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Hageo 2:1-23

Hageo 2:1-23 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

En el mes séptimo, a los veintiún días del mes, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: Habla ahora a Zorobabel hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote, y al resto del pueblo, diciendo: ¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su gloria primera, y cómo la veis ahora? ¿No es ella como nada delante de vuestros ojos? Pues ahora, Zorobabel, esfuérzate, dice Jehová; esfuérzate también, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y cobrad ánimo, pueblo todo de la tierra, dice Jehová, y trabajad; porque yo estoy con vosotros, dice Jehová de los ejércitos. Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis. Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí a poco yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca; y haré temblar a todas las naciones, y vendrá el Deseado de todas las naciones; y llenaré de gloria esta casa, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos. La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos. A los veinticuatro días del noveno mes, en el segundo año de Darío, vino palabra de Jehová por medio del profeta Hageo, diciendo: Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Pregunta ahora a los sacerdotes acerca de la ley, diciendo: Si alguno llevare carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella tocare pan, o vianda, o vino, o aceite, o cualquier otra comida, ¿será santificada? Y respondieron los sacerdotes y dijeron: No. Y dijo Hageo: Si un inmundo a causa de cuerpo muerto tocare alguna cosa de estas, ¿será inmunda? Y respondieron los sacerdotes, y dijeron: Inmunda será. Y respondió Hageo y dijo: Así es este pueblo y esta gente delante de mí, dice Jehová; y asimismo toda obra de sus manos; y todo lo que aquí ofrecen es inmundo. Ahora, pues, meditad en vuestro corazón desde este día en adelante, antes que pongan piedra sobre piedra en el templo de Jehová. Antes que sucediesen estas cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había veinte. Os herí con viento solano, con tizoncillo y con granizo en toda obra de vuestras manos; mas no os convertisteis a mí, dice Jehová. Meditad, pues, en vuestro corazón, desde este día en adelante, desde el día veinticuatro del noveno mes, desde el día que se echó el cimiento del templo de Jehová; meditad, pues, en vuestro corazón. ¿No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré. Vino por segunda vez palabra de Jehová a Hageo, a los veinticuatro días del mismo mes, diciendo: Habla a Zorobabel gobernador de Judá, diciendo: Yo haré temblar los cielos y la tierra; y trastornaré el trono de los reinos, y destruiré la fuerza de los reinos de las naciones; trastornaré los carros y los que en ellos suben, y vendrán abajo los caballos y sus jinetes, cada cual por la espada de su hermano. En aquel día, dice Jehová de los ejércitos, te tomaré, oh Zorobabel hijo de Salatiel, siervo mío, dice Jehová, y te pondré como anillo de sellar; porque yo te escogí, dice Jehová de los ejércitos.

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Hageo 2:1-23 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

