S. Juan 1:14-51
S. Juan 1:14-51 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y contemplamos su gloria, la gloria que corresponde al Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él y a voz en cuello proclamó: «Este es aquel de quien yo decía: “El que viene después de mí es superior a mí, porque existía antes que yo”». De su plenitud todos recibimos gracia sobre gracia, pues la Ley fue dada por medio de Moisés, mientras que la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto nunca; el Hijo único, que es Dios y que vive en unión íntima con el Padre, nos lo ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza: —Yo no soy el Cristo. —¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías? —No lo soy. —¿Eres el profeta? —No lo soy. —Entonces, ¿quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Juan respondió con las palabras del profeta Isaías: —“Yo soy la voz de uno que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino para el Señor’ ”. Los que habían sido enviados eran de los fariseos. Ellos preguntaron: —Pues, si no eres el Cristo ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan respondió: —Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen y que viene después de mí, al cual yo no soy digno ni siquiera de desatarle la correa de las sandalias. Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús que se acercaba a él y dijo: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! De este hablaba yo cuando dije: “Después de mí viene un hombre que es superior a mí, porque existía antes que yo”. Yo ni siquiera lo conocía, pero para que él se revelara al pueblo de Israel, vine bautizando con agua». Juan declaró: «Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él. Yo mismo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende y permanece es el que bautiza con el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y por eso testifico que este es el Hijo de Dios». Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos lo oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa “Maestro”.) —Vengan a ver —contestó Jesús. Ellos fueron, pues, y vieron dónde se hospedaba. Ese mismo día se quedaron con él. Eran como las cuatro de la tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que, al oír a Juan, había seguido a Jesús. Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías —es decir, el Cristo. Luego lo llevó a Jesús, quien lo miró y dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan. Serás llamado Cefas —es decir, Pedro. Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe y lo llamó: «Sígueme». Felipe era del pueblo de Betsaida, lo mismo que Andrés y Pedro. Felipe buscó a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la Ley y de quien escribieron los profetas. —¡De Nazaret! —respondió Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? —Ven a ver —contestó Felipe. Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, comentó: —Aquí tienen a un verdadero israelita en quien no hay falsedad. —¿De dónde me conoces? —preguntó Natanael. Jesús respondió: —Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto. —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel! —declaró Natanael. Jesús le dijo: —¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aún cosas más grandes que estas! Y añadió con firmeza: —Les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
S. Juan 1:14-51 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Aquel que es la Palabra habitó entre nosotros y fue como uno de nosotros. Vimos el poder que le pertenece como Hijo único de Dios, pues nos ha mostrado todo el amor y toda la verdad. Juan habló de aquel que era la Palabra, y anunció: «Ya les había dicho que él estaba por llegar. Él es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo existiera.» Dios nos dio a conocer sus leyes por medio de Moisés, pero por medio de Jesucristo nos hizo conocer el amor y la verdad. Nadie ha visto a Dios jamás; pero el Hijo único, que está más cerca del Padre, y que es Dios mismo, nos ha enseñado cómo es él. Gracias a lo que el Hijo de Dios es, hemos recibido muchas bendiciones. Los jefes de los judíos que vivían en Jerusalén enviaron a algunos sacerdotes, y a otros ayudantes del templo, para que le preguntaran a Juan quién era él. Juan les respondió claramente: —Yo no soy el Mesías. Y ellos volvieron a preguntarle: —¿Eres Elías? Juan les respondió: —No; no soy Elías. Pero los sacerdotes y sus acompañantes insistieron: —¿Eres tú el profeta que Dios iba a enviar? —No —dijo Juan. Finalmente, le dijeron: —Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. Dinos, ¿quién eres tú? Juan les hizo recordar: —Yo soy el que grita en el desierto: “Prepárenle el camino al Señor”. Entonces los mensajeros de los fariseos le dijeron a Juan: —Si tú no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan contestó: —Yo bautizo con agua. Pero hay entre ustedes uno a quien todavía no conocen. Aunque yo he llegado antes, él es más importante que yo, y ni siquiera merezco ser su esclavo. Todo esto pasó en el pueblo de Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan bautizaba. Al día siguiente, Juan vio que Jesús se acercaba. Entonces le dijo a toda la gente: «¡Aquí viene el Cordero de