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Jeremías 9:1-26

Jeremías 9:1-26 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

¡Ojalá mi cabeza fuera un manantial y mis ojos una fuente de lágrimas, para llorar de día y de noche por los muertos de mi pueblo! ¡Ojalá tuviera yo en el desierto una posada junto al camino! Abandonaría a mi pueblo y me alejaría de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, son una banda de traidores. «Tensan su lengua como un arco; en el país prevalece la mentira, no la verdad, porque van de mal en peor y a mí no me conocen», afirma el SEÑOR. «Cuídese cada uno de su amigo, no confíe ni siquiera en el hermano, porque todo hermano engaña y todo amigo calumnia. Se engañan unos a otros; no se hablan con la verdad. Han enseñado a sus lenguas a mentir y pecan hasta el cansancio. Tú, Jeremías, vives en medio de engañadores, que por su engaño no quieren reconocerme», afirma el SEÑOR. Por eso, así dice el SEÑOR de los Ejércitos: «Voy a refinarlos, a ponerlos a prueba. ¿Qué más puedo hacer con mi pueblo? Su lengua es una flecha mortífera, su boca solo sabe engañar; hablan cordialmente con su amigo, mientras en su interior le tienden una trampa. ¿Y no los he de castigar por esto? ¿Acaso no he de vengarme de semejante nación?», afirma el SEÑOR. Lloraré y gemiré por los montes, me lamentaré por los prados del desierto, porque están desolados: ya nadie los transita ni se escuchan los mugidos del ganado. Desde las aves del cielo hasta los animales del campo, todos han huido. «Convertiré a Jerusalén en un montón de ruinas, en una guarida de chacales. Convertiré en ruinas las ciudades de Judá; ¡las dejaré sin habitantes!». ¿Quién es tan sabio como para entender esto? ¿A quién habló el SEÑOR para que lo anuncie? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto por el que nadie pasa? El SEÑOR dice: «Porque ellos abandonaron la Ley que yo les entregué; no me obedecieron ni vivieron conforme a ella. Siguieron la terquedad de su corazón; se fueron tras los baales, como les habían enseñado sus antepasados». Por eso, así dice el SEÑOR de los Ejércitos, el Dios de Israel: «A este pueblo le daré a comer alimentos amargos y a beber agua envenenada. Los dispersaré entre naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron; los perseguiré con espada hasta aniquilarlos». Así dice el SEÑOR de los Ejércitos: «¡Presten atención! Llamen a las plañideras. Que vengan las más hábiles. Que se den prisa, que hagan lamentación por nosotros. Nuestros ojos se inundarán de lágrimas y brotará de nuestros párpados el llanto. Desde Sión se escuchan quejidos y lamentos: “Hemos sido devastados; nos han avergonzado por completo. Tenemos que abandonar nuestra tierra, porque han derribado nuestras casas”». Escuchen, mujeres, la palabra del SEÑOR; reciban sus oídos la palabra de su boca. Enseñen a sus hijas a entonar endechas; que unas a otras se enseñen este lamento: «La muerte se ha metido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios; ha eliminado en las calles a los niños y en las plazas a los jóvenes». Habla: «Así dice el SEÑOR: »“Yacen tendidos los cadáveres como estiércol sobre los campos, como gavillas que caen tras el segador, sin que nadie las recoja”». Así dice el SEÑOR: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de conocerme y de comprender que yo soy el SEÑOR, que actúo en la tierra con gran amor, derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada», afirma el SEÑOR. «Vienen días —afirma el SEÑOR—, en que castigaré al que haya sido circuncidado solo del prepucio: castigaré a Egipto, Judá, Edom, Amón, Moab; también, a todos los que viven en el desierto y se rapan las sienes. Todas las naciones son incircuncisas, pero el pueblo de Israel es incircunciso de corazón».

