Números 16:1-40
Números 16:1-40 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Coré, que era hijo de Izar, nieto de Coat y bisnieto de Leví, y los rubenitas Datán y Abirán, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, se atrevieron a sublevarse contra Moisés, con el apoyo de doscientos cincuenta israelitas. Todos ellos eran personas de renombre y líderes de la comunidad que habían sido nombrados miembros del consejo. Se reunieron para oponerse a Moisés y a Aarón, y les dijeron: —¡Ustedes han ido ya demasiado lejos! Si toda la comunidad es santa, lo mismo que sus miembros, y el SEÑOR está en medio de ellos, ¿por qué se creen ustedes los dueños de la comunidad del SEÑOR? Cuando Moisés escuchó lo que le decían, cayó rostro en tierra ante ellos, y respondió a Coré y a todo su grupo: —Mañana el SEÑOR mostrará quién es suyo y quién es santo. Será él quien declare quién es su escogido, y hará que se le acerque. Coré, esto es lo que tú y tu gente harán: tomarán incensarios y mañana les pondrán fuego e incienso en la presencia del SEÑOR. El escogido del SEÑOR será el que sea santo. ¡Son ustedes, hijos de Leví, los que han ido demasiado lejos! Moisés dijo a Coré: —¡Escúchenme ahora, levitas! ¿Les parece poco que el Dios de Israel los haya separado del resto de la comunidad para que estén cerca de él, ministren en el santuario del SEÑOR y se distingan como servidores de la comunidad? Dios mismo los ha puesto a su lado, a ti y a todos los levitas, ¿y ahora quieren también el sacerdocio? Tú y tu gente se han reunido para oponerse al SEÑOR, porque ¿quién es Aarón para que murmuren contra él? Moisés mandó llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab, pero ellos contestaron: —¡No iremos! ¿Te parece poco habernos sacado de la tierra donde abundan la leche y la miel, para que ahora quieras matarnos en este desierto y dártelas de gobernante con nosotros? Lo cierto es que tú no has logrado llevarnos a esa tierra donde abundan la leche y la miel; tampoco nos has dado posesión de campos y viñas. Lo único que quieres es seguir engañando a este pueblo. ¡Pues no iremos! Entonces Moisés, sumamente enojado, dijo al SEÑOR: —No aceptes la ofrenda que te traigan, que yo de ellos no he tomado ni siquiera un asno ni les he hecho ningún daño. A Coré, Moisés le dijo: —Tú y tu gente y Aarón se presentarán mañana ante el SEÑOR. Cada uno de ustedes se acercará al SEÑOR con su incensario lleno de incienso, es decir, se acercarán con doscientos cincuenta incensarios. También tú y Aarón llevarán los suyos. Así que cada uno, con su incensario lleno de fuego e incienso, se puso de pie a la entrada de la Tienda de reunión, junto con Moisés y Aarón. Cuando Coré hubo reunido a toda su gente en contra de Moisés y Aarón a la entrada de la Tienda de reunión, la gloria del SEÑOR se apareció ante todos ellos. Entonces el SEÑOR dijo a Moisés y a Aarón: —Apártense de esta gente para que yo la consuma de una vez por todas. Pero Moisés y Aarón se postraron rostro en tierra y exclamaron: —Oh Dios, Dios de toda la humanidad: un solo hombre ha pecado, ¿y vas tú a enojarte con todos ellos? Entonces el SEÑOR dijo a Moisés: —Ordénales que se alejen de las tiendas de Coré, Datán y Abirán. Moisés y los ancianos jefes de Israel fueron adonde estaban Datán y Abirán. Entonces Moisés advirtió a la gente: —¡Aléjense de las tiendas de estos impíos! No toquen ninguna de sus pertenencias para que ustedes no perezcan por los pecados de ellos. El pueblo se alejó de las tiendas de Coré, Datán y Abirán. Los dos últimos habían salido a la entrada de sus tiendas y estaban allí, de pie, con sus esposas y todos sus hijos. Moisés siguió diciendo: —Ahora van a saber si el SEÑOR me ha enviado a hacer todas estas cosas o si estoy actuando por mi cuenta. Si estos hombres mueren de muerte natural, como es el destino de todos los hombres, eso querrá decir que el SEÑOR no me ha enviado. Pero si el SEÑOR crea algo nuevo, hace que la tierra se abra y se los trague con todas sus pertenencias, de tal manera que desciendan vivos a los dominios de la muerte; entonces sabrán que estos hombres menospreciaron al SEÑOR. Tan pronto como Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos a los dominios de la muerte, junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron eliminados de la comunidad. Al oírlos gritar, todos los israelitas huyeron de allí exclamando: —¡Corramos, no sea que la tierra nos trague también a nosotros! Y los doscientos cincuenta hombres que ofrecían incienso fueron consumidos por el fuego del SEÑOR. El SEÑOR dijo a Moisés: «Ya que ahora los incensarios están consagrados a mí, ordena a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que los retire del rescoldo y que esparza las brasas. Toma los incensarios de aquellos que pecaron a costa de su vida y haz con ellos láminas para recubrir el altar. Ahora están consagrados porque fueron presentados ante el SEÑOR y serán así una señal para los israelitas». Entonces el sacerdote Eleazar recogió esos incensarios de bronce y con ellos mandó hacer láminas para recubrir el altar. Las láminas quedaron allí, como advertencia a los israelitas, para que ninguno que no fuera descendiente de Aarón ni estuviera autorizado se atreviera a ofrecer incienso ante el SEÑOR; de lo contrario, le sucedería lo mismo que a Coré y su gente, tal como el SEÑOR se lo había advertido por medio de Moisés.
