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Habacuc 3:5-19

Habacuc 3:5-19 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Una plaga mortal lo precede y una epidemia sigue sus pasos. Se detiene y la tierra se estremece; lanza una mirada y las naciones tiemblan. Se desmoronan las antiguas montañas y se desploman las viejas colinas, pero sus caminos son eternos. He visto afligidos los campamentos de Cusán, y angustiadas las moradas de Madián. ¿Te enojaste, oh SEÑOR, con los ríos? ¿Estuviste airado contra las corrientes? ¿Tan enfurecido estabas contra el mar que cabalgaste en tus caballos y montaste en tus carros victoriosos? Descubriste tu arco, llenaste de flechas tu aljaba. Selah Tus ríos dividen la tierra; las montañas te ven y se retuercen. Pasan los torrentes de agua; el abismo ruge y levanta sus olas en lo alto. El sol y la luna se detienen en el cielo por el fulgor de tus veloces flechas, por el deslumbrante brillo de tu lanza. Indignado, marchas sobre la tierra; en tu ira aplastas las naciones. Saliste a liberar a tu pueblo, saliste a salvar a tu ungido. Aplastaste al rey de la perversa dinastía, ¡lo desnudaste de pies a cabeza! Selah Con su propia lanza atravesaste la cabeza de sus guerreros que enfurecidos querían dispersarnos, que con placer arrogante se lanzaron como quien devora en secreto a un pobre. Pisoteaste el mar con tus corceles que agitaban las inmensas aguas. Al oírlo, se estremecieron mis entrañas; a su voz, me temblaron los labios; la debilidad entró en los huesos y se me aflojaron las piernas. Pero yo espero con paciencia el día en que la calamidad vendrá sobre la nación que nos invade. Aunque la higuera no florezca ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo y los campos no produzcan alimentos; aunque en el redil no haya ovejas ni vaca alguna en los establos; aun así, yo me regocijaré en el SEÑOR. ¡Me alegraré en el Dios de mi salvación! El SEÑOR y Dios es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela y me hace caminar por las alturas.

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Habacuc 3:5-19 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Plagas terribles anuncian tu llegada; vas dejando en el camino graves enfermedades. Cuando tú te detienes, la tierra se pone a temblar; cuando miras a las naciones, todas ellas se llenan de miedo; los cerros se desmoronan, las antiguas montañas se derrumban; ¡hasta he visto temblar de miedo a la gente de Cusán y de Madián, porque tú has vuelto a actuar! Dios nuestro, ¿por qué te decidiste a montar en tu carro de combate? ¿Será porque te enojaste con los dioses Río y Mar? Con tus flechas heriste la tierra, y esas heridas son los ríos. Cuando las montañas te vieron, temblaron de miedo, las nubes dejaron caer su lluvia y el mar rugió con furia; ¡sus grandes olas se elevaron al cielo! Cuando lanzaste tus brillantes rayos, el sol y la luna se detuvieron. Pero te enojaste y recorriste la tierra; en tu enojo aplastaste naciones. Saliste a rescatar a tu pueblo, y al rey que tú elegiste. Destrozaste al jefe de esos malvados, y acabaste por completo con su reino. Sus orgullosos jinetes nos atacaron con la furia de una tempestad; querían dispersarnos y destruirnos, pues no podíamos defendernos. ¡Pero tú los mataste con sus propias flechas! Montaste en tu caballo y marchaste sobre el agitado mar. Cuando escucho todo esto, me tiemblan los labios y todo el cuerpo; siento que mis huesos se desmoronan, y que el suelo se hunde bajo mis pies. Pero yo espero con paciencia el día en que castigarás a los que ahora nos atacan. Aunque no den higos las higueras, ni den uvas las viñas ni aceitunas los olivos; aunque no haya en nuestros campos nada que cosechar; aunque no tengamos vacas ni ovejas, siempre te alabaré con alegría porque tú eres mi salvador. Dios mío, tú me das nuevas fuerzas; me das la rapidez de un venado, y me pones en lugares altos.

