S. Lucas 10:1-37
S. Lucas 10:1-37 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de él a todo pueblo y lugar adonde él pensaba ir. «La cosecha es abundante, pero son pocos los obreros —les dijo—. Por tanto, pidan al Señor de la cosecha que envíe obreros a su campo. ¡Vayan ustedes! ¡Presten atención! Porque los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias; tampoco se detengan a saludar a nadie por el camino. »En cualquier casa que entren, digan primero: “Paz a esta casa”. Si hay allí alguien que promueva la paz, la paz de ustedes reinará en ella; y si no, la paz regresará a ustedes. Quédense en esa casa, coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. »Cuando entren en un pueblo y los reciban, coman lo que les sirvan. Sanen a los enfermos que encuentren allí y díganles: “El reino de Dios está cerca de ustedes”. Pero cuando entren en un pueblo donde no los reciban bien, salgan a las plazas y digan: “Aun el polvo de este pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos en protesta contra ustedes. Pero tengan por seguro que está cerca el reino de Dios”. Les digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para ese pueblo. »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Si se hubieran hecho en Tiro y en Sidón los milagros que se hicieron en medio de ustedes, ya hace tiempo que se habrían arrepentido con muchos lamentos. Pero en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás levantada hasta el cielo? No, sino que descenderás hasta los dominios de la muerte. »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió». Cuando los setenta y dos regresaron, dijeron contentos: —Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. —Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo —respondió él—. Sí, les he dado autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder del enemigo; nada les podrá hacer daño. Sin embargo, no se alegren de que puedan someter a los espíritus, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo. En aquel momento Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque esa fue tu buena voluntad. »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo». Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven! Les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; quisieron oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron». En esto se presentó un experto en la Ley y, para poner a prueba a Jesús, se puso de pie y le hizo esta pregunta: —Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús respondió: —¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo la interpretas tú? Como respuesta el hombre citó: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. —Bien contestado —dijo Jesús—. Haz eso y vivirás. Pero él quería justificarse, así que preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió: —Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. Así también llegó a aquel lugar un levita y al verlo, se desvió y siguió de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y viéndolo, se compadeció de él. Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? —El que se compadeció de él —contestó el experto en la Ley. —Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
S. Lucas 10:1-37 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Después, Jesús eligió a setenta y dos discípulos, y los envió en grupos de dos en dos a los pueblos y lugares por donde él iba a pasar. Jesús les dijo: «Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciar las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos, para que compartan las buenas noticias con toda esa gente. Y ahora, vayan; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos. »No lleven dinero, ni mochila ni zapatos, ni se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando lleguen a alguna casa, saluden a todos los que vivan allí, deseándoles que les vaya bien. Si la gente merece el bien, el deseo de ustedes se cumplirá; pero si no lo merece, no se cumplirá su deseo. No anden de casa en casa. Quédense con una sola familia, y coman y beban lo que allí les den, porque el trabajador merece que le paguen. »Si entran en un pueblo y los reciben bien, coman lo que les sirvan, sanen a los enfermos, y díganles que el reino de Dios ya está cerca. Pero si entran en un pueblo y no los reciben