Jeremías 9:1-26 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

1 (8.23) »¡Quisiera tener lágrimas suficientes, para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo! 2 (1) ¡Quisiera huir al desierto, para alejarme de los que aún viven! Todos ellos son unos infieles; ¡son una banda de traidores!» 3 (2) Dios dijo: «Esta gente dice que me ama, pero en este país todos mienten y todo va de mal en peor. ¡Este pueblo dice más mentiras que las flechas que un guerrero dispara en la batalla! 4-6 (3-5) »Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad. Todos se cuidan de todos, porque entre hermanos se engañan y hasta entre amigos se mienten. ¡Están acostumbrados a mentir, y no se cansan de pecar! Esta gente no quiere confiar en mí. Les juro que así es». 7 (6) Por eso yo, el todopoderoso Dios de Israel, digo: «Voy a hacer sufrir a mi pueblo, a ver si así cambia; ¿qué más puedo hacer con ellos? 8 (7) Solo saben decir mentiras; ¡su lengua hiere más que una flecha! Les desean lo mejor a sus amigos, pero eso son solo palabras, pues lo que en verdad quieren es tenderles una trampa. 9 (8) ¡Por eso voy a castigarlos y a darles su merecido! Les juro que así será. 10 (9) »Por montañas y desiertos los haré llorar y se oirán sus lamentos. Las praderas quedarán desiertas, pues ya nadie pasará por ellas. Ya no se oirán los mugidos del ganado, y desaparecerán por completo las aves del cielo y los animales del campo. 11 (10) Destruiré las ciudades de Judá, y las dejaré sin gente. Dejaré a la ciudad de Jerusalén hecha un montón de ruinas. ¡En ese lugar vivirán solo los perros salvajes!» 12 (11) Jeremías dijo: «¿Por qué está tan arruinado el país? Ya nadie pasa por aquí. ¡Hasta parece un desierto! ¿Quién puede entender esto? ¿Hay algún profeta que nos hable de parte de Dios, y nos lo pueda explicar? 13 (12) Dios dice que esto le pasó a su pueblo porque no le obedecieron ni vivieron de acuerdo con sus enseñanzas. 14 (13) Más bien, siguieron el ejemplo de sus antepasados, fueron necios y adoraron a los dioses falsos. 15 (14) También dice el todopoderoso Dios de Israel que le dará a este pueblo comida podrida y agua envenenada, 16 (15) y que los dispersará por naciones que ni ellos ni sus antepasados conocieron. ¡Los perseguirá espada en mano, hasta que ninguno de ellos quede con vida!» 17-18 (16-17) Así dice el Dios todopoderoso: «¡Préstenme atención! ¡Llamen a las mujeres que se contratan para llorar por los muertos! ¡Traigan a las más expertas y que empiecen a llorar por ustedes! Sus ojos se llenarán de lágrimas; el llanto correrá por sus mejillas. 19 (18) »Por todo el país se escuchan gritos y lamentos: “Estamos destruidos y llenos de vergüenza. Nuestras casas han sido derribadas; tenemos que abandonar nuestro país”. 20 (19) »¡Escúchenme bien, lloronas profesionales! ¡Presten atención a mis palabras! Enséñenles a sus hijas y amigas a entonar canciones fúnebres; enséñenles a cantar este lamento: 21 (20) “La muerte entró a nuestros palacios; se metió por nuestras ventanas, y mató a los niños que jugaban en la calle y a los jóvenes que se reunían en las plazas. 22 (21) Sus cadáveres quedaron en el suelo como el grano que se cae al cosecharlo; ¡quedaron desparramados como basura, sin que nadie los levantara!” »Les juro que así será. 23 (22) »Que nadie se sienta orgulloso: ni el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. 24 (23) Si alguien quiere sentirse orgulloso, que se sienta orgulloso de mí y de que me obedece. ¡Eso es conocerme! Pues yo actúo en la tierra con amor, y amo la justicia y la rectitud. 25-26 (24-25) »Vienen días en que yo castigaré a los habitantes de Egipto, Edom, Amón y Moab. Y también castigaré a los que viven en el desierto, porque ellos se afeitan las patillas para adorar a los muertos, y además se circuncidan. Pero eso no significa que todas estas naciones pertenezcan a mi pueblo. A los habitantes de Judá también los castigaré, pues aunque también se circuncidan, en realidad no me obedecen».