Números 16:1-40 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Coré era un levita de la familia de Quehat, y su padre se llamaba Ishar. Coré tenía tres amigos de la tribu de Rubén: Datán y Abiram, que eran hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet. Ninguno de ellos quería que Moisés fuera su jefe, y a ellos se les unieron doscientos cincuenta jefes israelitas que eran consejeros de la gente y muy respetados por todos. Coré y su grupo fueron a decirles a Moisés y a Aarón: —¡Ya estamos hartos de que ustedes se crean los jefes de todos nosotros! Dios está con todo el pueblo, y a todos nos ha elegido para servirle. ¿Por qué quieren hacerlo todo? Cuando Moisés oyó esto, se tiró de cara al suelo, y les dijo a Coré y a su grupo: —¡Ustedes, descendientes de Leví, son los que me tienen harto! Vengan mañana temprano con su brasero para quemar incienso y pónganlo delante de Dios. Entonces Dios elegirá a los que él quiera que le sirvan en el santuario, y solo ellos podrán hacerlo. Luego Moisés le dijo a Coré: —¡Escúchame, tú y los descendientes de Leví que están contigo! ¿Les parece poco que Dios los haya elegido de entre todos los israelitas para que le sirvan en su santuario? Dios los eligió a ustedes para que estén cerca de él. ¿Por qué ahora quieren ser también sacerdotes? No se están quejando y rebelando contra Aarón sino contra Dios. Luego Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, pero ellos le respondieron: «No iremos. Bastante daño nos has hecho con sacarnos de un país en donde siempre había abundancia de alimentos como lo era Egipto. Tú prometiste llevarnos a un territorio con muchos campos y muchas viñas, en donde siempre habría abundancia de alimentos. ¡Pero solo nos trajiste a morir a un desierto donde no hay nada bueno! ¿Y aun así quieres que te obedezcamos y te sigamos? ¿Crees que estamos ciegos? ¡No queremos verte, ni hablarte!» Moisés se enojó muchísimo y le dijo a Dios: «No aceptes sus ofrendas, Dios mío. Yo nunca les he hecho ningún daño, y ellos jamás me han dado nada. ¿Cómo pueden decir que me aprovecho de ellos?» Luego Moisés le recordó a Coré que debía venir al día siguiente con Aarón y los doscientos cincuenta descendientes de Leví, y traer sus braseros para quemar incienso delante de Dios. Al día siguiente, Coré reunió a todos sus compañeros frente al santuario para enfrentarse a Moisés y a Aarón. Cada uno llevaba su brasero encendido. Entonces Dios se presentó con toda su gloria delante del pueblo, y les dijo a Moisés y a Aarón: —¡Aléjense de esta gente, porque ahora mismo los voy a destruir a todos! Moisés y Aarón se tiraron de cara al suelo, y le dijeron a Dios: —Dios mío, tú que nos das vida a todos, ¡no los mates! ¿Vas a destruirlos por culpa de un solo hombre? Dios le respondió a Moisés: —Diles a todos los israelitas que se alejen de las tiendas de campaña donde están Coré, Datán y Abiram. Moisés se levantó y fue a donde estaban Datán y Abiram. Con él iban los ancianos que eran jefes del pueblo. Y Moisés le dijo a todo el pueblo: «Aléjense de las tiendas de esos malvados, y ni siquiera toquen lo que les pertenece. No sea que por su culpa mueran también ustedes». El pueblo se alejó de Datán, Abiram y Coré, que estaban a la entrada de sus tiendas, con sus mujeres y sus hijos. Entonces Moisés dijo: «Ahora verán que yo solo sigo órdenes de Dios, y no actúo por mi propia cuenta. Si esta gente muere normalmente, como cualquiera de nosotros, entonces significa que yo hago las cosas por mi cuenta. Pero si Dios hace algo extraordinario, y se abre la tierra y se los traga vivos, no habrá duda de que ellos se rebelaron contra Dios». En cuanto Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió y se tragó vivos a todos los que habían seguido a Coré, junto con sus familias y todas sus pertenencias. Así fue como desapareció toda aquella gente. Al ver esto, todo el pueblo salió corriendo y gritando: «¡Vámonos de aquí! ¡No sea que también a nosotros nos trague la tierra!» Enseguida, Dios envió un fuego, y los doscientos cincuenta descendientes de Leví murieron quemados. 36 (17.1) Luego Dios le dijo a Moisés: 37-38 (17.2-3) «Dile a Eleazar que les quite los braseros a esos malvados y apague el fuego que todavía tienen. Yo he purificado ya los braseros con fuego, y ahora los descendientes de Aarón los usarán para mi servicio. Hagan láminas con el metal de los braseros, y cubran con ellas el altar. Así todos los israelitas tendrán presente lo que pasó y quedarán advertidos». 39-40 (17.4-5) Eleazar hizo todo tal y como Dios se lo había ordenado a Moisés, y los israelitas quedaron advertidos de que nadie podía acercarse al altar para quemar incienso, a menos que fuera descendiente de Aarón. De lo contrario podría perder la vida como Coré y sus compañeros.