bien, salgan a la calle y grítenles: “No tenemos nada que ver con ustedes. Por eso, hasta el polvo de su pueblo lo sacudimos de nuestros pies. Pero sepan esto: ya está cerca el reino de Dios”. Les aseguro que, en el día del juicio, Dios castigará más duramente a la gente de ese pueblo que a la de Sodoma.» Jesús también dijo: «Habitantes del pueblo de Corazín, ¡qué mal les va a ir a ustedes! ¡Y también les va a ir mal a ustedes, los que viven en el pueblo de Betsaida! Si los milagros que hice entre ustedes los hubiera hecho entre los que viven en las ciudades de Tiro y de Sidón, hace tiempo que ellos habrían cambiado su modo de vivir. Se habrían vestido de ropas ásperas y se habrían echado ceniza en la cabeza para mostrar su arrepentimiento. Les aseguro que, en el día del juicio final, ustedes van a recibir un castigo mayor que el de ellos. »Habitantes del pueblo de Cafarnaúm, ¿creen que van a ser bien recibidos en el cielo? No, sino que van a ser enviados a lo más profundo del infierno.» Luego Jesús les dijo a sus discípulos: «Cualquiera que los escuche a ustedes, me escucha a mí. Cualquiera que los rechace, a mí me rechaza; y la persona que me rechaza, rechaza también a Dios, que fue quien me envió.» Los setenta y dos discípulos que Jesús había enviado regresaron muy contentos, y le dijeron: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen cuando los reprendemos en tu nombre! Jesús les dijo: —Yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder para que ni las serpientes ni los escorpiones les hagan daño, y para que derroten a Satanás, su enemigo. Sin embargo, no se alegren de que los malos espíritus los obedezcan. Alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el libro del cielo. En ese mismo momento, el Espíritu Santo hizo que Jesús sintiera mucha alegría. Entonces Jesús dijo: «Padre mío, que gobiernas el cielo y la tierra, te alabo porque has mostrado estas cosas a los niños y a los que son como ellos. En cambio, no se las mostraste a los que conocen mucho y son sabios, porque así lo has querido, Padre mío.» Luego Jesús le dijo a la gente que estaba con él: «Mi Padre me ha entregado todo, y nadie me conoce mejor que él. Y yo, que soy su Hijo, conozco mejor que nadie a Dios, mi Padre, y elijo a las personas que lo conocerán como yo.» Cuando Jesús se quedó a solas con sus discípulos, les dijo: «Dichosos ustedes, que pueden ver todo lo que sucede ahora. A muchos profetas y reyes les habría gustado ver y oír lo que ustedes ven y oyen ahora, pero no pudieron.» Un maestro de la Ley se acercó para ver si Jesús podía responder a una pregunta difícil, y le dijo: —Maestro, ¿qué debo hacer para tener la vida eterna? Jesús le respondió: —¿Sabes lo que dicen los libros de la Ley? El maestro de la Ley respondió: —“Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que vales y con todo lo que eres, y cada uno debe amar a su prójimo como se ama a sí mismo.” —¡Muy bien! —respondió Jesús—. Haz todo eso y tendrás la vida eterna. Pero el maestro de la Ley no quedó satisfecho con la respuesta de Jesús, así que insistió: —¿Y quién es mi prójimo? Entonces Jesús le puso este ejemplo: «Un día, un hombre iba de Jerusalén a Jericó. En el camino lo asaltaron unos ladrones y, después de golpearlo, le robaron todo lo que llevaba y lo dejaron medio muerto. »Por casualidad, por el mismo camino pasaba un sacerdote judío. Al ver a aquel hombre, el sacerdote se hizo a un lado y siguió su camino. Luego pasó por ese lugar otro judío, que ayudaba en el culto del templo; cuando este otro vio al hombre, se hizo a un lado y siguió su camino. »Pero también pasó por allí un extranjero, de la región de Samaria, y al ver a aquel hombre tirado en el suelo, le tuvo compasión. Se acercó, sanó sus heridas con vino y aceite, y le puso vendas. Lo subió sobre su burro, lo llevó a un pequeño hotel y allí lo cuidó. »Al día siguiente, el extranjero le dio dinero al encargado de la posada y le dijo: “Cuídeme bien a este hombre. Si el dinero que le dejo no alcanza para todos los gastos, a mi regreso yo le pagaré lo que falte.”» Jesús terminó el relato y le dijo al maestro de la Ley: —A ver, dime. De los tres hombres que pasaron por el camino, ¿cuál fue el prójimo del que fue maltratado por los ladrones? —El que se preocupó por él y lo cuidó —contestó el maestro de la Ley.