El día veintiuno del mes séptimo, vino palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo: «Pregunta a Zorobabel, hijo de Salatiel y gobernador de Judá, al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y al resto del pueblo: “¿Queda alguien entre ustedes que haya visto este Templo en su antiguo esplendor? ¿Qué les parece ahora? ¿No lo ven como muy poca cosa? Pues ahora, ¡ánimo, Zorobabel!”, afirma el SEÑOR. “¡Sé fuerte, Josué, hijo de Josadac! ¡Tú eres el sumo sacerdote! ¡Sé fuerte, pueblo de esta tierra!”, afirma el SEÑOR. “¡Manos a la obra, que yo estoy con ustedes!”, afirma el SEÑOR de los Ejércitos. “Mi Espíritu permanece en medio de ustedes, conforme al pacto que hice con ustedes cuando salieron de Egipto. No teman”. »Así dice el SEÑOR de los Ejércitos: “Dentro de muy poco haré que se estremezcan los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme. Haré temblar a todas las naciones y lo deseado por todas ellas llegará aquí. Así llenaré de esplendor este Templo”, dice el SEÑOR de los Ejércitos. “Mía es la plata y mío es el oro”, afirma el SEÑOR de los Ejércitos. “El esplendor de esta segunda casa será mayor que el de la primera”, dice el SEÑOR de los Ejércitos. “Y en este lugar concederé la paz”», afirma el SEÑOR de los Ejércitos. El día veinticuatro del mes noveno del segundo año de Darío, vino palabra del SEÑOR al profeta Hageo: «Así dice el SEÑOR de los Ejércitos: “Consulta a los sacerdotes sobre lo que dice la Ley”». Entonces Hageo planteó lo siguiente: —Supongamos que alguien lleva carne consagrada en la falda de su vestido y sucede que la falda toca el pan, el guiso, el vino, aceite o cualquier otro alimento; ¿quedarán también consagrados? —¡No! —contestaron los sacerdotes. —Supongamos ahora —prosiguió Hageo—, que una persona impura por el contacto de un cadáver toca cualquiera de estas cosas; ¿también ellas quedarán impuras? —¡Sí! —contestaron los sacerdotes. Entonces Hageo respondió: «¡Así es este pueblo! ¡Así es para mí esta nación!», afirma el SEÑOR. «¡Así es cualquier obra de sus manos! ¡Todo lo que allí ofrecen es impuro! »Ahora bien, desde hoy en adelante, reflexionen. Antes de que ustedes pusieran piedra sobre piedra en el Templo del SEÑOR, ¿cómo les iba? Cuando alguien se acercaba a un montón de grano esperando encontrar veinte medidas, solo hallaba diez; y, si se iba al lagar esperando sacar cincuenta medidas del contenedor del mosto, solo sacaba veinte. Castigué con plaga, peste y granizo toda obra de sus manos. Sin embargo, ustedes no se volvieron a mí», afirma el SEÑOR. «Reflexionen desde hoy en adelante, día veinticuatro del mes noveno, día en que se pusieron los cimientos del Templo del SEÑOR. Reflexionen: ¿Queda todavía alguna semilla en el granero? Hasta ahora, la vid, la higuera, el granado y el olivo no han dado frutos. ¡Pero a partir de hoy yo los bendeciré!». El día veinticuatro del mismo mes vino por segunda vez palabra del SEÑOR a Hageo: «Di a Zorobabel, gobernador de Judá: “Yo estoy por estremecer los cielos y la tierra. Destruiré los tronos reales y haré pedazos el poderío de los reinos del mundo. Volcaré los carros con sus conductores y caerán caballos y jinetes; se matarán a espada unos a otros. En aquel día —afirma el SEÑOR de los Ejércitos—, te tomaré a ti, mi siervo Zorobabel, hijo de Salatiel —dice el SEÑOR—, y te haré semejante a un anillo de sellar, porque yo te he elegido”, declara el SEÑOR de los Ejércitos».

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Hageo 2:1-23 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

El día veintiuno del mes de Etanim, Dios le dio al profeta Hageo este mensaje para Zorobabel, Josué y el resto del pueblo: «Todavía hay entre ustedes algunos que conocieron mi templo anterior. ¿Qué les parece el templo de ahora? ¿Verdad que es muy poca cosa, si lo comparamos con el primero? Pero yo soy el Dios de Israel y estoy contigo, Zorobabel, con Josué y con todo el pueblo; ¡anímense y pongan manos a la obra! Cuando ustedes salieron de Egipto, yo les prometí que los acompañaría; y así ha sido siempre: ¡mi espíritu los acompaña! Por eso, no tengan miedo. »Yo soy el Dios de Israel, y dentro de poco tiempo haré temblar el cielo y la tierra; ¡sacudiré el mar y la tierra firme! Haré que tiemblen todas las naciones; haré que me traigan todas sus riquezas para llenar con ellas mi templo, pues la plata y el oro me pertenecen. La grandeza de este segundo templo será mayor que la del primero, y en él se vivirá en paz. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré». También durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia, Dios le ordenó al profeta Hageo que les hiciera unas preguntas a los sacerdotes. Esto sucedió el día veinticuatro del mes de Quislev. Hageo les hizo estas preguntas: —Supongamos que alguien aparta un trozo de carne para presentarlo como ofrenda a Dios. Luego lo pone en su manto para llevarlo al templo. Supongamos también que la capa de esa persona toca sin querer algún otro alimento. ¿Bastará eso para que también ese alimento sea considerado una ofrenda para Dios? Todos los sacerdotes contestaron: —¡Por supuesto que no! Entonces Hageo les hizo otra pregunta: —Supongamos ahora que alguien toca un cadáver, y que por tocarlo se contamina y ya no puede adorar a Dios. Si esa persona toca algún alimento, ¿acaso también ese alimento se contamina y tampoco sirve para adorar a Dios? Todos los sacerdotes contestaron: —¡Por supuesto que sí! Entonces Hageo les dijo: —Ahora escuchen lo que nuestro Dios les dice: “Algo parecido pasa con ustedes. Todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen está contaminado y no me agrada. Ahora pónganse a pensar en lo que les pasaba antes de que comenzaran a reconstruir mi templo: Antes de eso, ustedes esperaban cosechar veinte sacos de trigo y cosechaban solamente diez; esperaban que sus viñas dieran cincuenta barriles de vino y daban solamente veinte. Esto les sucedía porque yo enviaba plagas y granizo para destruir el fruto de su trabajo. A pesar de todo, ustedes no quisieron obedecerme. Yo, el Dios de Israel, les juro que así fue. ”Pero hoy, que es el veinticuatro de Quislev, ustedes han puesto los cimientos de mi templo. Presten mucha atención, porque a partir de hoy todo será diferente. Ustedes todavía no tienen trigo en sus graneros, ni hay uvas en sus viñas, ni frutos en sus árboles, pero a partir de hoy voy a bendecirlos”. Ese mismo día, Dios le dio al profeta Hageo este mensaje: «Zorobabel es el gobernador de Judá, pero ve a decirle de mi parte que yo voy a hacer temblar el cielo y la tierra. Voy a acabar con el poder de los reyes; pondré fin a su reinado, destruiré sus carros de guerra y sus caballos, y los jinetes se matarán unos a otros. Pero yo he elegido a Zorobabel, y cuando llegue ese día lo tomaré y le daré toda mi autoridad. Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré».