Números 16:1-40 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Junto con el levita Coré hijo de Isar, hijo de Coat, los rubenitas Datán y Abirán, hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, decidieron rebelarse contra Moisés. Acompañados de doscientos cincuenta israelitas importantes, que eran miembros del consejo y contaban con buena fama, se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: «¡Ya estamos hartos de ustedes! Si todos en la congregación son gente consagrada al Señor, y si el Señor está en medio de ellos, ¿por qué ustedes se creen superiores a la congregación del Señor?» Cuando Moisés oyó esto, se inclinó delante de ellos y les dijo a Coré y a todos los que lo acompañaban: «Mañana el Señor dará a conocer quién es suyo, y quién está consagrado a él, y a quien él escoja, le dirá que se acerque a él. Lo que tú, Coré, y toda tu gente, pueden hacer es tomar incensarios y poner fuego en ellos; pongan también mañana incienso en ellos delante del Señor, y que sea el hombre consagrado al Señor aquel a quien el Señor escoja. ¡Ya estoy harto de ustedes, levitas!» A Coré, Moisés le dijo: «Escúchenme, levitas: ¿Creen que es poca cosa que el Dios de Israel los haya apartado del resto de los israelitas, que los haya acercado a él para que ministren en el servicio del tabernáculo del Señor, y que estén delante de la congregación para ministrarle? ¿Es poca cosa que te haya acercado a ti, y contigo a todos tus hermanos levitas? ¿Acaso andan también atrás del sacerdocio? Eres tú, y es todo tu grupo, los que se están poniendo en contra del Señor; porque ¿quién es Aarón, para que murmuren contra él?» Entonces Moisés mandó a llamar a Datán y Abirán, hijos de Eliab; pero ellos respondieron: «¡No vamos a ir! Tú, no contento con habernos sacado de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, ¿ahora quieres también decirnos qué es lo que debemos hacer? Tú, ni nos has llevado a la tierra que fluye leche y miel, ni nos has dado terrenos y viñas. ¿Qué quieres? ¿Sacarle los ojos a esta gente? ¡No vamos a ir!» Esto le molestó mucho a Moisés, así que le dijo al Señor: «¡No aceptes su ofrenda! ¡Yo ni siquiera un asno les he quitado, ni tampoco les he hecho ningún mal!» Y a Coré le dijo: «Tú, y todo tu grupo, y también Aarón: ¡preséntense mañana delante del Señor! Tomen cada uno de ustedes su incensario, pongan incienso en ellos, y acérquese cada uno de ustedes al Señor, con su incensario. Con tu incensario y el de Aarón, serán doscientos cincuenta incensarios.» Cada uno de ellos tomó su incensario, puso fuego en él, le echó incienso, y junto con Moisés y Aarón se puso a la entrada del tabernáculo de reunión. Cuando ya Coré había hecho que toda la congregación se juntara contra ellos a la entrada del tabernáculo de reunión, la gloria del Señor se manifestó a toda la congregación, y entonces el Señor les dijo a Moisés y Aarón: «¡Apártense de esta congregación, que ahora mismo voy a consumirlos!» Ellos se postraron sobre sus rostros, y dijeron: «Dios, Dios de los espíritus de toda la humanidad, ¿por qué te enojas contra toda la congregación, si fue un solo hombre el que pecó?» Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Habla con la congregación, y diles que se alejen de la tienda de Coré, Datán y Abirán, y de sus alrededores.» Entonces Moisés se levantó y fue a hablar con Datán y Abirán, y los ancianos de Israel lo siguieron. Y Moisés le dijo a la congregación: «Apártense de las tiendas de estos malvados, y no toquen nada que les pertenezca, para que no mueran por todos sus pecados.» La gente se apartó de las tiendas de Coré, Datán y Abirán, y de sus alrededores, y Datán y Abirán salieron y se pusieron a la entrada de sus tiendas, junto con sus mujeres y todos sus hijos. Entonces Moisés dijo: «Con esto sabrán que el Señor me ha enviado a hacer todo esto, y que no lo hago por mi propia voluntad. Si cuando estos hombres sean visitados, mueren como mueren todos los hombres, eso querrá decir que el Señor no me envió. Pero si el Señor hace algo diferente, y la tierra se abre y se los traga vivos, y bajan al sepulcro junto con todas sus cosas, entonces ustedes sabrán que estos hombres ofendieron al Señor.» Y en cuanto Moisés terminó de decir todo esto, ¡la tierra se abrió debajo de sus pies! Se abrió la tierra y se los tragó, a ellos y a sus casas, y a toda la gente de Coré, junto con todos sus bienes. Cayeron vivos al sepulcro, con todo lo que tenían, y la tierra los cubrió. Así perecieron, en medio de la congregación. Al oír sus gritos, todos los israelitas que estaban a su alrededor huyeron, pues decían: «¡No nos vaya a tragar también la tierra!» Además, de la presencia del Señor salió fuego y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso. Entonces el Señor habló con Moisés, y le dijo: «Dile a Eleazar, el hijo del sacerdote Aarón, que saque los incensarios de en medio del fuego, y que esparza las brasas, porque los incensarios ya han quedado santificados. Que saque los incensarios de esta gente que pecó contra sí misma, y que haga con ellos unas planchas para recubrir el altar. Los incensarios están ahora santificados, pues fueron presentados delante de mí, y serán una señal a los hijos de Israel.» El sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían ofrecido los que fueron consumidos por el fuego, y mandó fundirlos para recubrir el altar, para que los hijos de Israel recordaran que nadie que no sea de la descendencia de Aarón puede acercarse a ofrecer incienso delante del Señor, pues le pasaría lo mismo que a Coré y a su grupo, tal y como el Señor lo dijo por medio de Moisés.