S. Lucas 10:1-37 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Después de esto, el Señor eligió a otros setenta y dos, y de dos en dos los envió delante de él a todas las ciudades y lugares adonde él tenía que ir. Les dijo: «Ciertamente, es mucha la mies, pero son pocos los segadores. Por tanto, pidan al Señor de la mies que envíe segadores a cosechar la mies. Y ustedes, pónganse en camino. Pero tengan en cuenta que yo los envío como a corderos en medio de lobos. No lleven bolsa, ni alforja, ni calzado; ni se detengan en el camino a saludar a nadie. En cualquier casa adonde entren, antes que nada digan: “Paz a esta casa.” Si allí hay gente de paz, la paz de ustedes reposará sobre esa gente; de lo contrario, la paz volverá a ustedes. Quédense en esa misma casa, y coman y beban lo que les den, porque el obrero es digno de su salario. No vayan de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren, y los reciban, coman lo que les ofrezcan. Sanen a los enfermos que allí haya, y díganles: “El reino de Dios se ha acercado a ustedes.” Pero si llegan a alguna ciudad y no los reciben, salgan a la calle y digan: “Hasta el polvo de su ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra ustedes. Pero sepan que el reino de Dios se ha acercado a ustedes.” Yo les digo que, en aquel día, el castigo para Sodoma será más tolerable que para aquella ciudad. »¡Ay de ti, Corazín! ¡Y ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en ustedes, ya hace tiempo que, sentadas en cilicio y cubiertas de ceniza, habrían mostrado su arrepentimiento. Por tanto, en el día del juicio, el castigo para Tiro y para Sidón será más tolerable que para ustedes. Y tú, Cafarnaún, que te elevas hasta los cielos, ¡hasta el Hades caerás abatida! »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí. El que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.» Cuando los setenta y dos volvieron, estaban muy contentos y decían: «Señor, en tu nombre, ¡hasta los demonios se nos sujetan!» Jesús les dijo: «Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren que yo les he dado a ustedes poder para aplastar serpientes y escorpiones, y para vencer a todo el poder del enemigo, sin que nada los dañe. Pero no se alegren de que los espíritus se les sujetan, sino de que los nombres de ustedes ya están escritos en los cielos.» En ese momento Jesús se regocijó en el Espíritu Santo, y dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque estas cosas las escondiste de los sabios y entendidos, y las revelaste a los niños. ¡Sí, Padre, porque así te agradó! Mi Padre me ha entregado todas las cosas, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre; ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.» Jesús se volvió a los discípulos, y aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque les digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron.» En ese momento, un intérprete de la ley se levantó y, para poner a prueba a Jesús, dijo: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Qué es lo que está escrito en la ley? ¿Qué lees allí?» El intérprete de la ley respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo.» Jesús le dijo: «Has contestado correctamente. Haz esto, y vivirás.» Pero aquel, queriendo justificarse a sí mismo, le preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?» Jesús le respondió: «Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones, que le robaron todo lo que tenía y lo hirieron, dejándolo casi muerto. Por el camino descendía un sacerdote, y aunque lo vio, siguió de largo. Cerca de aquel lugar pasó también un levita, y aunque lo vio, siguió de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, se acercó al hombre y, al verlo, se compadeció de él y le curó las heridas con aceite y vino, y se las vendó; luego lo puso sobre su cabalgadura y lo llevó a una posada, y cuidó de él. Al otro día, antes de partir, sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada, y le dijo: “Cuídalo. Cuando yo regrese, te pagaré todo lo que hayas gastado de más.” De estos tres, ¿cuál crees que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» Aquel respondió: «El que tuvo compasión de él.» Entonces Jesús le dijo: «Pues ve y haz tú lo mismo.»
S. Lucas 10:1-37 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Después de esto, el Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir. Les dijo: «Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven dinero ni provisiones ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie en el camino. Cuando entren en una casa, saluden primero, diciendo: “Paz a esta casa.” Y si allí hay gente de paz, su deseo de paz se cumplirá; pero si no, ustedes nada perderán. Quédense en la misma casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga. No anden de casa en casa. Al llegar a un pueblo donde los reciban, coman lo que les sirvan; sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.” Pero si llegan a un pueblo y no los reciben, salgan a las calles diciendo: “¡Hasta el polvo de su pueblo, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos como protesta contra ustedes! Pero sepan esto, que el reino de Dios ya está cerca de ustedes.” Les digo que en aquel día el castigo para ese pueblo será peor que para la gente de Sodoma. »¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho entre ustedes, ya hace tiempo que se habrían vuelto a Dios, cubiertos de ropas ásperas y sentados en ceniza. Pero en el día del juicio el castigo para ustedes será peor que para la gente de Tiro y Sidón. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás levantado hasta el cielo? ¡Bajarás hasta lo más hondo del abismo! »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.» Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre! Jesús les dijo: —Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño. Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo. En aquel momento, Jesús, lleno de alegría por el Espíritu Santo, dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos. Sí, Padre, porque así lo has querido. »Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre; y nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquellos a quienes el Hijo quiera darlo a conocer.» Volviéndose a los discípulos, les dijo a ellos solos: «Dichosos quienes vean lo que ustedes están viendo; porque les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver esto que ustedes ven, y no lo vieron; quisieron oír esto que ustedes oyen, y no lo oyeron.» Un maestro de la ley fue a hablar con Jesús, y para ponerlo a prueba le preguntó: —Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la vida eterna? Jesús le contestó: —¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees? El maestro de la ley contestó: —“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”; y, “ama a tu prójimo como a ti mismo.” Jesús le dijo: —Has contestado bien. Si haces eso, tendrás la vida. Pero el maestro de la ley, queriendo justificar su pregunta, dijo a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo? Jesús entonces le contestó: —Un hombre iba por el camino de Jerusalén a Jericó, y unos bandidos lo asaltaron y le quitaron hasta la ropa; lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote pasaba por el mismo camino; pero al verlo, dio un rodeo y siguió adelante. También un levita llegó a aquel lugar, y cuando lo vio, dio un rodeo y siguió adelante. Pero un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino, al verlo, sintió compasión. Se acercó a él, le curó las heridas con aceite y vino, y le puso vendas. Luego lo subió en su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. Al día siguiente, el samaritano sacó el equivalente al salario de dos días, se lo dio al dueño del alojamiento y le dijo: “Cuide a este hombre, y si gasta usted algo más, yo se lo pagaré cuando vuelva.” Pues bien, ¿cuál de esos tres te parece que se hizo prójimo del hombre asaltado por los bandidos? El maestro de la ley contestó: —El que tuvo compasión de él. Jesús le dijo: —Pues ve y haz tú lo mismo.