Jeremías 9:1-26 Reina Valera Contemporánea (RVC)

¡Cómo quisiera yo que mi cabeza fuera un mar, y mis ojos un manantial de lágrimas! ¡Así podría llorar día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo! ¡Cómo quisiera que alguien me diera en el desierto un albergue de caminantes! ¡Así podría dejar a mi pueblo y apartarme de ellos! Porque todos ellos son adúlteros, ¡son una banda de pecadores! «Han hecho de su lengua un arco, y con ella lanzan mentiras. La verdad en la tierra no es su fortaleza. Cometen maldad tras maldad, y a mí no me reconocen. —Palabra del Señor. »Cuídense todos de sus amigos. Que no confíe nadie en su propio hermano. Porque todo hermano engaña descaradamente, y todo amigo esparce calumnias. No hay nadie que no engañe a su amigo. No hay nadie que diga la verdad. Entrenaron su lengua para la mentira, y solo saben perpetrar la maldad. Viven en medio del engaño, y por su espíritu engañoso no han querido reconocerme. —Palabra del Señor. »Por lo tanto, yo los pondré a prueba y los refinaré. ¿Qué más puedo hacer por la hija de mi pueblo? —Lo digo yo, el Señor de los ejércitos. »Ellos tienen por lengua una flecha puntiaguda, que solo profiere engaño. Con los labios desean paz a su amigo, pero dentro de ellos le tienden trampas. ¿Y no los he de castigar por estas cosas? ¿No habré de vengarme de una nación así?» —Palabra del Señor. Haré oír por los montes mi llanto y mis lamentos; por los pastos del desierto derramaré mis lágrimas, porque todo ha sido destruido y nadie pasa ya por aquí. Ya no se oye bramar al ganado, y hasta las aves del cielo y las bestias del campo huyeron por igual. «¡Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, a una guarida de chacales! ¡Dejaré en ruinas las ciudades de Judá, y no quedará en ella un solo habitante!» ¿Quién es lo suficientemente sabio para entender esto? ¿A quién comunicó esto la boca del Señor, para que pueda declararlo? ¿Por qué ha perecido la tierra? ¿Por qué ha quedado deshabitada como un desierto? Y el Señor responde: «Porque abandonaron mi ley, que a la vista de ellos entregué, y no atendieron mi voz ni se condujeron en obediencia a ella, sino que siguieron las enseñanzas de sus padres y se fueron en pos de los baales y de su necio corazón. Por lo tanto, a este pueblo voy a darle a comer ajenjo, y a beber aguas amargas. —Palabra del Señor de los ejércitos, Dios de Israel. »Voy a dispersarlos entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron, y tras ellos enviaré a la espada, hasta que acabe con ellos.» Así dice el Señor de los ejércitos: «Piensen bien, y manden a llamar plañideras. Busquen a las que conozcan su oficio.» ¡Apresúrense, y dejen oír su llanto por nosotros! ¡Que se bañen en lágrimas nuestros ojos! ¡Que se ahoguen en llanto nuestros párpados! Porque desde Sión se escucha la voz de la endecha. ¡Cómo hemos sido destruidos! Hemos sido grandemente avergonzados, y tenemos que abandonar la tierra porque nuestras casas han sido destruidas. Escuchen, mujeres, la palabra del Señor. Presten oído a la palabra de su boca. Enseñen a sus hijas y amigas a entonar lamentos. La muerte se ha colado por nuestras ventanas; ha penetrado en nuestros palacios, para acabar con los niños de las calles y con los jóvenes de las plazas. «Diles que los cadáveres caerán sobre el campo como estiércol, como manojos de trigo que caen al paso del segador, y que no hay quien los recoja.» —Palabra del Señor. Así ha dicho el Señor: «No debe el sabio vanagloriarse por ser sabio, ni jactarse el valiente por ser valiente, ni presumir el rico por ser rico. Quien se quiera vanagloriar, que se vanaglorie de entenderme y conocerme. Porque yo soy el Señor, que hago misericordia, imparto justicia y hago valer el derecho en la tierra, porque estas cosas me complacen. —Palabra del Señor. »Ya viene el día en que castigaré a los circuncidados y a los incircuncisos. —Palabra del Señor. »Castigaré a Egipto y a Judá, a Edom y a los descendientes de Amón y de Moab; a todos los que se hallen en el lugar más recóndito y a los que viven en el desierto. Ciertamente, todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón.»

