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Génesis 50:1-26

Génesis 50:1-26 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre y, llorando, lo besó. Luego ordenó a los médicos a su servicio que embalsamaran el cuerpo y así lo hicieron. El proceso para embalsamarlo tardó unos cuarenta días, que es el tiempo requerido. Los egipcios, por su parte, guardaron luto por Israel durante setenta días. Pasados los días de duelo, José se dirigió así a los miembros de la corte del faraón: —Si me he ganado el respeto de la corte, díganle por favor al faraón que mi padre, antes de morirse, me hizo jurar que yo lo sepultaría en la tumba que él mismo se preparó en la tierra de Canaán. Por eso le ruego encarecidamente que me permita ir a sepultar a mi padre y luego volveré. El faraón respondió: —Ve a sepultar a tu padre, conforme a la promesa que te pidió hacerle. José fue a sepultar a su padre. Lo acompañaron los servidores del faraón, es decir, los oficiales de su corte y toda la gente importante de Egipto. A estos se sumaron todos los familiares de José, sus hermanos y los de la casa de Jacob. En la región de Gosén dejaron únicamente a los niños y al ganado. También salieron con él carros y jinetes, formando así un cortejo muy grande. Al llegar al campo de Hatad, que está al otro lado del río Jordán, hicieron grandes y solemnes lamentaciones. Allí José guardó luto por su padre durante siete días. Cuando los cananeos que vivían en esa región vieron en el campo de Hatad aquellas manifestaciones de duelo, dijeron: «Los egipcios están haciendo un duelo muy solemne». Por eso al lugar, que está cerca del Jordán, lo llamaron Abel Misrayin. Los hijos de Jacob hicieron con su padre lo que él había pedido: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva que está en el campo de Macpela, frente a Mamré, en el mismo campo que Abraham había comprado a Efrón el hitita para sepultura de la familia. Luego de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con toda la gente que lo había acompañado. Al reflexionar sobre la muerte de su padre, los hermanos de José concluyeron: «Tal vez José nos guarde rencor y ahora quiera vengarse de todo el mal que le hicimos». Por eso le mandaron a decir: «Antes de morir tu padre, dejó estas instrucciones: “Díganle a José que perdone, por favor, la terrible maldad y el pecado que sus hermanos cometieron contra él”. Así que, por favor, perdona la maldad de los siervos del Dios de tu padre». Cuando José escuchó estas palabras, se echó a llorar. Luego sus hermanos se presentaron ante José, se inclinaron delante de él y dijeron: —Aquí nos tienes; somos tus esclavos. —No tengan miedo —les contestó José—. ¿Puedo acaso tomar el lugar de Dios? Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente. Así que, ¡no tengan miedo! Yo cuidaré de ustedes y de sus hijos. De ese modo José los consoló, pues les habló al corazón. José y la familia de su padre permanecieron en Egipto. Alcanzó la edad de ciento diez años, y llegó a ver nacer a los hijos de Efraín hasta la tercera generación. Además, cuando nacieron los hijos de Maquir, hijo de Manasés, él los recibió sobre sus rodillas. Tiempo después, José dijo a sus hermanos: «Yo estoy a punto de morir, pero, sin duda, Dios vendrá a ayudarlos y los llevará de este país a la tierra que prometió a Abraham, Isaac y Jacob». Entonces José hizo que sus hijos le prestaran juramento. Les dijo: «Sin duda, Dios vendrá a ayudarlos. Cuando esto ocurra, ustedes deberán llevarse de aquí mis huesos». José murió en Egipto a los ciento diez años. Una vez que lo embalsamaron, lo pusieron en un ataúd.