Números 16:1-40 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Un levita descendiente de Quehat, llamado Coré, hijo de Ishar, y tres hombres más de la tribu de Rubén, llamados Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pélet, se rebelaron contra Moisés. A ellos se les unieron otros doscientos cincuenta israelitas, hombres de autoridad en el pueblo, que pertenecían al grupo de consejeros y tenían buena fama. Todos ellos se reunieron, se enfrentaron con Moisés y Aarón, y les dijeron: —¡Basta ya de privilegios! Todo el pueblo ha sido consagrado por Dios, y el Señor está con todos nosotros. ¿Por qué se levantan ustedes como autoridad suprema sobre el pueblo del Señor? Al oír esto, Moisés se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y dijo a Coré y a los que lo seguían: —Mañana por la mañana el Señor hará saber quién le pertenece y quién le está consagrado y puede presentarle las ofrendas. Solo podrá presentarle ofrendas aquel a quien él escoja. Hagan lo siguiente: traigan los incensarios de Coré y sus compañeros, pónganles brasas, échenles incienso y colóquenlos mañana delante del Señor. El hombre a quien el Señor escoja, es el que le está consagrado. ¡Y basta ya, levitas! Luego dijo Moisés a Coré: —Óiganme, levitas: ¿Les parece poco que el Dios de Israel los haya escogido a ustedes de entre el pueblo de Israel, y que estén cerca de él y se ocupen de los oficios del santuario del Señor y presten este servicio al pueblo? El Señor ha querido que tú y los demás miembros de tu tribu, los levitas, estén cerca de él, ¿y ahora ambicionan también el sacerdocio? Realmente Aarón no es nadie para que hablen mal de él; es contra el Señor contra quien tú y tus compañeros se han rebelado. Luego Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, hijos de Eliab, pero ellos respondieron: —No queremos ir. ¿Te parece poco habernos sacado de un país donde la leche y la miel corren como el agua, para hacernos morir en el desierto, que además quieres ser nuestro jefe supremo? Tú no nos has llevado a ningún país donde la leche y la miel corran como el agua, ni nos has dado campos ni viñedos. ¿Quieres que todos se dejen llevar como si fueran ciegos? No, no iremos a verte. Entonces Moisés se enojó mucho, y dijo al Señor: —¡No aceptes sus ofrendas! Yo no les he quitado a ellos ni siquiera un asno, y tampoco le he hecho mal a ninguno de ellos. Después Moisés dijo a Coré: —Preséntense mañana tú y tus compañeros, delante del Señor. Aarón también estará allí. Que cada uno lleve su incensario y le ponga incienso. Tú y Aarón llevarán también su incensario y lo pondrán, junto con los otros doscientos cincuenta, delante del Señor. Entonces cada uno tomó su incensario, le puso brasas e incienso y se colocó, junto con Moisés y Aarón, delante de la tienda del encuentro. Coré ya había reunido contra ellos a todo el pueblo frente a la tienda del encuentro. La gloria del Señor se apareció entonces ante todo el pueblo, y el Señor les dijo a Moisés y Aarón: —¡Apártense de ese pueblo, que voy a destruirlo en un momento! Pero ellos, inclinándose hasta tocar el suelo con la frente, dijeron: —Oh Dios, tú que das la vida a todos los hombres, ¿vas a enojarte con todo el pueblo por el pecado de un solo hombre? Y el Señor respondió a Moisés: —Diles a todos los israelitas que se aparten de la tienda donde están Coré, Datán y Abiram. Moisés se levantó, seguido por los ancianos de Israel, y fue a donde estaban Datán y Abiram. Entonces le dijo al pueblo: —Apártense de las tiendas de esos hombres perversos, y no toquen nada de lo que les pertenece, no vaya a ser que también ustedes mueran por el pecado de ellos. El pueblo se apartó de donde estaban Coré, Datán y Abiram. Datán y Abiram estaban a la entrada de su tienda, con sus mujeres y sus hijos. Y Moisés continuó: —Con esto les voy a probar que es el Señor quien me ha enviado a hacer todas estas cosas, y que no las hago por mi propia voluntad. Si estos hombres mueren de muerte natural, como los demás hombres, es que el Señor no me ha enviado; pero si el Señor hace algo extraordinario, y la tierra se abre y se los traga a ellos con todo lo que tienen, y caen vivos al fondo de la tierra, entonces sabrán ustedes que son estos hombres los que han menospreciado al Señor. En cuanto Moisés terminó de hablar, la tierra se abrió debajo de ellos y se tragó a todos los hombres que se habían unido a Coré, junto con sus familias y todo lo que tenían. Cayeron vivos al fondo de la tierra, con todas sus cosas, y luego la tierra volvió a cerrarse. Así fueron eliminados de entre los israelitas. Al oírlos gritar, todos los israelitas que se encontraban alrededor salieron corriendo y diciendo: «¡No nos vaya a tragar la tierra a nosotros también!» Además, el Señor envió un fuego que mató a los doscientos cincuenta hombres que habían ofrecido incienso. 