S. Lucas 10:1-37 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir. Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros. Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios. Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros. Y os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad. ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por tanto, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que hasta los cielos eres levantada, hasta el Hades serás abatida. El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que me desecha a mí, desecha al que me envió. Volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. Y volviéndose a los discípulos, les dijo aparte: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron. Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquel, respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás. Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese. ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
S. Lucas 10:1-37 La Biblia de las Américas (LBLA)
Después de esto, el Señor designó a otros setenta, y los envió de dos en dos delante de Él, a toda ciudad y lugar adonde Él había de ir. Y les decía: La mies es mucha, pero los obreros pocos; rogad, por tanto, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y a nadie saludéis por el camino. En cualquier casa que entréis, decid primero: «Paz a esta casa». Y si hay allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; pero si no, se volverá a vosotros. Permaneced entonces en esa casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. En cualquier ciudad donde entréis y os reciban, comed lo que os sirvan; sanad a los enfermos que haya en ella, y decidles: «Se ha acercado a vosotros el reino de Dios». Pero en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, salid a sus calles, y decid: «Hasta el polvo de vuestra ciudad que se pega a nuestros pies, nos lo sacudimos en protesta contra vosotros; empero sabed esto: que el reino de Dios se ha acercado». Os digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma que para aquella ciudad. ¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti Betsaida! Porque si los milagrosque se hicieron en vosotras hubieran sido hechos en Tiro y Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido sentados en cilicio y ceniza. Por eso, en el juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Capernaúm, ¿acaso serás elevada hasta los cielos? ¡Hasta el Hadesserás hundida! El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y el que a mí me rechaza, rechaza al que me envió. Los setenta regresaron con gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y Él les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad, os he dado autoridad para hollar sobre serpientes y escorpiones, y sobre todo el poder del enemigo, y nada os hará daño. Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sometan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. En aquella misma hora Él se regocijó mucho en el Espíritu Santo, y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado. Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Y volviéndose hacia los discípulos, les dijo aparte: Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Y he aquí, cierto intérprete de la ley se levantó, y para ponerle a prueba dijo: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Quélees en ella? Respondiendo él, dijo: AMARáS AL SEÑOR TU DIOS CON TODO TU CORAZóN, Y CON TODA TU ALMA, Y CON TODA TU FUERZA, Y CON TODA TU MENTE; Y A TU PRóJIMO COMO A TI MISMO. Entonces Jesús le dijo: Has respondido correctamente; HAZ ESTO Y VIVIRáS. Pero queriendo él justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús, dijo: Cierto hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, los cuales después de despojarlo y de darle golpes, se fueron, dejándolo medio muerto. Por casualidad cierto sacerdote bajaba por aquel camino, y cuando lo vio, pasó por el otro lado del camino. Del mismo modo, también un levita, cuando llegó al lugar y lo vio, pasó por el otro lado del camino. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó adonde él estaba; y cuando lo vio, tuvo compasión, y acercándose, le vendó sus heridas, derramando aceite y vino sobre ellas; y poniéndolo sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un mesón y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al mesonero, y dijo: «Cuídalo, y todo lo demás que gastes, cuando yo regrese te lo pagaré». ¿Cuál de estos tres piensas tú que demostró ser prójimo del que cayó en manos de los salteadores? Y él dijo: El que tuvo misericordia de él. Y Jesús le dijo: Ve y haz tú lo mismo.