Génesis 50:1-26 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

José se echó a llorar, y abrazó y besó a su padre. Más tarde, les encargó a sus médicos particulares que prepararan el cuerpo de su padre para embalsamarlo. Así lo hicieron los médicos, y en los preparativos tardaron cuarenta días, pues eso es lo que se lleva embalsamar un cuerpo. Los egipcios, por su parte, lloraron la muerte de Jacob durante setenta días. Pasados los días de duelo, José les dijo a los miembros de la corte del rey de Egipto: —Si puedo pedirles un favor, yo les agradecería que le hablaran al rey por mí. Díganle que cuando mi padre estaba a punto de morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en su propia tumba, la cual está en Canaán. Pídanle que me deje ir a enterrar a mi padre, y que luego volveré. El rey le respondió: —Ve a enterrarlo, tal como te pidió que lo hicieras. José fue a enterrar a su padre. Lo acompañaron todos sus hermanos y familiares, y todos los asistentes del rey, es decir, toda la gente importante del reino y del país. También lo acompañaron muchos carros y gente de a caballo. En Gosen solo se quedaron los niños, las ovejas y las vacas. Al llegar al campo de Atad, que está cerca del río Jordán, José guardó siete días de luto por su padre, y todo el grupo lamentó amargamente su muerte. Cuando los cananeos que vivían allí vieron llorar a los egipcios, dijeron: «Parece que a los egipcios se les murió alguien muy importante». Por eso al campo de Atad le pusieron el nombre de «Campo de las lágrimas egipcias». Los hijos de Jacob llevaron el cuerpo de su padre a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva de Macpelá, que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para usarla como tumba. La cueva y el campo están cerca del bosque de Mamré. Así cumplieron con los últimos deseos de su padre. Después del entierro, José y sus hermanos regresaron a Egipto, junto con toda la gente que los había acompañado. Al ver que su padre estaba muerto, los hermanos de José pensaron: «¿Qué vamos a hacer si José todavía está enojado con nosotros, y quiere vengarse por lo que le hicimos?» Entonces mandaron a decirle: «José, antes de que nuestro padre muriera, dejó dicho que debías perdonarnos todo el mal que te hemos causado. Es verdad que te hemos hecho mucho daño, pero te rogamos que nos perdones». Cuando José recibió este mensaje, se puso a llorar. Sus hermanos fueron entonces a verlo, y se arrodillaron delante de él. Le dijeron: —Somos tus esclavos. Sin embargo, José los tranquilizó, y con mucho cariño les dijo: —No tengan miedo, que yo no soy Dios. Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios cambió todo para bien. Ustedes han visto ya lo que ha sucedido: Dios ha dejado con vida a mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo voy a cuidar de ustedes y de sus hijos. José se quedó a vivir en Egipto, junto con toda la familia de su padre. Alcanzó la edad de ciento diez años y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También meció en sus rodillas a los hijos de Maquir, que eran sus nietos por parte de Manasés. Algún tiempo después, José les dijo a sus hermanos: «Ya me falta poco para morir. Pero pueden estar seguros de que Dios vendrá a ayudarlos y los hará volver a la tierra que, bajo juramento, prometió darles a Abraham, a Isaac y a Jacob. Ustedes, por su parte, tienen que jurarme que se llevarán de aquí mis restos cuando yo muera». José murió en Egipto a la edad de ciento diez años. Su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.