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Habacuc 3:5-19 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Avanza precedido de gran mortandad, y cierra su marcha ardiente fuego. Si se detiene, la tierra se estremece; si lanza una mirada, tiemblan las naciones, las montañas eternas se desmoronan, y las colinas perennes se hunden. ¡Sus caminos son eternos! He visto aflicción en las tiendas de Cusán, y angustia en las tiendas de Madián. ¿Te enojaste, Señor, contra los ríos? ¿Te airaste contra ellos? ¿Se desató tu furia contra el mar cuando montaste en tus caballos y subiste en tus carros de victoria? Al quedar tu arco al descubierto, pudo verse tu aljaba repleta de flechas. Con los ríos divides la tierra. Los montes te ven, y tiemblan. Pasan las aguas y todo lo inundan; el mar profundo deja oír su voz, y las grandes olas se agitan. Al ver el resplandor de tus saetas, y el brillo de tu deslumbrante lanza, el sol y la luna detienen su marcha. En tu ira, pisoteas la tierra; en tu furor, aplastas a las naciones. Acudes al llamado de tu pueblo, y sales en ayuda de tu ungido. Abates la casa del jefe malvado, y lo dejas desnudo de pies a cabeza. Horadas con sus propios dardos la cabeza de sus guerreros, que arremeten contra mí para que huya, y gozan devorando al pobre que se esconde. Tú cabalgas en el mar con tus caballos, y haces que se agiten las muchas aguas. Al oírte, se estremecen mis entrañas; mis labios tiemblan al escuchar tu voz. El mal me cala hasta los huesos, y en mi interior todo se estremece, pero yo espero confiado el día de la angustia, el día en que será invadido el pueblo que ahora nos oprime. Aunque todavía no florece la higuera, ni hay uvas en los viñedos, ni hay tampoco aceitunas en los olivos, ni los campos han rendido sus cosechas; aunque no hay ovejas en los rediles ni vacas en los corrales, yo me alegro por ti, Señor; ¡me regocijo en ti, Dios de mi salvación! Tú, Señor, eres mi Dios y fortaleza. Tú, Señor, me das pies ligeros, como de cierva, y me haces andar en mis alturas.

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Habacuc 3:5-19 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Delante de él llegan plagas terribles, y detrás la fiebre abrasadora. La tierra tiembla cuando él se detiene; se estremecen las naciones cuando las mira; las viejas montañas se derrumban y se deshacen los montes antiguos; pero los caminos de Dios son eternos. Yo he visto a la gente de Cusán hundida en la desgracia, a los habitantes de Madián encogidos por el miedo. ¿Te has enojado, Señor, contra los ríos? ¿Se ha encendido tu furor contra los mares? ¿Cabalgas por eso en tus caballos y montas así en tu carro victorioso? Tienes el arco preparado y dispuestas todas tus flechas. Con los ríos has abierto surcos en la tierra. Las montañas tiemblan al verte; cae del cielo la lluvia torrencial, y el mar profundo da su rugido mientras se alzan sus olas inmensas. El sol y la luna no salen de su escondite ante el vivo resplandor de tus flechas y la luz relampagueante de tu lanza. En tu enojo recorres toda la tierra; en tu furor pisoteas las naciones. Tú has salido en ayuda de tu pueblo y del rey que tú mismo escogiste. Has destruido el techo de la casa del malvado, y has descubierto hasta la roca sus cimientos. Mataste a su jefe con sus propias flechas, cuando sus jinetes, como una tempestad, se lanzaron arrogantes a dispersar a los indefensos, para destruirlos en secreto. Con tus caballos recorres el mar, la gran extensión de las aguas profundas., Al oír todo esto tuve miedo. Mis labios se pusieron a temblar, mis piernas dejaron de sostenerme y todo mi cuerpo perdió sus fuerzas. Aun así, esperaré tranquilo el día en que Dios ponga en angustia al ejército de nuestros opresores. Entonces me llenaré de alegría a causa del Señor mi salvador. Le alabaré aunque no florezcan las higueras ni den fruto los viñedos y los olivares; aunque los campos no den su cosecha; aunque se acaben los rebaños de ovejas y no haya reses en los establos. Porque el Señor me da fuerzas; da a mis piernas la ligereza del ciervo y me lleva a alturas donde estaré a salvo.

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Habacuc 3:5-19 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Delante de su rostro iba mortandad, Y a sus pies salían carbones encendidos. Se levantó, y midió la tierra; Miró, e hizo temblar las gentes; Los montes antiguos fueron desmenuzados, Los collados antiguos se humillaron. Sus caminos son eternos. He visto las tiendas de Cusán en aflicción; Las tiendas de la tierra de Madián temblaron. ¿Te airaste, oh Jehová, contra los ríos? ¿Contra los ríos te airaste? ¿Fue tu ira contra el mar Cuando montaste en tus caballos, Y en tus carros de victoria? Se descubrió enteramente tu arco; Los juramentos a las tribus fueron palabra segura. Selah Hendiste la tierra con ríos. Te vieron y tuvieron temor los montes; Pasó la inundación de las aguas; El abismo dio su voz, A lo alto alzó sus manos. El sol y la luna se pararon en su lugar; A la luz de tus saetas anduvieron, Y al resplandor de tu fulgente lanza. Con ira hollaste la tierra, Con furor trillaste las naciones. Saliste para socorrer a tu pueblo, Para socorrer a tu ungido. Traspasaste la cabeza de la casa del impío, Descubriendo el cimiento hasta la roca. Selah Horadaste con sus propios dardos las cabezas de sus guerreros, Que como tempestad acometieron para dispersarme, Cuyo regocijo era como para devorar al pobre encubiertamente. Caminaste en el mar con tus caballos, Sobre la mole de las grandes aguas. Oí, y se conmovieron mis entrañas; A la voz temblaron mis labios; Pudrición entró en mis huesos, y dentro de mí me estremecí; Si bien estaré quieto en el día de la angustia, Cuando suba al pueblo el que lo invadirá con sus tropas. Aunque la higuera no florezca, Ni en las vides haya frutos, Aunque falte el producto del olivo, Y los labrados no den mantenimiento, Y las ovejas sean quitadas de la majada, Y no haya vacas en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, Y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, Y en mis alturas me hace andar.