Dios que quita el pecado de la gente del mundo! Por medio de él, Dios les perdonará a ustedes todos sus pecados. Yo me refería a él cuando dije: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existe desde antes de que yo naciera.” Yo no sabía quién era, pero Dios me mandó a bautizar con agua para que todos puedan conocerlo. »Yo vi cuando el Espíritu de Dios bajaba del cielo en forma de paloma y se colocaba sobre él. No sabía yo quién era él, pero Dios me dijo: “Conocerás al que bautiza con el Espíritu Santo cuando veas que mi Espíritu baja y se coloca sobre él.” Ahora lo he visto, y les aseguro que él es el Hijo de Dios.» Al día siguiente, Juan estaba en el mismo lugar con dos de sus discípulos. Cuando vio que Jesús pasaba por allí, les dijo: «¡Miren, aquí viene el Cordero de Dios!» Al oír eso, los dos discípulos lo siguieron. Jesús se dio vuelta y, al ver que lo seguían, les preguntó qué querían. Ellos le preguntaron: —¿Dónde vives, Maestro? —Síganme y lo verán —contestó Jesús. Ellos fueron y vieron dónde vivía Jesús; y como eran casi las cuatro de la tarde, se quedaron con él por el resto del día. Uno de ellos era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Lo primero que hizo Andrés fue buscar a su hermano Simón. Cuando lo encontró, le dijo: «¡Hemos encontrado al Mesías, es decir, al Cristo!» Entonces Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús. Cuando Jesús vio a Simón, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero ahora te vas a llamar Cefas, es decir, Pedro». Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Allí encontró a Felipe, que era de Betsaida, el pueblo donde vivían Andrés y Pedro. Jesús le dijo a Felipe: «Sígueme». Luego Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Biblia, y del que también hablan los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José. Natanael preguntó: —¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? —Ven y lo verás —contestó Felipe. Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: —Aquí viene un verdadero israelita, un hombre realmente sincero. Natanael le preguntó: —¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió: —Me fijé en ti cuando estabas bajo la higuera, antes que Felipe te llamara. Entonces Natanael respondió: —Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel! Jesús le dijo: —¿Crees esto solo porque dije que te vi debajo de la higuera? Pues todavía verás cosas más sorprendentes que estas. Y luego les dijo a todos: «Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y verán también a los ángeles de Dios subir y bajar sobre mí, que soy el Hijo del hombre.»
S. Juan 1:14-51 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), en plenitud de gracia y de verdad. De la Palabra Juan dio testimonio, y clamó diciendo: «De aquel que es la Palabra es de quien yo decía: “Viene después de mí, pero es anterior a mí; porque ya existía antes que yo.”» Ciertamente de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo vio jamás; quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre. Este es el testimonio de Juan. Cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntaran: «Tú, ¿quién eres?», Juan confesó, y no negó, sino que confesó: «Yo no soy el Cristo.» Y le preguntaron: «Entonces, ¿qué? ¿Eres Elías?» Dijo: «No lo soy.» «¿Entonces eres el profeta?» Y él respondió: «No.» Le dijeron: «¿Quién eres, entonces? Para que demos respuesta a los que nos enviaron, ¿qué dices de ti mismo?» Juan dijo: «Yo soy la voz que clama en el desierto: “Enderecen el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías.» Los que habían sido enviados eran de los fariseos, y le preguntaron: «Entonces, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta, ¿por qué bautizas?» Juan les respondió: «Yo bautizo con agua; pero en medio de ustedes está uno, a quien ustedes no conocen. Este viene después de mí, del cual no soy digno de desatar la correa de su calzado.» Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. El siguiente día Juan vio que Jesús venía hacia él, y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Él es de quien yo dije: “Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.” Yo no lo conocía; pero vine bautizando con agua para esto: para que él fuera manifestado a Israel.» Juan también dio testimonio y dijo: «Vi al Espíritu descender del cielo como paloma, y permanecer sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu desciende, y que permanece sobre él, es el que bautiza con el Espíritu Santo.” Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios.» Al día siguiente, Juan estaba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús, que andaba por allí, dijo: «Este es el Cordero de Dios.» Los dos discípulos lo oyeron hablar, y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les dijo: «¿Qué buscan?» Ellos le dijeron: «Rabí (que traducido significa “Maestro”), ¿dónde vives?» Les dijo: «Vengan y vean.» Ellos fueron, y vieron dónde vivía, y se quedaron con él aquel día, porque ya eran como las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este halló primero a Simón, su hermano, y le dijo: «Hemos hallado al Mesías (que traducido significa “el Cristo”).» Entonces lo llevó a Jesús, quien al verlo dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro ).» Al día siguiente, Jesús quiso ir a Galilea, y halló a Felipe y le dijo: «Sígueme.» Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Y Felipe halló a Natanael y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret.» Natanael le dijo: «¿Y de Nazaret puede salir algo bueno?» Y le dijo Felipe: «Ven a ver.» Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, dijo de él: «Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay engaño.» Natanael le dijo: «¿Y de dónde me conoces?» Jesús le respondió: «Te vi antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera.» Natanael le dijo: «Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios!; ¡tú eres el Rey de Israel!» Jesús le respondió: «¿Crees solo porque te dije que te vi debajo de la higuera? ¡Pues cosas mayores que estas verás!» También le dijo: «De cierto, de cierto les digo, que de aquí en adelante verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del Hombre.»
S. Juan 1:14-51 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Aquel que es la Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros. Y hemos visto su gloria, la gloria que recibió del Padre, por ser su Hijo único, abundante en amor y verdad. Juan dio testimonio de él, diciendo: «Este es aquel a quien yo me refería cuando dije que el que viene después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo.» De su abundancia todos hemos recibido un don en vez de otro; porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor y la verdad se han hecho realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con el Padre, es quien nos lo ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, cuando las autoridades judías enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle a Juan quién era él. Y él confesó claramente: —Yo no soy el Mesías. Le volvieron a preguntar: —¿Quién eres, pues? ¿El profeta Elías? Juan dijo: —No lo soy. Ellos insistieron: —Entonces, ¿eres el profeta que ha de venir? Contestó: —No. Le dijeron: —¿Quién eres, pues? Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué nos puedes decir de ti mismo? Juan les contestó: —Yo soy una voz que grita en el desierto: “Abran un camino derecho para el Señor”, tal como dijo el profeta Isaías. Los que fueron enviados por los fariseos a hablar con Juan, le preguntaron: —Pues si no eres el Mesías, ni Elías ni el profeta, ¿por qué bautizas? Juan les contestó: —Yo bautizo con agua; pero entre ustedes hay uno que no conocen y que viene después de mí. Yo ni siquiera merezco desatarle la correa de sus sandalias. Todo esto sucedió en el lugar llamado Betania, al otro lado del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio a Jesús, que se acercaba a él, y dijo: «¡Miren, ese es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! A él me refería yo cuando dije: “Después de mí viene uno que es más importante que yo, porque existía antes que yo.” Yo mismo no sabía quién era; pero he venido bautizando con agua precisamente para que el pueblo de Israel lo conozca.» Juan también declaró: «He visto al Espíritu Santo bajar del cielo como una paloma, y reposar sobre él. Yo todavía no sabía quién era; pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel sobre quien veas que el Espíritu baja y reposa, es el que bautiza con Espíritu Santo.” Yo ya lo he visto, y soy testigo de que es el Hijo de Dios.» Al día siguiente, Juan estaba allí otra vez con dos de sus seguidores. Cuando vio pasar a Jesús, Juan dijo: —¡Miren, ese es el Cordero de Dios! Los dos seguidores de Juan lo oyeron decir esto, y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que lo seguían les preguntó: —¿Qué están buscando? Ellos dijeron: —Maestro, ¿dónde vives? Jesús les contestó: —Vengan a verlo. Fueron, pues, y vieron dónde vivía, y pasaron con él el resto del día, porque ya eran como las cuatro de la tarde. Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús, era Andrés, hermano de Simón Pedro. Al primero que Andrés se encontró fue a su hermano Simón, y le dijo: —Hemos encontrado al Mesías (que significa: Cristo). Luego Andrés llevó a Simón a donde estaba Jesús; cuando Jesús lo vio, le dijo: —Tú eres Simón, hijo de Juan, pero tu nombre será Cefas (que significa: Pedro). Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Encontró a Felipe, y le dijo: —Sígueme. Este Felipe era del pueblo de Betsaida, de donde eran también Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en los libros de la ley, y de quien también escribieron los profetas. Es Jesús, el hijo de José, el de Nazaret. Dijo Natanael: —¿Acaso de Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le contestó: —Ven y compruébalo. Cuando Jesús vio acercarse a Natanael, dijo: —Aquí viene un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Natanael le preguntó: —¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió: —Te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera. Natanael le dijo: —Maestro, ¡tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel! Jesús le contestó: —¿Me crees solamente porque te he dicho que te vi debajo de la higuera? Pues vas a ver cosas más grandes que estas. También dijo Jesús: —Les aseguro que ustedes verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.
