me levantaré para darte gracias por tus justas ordenanzas. Compañero soy de todos los que te temen, y de los que guardan tus preceptos. La tierra, oh SEÑOR, está llena de tu misericordia; enséñame tus estatutos. ¶Bien has obrado con tu siervo, oh SEÑOR, conforme a tu palabra. Enséñame buen juicio y conocimiento, pues creo en tus mandamientos. Antes que fuera afligido, yo me descarrié, mas ahora guardo tu palabra. Bueno eres tú, y bienhechor; enséñame tus estatutos. Los soberbios han forjado mentira contra mí, pero de todo corazón guardaré tus preceptos. Su corazón está cubierto de grasa, pero yo me deleito en tu ley. Bueno es para mí ser afligido, para que aprenda tus estatutos. Mejor es para mí la ley de tu boca que millares de piezas de oro y de plata. ¶Tus manos me hicieron y me formaron; dame entendimiento para que aprenda tus mandamientos. Que los que te temen, me vean y se alegren, porque espero en tu palabra. Yo sé, SEÑOR, que tus juicios son justos, y que en tu fidelidad me has afligido. Sea ahora tu misericordia para consuelo mío, conforme a tu promesa dada a tu siervo. Venga a mí tu compasión, para que viva, porque tu ley es mi deleite. Sean avergonzados los soberbios, porque me agravian con mentira; pero yo en tus preceptos meditaré. Vuélvanse a mí los que te temen y conocen tus testimonios. Sea íntegro mi corazón en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado. ¶Mi alma desfallece por tu salvación; en tu palabra espero. Mis ojos desfallecen esperando tu palabra, mientras digo: ¿Cuándo me consolarás? Aunque he llegado a ser como odre al humo, no me olvido de tus estatutos. ¿Cuántos son los días de tu siervo? ¿Cuándo harás juicio contra mis perseguidores? Fosas me han cavado los soberbios, los que no están de acuerdo con tu ley. Todos tus mandamientos son fieles; con mentira me han perseguido; ¡ayúdame! Casi me destruyen en la tierra, mas yo no abandoné tus preceptos. Vivifícame conforme a tu misericordia, para que guarde el testimonio de tu boca.