S. Lucas 10:1-37 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Después el Señor escogió a otros setenta y dos discípulos y los envió de dos en dos delante de él a todas las ciudades y los lugares que tenía pensado visitar. Y les dio las siguientes instrucciones: «La cosecha es grande, pero los obreros son pocos. Así que oren al Señor que está a cargo de la cosecha; pídanle que envíe más obreros a sus campos. Ahora vayan, y recuerden que los envío como ovejas en medio de lobos. No lleven con ustedes nada de dinero, ni bolso de viaje, ni un par de sandalias de repuesto; y no se detengan a saludar a nadie por el camino. »Cuando entren en la casa de alguien, primero digan: “La paz de Dios sea sobre esta casa”. Si los que viven en la casa son gente de paz, la bendición permanecerá; si no lo son, la bendición regresará a ustedes. No cambien de una casa a otra. Quédense en un lugar, coman y beban lo que les den. No duden en aceptar la hospitalidad, porque los que trabajan merecen recibir su salario. »Si entran en un pueblo donde los reciben bien, coman todo lo que les ofrezcan. Sanen a los enfermos y díganles: “El reino de Dios ahora está cerca de ustedes”. Pero si un pueblo se niega a recibirlos bien, salgan a las calles y digan: “Nos limpiamos de los pies hasta el polvo de su ciudad para mostrar que los abandonamos a su suerte. Y sepan esto: ¡el reino de Dios está cerca!”. Les aseguro que, el día del juicio, le irá mejor a la perversa Sodoma que a ese pueblo. »¡Qué aflicción les espera, Corazín y Betsaida! Pues, si en las perversas ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran hecho los milagros que hice entre ustedes, hace tiempo sus habitantes se habrían arrepentido de sus pecados vistiéndose de tela áspera y echándose ceniza sobre la cabeza en señal de remordimiento. Así es, el día del juicio, les irá mejor a Tiro y Sidón que a ustedes. Y ustedes, los de Capernaúm, ¿serán honrados en el cielo? No, descenderán al lugar de los muertos». Entonces dijo a sus discípulos: «El que acepta el mensaje de ustedes me acepta también a mí. El que los rechaza a ustedes a mí me rechaza. Y el que me rechaza a mí rechaza a Dios, quien me envió». Cuando los setenta y dos discípulos regresaron, le informaron llenos de alegría: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen cuando usamos tu nombre! —Sí —les dijo—. Vi a Satanás caer del cielo como un rayo. Miren, les he dado autoridad sobre todos los poderes del enemigo; pueden caminar entre serpientes y escorpiones y aplastarlos. Nada les hará daño. Pero no se alegren de que los espíritus malignos los obedezcan; alégrense porque sus nombres están escritos en el cielo. En esa misma ocasión, Jesús se llenó del gozo del Espíritu Santo y dijo: «Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se creen sabios e inteligentes y por revelárselas a los que son como niños. Sí, Padre, te agradó hacerlo de esa manera. »Mi Padre me ha confiado todo. Nadie conoce verdaderamente al Hijo excepto el Padre, y nadie conoce verdaderamente al Padre excepto el Hijo y aquellos a quienes el Hijo decide revelarlo». Después, cuando estuvieron a solas, se volvió a sus discípulos y les dijo: «Benditos los ojos que ven lo que ustedes han visto. Les digo que muchos profetas y reyes anhelaron ver lo que ustedes ven, pero no lo vieron; y anhelaron oír lo que ustedes oyen, pero no lo oyeron». Cierto día, un experto en la ley religiosa se levantó para probar a Jesús con la siguiente pregunta: —Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús contestó: —¿Qué dice la ley de Moisés? ¿Cómo la interpretas? El hombre contestó: —“Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu fuerza y con toda tu mente” y “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. —¡Correcto! —le dijo Jesús—. ¡Haz eso y vivirás! El hombre quería justificar sus acciones, entonces le preguntó a Jesús: —¿Y quién es mi prójimo? Jesús respondió con una historia: —Un hombre judío bajaba de Jerusalén a Jericó y fue atacado por ladrones. Le quitaron la ropa, le pegaron y lo dejaron medio muerto al costado del camino. »Un sacerdote pasó por allí de casualidad, pero cuando vio al hombre en el suelo, cruzó al otro lado del camino y siguió de largo. Un ayudante del templo pasó y lo vio allí tirado, pero también siguió de largo por el otro lado. »Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”. »Ahora bien, ¿cuál de los tres te parece que fue el prójimo del hombre atacado por los bandidos? —preguntó Jesús. El hombre contestó: —El que mostró compasión. Entonces Jesús le dijo: —Así es, ahora ve y haz lo mismo.