Hebreos 13:7-16
Hebreos 13:7-16 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Acuérdense de sus dirigentes que les comunicaron la palabra de Dios. Consideren cuál fue el resultado de su estilo de vida e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre. No se dejen llevar por ninguna clase de enseñanzas extrañas. Conviene que el corazón sea fortalecido por la gracia y no por alimentos rituales que de nada aprovechan a quienes los comen. Nosotros tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer los que ofician en el santuario. Porque el sumo sacerdote introduce la sangre de los animales en el Lugar Santísimo como sacrificio por el pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. Por eso también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, sufrió fuera de la puerta de la ciudad. Por lo tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, llevando la deshonra que él llevó, pues aquí no tenemos una ciudad permanente, sino que buscamos la ciudad venidera. Así que ofrezcamos continuamente a Dios, por medio de Jesucristo, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que confiesan su nombre. No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios.
Hebreos 13:7-16 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Piensen en los líderes que les anunciaron el mensaje de Dios, pues ellos confiaron siempre en Dios. Piensen mucho en ellos y sigan su ejemplo. Jesucristo nunca cambia: es el mismo ayer, hoy y siempre. Por eso, no hagan caso de enseñanzas extrañas, que no tienen nada que ver con lo que Jesucristo nos enseñó. Esas reglas acerca de lo que se debe comer, y de lo que no se debe comer, nunca han ayudado a nadie. Es mejor que nos dé fuerzas el amor de Dios. Los sacerdotes del antiguo lugar de culto no tienen derecho a comer de lo que hay en nuestro altar. El Jefe de los sacerdotes lleva al antiguo lugar de culto la sangre de los animales sacrificados, para ofrecérsela a Dios y pedir el perdón por los pecados. Sin embargo, los cuerpos de esos animales se queman fuera del lugar donde vive el pueblo. Del mismo modo, Jesús murió fuera de la ciudad de Jerusalén para que, por medio de su sangre, Dios perdonara a su pueblo. Por eso, también nosotros debemos salir junto con Jesús, y compartir con él la vergüenza que le hicieron pasar al clavarlo en una cruz. Porque en este mundo no tenemos una ciudad que dure para siempre, sino que vamos al encuentro de la ciudad que está por venir. Nuestra ofrenda a Dios es darle gracias siempre, por medio de Jesucristo, pues hemos dicho que él es nuestro Señor. Nunca se olviden de hacer lo bueno, ni de compartir lo que tienen con los que no tienen nada. Esos son los sacrificios que agradan a Dios.
Hebreos 13:7-16 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Acuérdense de sus pastores, que les dieron a conocer la palabra de Dios. Piensen en los resultados de su conducta, e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos. No se dejen llevar por doctrinas diversas y extrañas. Es mejor afirmar el corazón con la gracia, y no con alimentos, los cuales nunca fueron de provecho para los que se ocuparon de ellos. Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven en el tabernáculo. Los cuerpos de los animales cuya sangre introduce el sumo sacerdote en el santuario a causa del pecado, se queman fuera del campamento. De igual manera, Jesús sufrió fuera de la puerta, para santificar así al pueblo mediante su propia sangre. Así que salgamos con él fuera del campamento, y llevemos su deshonra, pues no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que vamos en pos de la ciudad que está por venir. Por lo tanto, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de Jesús, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesen su nombre. No se olviden de hacer bien ni de la ayuda mutua, porque estos son los sacrificios que agradan a Dios.
Hebreos 13:7-16 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Acuérdense de quienes los han dirigido y les han anunciado el mensaje de Dios; mediten en cómo han terminado sus vidas, y sigan el ejemplo de su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No se dejen ustedes llevar por enseñanzas diferentes y extrañas. Es mejor que nuestros corazones se fortalezcan en el amor de Dios que en seguir reglas sobre los alimentos; pues esas reglas nunca han sido de provecho. Nosotros tenemos un altar, del cual no tienen derecho a comer los sacerdotes del antiguo santuario. Pues el sumo sacerdote lleva la sangre de los animales al santuario, como ofrenda para quitar el pecado, pero los cuerpos de esos animales se queman fuera del campamento. Así también, Jesús sufrió la muerte fuera de la ciudad, para consagrar al pueblo por medio de su propia sangre. Vayamos, pues, con Jesús, fuera del campamento, y suframos la misma deshonra que él sufrió. Pues en este mundo no tenemos una ciudad que permanezca para siempre, sino que vamos en busca de la ciudad futura. Por eso debemos alabar siempre a Dios por medio de Jesucristo. Esta alabanza es el sacrificio que debemos ofrecer. ¡Alabémoslo, pues, con nuestros labios! No se olviden ustedes de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen; porque estos son los sacrificios que agradan a Dios.
Hebreos 13:7-16 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas. Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios.
Hebreos 13:7-16 La Biblia de las Américas (LBLA)
Acordaos de vuestros guías que os hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe. Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos. No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas, porque buena cosa es para el corazón el ser fortalecido con la gracia, no con alimentos, de los que no recibieron beneficio los que de ellos se ocupaban. Nosotros tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo. Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre es llevada al santuario por el sumo sacerdote como ofrenda por el pecado, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. Así pues, salgamos a Él fuera del campamento, llevando su oprobio. Porque no tenemos aquí una ciudad permanente, sino que buscamos la que está por venir. Por tanto, ofrezcamos continuamente mediante Él, sacrificio de alabanza a Dios, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre. Y no os olvidéis de hacer el bien y de la ayuda mutua, porque de tales sacrificios se agrada Dios.
Hebreos 13:7-16 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Acuérdense de los líderes que les enseñaron la palabra de Dios. Piensen en todo lo bueno que haya resultado de su vida y sigan el ejemplo de su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. Así que no se dejen cautivar por ideas nuevas y extrañas. Su fortaleza espiritual proviene de la gracia de Dios y no depende de reglas sobre los alimentos, que de nada sirven a quienes las siguen. Tenemos un altar del cual los sacerdotes del tabernáculo no tienen derecho a comer. Bajo el sistema antiguo, el sumo sacerdote llevaba la sangre de los animales al Lugar Santo como sacrificio por el pecado, y los cuerpos de esos animales se quemaban fuera del campamento. De igual manera, Jesús sufrió y murió fuera de las puertas de la ciudad para hacer santo a su pueblo mediante su propia sangre. Entonces salgamos al encuentro de Jesús, fuera del campamento, y llevemos la deshonra que él llevó. Pues este mundo no es nuestro hogar permanente; esperamos el hogar futuro. Por lo tanto, por medio de Jesús, ofrezcamos un sacrificio continuo de alabanza a Dios, mediante el cual proclamamos nuestra lealtad a su nombre. Y no se olviden de hacer el bien ni de compartir lo que tienen con quienes pasan necesidad. Estos son los sacrificios que le agradan a Dios.