S. Juan 1:14-51 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres? Confesó, y no negó, sino confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y respondió: No. Le dijeron: ¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. Y los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron, y le dijeron: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado. Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras? Les dijo: Venid y ved. Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día; porque era como la hora décima. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). Y le trajo a Jesús. Y mirándole Jesús, dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (que quiere decir, Pedro). El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme. Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Respondió Jesús y le dijo: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo: De cierto, de cierto os digo: De aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre.
S. Juan 1:14-51 La Biblia de las Américas (LBLA)
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan dio* testimonio de Él y clamó, diciendo: Este era del que yo decía: «El que viene después de mí, es antes de mí, porque era primero que yo». Pues de su plenitud todos hemos recibido, y gracia sobre gracia. Porque la ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad fueron hechas realidad por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el unigénito Dios, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer. Este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas de Jerusalén a preguntarle: ¿Quién eres tú? Y él confesó y no negó; confesó: Yo no soy el Cristo. Y le preguntaron: ¿Entonces, qué? ¿Eres Elías? Y él dijo*: No soy. ¿Eres el profeta? Y respondió: No. Entonces le dijeron: ¿Quién eres?, para que podamos dar respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? Él dijo: Yo soy LA VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO: «ENDEREZAD EL CAMINO DEL SEÑOR», como dijo el profeta Isaías. Los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron, y le dijeron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta? Juan les respondió, diciendo: Yo bautizo en agua, pero entre vosotros está Uno a quien no conocéis. Él es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia. Estas cosas sucedieron en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente vio* a Jesús que venía hacia él, y dijo*: He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: «Después de mí viene un hombre que es antes de mí porque era primero que yo». Y yo no le conocía, pero para que Él fuera manifestado a Israel, por esto yo vine bautizando en agua. Juan dio también testimonio, diciendo: He visto al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y se posó sobre Él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua me dijo: «Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y posarse sobre Él, este es el que bautiza en el Espíritu Santo». Y yo le he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios. Al día siguiente Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos, y vio a Jesús que pasaba, y dijo*: He ahí el Cordero de Dios. Y los dos discípulos le oyeron hablar, y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y viendo que le seguían, les dijo*: ¿Qué buscáis? Y ellos le dijeron: Rabí (que traducido quiere decir, Maestro), ¿dónde te hospedas? Él les dijo*: Venid y veréis. Entonces fueron y vieron dónde se hospedaba; y se quedaron con Él aquel día, porque era como la hora décima. Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús era Andrés, hermano de Simón Pedro. El encontró* primero a su hermano Simón, y le dijo*: Hemos hallado al Mesías (que traducido quiere decir, Cristo). Entonces lo trajo a Jesús. Jesús mirándolo, dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan; tú serás llamado Cefas (que quiere decir: Pedro). Al día siguiente Jesús se propuso salir para Galilea, y encontró* a Felipe, y le dijo*: Sígueme. Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encontró* a Natanael y le dijo*: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley, y también los profetas, a Jesús de Nazaret, el hijo de José. Y Natanael le dijo: ¿Puede algo bueno salir de Nazaret? Felipe le dijo*: Ven, y ve. Jesús vio venir a Natanael y dijo* de él: He aquí un verdadero israelita en quien no hay engaño. Natanael le dijo*: ¿Cómo es que me conoces? Jesús le respondió y le dijo: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael le respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Respondió Jesús y le dijo: ¿Porque te dije que te vi debajo de la higuera, crees? Cosas mayores que estas verás. Y le dijo*: En verdad, en verdad os digo que veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre.