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Hageo 2:1-23 Reina Valera Contemporánea (RVC)

El día veintiuno del mes séptimo la palabra del Señor vino por medio del profeta Hageo, y dijo: «Habla ahora con Zorobabel hijo de Salatiel, que es el gobernador de Judá, y con Josué hijo de Josadac, el sumo sacerdote, y también con el resto del pueblo, y diles: “¿Hay entre ustedes alguien que haya visto el esplendor que antes tuvo esta casa? ¿Qué les parece ahora? ¿No es verdad que la ven como muy poca cosa? Pues esfuérzate ahora, Zorobabel, y esfuérzate también tú, Josué hijo de Josadac, sumo sacerdote; y ustedes, pueblo todo de la tierra, ¡cobren ánimo y pónganse a trabajar, que yo estoy con ustedes! —Palabra del Señor de los ejércitos. »”Mi espíritu estará entre ustedes, de acuerdo con el pacto que hice con ustedes cuando salieron de Egipto. Así que no tengan miedo.”» Así dice el Señor de los ejércitos: «Dentro de poco tiempo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra seca. Haré temblar a todas las naciones. Entonces vendrá lo más deseado por todas las naciones, y llenaré de gloria esta casa. Lo digo yo, el Señor de los ejércitos. La plata y el oro son míos. —Palabra del Señor de los ejércitos. »Al final, la gloria de esta casa será mayor que al principio, y haré que en este lugar haya paz. Lo digo yo, el Señor de los ejércitos.» —Palabra del Señor de los ejércitos. El día veinticuatro del mes noveno del año segundo de Darío, la palabra del Señor vino por medio del profeta Hageo, y dijo: «Así ha dicho el Señor de los ejércitos: Pregúntales ahora a los sacerdotes en cuanto a la ley. Diles: “Si alguien lleva carne santificada en la falda de su ropa, y con el vuelo de ella toca pan, comida, vino, aceite, o cualquier otro alimento, ¿la carne queda santificada?” Y los sacerdotes respondieron: “¡Por supuesto que no!” Entonces les dijo Hageo: “Si alguien que esté impuro por haber tocado un cadáver toca alguna de estas cosas, ¿este hecho las hace impuras?” Y los sacerdotes respondieron: “¡Por supuesto que sí!”» Hageo dijo entonces: «Así es como se porta este pueblo delante de mí, y así también son todas las obras de sus manos. ¡Todo lo que aquí ofrecen es impuro! —Palabra del Señor. »Pero de ahora en adelante pónganse a pensar de corazón, antes de que pongan una piedra sobre otra en el templo del Señor. Antes de que sucediera todo esto, iban ustedes al montón de trigo para recoger veinte sacos, y solo encontraban diez; o iban al lagar para sacar cincuenta cántaros de vino, y solo sacaban veinte. Yo deshice con viento solano, con tizoncillo y con granizo todas las obras de sus manos, pero ustedes no se volvieron a mí. —Palabra del Señor. »Por lo tanto, de ahora en adelante pónganse a pensar de corazón. A partir del día veinticuatro del mes noveno, día en que se echaron los cimientos del templo del Señor, piensen bien y de corazón: ¿No es verdad que la simiente aún está en el granero? ¿No es verdad que todavía no florecen las vides ni las higueras, ni los granados ni los olivos? Pero a partir de este día yo los bendeciré.» El día veinticuatro del mismo mes la palabra del Señor vino a Hageo por segunda vez, y dijo: «Habla con Zorobabel, que es el gobernador de Judá, y dile: “Yo voy a hacer que tiemblen los cielos y la tierra. Voy a trastornar el trono de los reinos y a destruir la fuerza de los reinos de las naciones. Voy a trastornar sus carros de guerra y sus tripulantes, y rodarán por tierra los caballos y sus jinetes, cada uno de ellos a manos de la espada de su compañero. Cuando llegue ese día, yo te tomaré a ti, Zorobabel hijo de Salatiel, y haré de ti mi anillo de sellar, porque tú eres mi siervo: ¡yo te he escogido!”» —Palabra del Señor de los ejércitos.