Jeremías 9:1-26 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

1 (8.23) ¡Ojalá fueran mis ojos como un manantial, como un torrente de lágrimas, para llorar día y noche por los muertos de mi pueblo! 2 (1) ¡Ojalá tuviera yo en el desierto un lugar donde vivir, para irme lejos de mi pueblo! Porque todos han sido infieles; son una partida de traidores. 3 (2) Siempre están listos a decir mentiras como si dispararan flechas con un arco. En el país reina la mentira, no la verdad; han ido de mal en peor, y el Señor mismo afirma: «No han querido reconocerme.» 4 (3) Hay que desconfiar hasta del amigo; ni siquiera en el hermano se puede confiar, pues los hermanos se engañan entre sí y los amigos se calumnian unos a otros. 5 (4) Cada uno se burla del otro, y no hay quien diga la verdad. Se han acostumbrado a mentir; son perversos, incapaces 6 (5) de cambiar. El Señor afirma: «¡Atropello tras atropello, falsedad tras falsedad! Mi pueblo no quiere reconocerme. 7 (6) Por eso yo, el Señor todopoderoso, digo: ¿Qué otra cosa puedo hacer con mi pueblo, sino ponerlo al fuego para refinarlo? 8 (7) Sus lenguas son flechas mortales; andan diciendo falsedades. Saludan cordialmente a sus amigos, pero en realidad les están poniendo trampas. 9 (8) ¿Y no los he de castigar por estas cosas? ¿No he de darle su merecido a un pueblo así? Yo, el Señor, lo afirmo. 10 (9) »Lloren y giman por las montañas, entonen un lamento por las praderas, porque están quemadas y ya nadie pasa por ellas; ya no se oye el mugir del ganado, y hasta las aves y las fieras se fueron huyendo. 11 (10) »Voy a convertir a Jerusalén en un montón de piedras, en una guarida de chacales; convertiré en un desierto las ciudades de Judá, y quedarán sin habitantes.» 12 (11) ¿Quién es lo bastante sabio para comprender esto? ¿A quién le ha dado a conocer el Señor estas cosas, para que él se las pueda explicar a los demás? ¿Por qué está el país en ruinas, seco como un desierto por donde nadie pasa? 13 (12) El Señor responde: «Todo esto sucedió porque los israelitas abandonaron las instrucciones que yo les di; no me obedecieron y no las pusieron en práctica. 14 (13) Siguieron tercamente las inclinaciones de su corazón y dieron culto a dioses falsos, como sus padres les enseñaron. 15 (14) Por eso yo, el Señor todopoderoso, el Dios de Israel, digo: Voy a darles de comer algo muy amargo, voy a darles de beber agua envenenada. 16 (15) Los voy a dispersar entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; haré que los persigan espada en mano, hasta que no quede ni uno solo.» 17 (16) El Señor todopoderoso dice: «¡Atención! Manden llamar a las mujeres que tienen por oficio hacer lamentación.» 18 (17) ¡Sí, que vengan pronto y que hagan lamentación por nosotros; que se nos llenen de lágrimas los ojos y nuestros párpados se inunden de llanto! 19 (18) Desde Sión nos llegan ayes de dolor: ¡Ay, cómo hemos quedado en ruinas!, ¡qué deshonra hemos sufrido! Tenemos que abandonar nuestra patria, nuestros hogares están en ruinas. 20 (19) Mujeres, escuchen la palabra del Señor, pongan atención a su mensaje. Enseñen a sus hijas a llorar y a sus amigas a lamentarse así: 21 (20) «La muerte entró en nuestros hogares, llegó a nuestros palacios; mata a los niños en las calles y a los jóvenes en las plazas. 22 (21) Los cadáveres de los hombres quedaron tendidos como estiércol en el campo, como espiga que cae detrás del segador y que nadie la recoge.» El Señor lo afirma. 23 (22) El Señor dice: «Que no se enorgullezca el sabio de ser sabio, ni el poderoso de su poder, ni el rico de su riqueza. 24 (23) Si alguien se quiere enorgullecer, que se enorgullezca de conocerme, de saber que yo soy el Señor, que actúo en la tierra con amor, justicia y rectitud, pues eso es lo que a mí me agrada. Yo, el Señor, lo afirmo.» 25 (24) El Señor afirma: «Viene el día en que castigaré a todos los pueblos que se circuncidan físicamente: 26 (25) a Egipto, Judá, Edom, Amón y Moab, y a todos los que viven en el desierto y se afeitan las sienes. Porque todos esos pueblos, y aun todo el pueblo de Israel, son realmente paganos de corazón.»