Génesis 50:1-26 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Entonces José se echó sobre el rostro de su padre, y lloró sobre su cuerpo y lo besó. Luego mandó a sus siervos los médicos que embalsamaran a su padre, y ellos embalsamaron a Israel. Y le guardaron luto cuarenta días, porque ese era el término de luto para los embalsamados, pero los egipcios lo lloraron setenta días. Al término de los días de su luto, José habló con los de la casa del faraón, y les dijo: «Si soy digno de pedirles un favor, les ruego que hablen con el faraón en mi favor. Díganle de mi parte: “Mi padre me hizo hacerle este juramento: ‘Como ves, ya estoy por morirme. Quiero que me sepultes en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán.’ Así que, permíteme ir a sepultar a mi padre. Luego volveré.”» Y el faraón dijo: «Ve y sepulta a tu padre, conforme al juramento que le hiciste.» José fue a sepultar a su padre, y lo acompañaron todos los siervos del faraón y los ancianos de su casa, todos los ancianos de la tierra de Egipto, toda la casa de José, y sus hermanos, y la casa de su padre. En la tierra de Gosén se quedaron solamente sus niños, y sus ovejas y sus vacas. También lo acompañaron carros y gente de caballería. La comitiva era muy grande. Cuando llegaron al campo de Atad, que está al otro lado del Jordán, sus lamentos y expresiones de tristeza fueron muy grandes. José, por su parte, hizo duelo por su padre durante siete días. Al ver los cananeos, que habitaban esa región, el llanto que había en el campo de Atad, dijeron: «Grande es el llanto de los egipcios.» Por eso aquel lugar recibió el nombre de «Abel Mizrayin». Este lugar está al otro lado del Jordán. Los hijos de Israel hicieron con él todo lo que él les había ordenado: lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, al oriente de Mamre, la cual Abrahán le compró a Efrón el hitita, junto con el campo mismo, para que fuera sepultura hereditaria. Después de sepultar a su padre, José volvió a Egipto, junto con sus hermanos y con todos los que lo acompañaron. Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: «Tal vez José nos odia, y ahora se vengará de todo el mal que le hicimos.» Entonces mandaron a decirle: «José, antes de que tu padre muriera, nos pidió que te dijéramos de su parte: “Te ruego que perdones la maldad y el pecado de tus hermanos, pues te trataron muy mal.” Por lo tanto, te rogamos que perdones ahora la maldad de estos siervos del Dios de tu padre.» Y mientras ellos hablaban, José comenzó a llorar. Además, sus hermanos fueron y se arrodillaron delante de él, y le dijeron: «Aquí nos tienes. Somos tus siervos.» Pero José les respondió: «No tengan miedo. ¿Acaso estoy en lugar de Dios? Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió todo para bien, para hacer lo que hoy vemos, que es darle vida a mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos.» Y los consoló, pues les habló con mucho cariño. Y José vivió en Egipto, junto con la familia de su padre, y llegó a la edad de ciento diez años. Llegó a ver a los hijos de Efraín hasta la tercera generación. También los hijos de Maquir, hijo de Manasés, fueron criados sobre las rodillas de José. Un día, José les dijo a sus hermanos: «Ya estoy por morir. Pero Dios vendrá a visitarlos, y los sacará de esta tierra para llevarlos a la tierra que prometió dar a Abrahán, Isaac y Jacob.» Y José hizo que los hijos de Israel le juraran, al decirles: «Dios vendrá a visitarlos. Cuando eso sea, ustedes se llevarán de aquí mis huesos.» José murió a la edad de ciento diez años, y fue embalsamado y puesto en un ataúd en Egipto.

Génesis 50:1-26 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Entonces José se abrazó al cuerpo de su padre, y llorando lo besó. Después ordenó a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre Israel, y así lo hicieron. Tardaron cuarenta días en embalsamarlo, porque ese es el tiempo que se necesita para hacerlo. Los egipcios guardaron luto por Israel durante setenta días, y después de los días de luto, José habló con los del palacio del faraón y les dijo: —Si me he ganado el aprecio de ustedes, háganme el favor de decirle al faraón que cuando mi padre estaba por morir, me hizo jurarle que yo lo enterraría en el sepulcro que él mismo se preparó, y que está en la tierra de Canaán. Así que yo le ruego me permita ir a enterrar a mi padre; una vez que lo haya enterrado, regresaré. Y el faraón contestó: —Ve a enterrar a tu padre, tal como él te lo pidió. José fue a enterrar a su padre, y lo acompañaron todos los funcionarios que tenían autoridad en el palacio del faraón y en Egipto, la propia familia de Jacob, la de José, y sus hermanos. En la tierra de Gosen dejaron solamente a los niños y los animales. También gente con carretas y de a