Salmos 119:1-88 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Felices son los íntegros, los que siguen las enseñanzas del SEÑOR. Felices son los que obedecen sus leyes y lo buscan con todo el corazón. No negocian con el mal y andan solo en los caminos del SEÑOR. Nos has ordenado que cumplamos cuidadosamente tus mandamientos. ¡Oh, cuánto deseo que mis acciones sean un vivo reflejo de tus decretos! Entonces no tendré vergüenza cuando compare mi vida con tus mandatos. A medida que aprendo tus justas ordenanzas, te daré las gracias viviendo como debo hacerlo. Obedeceré tus decretos; ¡por favor, no te des por vencido conmigo! ¿Cómo puede un joven mantenerse puro? Obedeciendo tu palabra. Me esforcé tanto por encontrarte; no permitas que me aleje de tus mandatos. He guardado tu palabra en mi corazón, para no pecar contra ti. Te alabo, oh SEÑOR; enséñame tus decretos. Recité en voz alta todas las ordenanzas que nos has dado. Me alegré en tus leyes tanto como en las riquezas. Estudiaré tus mandamientos y reflexionaré sobre tus caminos. Me deleitaré en tus decretos y no olvidaré tu palabra. Sé bueno con este siervo tuyo, para que viva y obedezca tu palabra. Abre mis ojos, para que vea las verdades maravillosas que hay en tus enseñanzas. No soy más que un extranjero en la tierra. ¡No escondas de mí tus mandatos! Siempre me conmueve el deseo de conocer tus ordenanzas. Tú reprendes al arrogante; los que se alejan de tus mandatos son malditos. No permitas que se burlen de mí y me insulten, pues he obedecido tus leyes. Hasta los príncipes se sientan y hablan contra mí, pero yo meditaré en tus decretos. Tus leyes me agradan; me dan sabios consejos. Estoy tirado en el polvo; revíveme con tu palabra. Te conté mis planes y me respondiste. Ahora, enséñame tus decretos. Ayúdame a comprender el significado de tus mandamientos, y meditaré en tus maravillosas obras. Lloro con tristeza; aliéntame con tu palabra. Líbrame de mentirme a mí mismo; dame el privilegio de conocer tus enseñanzas. He optado por ser fiel; estoy decidido a vivir de acuerdo con tus ordenanzas. Me aferro a tus leyes. SEÑOR, ¡no dejes que pase vergüenza! Perseguiré tus mandatos, porque tú aumentas mi comprensión. Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin. Dame entendimiento y obedeceré tus enseñanzas; las pondré en práctica con todo mi corazón. Hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro mi felicidad. Dame entusiasmo por tus leyes en lugar de amor por el dinero. Aparta mis ojos de cosas inútiles y dame vida mediante tu palabra. Confirma a tu siervo tu promesa, la promesa que hiciste a los que te temen. Ayúdame a abandonar mis caminos vergonzosos, porque tus ordenanzas son buenas. ¡Anhelo obedecer tus mandamientos! Renueva mi vida con tu bondad. SEÑOR, concédeme tu amor inagotable, la salvación que me prometiste. Entonces podré responder a los que se burlan de mí, porque confío en tu palabra. No arrebates de mí tu palabra de verdad, pues tus ordenanzas son mi única esperanza. Seguiré obedeciendo tus enseñanzas por siempre y para siempre. Caminaré en libertad, porque me he dedicado a tus mandamientos. A los reyes les hablaré de tu ley, y no me avergonzaré. ¡Cuánto me deleito en tus mandatos! ¡Cómo los amo! Honro y amo tus mandatos; en tus decretos medito. Recuerda la promesa que me hiciste; es mi única esperanza. Tu promesa renueva mis fuerzas; me consuela en todas mis dificultades. Los orgullosos me tratan con un desprecio total, pero yo no me aparto de tus enseñanzas. Medito en tus antiguas ordenanzas; oh SEÑOR, ellas me consuelan. Me pongo furioso con los perversos, porque rechazan tus enseñanzas. Tus decretos han sido el tema de mis canciones en todos los lugares donde he vivido. De noche reflexiono sobre quién eres, SEÑOR; por lo tanto, obedezco tus enseñanzas. Así paso mis días: obedeciendo tus mandamientos. ¡SEÑOR, eres mío! ¡Prometo obedecer tus palabras! Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia, como lo prometiste. Consideré el rumbo de mi vida y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos. Gente malvada trata de arrastrarme al pecado, pero estoy firmemente anclado a tus enseñanzas. Me levanto a medianoche para agradecerte por tus justas ordenanzas. Soy amigo de todo el que te teme, de todo el que obedece tus mandamientos. Oh SEÑOR, tu amor inagotable llena la tierra; enséñame tus decretos. SEÑOR, has hecho muchas cosas buenas a mi favor tal como lo prometiste. Creo en tus mandatos; ahora enséñame el buen juicio y dame conocimiento. Yo solía desviarme, hasta que me disciplinaste; pero ahora sigo de cerca tu palabra. Tú eres bueno y haces únicamente el bien; enséñame tus decretos. Los arrogantes me difaman con mentiras, pero la verdad es que obedezco tus mandamientos con todo el corazón. El corazón de ellos es torpe y necio; yo, en cambio, me deleito en tus enseñanzas. El sufrimiento me hizo bien, porque me enseñó a prestar atención a tus decretos. Tus enseñanzas son más valiosas para mí que millones en oro y plata. Tú me hiciste; me creaste. Ahora dame la sensatez de seguir tus mandatos. Que todos los que te temen encuentren en mí un motivo de alegría, porque he puesto mi esperanza en tu palabra. SEÑOR, sé que tus ordenanzas son justas; me disciplinaste porque lo necesitaba. Ahora deja que tu amor inagotable me consuele, tal como le prometiste a este siervo tuyo. Rodéame con tus tiernas misericordias para que viva, porque tus enseñanzas son mi deleite. Trae deshonra sobre los arrogantes que mintieron sobre mí; mientras tanto, me concentraré en tus mandamientos. Permite que esté unido a todos los que te temen, los que conocen tus leyes. Que sea intachable en guardar tus decretos; entonces nunca seré avergonzado. Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates, pero he puesto mi esperanza en tu palabra. Mis ojos se esfuerzan por ver cumplidas tus promesas; ¿cuándo me consolarás? Estoy arrugado como un odre ahumado, pero no me olvidé de obedecer tus decretos. ¿Hasta cuándo tendré que esperar? ¿Cuándo castigarás a los que me persiguen? Estos arrogantes que odian tus enseñanzas cavaron hoyos profundos para atraparme. Todos tus mandatos son confiables. Protégeme de aquellos que me persiguen sin causa. Casi acaban conmigo, pero me negué a abandonar tus mandamientos. En tu amor inagotable, perdona mi vida; entonces podré continuar obedeciendo tus leyes.

Salmos 119:1-88

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