Jeremías 9:1-26 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo! ¡Oh, quién me diese en el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de prevaricadores. Hicieron que su lengua lanzara mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice Jehová. Guárdese cada uno de su compañero, y en ningún hermano tenga confianza; porque todo hermano engaña con falacia, y todo compañero anda calumniando. Y cada uno engaña a su compañero, y ninguno habla verdad; acostumbraron su lengua a hablar mentira, se ocupan de actuar perversamente. Su morada está en medio del engaño; por muy engañadores no quisieron conocerme, dice Jehová. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos: He aquí que yo los refinaré y los probaré; porque ¿qué más he de hacer por la hija de mi pueblo? Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca dice paz a su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas. ¿No los he de castigar por estas cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma? Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien pase, ni oírse bramido de ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias de la tierra huyeron, y se fueron. Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador. ¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿y a quién habló la boca de Jehová, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, hasta no haber quien pase? Dijo Jehová: Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no obedecieron a mi voz, ni caminaron conforme a ella; antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales, según les enseñaron sus padres. Por tanto, así ha dicho Jehová de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que a este pueblo yo les daré a comer ajenjo, y les daré a beber aguas de hiel. Y los esparciré entre naciones que ni ellos ni sus padres conocieron; y enviaré espada en pos de ellos, hasta que los acabe. Así dice Jehová de los ejércitos: Considerad, y llamad plañideras que vengan; buscad a las hábiles en su oficio; y dense prisa, y levanten llanto por nosotros, y desháganse nuestros ojos en lágrimas, y nuestros párpados se destilen en aguas. Porque de Sion fue oída voz de endecha: ¡Cómo hemos sido destruidos! En gran manera hemos sido avergonzados, porque abandonamos la tierra, porque han destruido nuestras moradas. Oíd, pues, oh mujeres, palabra de Jehová, y vuestro oído reciba la palabra de su boca: Enseñad endechas a vuestras hijas, y lamentación cada una a su amiga. Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, para exterminar a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas. Habla: Así ha dicho Jehová: Los cuerpos de los hombres muertos caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como manojo tras el segador, que no hay quien lo recoja. Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová. He aquí que vienen días, dice Jehová, en que castigaré a todo circuncidado, y a todo incircunciso; a Egipto y a Judá, a Edom y a los hijos de Amón y de Moab, y a todos los arrinconados en el postrer rincón, los que moran en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón.

Jeremías 9:1-26 La Biblia de las Américas (LBLA)