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Habacuc 3:5-19 La Biblia de las Américas (LBLA)

Delante de Él va la pestilencia, y la plaga sigue sus pasos. Se detuvo, e hizo temblar la tierra, miró e hizo estremecerse a las naciones. Sí, se desmoronaron los montes perpetuos, se hundieron las colinas antiguas. Sus caminos son eternos. Bajo aflicción vi las tiendas de Cusán, temblaban las tiendas de la tierra de Madián. ¿Te indignaste, SEÑOR, contra los ríos? ¿Contra los ríos fue tu ira, contra el mar tu furor, cuando montaste en tus caballos, en tus carros de victoria? Tu arco fue desnudado por completo, las varas de castigo fueron juradas. (Selah) Con ríos hendiste la tierra; te vieron los montes y temblaron, el diluvio de aguas pasó; dio el abismo su voz, levantó en alto sus manos. El sol y la luna se detuvieron en su sitio; a la luz de tus saetas se fueron, al resplandor de tu lanza fulgurante. Con indignación marchaste por la tierra; con ira hollaste las naciones. Saliste para salvar a tu pueblo, para salvar a tu ungido. Destrozaste la cabeza de la casa del impío, descubriéndolo de arriba abajo. (Selah) Traspasaste con sus propios dardos la cabeza de sus guerreros que irrumpieron para dispersarnos; su regocijo fue como el de los que devoran en secreto a los oprimidos. Marchaste por el mar con tus caballos, en el oleaje de las inmensas aguas. Oí, y se estremecieron mis entrañas; a tu voz temblaron mis labios. Entra podredumbre en mis huesos, y tiemblo donde estoy. Tranquilo espero el día de la angustia, al pueblo que se levantará para invadirnos. Aunque la higuera no eche brotes, ni haya fruto en las viñas; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan alimento; aunque falten las ovejas del aprisco, y no haya vacas en los establos, con todo yo me alegraré en el SEÑOR, me regocijaré en el Dios de mi salvación. El Señor DIOS es mi fortaleza; Él ha hecho mis pies como los de las ciervas, y por las alturas me hace caminar. Para el director del coro, con mis instrumentos de cuerda.

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Habacuc 3:5-19 Nueva Traducción Viviente (NTV)

La pestilencia marcha delante de él; la plaga lo sigue de cerca. Cuando él se detiene, la tierra se estremece. Cuando mira, las naciones tiemblan. Él derrumba las montañas perpetuas y arrasa las antiguas colinas. ¡Él es el Eterno! Veo al pueblo de Cusán en angustia y a la nación de Madián temblando de terror. »¿Estabas enojado, SEÑOR, cuando golpeaste los ríos y dividiste el mar? ¿Estabas disgustado con ellos? ¡No! ¡Enviabas tus carros de salvación! Blandiste tu arco y tu aljaba de flechas. Partiste la tierra con caudalosos ríos. Las montañas observaron y temblaron. Avanzaron las tempestuosas aguas. Las profundidades del mar rugieron levantando sus manos en sumisión. El sol y la luna se detuvieron en el cielo cuando volaron tus radiantes flechas y brilló tu deslumbrante lanza. »Con enojo marchaste a través de la tierra y con furor pisoteaste las naciones. Saliste a rescatar a tu pueblo elegido, a salvar a tus ungidos. Aplastaste las cabezas de los perversos y descarnaste sus huesos de pies a cabeza. Con sus propias armas destruiste al jefe de los que se lanzaron como un torbellino, pensando que Israel sería presa fácil. Pisoteaste el mar con tus caballos y las potentes aguas se amontonaron. »Al oír esto, me estremecí por dentro; mis labios temblaron de miedo. Se me doblaron las piernas, caí y temblé de terror. Esperaré en silencio el día venidero cuando la catástrofe golpee al pueblo invasor. Aunque las higueras no florezcan y no haya uvas en las vides, aunque se pierda la cosecha de oliva y los campos queden vacíos y no den fruto, aunque los rebaños mueran en los campos y los establos estén vacíos, ¡aun así me alegraré en el SEÑOR! ¡Me gozaré en el Dios de mi salvación! ¡El SEÑOR Soberano es mi fuerza! Él me da pie firme como al venado, capaz de pisar sobre las alturas».

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