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Hageo 2:1-23 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: «Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece este que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? ¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: «Míos son la plata y el oro. Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.» El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: «Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí. Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, ¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”» Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»

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Hageo 2:1-23 La Biblia de las Américas (LBLA)

El día veintiuno del mes séptimo, vino la palabra del SEÑOR por medio del profeta Hageo, diciendo: Habla ahora a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y al remanente del pueblo, diciendo: «¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto este templo en su gloria primera? ¿Y cómo lo veis ahora? Tal como está, ¿no es como nada a vuestros ojos? Pero ahora, esfuérzate, Zorobabel» —declara el SEÑOR— «esfuérzate tú también, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y esforzaos todos vosotros, pueblo de la tierra» —declara el SEÑOR— «y trabajad, porque yo estoy con vosotros» —declara el SEÑOR de los ejércitos. «Conforme a la promesa que os hice cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu permanece en medio de vosotros; no temáis». Porque así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Una vez más, dentro de poco, yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme. Y haré temblar a todas las naciones; vendrán entonces los tesoros de todas las naciones, y yo llenaré de gloria esta casa» —dice el SEÑOR de los ejércitos. «Mía es la plata y mío es el oro» —declara el SEÑOR de los ejércitos. «La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera» —dice el SEÑOR de los ejércitos— «y en este lugar daré paz» —declara el SEÑOR de los ejércitos. El día veinticuatro del mes noveno, en el año segundo de Darío, vino la palabra del SEÑOR al profeta Hageo, diciendo: Así dice el SEÑOR de los ejércitos: «Pide ahora instrucción a los sacerdotes: “Si alguno lleva carne consagrada en la falda de su vestidura, y toca con su falda pan, alimento cocido, vino, aceite o cualquier otro alimento, ¿quedará este consagrado?” ». Y los sacerdotes respondieron, y dijeron: No. Y dijo Hageo: Si alguno, inmundo por el contacto con un cadáver, toca cualquiera de estas cosas, ¿quedará inmunda? Respondieron los sacerdotes, y dijeron: Quedará inmunda. Entonces volvió a hablar Hageo y dijo: «Así es este pueblo y así es esta nación delante de mí» —declara el SEÑOR— «y así es toda obra de sus manos; y lo que aquí ofrecen, inmundo es. Ahora pues, considerad bien esto de hoy en adelante: antes que se pusiera piedra sobre piedra en el templo del SEÑOR, desde aquel tiempo, venía alguno a un montón de veinte medidas, y había solo diez; venía alguno al lagar para sacar cincuenta cántaros, y había solo veinte. Os herí con viento abrasador, con añublo y con granizo en toda obra de vuestras manos; pero ninguno de vosotros se volvió a mí» —declara el SEÑOR. «Pero considerad bien esto desde hoy en adelante, desde el día veinticuatro del mes noveno; desde el día en que se pusieron los cimientos del templo del SEÑOR, considerad bien: ¿Está todavía la semilla en el granero? Todavía la vid, la higuera, el granado y el olivo no han dado fruto; pero desde hoy yo os bendeciré». Y la palabra del SEÑOR vino por segunda vez a Hageo, el día veinticuatro del mes, diciendo: Habla a Zorobabel, gobernador de Judá, diciendo: «Yo estremeceré los cielos y la tierra, y volcaré el trono de los reinos y destruiré el poder de los reinos de las naciones; y volcaré el carro y a los que montan en él, y caerán los caballos y sus jinetes, cada uno por la espada de su hermano. En aquel día» —declara el SEÑOR de los ejércitos— «te tomaré a ti, Zorobabel, hijo de Salatiel, siervo mío» —declara el SEÑOR— «y te pondré como anillo de sello, porque yo te he escogido» —declara el SEÑOR de los ejércitos.