Quién me diera que mi cabeza se hiciera agua, y mis ojos fuente de lágrimas, para que yo llorara día y noche por los muertos de la hija de mi pueblo. Quién me diera en el desierto un albergue de caminantes, para dejar a mi pueblo y alejarme de ellos. Porque todos ellos son adúlteros, una asamblea de traidores. Tensan su lengua como su arco; la mentira y no la verdad prevalece en la tierra; porque de mal en mal proceden, y a mí no me conocen —declara el SEÑOR. Guárdese cada uno de su prójimo, y no confíe en ningún hermano; porque todo hermano obra con engaño, y todo prójimo anda calumniando. Cada uno engaña a su prójimo, y no habla la verdad, han enseñado sus lenguas a hablar mentiras; se afanan por cometer iniquidad. Tu morada está en medio del engaño; por causa del engaño rehúsan conocerme —declara el SEÑOR. Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos: He aquí, los refinaré y los probaré, porque ¿qué más puedo hacer con la hija de mi pueblo? Saeta mortífera es su lengua, engaño habla; con su boca habla cada uno de paz a su prójimo, pero dentro de sí le tiende emboscada. Por estas cosas ¿no los castigaré? —declara el SEÑOR. De una nación como esta ¿no se vengará mi alma? Alzad por los montes lloro y lamentación, y una elegía por los pastos del desierto, porque han sido desolados; nadie pasa por ellos, ni se oye el bramido del ganado; desde las aves del cielo hasta las bestias han huido, se han ido. Haré de Jerusalén un montón de ruinas, una guarida de chacales, y de las ciudades de Judá una desolación, sin habitante. ¿Quién es el hombre sabio que entienda esto? ¿A quién ha hablado la boca del SEÑOR que pueda declararlo? ¿Por qué está arruinado el país, desolado como un desierto sin que nadie pase por él? Respondió el SEÑOR: Porque han abandonado mi ley que puse delante de ellos, y no han obedecido mi voz ni andado conforme a ella, sino que han andado tras la terquedad de sus corazones y tras los baales, tal como sus padres les enseñaron. Por tanto, así dice el SEÑOR de los ejércitos, el Dios de Israel: He aquí, yo daré de comer ajenjo a este pueblo y le daré de beber agua envenenada. Los esparciré entre naciones que no conocieron ni ellos ni sus padres, y enviaré tras ellos la espada hasta aniquilarlos. Así dice el SEÑOR de los ejércitos: Considerad, llamad a las plañideras, que vengan; enviad por las más hábiles, que vengan, que se apresuren y eleven una lamentación por nosotros, para que derramen lágrimas nuestros ojos y fluya agua de nuestros párpados. Porque voz de lamentación se oye desde Sión: «¡Cómo hemos sido arrasados! En gran manera estamos avergonzados, porque tenemos que abandonar la tierra, porque han derribado nuestras moradas». Oíd, pues, mujeres, la palabra del SEÑOR, y reciba vuestro oído la palabra de su boca; enseñad la lamentación a vuestras hijas y la endecha cada una a su vecina. Porque la muerte ha subido por nuestras ventanas, ha entrado en nuestros palacios, exterminando a los niños de las calles, a los jóvenes de las plazas. Di: Así declara el SEÑOR: «Los cadáveres de los hombres caerán como estiércol sobre la faz del campo, y como gavillas tras el segador, y no habrá quien las recoja». Así dice el SEÑOR: No se gloríe el sabio de su sabiduría, ni se gloríe el poderoso de su poder, ni el rico se gloríe de su riqueza; mas el que se gloríe, gloríese de esto: de que me entiende y me conoce, pues yo soy el SEÑOR que hago misericordia, derecho y justicia en la tierra, porque en estas cosas me complazco —declara el SEÑOR. He aquí, vienen días —declara el SEÑOR— en que castigaré a todo el que esté circuncidado solo en la carne: a Egipto, a Judá, a los hijos de Amón, a Moab y a todos los que se rapan las sienes, a los que habitan en el desierto; porque todas las naciones son incircuncisas, y toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón.