36 (17.1) Y el Señor se dirigió a Moisés y le dijo: 37 (17.2) «Ordena a Eleazar, hijo de Aarón, que saque los incensarios de entre los restos del incendio, y que arroje lejos las brasas que aún haya en ellos. 38 (17.3) Los incensarios de estos hombres, que han muerto por haber pecado, han quedado consagrados porque fueron usados para presentar incienso delante de mí. Conviertan, pues, ese metal en láminas para recubrir el altar, y para que sirva de advertencia a los israelitas.» 39 (17.4) El sacerdote Eleazar recogió los incensarios de bronce que habían presentado los hombres que murieron en el incendio, y ordenó que los convirtieran en láminas para recubrir el altar. 40 (17.5) Esta fue una advertencia a los israelitas de que nadie, aparte de los descendientes de Aarón, podía acercarse al altar para ofrecer incienso al Señor; de lo contrario, le pasaría lo que a Coré y a sus compañeros. Y todo se hizo tal como el Señor se lo había ordenado a Eleazar por medio de Moisés.
Números 16:1-40 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Coré hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, y Datán y Abiram hijos de Eliab, y On hijo de Pelet, de los hijos de Rubén, tomaron gente, y se levantaron contra Moisés con doscientos cincuenta varones de los hijos de Israel, príncipes de la congregación, de los del consejo, varones de renombre. Y se juntaron contra Moisés y Aarón y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y en medio de ellos está Jehová; ¿por qué, pues, os levantáis vosotros sobre la congregación de Jehová? Cuando oyó esto Moisés, se postró sobre su rostro; y habló a Coré y a todo su séquito, diciendo: Mañana mostrará Jehová quién es suyo, y quién es santo, y hará que se acerque a él; al que él escogiere, él lo acercará a sí. Haced esto: tomaos incensarios, Coré y todo su séquito, y poned fuego en ellos, y poned en ellos incienso delante de Jehová mañana; y el varón a quien Jehová escogiere, aquel será el santo; esto os baste, hijos de Leví. Dijo más Moisés a Coré: Oíd ahora, hijos de Leví: ¿Os es poco que el Dios de Israel os haya apartado de la congregación de Israel, acercándoos a él para que ministréis en el servicio del tabernáculo de Jehová, y estéis delante de la congregación para ministrarles, y que te hizo acercar a ti, y a todos tus hermanos los hijos de Leví contigo? ¿Procuráis también el sacerdocio? Por tanto, tú y todo tu séquito sois los que os juntáis contra Jehová; pues Aarón, ¿qué es, para que contra él murmuréis? Y envió Moisés a llamar a Datán y Abiram, hijos de Eliab; mas ellos respondieron: No iremos allá. ¿Es poco que nos hayas hecho venir de una tierra que destila leche y miel, para hacernos morir en el desierto, sino que también te enseñorees de nosotros imperiosamente? Ni tampoco nos has metido tú en tierra que fluya leche y miel, ni nos has dado heredades de tierras y viñas. ¿Sacarás los ojos de estos hombres? No subiremos. Entonces Moisés se enojó en gran manera, y dijo a Jehová: No mires a su ofrenda; ni aun un asno he tomado de ellos, ni a ninguno de ellos he hecho mal. Después dijo Moisés a Coré: Tú y todo tu séquito, poneos mañana delante de Jehová; tú, y ellos, y Aarón; y tomad cada uno su incensario y poned incienso en ellos, y acercaos delante de Jehová cada uno con su incensario, doscientos cincuenta incensarios; tú también, y Aarón, cada uno con su incensario. Y tomó cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, y echaron en ellos incienso, y se pusieron a la puerta del tabernáculo de reunión con Moisés y Aarón. Ya Coré había hecho juntar contra ellos toda la congregación a la puerta del tabernáculo de reunión; entonces la gloria de Jehová apareció a toda la congregación. Y Jehová habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Apartaos de entre esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros, y dijeron: Dios, Dios de los espíritus de toda carne, ¿no es un solo hombre el que pecó? ¿Por qué airarte contra toda la congregación? Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Habla a la congregación y diles: Apartaos de en derredor de la tienda de Coré, Datán y Abiram. Entonces Moisés se levantó y fue a Datán y a Abiram, y los ancianos de Israel fueron en pos de él. Y él habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos hombres impíos, y no toquéis ninguna cosa suya, para que no perezcáis en todos sus pecados. Y se apartaron de las tiendas de Coré, de Datán y de Abiram en derredor; y Datán y Abiram salieron y se pusieron a las puertas de sus tiendas, con sus mujeres, sus hijos y sus pequeñuelos. Y dijo Moisés: En esto conoceréis que Jehová me ha enviado para que hiciese todas estas cosas, y que no las hice de mi propia voluntad. Si como mueren todos los hombres murieren estos, o si ellos al ser visitados siguen la suerte de todos los hombres, Jehová no me envió. Mas si Jehová hiciere algo nuevo, y la tierra abriere su boca y los tragare con todas sus cosas, y descendieren vivos al Seol, entonces conoceréis que estos hombres irritaron a Jehová. Y aconteció que cuando cesó él de hablar todas estas palabras, se abrió la tierra que estaba debajo de ellos. Abrió la tierra su boca, y los tragó a ellos, a sus casas, a todos los hombres de Coré, y a todos sus bienes. Y ellos, con todo lo que tenían, descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación. Y todo Israel, los que estaban en derredor de ellos, huyeron al grito de ellos; porque decían: No nos trague también la tierra. También salió fuego de delante de Jehová, y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso. Entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Di a Eleazar hijo del sacerdote Aarón, que tome los incensarios de en medio del incendio, y derrame más allá el fuego; porque son santificados los incensarios de estos que pecaron contra sus almas; y harán de ellos planchas batidas para cubrir el altar; por cuanto ofrecieron con ellos delante de Jehová, son santificados, y serán como señal a los hijos de Israel. Y el sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce con que los quemados habían ofrecido; y los batieron para cubrir el altar, en recuerdo para los hijos de Israel, de que ningún extraño que no sea de la descendencia de Aarón se acerque para ofrecer incienso delante de Jehová, para que no sea como Coré y como su séquito; según se lo dijo Jehová por medio de Moisés.
Números 16:1-40 La Biblia de las Américas (LBLA)
Y se rebeló Coré, hijo de Izhar, hijo de Coat, hijo de Leví, con Datán y Abiram, hijos de Eliab, y On, hijo de Pelet, hijos de Rubén, y se alzaron contra Moisés, junto con algunos de los hijos de Israel, doscientos cincuenta jefes de la congregación, escogidos en la asamblea, hombres de renombre. Y se juntaron contra Moisés y Aarón, y les dijeron: ¡Basta ya de vosotros! Porque toda la congregación, todos ellos son santos, y el SEÑOR está en medio de ellos. ¿Por qué, entonces, os levantáis por encima de la asamblea del SEÑOR? Cuando Moisés escuchó esto, cayó sobre su rostro; y habló a Coré y a todo su grupo, diciendo: Mañana temprano el SEÑOR mostrará quién es de Él, y quién es santo, y lo acercará a sí; aquel a quien Él escoja, lo acercará a sí. Haced esto, Coré y todo vuestro grupo: tomad incensarios para vosotros, y poned fuego en ellos, y echad incienso sobre ellos mañana en la presencia del SEÑOR; y el hombre a quien el SEÑOR escoja será el que es santo. ¡Basta ya de vosotros, hijos de Leví! Entonces Moisés dijo a Coré: Oíd ahora, hijos de Leví. ¿No os es suficiente que el Dios de Israel os haya separado del resto de la congregación de Israel, para acercaros a sí, a fin de cumplir el ministerio del tabernáculo del SEÑOR, y para estar ante la congregación para ministrarles, y que se te ha acercado a ti, Coré, y a todos tus hermanos, hijos de Leví, contigo? ¿Y pretendéis también el sacerdocio? Por tanto, tú y toda tu compañía os habéis juntado contra el SEÑOR; pues en cuanto a Aarón, ¿quién es él para que murmuréis contra él? Entonces Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, hijos de Eliab, pero ellos dijeron: No iremos. ¿No es suficiente que nos hayas sacado de una tierra que mana leche y miel para que muramos en el desierto, sino que también quieras enseñorearte sobre nosotros? En verdad, tú no nos has traído a una tierra que mana leche y miel, ni nos has dado herencia de campos y viñas. ¿Les sacarías los ojos a estos hombres? ¡No iremos! Moisés se enojó mucho y dijo al SEÑOR: ¡No aceptes su ofrenda! No he tomado de ellos ni un solo asno, ni le he hecho daño a ninguno de ellos. Y dijo Moisés a Coré: Tú y toda tu compañía presentaos mañana delante del SEÑOR; tú, ellos y Aarón. Cada uno de vosotros tome su incensario y ponga incienso en él, y cada uno de vosotros traiga su incensario delante del SEÑOR, doscientos cincuenta incensarios; tú también, y Aarón, cada uno traiga su