caballo acompañó a José, así que era muchísima gente. Cuando llegaron a Goren-ha-atad, que está al oriente del río Jordán, tuvieron una solemne ceremonia luctuosa. Allí José guardó luto por su padre durante siete días. Cuando los cananeos que vivían en esa región vieron la ceremonia, dijeron: «Los egipcios tienen un entierro muy solemne.» Por eso llamaron Abel-Misraim a aquel lugar que está al oriente del Jordán. Los hijos de Jacob hicieron con su padre todo lo que él les había pedido, pues lo llevaron a Canaán y lo enterraron en la cueva del terreno de Macpelá, que Abraham le había comprado a Efrón el hitita para que fuera el sepulcro de la familia. Este terreno y la cueva están al oriente de Mamré. Después de haber sepultado a su padre, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y con todos los que lo habían acompañado. Como Jacob había muerto, los hermanos de José pensaron: «Tal vez José nos odia, y se va a vengar de todo el mal que le hicimos.» Entonces le mandaron a decir: «Antes de que tu padre muriera, nos ordenó que te dijéramos: “Por favor, te pido que perdones la maldad y pecado de tus hermanos, que tan mal te trataron.” Por eso te rogamos que perdones nuestra maldad, pues somos siervos del Dios de tu padre.» Mientras los mensajeros le daban este mensaje, José lloraba. Entonces llegaron sus propios hermanos, se inclinaron delante de él hasta tocar el suelo con la frente, y le dijeron: —Aquí nos tienes. Somos tus esclavos. Pero José les contestó: —No tengan miedo. Yo no puedo ponerme en lugar de Dios. Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien para hacer lo que hoy vemos: para salvar la vida de mucha gente. Así que no tengan miedo. Yo les daré de comer a ustedes y a sus hijos. Así José los tranquilizó, pues les habló con mucho cariño. José y la familia de su padre siguieron viviendo en Egipto. José vivió ciento diez años, y llegó a ver a los bisnietos de Efraín. También alcanzó a recibir como miembros de la familia a los hijos de su nieto Maquir, que era hijo de Manasés. Un día José les dijo a sus hermanos: «Me falta poco para morir, pero Dios vendrá a ayudarlos, y los sacará de este país para llevarlos a la tierra que les prometió a Abraham, Isaac y Jacob.» Entonces hizo que los hijos de Israel le juraran, y les dijo: «En verdad, Dios vendrá a ayudarlos. Cuando eso suceda, ustedes deben llevarse de aquí mis restos.» José murió en Egipto a la edad de ciento diez años, y su cuerpo fue embalsamado y puesto en un ataúd.

Génesis 50:1-26 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, y lloró sobre él, y lo besó. Y mandó José a sus siervos los médicos que embalsamasen a su padre; y los médicos embalsamaron a Israel. Y le cumplieron cuarenta días, porque así cumplían los días de los embalsamados, y lo lloraron los egipcios setenta días. Y pasados los días de su luto, habló José a los de la casa de Faraón, diciendo: Si he hallado ahora gracia en vuestros ojos, os ruego que habléis en oídos de Faraón, diciendo: Mi padre me hizo jurar, diciendo: He aquí que voy a morir; en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás; ruego, pues, que vaya yo ahora y sepulte a mi padre, y volveré. Y Faraón dijo: Ve, y sepulta a tu padre, como él te hizo jurar. Entonces José subió para sepultar a su padre; y subieron con él todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa, y todos los ancianos de la tierra de Egipto, y toda la casa de José, y sus hermanos, y la casa de su padre; solamente dejaron en la tierra de Gosén sus niños, y sus ovejas y sus vacas. Subieron también con él carros y gente de a caballo, y se hizo un escuadrón muy grande. Y llegaron hasta la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, y endecharon allí con grande y muy triste lamentación; y José hizo a su padre duelo por siete días. Y viendo los moradores de la tierra, los cananeos, el llanto en la era de Atad, dijeron: Llanto grande es este de los egipcios; por eso fue llamado su nombre Abel-mizraim, que está al otro lado del Jordán. Hicieron, pues, sus hijos con él según les había mandado; pues lo llevaron sus hijos a la tierra de Canaán, y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, la que había comprado Abraham con el mismo campo, para heredad de sepultura, de Efrón el heteo, al oriente de Mamre. Y volvió José a Egipto, él y sus hermanos, y todos los que subieron con él a sepultar a su padre, después que lo hubo sepultado. Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón. Y habitó José en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años. Y vio José los hijos de Efraín hasta la tercera generación; también los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron criados sobre las rodillas de José. Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto.