Jeremías 9:1-26 Nueva Traducción Viviente (NTV)

¡Si tan solo mi cabeza fuera una laguna y mis ojos una fuente de lágrimas, lloraría día y noche por mi pueblo que ha sido masacrado! Desearía poder marcharme y olvidarme de mi pueblo y vivir en una choza para viajeros en el desierto. Pues todos ellos son adúlteros, una banda de mentirosos traicioneros. «Mi pueblo encorva sus lenguas como arcos para lanzar mentiras. Se rehúsan a defender la verdad; solo van de mal en peor. Ellos no me conocen», dice el SEÑOR. «¡Cuidado con tu vecino! ¡Ni siquiera confíes en tu hermano! Pues un hermano saca ventaja de su hermano, y un amigo calumnia a su amigo. Todos se engañan y se estafan entre sí; ninguno dice la verdad. Con la lengua, entrenada a fuerza de práctica, dicen mentiras; pecan hasta el cansancio. Amontonan mentira sobre mentira y rechazan por completo reconocerme», dice el SEÑOR. Por lo tanto, esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: «Mira, los derretiré en el crisol y los probaré como al metal. ¿Qué más puedo hacer con mi pueblo? Pues sus lenguas lanzan mentiras como flechas envenenadas. Dicen palabras amistosas a sus vecinos mientras en el corazón traman matarlos. ¿No habría de castigarlos por eso? —dice el SEÑOR—. ¿No habría de tomar venganza contra semejante nación?». Lloraré por las montañas y gemiré por los pastos del desierto; pues están desolados y no tienen vida. Ya no se escucha el mugido del ganado; todas las aves y los animales salvajes han huido. «Haré de Jerusalén un montón de ruinas —dice el SEÑOR—, y será un lugar frecuentado por chacales. Las ciudades de Judá serán abandonadas, y nadie vivirá en ellas». ¿Quién tiene suficiente sabiduría para entender todo esto? ¿Quién ha sido instruido por el SEÑOR y puede explicárselo a otros? ¿Por qué ha sido tan arruinada esta tierra que nadie se atreve a viajar por ella? El SEÑOR contesta: «Esto sucedió porque mi pueblo abandonó mis instrucciones; se negó a obedecer lo que dije. En cambio, se pusieron tercos y siguieron sus propios deseos y rindieron culto a imágenes de Baal, como les enseñaron sus antepasados. Así que ahora esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, Dios de Israel: ¡mira!, los alimentaré con amargura y les daré veneno para beber. Los esparciré por todo el mundo, a lugares que ni ellos ni sus antepasados han oído nombrar, y aun allí los perseguiré con espada hasta que los haya destruido por completo». Esto dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales: «Piensa en todo esto y llama a las que se les paga por llorar; manda traer a las mujeres que lloran en los funerales. ¡Rápido! ¡Comiencen a llorar! Que las lágrimas fluyan de sus ojos. Escuchen a los habitantes de Jerusalén llorando desesperados: “¡Estamos arruinados! ¡Estamos totalmente humillados! Tenemos que abandonar nuestra tierra, porque derribaron nuestras casas”». Escuchen, ustedes mujeres, las palabras del SEÑOR; abran sus oídos a lo que él tiene que decir. Enseñen a sus hijas a gemir; enséñense unas a otras a lamentarse. Pues la muerte se ha deslizado a través de nuestras ventanas y ha entrado a nuestras mansiones. Ha acabado con la flor de nuestra juventud: los niños ya no juegan en las calles, y los jóvenes ya no se reúnen en las plazas. Esto dice el SEÑOR: «Se esparcirán cadáveres a través de los campos como montones de estiércol, como manojos de grano después de la cosecha. No quedará nadie para enterrarlos». Esto dice el SEÑOR: «No dejen que el sabio se jacte de su sabiduría, o el poderoso, de su poder, o el rico, de sus riquezas. Pero los que desean jactarse, que lo hagan solamente en esto: en conocerme verdaderamente y entender que yo soy el SEÑOR quien demuestra amor inagotable y trae justicia y rectitud a la tierra, y que me deleito en estas cosas. ¡Yo, el SEÑOR, he hablado! »Se acerca la hora —dice el SEÑOR—, cuando castigaré a todos los que están circuncidados en el cuerpo pero no en espíritu: a los egipcios, a los edomitas, a los amonitas, a los moabitas, a la gente que vive en el desierto en lugares remotos, y sí, aun a la gente de Judá. Igual que todas estas naciones paganas, el pueblo de Israel también tiene el corazón incircunciso».

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