S. Juan 1:14-51 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre. Juan dio testimonio de él cuando clamó a las multitudes: «A él me refería yo cuando decía: “Alguien viene después de mí que es muy superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”». De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra. Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios. Este fue el testimonio que dio Juan cuando los líderes judíos enviaron sacerdotes y ayudantes del templo desde Jerusalén para preguntarle: —¿Quién eres? Él dijo con toda franqueza: —Yo no soy el Mesías. —Bien. Entonces, ¿quién eres? —preguntaron—. ¿Eres Elías? —No —contestó. —¿Eres el Profeta que estamos esperando? —No. —Entonces, ¿quién eres? Necesitamos alguna respuesta para los que nos enviaron. ¿Qué puedes decirnos de ti mismo? Juan contestó con las palabras del profeta Isaías: «Soy una voz que clama en el desierto: “¡Abran camino para la llegada del SEÑOR!”». Entonces los fariseos que habían sido enviados le preguntaron: —Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, ¿con qué derecho bautizas? Juan les dijo: —Yo bautizo con agua, pero aquí mismo, en medio de la multitud, hay alguien a quien ustedes no reconocen. Aunque su servicio viene después del mío, yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo, ni de desatar las correas de sus sandalias. Ese encuentro ocurrió en Betania, una región situada al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando. Al día siguiente, Juan vio que Jesús se le acercaba y dijo: «¡Miren! ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! A él me refería cuando yo decía: “Después de mí, vendrá un hombre que es superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”. No lo reconocí como el Mesías, aunque estuve bautizando con agua para que él fuera revelado a Israel». Entonces Juan dio testimonio: «Vi al Espíritu Santo descender del cielo como una paloma y reposar sobre él. Yo no sabía que era el Mesías, pero cuando Dios me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel, sobre quien veas que el Espíritu desciende y reposa, es el que bautizará con el Espíritu Santo”. Vi que eso sucedió con Jesús, por eso doy testimonio de que él es el Elegido de Dios». Al día siguiente, Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos. Al pasar Jesús, Juan lo miró y declaró: «¡Miren! ¡Ahí está el Cordero de Dios!». Cuando los dos discípulos de Juan lo oyeron, siguieron a Jesús. Jesús miró a su alrededor y vio que ellos lo seguían. —¿Qué quieren? —les preguntó. Ellos contestaron: —Rabí (que significa “Maestro”), ¿dónde te hospedas? —Vengan y vean —les dijo. Eran como las cuatro de la tarde cuando lo acompañaron al lugar donde se hospedaba, y se quedaron el resto del día con él. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de estos hombres que, al oír lo que Juan dijo, siguieron a Jesús. Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que significa «Cristo»). Luego Andrés llevó a Simón, para que conociera a Jesús. Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tu nombre es Simón hijo de Juan, pero te llamarás Cefas» (que significa «Pedro»). Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe y le dijo: «Ven, sígueme». Felipe era de Betsaida, el pueblo natal de Andrés y Pedro. Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo: —¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret. —¡Nazaret! —exclamó Natanael—. ¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? —Ven y compruébalo tú mismo —le respondió Felipe. Mientras ellos se acercaban, Jesús dijo: —Aquí viene un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro. —¿Cómo es que me conoces? —le preguntó Natanael. —Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara —contestó Jesús. Entonces Natanael exclamó: —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel! Jesús le preguntó: —¿Crees eso solo porque te dije que te había visto debajo de la higuera? Verás cosas más grandes que esta. Y agregó: «Les digo la verdad, todos ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre, quien es la escalera entre el cielo y la tierra».