incensario. Y cada uno tomó su incensario y puso fuego en él, y echó incienso en él; y se pusieron a la puerta de la tienda de reunión con Moisés y Aarón. Así reunió Coré a toda la congregación en contra de ellos a la puerta de la tienda de reunión, y la gloria del SEÑOR apareció a toda la congregación. Entonces el SEÑOR habló a Moisés y a Aarón, diciendo: Apartaos de entre esta congregación, para que yo la destruya en un instante. Pero ellos cayeron sobre sus rostros, y dijeron: Oh Dios, Dios de los espíritus de toda carne, cuando un hombre peque, ¿te enojarás con toda la congregación? Entonces respondió el SEÑOR a Moisés, diciendo: Habla a la congregación, y diles: «Alejaos de los alrededores de las tiendas de Coré, Datán y Abiram». Entonces se levantó Moisés y fue a Datán y a Abiram, y le seguían los ancianos de Israel, y habló a la congregación, diciendo: Apartaos ahora de las tiendas de estos malvados, y no toquéis nada que les pertenezca, no sea que perezcáis con todo su pecado. Se retiraron, pues, de los alrededores de las tiendas de Coré, Datán y Abiram; y Datán y Abiram salieron y se pusieron a la puerta de sus tiendas, junto con sus mujeres, sus hijos y sus pequeños. Y Moisés dijo: En esto conoceréis que el SEÑOR me ha enviado para hacer todas estas obras, y que no es iniciativa mía: si estos mueren como mueren todos los hombres o si sufren la suerte de todos los hombres, entonces el SEÑOR no me envió. Pero si el SEÑOR hace algo enteramente nuevo y la tierra abre su boca y los traga con todo lo que les pertenece, y descienden vivos al Seol, entonces sabréis que estos hombres han menospreciado al SEÑOR. Y aconteció que cuando terminó de hablar todas estas palabras, la tierra debajo de ellos se partió, y la tierra abrió su boca y se los tragó, a ellos y a sus casas y a todos los hombres de Coré con todos sus bienes. Ellos y todo lo que les pertenecía descendieron vivos al Seol; y la tierra los cubrió y perecieron de en medio de la asamblea. Y todos los israelitas que estaban alrededor de ellos huyeron a sus gritos, pues decían: ¡No sea que la tierra nos trague! Salió también fuego del SEÑOR y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían el incienso. Entonces habló el SEÑOR a Moisés, diciendo: Di a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que levante los incensarios de en medio de la hoguera, pues son santos; y esparce allí las brasas. En cuanto a los incensarios de estos que han pecado a costa de sus vidas, que se hagan de ellos láminas batidas para cubrir el altar, puesto que los presentaron ante el SEÑOR y son santos; y serán por señal a los hijos de Israel. El sacerdote Eleazar tomó los incensarios de bronce que habían presentado los que fueron quemados, y a martillo los hicieron una cubierta para el altar, como recordatorio para los hijos de Israel de que ningún laico, que no fuera descendiente de Aarón, debería acercarse a quemar incienso delante del SEÑOR, para que no le sucediera como a Coré y a su grupo, tal como el SEÑOR se lo había dicho por medio de Moisés.
Números 16:1-40 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Cierto día, Coré, hijo de Izhar, quien era descendiente de Coat, hijo de Leví, conspiró con Datán y Abiram, hijos de Eliab, junto con On, hijo de Pelet de la tribu de Rubén. Ellos provocaron una rebelión contra Moisés junto con otros doscientos cincuenta jefes de la comunidad, quienes eran miembros prominentes de la asamblea. Todos se unieron contra Moisés y Aarón y les dijeron: —¡Ustedes han ido demasiado lejos! El SEÑOR santificó a la comunidad entera de Israel y él está con todos nosotros. ¿Qué derecho tienen ustedes para actuar como si fueran superiores al resto del pueblo del SEÑOR? Cuando Moisés oyó lo que decían, cayó rostro en tierra. Entonces les dijo a Coré y a sus seguidores: —Mañana por la mañana el SEÑOR nos mostrará quién le pertenece a él y quién es santo. El SEÑOR permitirá la entrada a su presencia solo a quienes él elija. Coré, tú y tus seguidores preparen sus recipientes para quemar incienso. Mañana enciendan fuego en ellos y quemen incienso ante el SEÑOR. Entonces veremos a quién elige el SEÑOR como su santo. ¡Ustedes, levitas, son los que han ido demasiado lejos! Moisés le habló de nuevo a Coré: «¡Ahora escuchen, levitas! ¿Les parece de poca importancia que el Dios de Israel los escogiera de entre toda la comunidad israelita para estar cerca de él de manera que sirvan en el tabernáculo del SEÑOR y que estén delante de los israelitas para ministrarles? Coré, él ya les dio este ministerio especial a ti y a