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Hageo 2:1-23 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Entonces el 17 de octubre de ese mismo año, el SEÑOR envió otro mensaje por medio del profeta Hageo: «Di lo siguiente a Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y a Jesúa, hijo de Jehosadac, el sumo sacerdote, y al remanente del pueblo de Dios allí en la tierra: “¿Alguno de ustedes recuerda esta casa —este templo— con su antiguo esplendor? ¿Cómo se compara este con el otro? ¡No se parecen en nada! Sin embargo, ahora el SEÑOR dice: Zorobabel, sé fuerte. Jesúa, hijo de Jehosadac, sumo sacerdote, sé fuerte. Ustedes que aún quedan en la tierra, sean fuertes. Así que ahora, ¡manos a la obra!, porque yo estoy con ustedes, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. Mi Espíritu permanece entre ustedes, así como lo prometí cuando salieron de Egipto. Por lo tanto, no teman”. »El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: “Dentro de poco, haré temblar los cielos y la tierra, los océanos y la tierra firme una vez más. Haré temblar a todas las naciones y traerán los tesoros de todas las naciones a este templo. Llenaré este lugar de gloria, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. La plata es mía y el oro es mío, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales. La futura gloria de este templo será mayor que su pasada gloria, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, y en este lugar, traeré paz. ¡Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!”». El 18 de diciembre del segundo año del reinado del rey Darío, el SEÑOR envió el siguiente mensaje al profeta Hageo: «El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales dice: pregunta a los sacerdotes acerca de la ley: “Si alguno de ustedes trae entre sus vestiduras sacerdotales carne de un sacrificio consagrado y sucede que las vestiduras rozan con algún pan o guiso, vino o aceite de oliva o alguna otra clase de alimento, ¿quedará el alimento también consagrado?”». Entonces los sacerdotes contestaron: —No. Luego Hageo preguntó: —Si alguien se vuelve ceremonialmente impuro por tocar a un muerto y después toca cualquiera de esos alimentos, ¿se contaminará la comida? —Sí —contestaron los sacerdotes. Entonces Hageo respondió: —Así mismo sucede con este pueblo y con esta nación, dice el SEÑOR. Todo lo que hacen y todo lo que ofrecen, está contaminado por su pecado. Miren lo que les pasaba antes de que comenzaran a edificar los cimientos del templo del SEÑOR. Cuando esperaban veinte medidas de grano, cosechaban solo diez. Cuando esperaban sacar cincuenta litros del lagar, encontraban solo veinte. Yo envié plaga, moho y granizo para destruir todo aquello por lo que hicieron tanto esfuerzo para producir. Aun así, rehusaban regresar a mí, dice el SEÑOR. »Consideren este día, el 18 de diciembre, cuando los cimientos del templo del SEÑOR fueron establecidos. Considérenlo bien. Ahora les doy una promesa cuando la semilla aún está en el granero. Todavía no han cosechado su grano, ni las vides ni las higueras ni los granados ni los olivos han dado sus frutos. Sin embargo, de hoy en adelante, yo los bendeciré. En ese mismo día, el 18 de diciembre, el SEÑOR envió este segundo mensaje a Hageo: «Dile a Zorobabel, gobernador de Judá, que yo estoy a punto de hacer temblar los cielos y la tierra. Derrocaré los tronos reales y destruiré el poder de los reinos de las naciones. Volcaré sus carros de guerra, los caballos caerán y los jinetes se matarán unos a otros. »Pero cuando esto suceda, dice el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, te honraré, Zorobabel, hijo de Salatiel, mi siervo. Te haré como el anillo con mi sello oficial, dice el SEÑOR, porque te he escogido. ¡Yo, el SEÑOR de los Ejércitos Celestiales, he hablado!».

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