Génesis 50:1-26 La Biblia de las Américas (LBLA)

José se echó sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó. Y ordenó José a sus siervos médicos que embalsamaran a su padre; y los médicos embalsamaron a Israel. Y se requerían cuarenta días para ello, porque este es el tiempo requerido para el embalsamamiento. Y los egipcios lo lloraron setenta días. Y cuando pasaron los días de luto por él, habló José a la casa de Faraón, diciendo: Si he hallado ahora gracia ante vuestros ojos, os ruego que habléis a Faraón, diciendo: «Mi padre me hizo jurar, diciendo: “He aquí, voy a morir; en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás”. Ahora pues, te ruego que me permitas ir a sepultar a mi padre, y luego volveré». Y Faraón dijo: Sube y sepulta a tu padre como él te hizo jurar. Entonces José subió a sepultar a su padre, y con él subieron todos los siervos de Faraón, los ancianos de su casa y todos los ancianos de la tierra de Egipto, y toda la casa de José, y sus hermanos, y la casa de su padre; solo dejaron a sus pequeños, sus ovejas y sus vacas en la tierra de Gosén. Subieron también con él carros y jinetes; y era un cortejo muy grande. Cuando llegaron hasta la era de Atad, que está al otro lado del Jordán, hicieron allí duelo con una grande y dolorosa lamentación; y José guardó siete días de duelo por su padre. Y cuando los habitantes de la tierra, los cananeos, vieron el duelo de la era de Atad, dijeron: Este es un duelo doloroso de los egipcios. Por eso llamaron al lugar Abel-mizrayim, el cual está al otro lado del Jordán. Sus hijos, pues, hicieron con él tal como les había mandado; pues sus hijos lo llevaron a la tierra de Canaán, y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, frente a Mamre, la cual Abraham había comprado de Efrón hitita, junto con el campo para posesión de una sepultura. Y después de sepultar a su padre, José regresó a Egipto, él y sus hermanos, y todos los que habían subido con él para sepultar a su padre. Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron: Quizá José guarde rencor contra nosotros, y de cierto nos devuelva todo el mal que le hicimos. Entonces enviaron un mensaje a José, diciendo: Tu padre mandó antes de morir, diciendo: «Así diréis a José: “Te ruego que perdones la maldad de tus hermanos y su pecado, porque ellos te trataron mal” ». Y ahora, te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró cuando le hablaron. Entonces sus hermanos vinieron también y se postraron delante de él, y dijeron: He aquí, somos tus siervos. Pero José les dijo: No temáis, ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente. Ahora pues, no temáis; yo proveeré para vosotros y para vuestros hijos. Y los consoló y les habló cariñosamente. Y José se quedó en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años. Y vio José la tercera generación de los hijos de Efraín; también los hijos de Maquir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José. Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os cuidará y os hará subir de esta tierra a la tierra que Él prometió en juramento a Abraham, a Isaac y a Jacob. Luego José hizo jurar a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os cuidará, y llevaréis mis huesos de aquí. Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron y lo pusieron en un ataúd en Egipto.