tus hermanos levitas. ¿Ahora también reclaman el sacerdocio? ¡En realidad es contra el SEÑOR que tú y tus seguidores se rebelan! Pues, ¿quién es Aarón para que se quejen de él?». Luego Moisés mandó llamar a Datán y a Abiram, los hijos de Eliab, pero ellos respondieron: «¡Rehusamos presentarnos ante ti! ¿No te basta que nos sacaste de Egipto, una tierra donde fluyen la leche y la miel, para matarnos aquí en este desierto, y que además ahora nos trates como a tus súbditos? Es más, no nos has llevado a una tierra donde fluyen la leche y la miel. Ni nos has dado una nueva patria con campos y viñedos. ¿Intentas engañar a estos hombres? ¡Nosotros no iremos!». Entonces Moisés se enojó mucho y le dijo al SEÑOR: «¡No aceptes sus ofrendas de grano! Yo no les he quitado ni siquiera un burro, ni jamás he lastimado a ninguno de ellos». Y Moisés le dijo a Coré: «Tú y tus seguidores deberán venir aquí mañana y presentarse ante el SEÑOR. Aarón también estará presente. Tú y cada uno de tus doscientos cincuenta seguidores deberán preparar un incensario y ponerle incienso para que todos puedan presentarlos ante el SEÑOR. Aarón también llevará el suyo». Así que cada hombre preparó un recipiente para quemar incienso, lo encendió y le puso incienso. Después se presentaron a la entrada del tabernáculo con Moisés y Aarón. Mientras tanto, Coré había incitado a toda la comunidad contra Moisés y Aarón, y todos se reunieron a la entrada del tabernáculo. Entonces la gloriosa presencia del SEÑOR se apareció ante toda la comunidad. Y el SEÑOR les dijo a Moisés y a Aarón: —¡Aléjense de todas estas personas para que pueda destruirlas en el acto! Pero Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra y rogaron: —¡Oh Dios, tú eres el Dios que da aliento a todas las criaturas! ¿Tienes que enojarte con todo el pueblo cuando solo un hombre peca? Y el SEÑOR le dijo a Moisés: —Entonces dile a todo el pueblo que se aleje de las carpas de Coré, Datán y Abiram. Así que Moisés se levantó y fue a toda prisa hasta las carpas de Datán y Abiram, seguido por los ancianos de Israel. «¡Rápido! —le dijo a la gente—, aléjense de las carpas de estos hombres perversos y no toquen ninguna de sus pertenencias. De lo contrario, serán destruidos por el pecado de ellos». Entonces todo el pueblo se alejó de las carpas de Coré, Datán y Abiram. Pero Datán y Abiram salieron y esperaron de pie a la entrada de sus carpas, junto con sus esposas, sus hijos y sus pequeños. Y Moisés les dijo: «Esta es la manera en que sabrán que el SEÑOR me ha enviado a realizar todas estas cosas, pues no las he hecho por mi propia cuenta. Si estos hombres mueren de muerte natural o si nada fuera de lo común les sucede, entonces el SEÑOR no me ha enviado; pero si el SEÑOR hace algo totalmente nuevo y la tierra abre su boca y se los traga con todas sus pertenencias y descienden vivos a la tumba, entonces ustedes sabrán que estos hombres mostraron desprecio por el SEÑOR». Apenas Moisés terminó de decir estas palabras, la tierra repentinamente se abrió debajo de ellos. La tierra abrió la boca y se tragó a los hombres, junto con todos los de su casa y todos sus seguidores que estaban junto a ellos y todo lo que poseían. Así que descendieron vivos a la tumba, junto con todas sus pertenencias. La tierra se cerró encima de ellos y desaparecieron de entre el pueblo de Israel; y toda la gente que los rodeaba huyó cuando oyeron sus gritos. «¡La tierra nos tragará a nosotros también!», exclamaron. Entonces un fuego ardiente salió del SEÑOR y consumió a los doscientos cincuenta hombres que ofrecían incienso. El SEÑOR le dijo a Moisés: «Dile a Eleazar, hijo del sacerdote Aarón, que saque todos los incensarios del fuego, porque son santos. También dile que esparza los carbones encendidos. Toma los incensarios de estos hombres que pecaron a costa de sus vidas, y de ese metal elabora láminas a martillo para recubrir el altar. Como estos incensarios se usaron en la presencia del SEÑOR, ya son santos. Que sirvan como advertencia al pueblo de Israel». Así que Eleazar, el sacerdote, recuperó los doscientos cincuenta incensarios de bronce usados por los hombres que murieron en el fuego y del bronce se elaboró una lámina a martillo para recubrir el altar. Esta lámina serviría de advertencia a los israelitas para que nadie que no fuera autorizado —nadie que no fuera descendiente de Aarón— entrara jamás a la presencia del SEÑOR para quemar incienso. Si alguien lo hiciera, le sucedería lo mismo que a Coré y a sus seguidores. Entonces cumplieron las instrucciones que el SEÑOR le dio a Moisés.