Génesis 50:1-26 Nueva Traducción Viviente (NTV)

José se abrazó al cuerpo de su padre, y lloró y lo besó. Después ordenó a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre, y Jacob fue embalsamado. El proceso para embalsamarlo llevó cuarenta días, que es el tiempo habitual. Y los egipcios guardaron luto por Jacob durante setenta días. Cumplido el período del luto, José se acercó a los consejeros del faraón y les dijo: «Les ruego que me hagan el favor de hablar al faraón por mí. Díganle que mi padre me hizo pronunciar un juramento. Me dijo: “Escucha, yo estoy a punto de morir. Lleva mi cuerpo de regreso a la tierra de Canaán y entiérrame en la tumba que preparé para mí mismo”. Por lo tanto, le ruego que me permita ir a enterrar a mi padre. Y después del entierro, regresaré sin demora». El faraón concedió la petición de José y le dijo: «Ve y entierra a tu padre, tal como él te hizo prometer». Entonces José partió para enterrar a su padre. Lo acompañaron todos los funcionarios del faraón, todos los ancianos de la casa del faraón, y todos los oficiales de alto rango de Egipto. José llevó a los de su propia casa y a sus hermanos y a los de sus casas, pero dejó en la tierra de Gosén a los niños pequeños y a los rebaños y a las manadas. Una gran cantidad de carros de guerra con sus conductores acompañaron a José. Cuando llegaron al campo de trillar de Atad, cerca del río Jordán, llevaron a cabo un gran servicio conmemorativo muy solemne, con un período de siete días de luto por el padre de José. Los cananeos que vivían en ese lugar los observaron lamentarse en el campo de trillar de Atad, y luego cambiaron el nombre del lugar (situado cerca del Jordán); lo llamaron Abel-mizraim, porque dijeron: «Este es un lugar de gran lamento para estos egipcios». Así que los hijos de Jacob hicieron tal como él les había ordenado. Llevaron su cuerpo a la tierra de Canaán y lo enterraron en la cueva que está en el campo de Macpela, cerca de Mamre. Esa es la cueva que Abraham le había comprado a Efrón el hitita como lugar de sepultura permanente. Después de haber enterrado a Jacob, José regresó a Egipto junto con sus hermanos y todos los que lo habían acompañado al entierro de su padre. Pero ahora que su padre había muerto, los hermanos de José tuvieron temor, y se decían: «Ahora José mostrará su enojo y se vengará por todo el mal que le hicimos». Entonces enviaron a José un mensaje que decía: «Antes de morir, tu padre nos mandó que te dijéramos: “Por favor, perdona a tus hermanos por el gran mal que te hicieron, por el pecado de haberte tratado con tanta crueldad”. Por eso nosotros, los siervos del Dios de tu padre, te suplicamos que perdones nuestro pecado». Cuando José recibió el mensaje, perdió el control y se echó a llorar. Entonces sus hermanos llegaron, y se arrojaron al suelo delante de José y dijeron: —Mira, ¡somos tus esclavos! Pero José les respondió: —No me tengan miedo. ¿Acaso soy Dios para castigarlos? Ustedes se propusieron hacerme mal, pero Dios dispuso todo para bien. Él me puso en este cargo para que yo pudiera salvar la vida de muchas personas. No, no tengan miedo. Yo seguiré cuidando de ustedes y de sus hijos. Así que hablándoles con ternura y bondad, los reconfortó. José y sus hermanos con sus familias siguieron viviendo en Egipto. José vivió hasta los ciento diez años de edad. Alcanzó a ver a tres generaciones de los descendientes de su hijo Efraín, y vivió lo suficiente para ver el nacimiento de los hijos de Maquir, el hijo de Manasés, a quienes recibió como suyos. José les dijo a sus hermanos: «Yo pronto moriré pero ciertamente Dios los ayudará y los sacará de esta tierra de Egipto. Él los hará volver a la tierra que solemnemente prometió dar a Abraham, a Isaac y a Jacob». Entonces José hizo jurar a los hijos de Israel y les dijo: «Cuando Dios venga a ayudarlos y los lleve de regreso, deben llevarse mis huesos con ustedes». José murió a los ciento diez años de edad y los egipcios lo embalsamaron, y pusieron su cuerpo en un ataúd en Egipto.