Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Génesis 38:1-29

Génesis 38:1-29 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Por esos días, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, residente del pueblo de Adulán. Allí Judá conoció a una mujer, hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Luego de tener relaciones con él, ella concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er. Tiempo después, volvió a concebir y dio a luz otro hijo, al que llamó Onán. Pasado el tiempo tuvo otro hijo, al que llamó Selá, el cual nació en Quezib. Judá consiguió para Er, su hijo mayor, una esposa que se llamaba Tamar. Pero al SEÑOR no le agradó la mala conducta del primogénito de Judá y le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: «Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado; así le darás descendencia a tu hermano». Pero Onán sabía que el hijo que naciera no sería reconocido como suyo. Por eso, cada vez que tenía relaciones con ella, derramaba el semen en el suelo y así evitaba que su hermano tuviera descendencia. Esta conducta ofendió mucho al SEÑOR, así que también a él le quitó la vida. Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá tenga edad de casarse». Pero en realidad Judá pensaba que Selá podría morirse, lo mismo que sus hermanos. Así que Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. Después de mucho tiempo, murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Al concluir el tiempo de duelo, Judá fue al pueblo de Timná para esquilar sus ovejas. Lo acompañó su amigo Hirá, el adulamita. Cuando Tamar se enteró de que su suegro se dirigía hacia Timná para esquilar sus ovejas, se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera y se sentó a la entrada del pueblo de Enayin, que está en el camino a Timná. Esto lo hizo porque se dio cuenta de que Selá ya tenía edad de casarse y aún no se lo daban a ella por esposo. Cuando Judá la vio con el rostro cubierto, la tomó por una prostituta. No sabiendo que era su nuera, se acercó a la orilla del camino y dijo: —Deja que me acueste contigo. —¿Qué me das si te digo que sí? —preguntó ella. —Te mandaré uno de los cabritos de mi rebaño —respondió Judá. —Está bien —respondió ella—, pero déjame algo en garantía hasta que me lo mandes. —¿Qué prenda quieres que te deje? —preguntó Judá. —Dame tu sello, su cordón y el bastón que llevas en la mano —respondió Tamar. Judá se los entregó, se acostó con ella y la dejó embarazada. Cuando ella se levantó, se fue inmediatamente de allí, se quitó el velo y volvió a ponerse la ropa de viuda. Más tarde, Judá envió el cabrito por medio de su amigo adulamita para recuperar las prendas que había dejado con la mujer; pero su amigo no dio con ella. Entonces preguntó a la gente del lugar: —¿Dónde está la prostituta del santuario de Enayin, la que se sentaba junto al camino? —Aquí nunca ha habido una prostituta así —le contestaron. El amigo regresó adonde estaba Judá y le dijo: —No la pude encontrar. Además, la gente del lugar me informó que allí nunca había estado una prostituta como esa. —Que se quede con las prendas —respondió Judá—; no es cuestión de que hagamos el ridículo. Pero que quede claro: yo le envié el cabrito y tú no la encontraste. Como tres meses después, informaron a Judá lo siguiente: —Tu nuera Tamar se ha prostituido y, como resultado de sus andanzas, ha quedado embarazada. —¡Sáquenla y quémenla! —exclamó Judá. Pero cuando la estaban sacando, ella mandó este mensaje a su suegro: «El dueño de estas prendas fue quien me embarazó. A ver si reconoce usted de quién son este sello, el cordón del sello y este bastón». Judá los reconoció y declaró: «Su conducta es más justa que la mía, pues yo no la di por esposa a mi hijo Selá». Y no volvió a acostarse con ella. Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, resultó que tenía mellizos en su seno. En el momento de nacer, uno de los mellizos sacó la mano; la partera le ató un hilo rojo en la mano y dijo: «Este salió primero». Pero en ese momento el niño metió la mano y salió primero el otro. Entonces la partera dijo: «¡Cómo te abriste paso!». Por eso al niño lo llamaron Fares.

Génesis 38:1-29 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Fue por esos días cuando Judá se apartó de sus hermanos y se fue a Adulam, donde vivió en la casa de un amigo suyo que se llamaba Hirá. Allí Judá conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Después de un tiempo ella quedó embarazada y tuvo un hijo. Judá le puso por nombre Er. Tiempo después, la esposa de Judá tuvo dos hijos más: a uno de ellos lo llamó Onán, y al otro lo llamó Selá. Este último nació en Quezib. Judá le buscó esposa a Er, y lo casó con una mujer llamada Tamar. Pero a Dios no le gustaba la mala conducta de Er, así que le quitó la vida. Entonces Judá le dijo a Onán: «Cásate con la viuda de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado. Así tu difunto hermano tendrá hijos por medio de ti». Onán sabía que los hijos que tuviera con su cuñada no serían considerados suyos, sino de su hermano. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con ella procuraba no dejarla embarazada. De ese modo evitaba darle hijos a su hermano muerto. A Dios tampoco le gustó esta mala conducta de Onán, así que también le quitó la vida. Entonces Judá le recomendó a Tamar que se quedara viuda hasta que Selá creciera. Y es que Judá tenía miedo de que también Selá muriera, como sus hermanos. Por eso Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. Pasó el tiempo, y murió la esposa de Judá. Luego de llorar su muerte, Judá se fue a Timnat, donde sus pastores estaban cortándoles la lana a sus ovejas. Su amigo Hirá lo acompañó. Alguien fue a contarle a Tamar que su suegro iba de camino a Timnat, para recoger la lana de sus ovejas. Entonces ella se quitó la ropa de luto, se tapó la cara con un velo, y fue a sentarse a la entrada de Enaim, junto al camino que lleva a Timnat. Tamar se había dado cuenta de que Selá ya había crecido y, sin embargo, Judá no lo casaba con ella. Cuando Judá vio a una mujer con la cara cubierta, no se imaginó que se trataba de su nuera. Más bien, pensando que era una prostituta, se acercó a ella y le propuso: —Oye, ¿me dejarías acostarme contigo? Ella contestó: —Suponiendo que te deje, ¿qué me darás a cambio? —Te mandaré uno de mis cabritos —respondió Judá. —Acepto —dijo ella—, solo si me dejas algo tuyo como garantía de que me pagarás. —¿Y qué quieres que te deje? —preguntó Judá. —Pues déjame tu sello con todo y cordón, y la vara que llevas en la mano —respondió ella. Judá aceptó sus condiciones, y tuvo relaciones sexuales con ella, y ella quedó embarazada. Tan pronto como Judá se marchó, ella se quitó el velo y volvió a ponerse las ropas de luto. Más tarde, cuando Judá mandó a su amigo Hirá para entregar el cabrito y recoger lo que le había dejado a Tamar, su amigo ya no la encontró. Entonces les preguntó a los que vivían allí: —¿Dónde está la prostituta que acostumbra sentarse junto al camino de Enaim? Ellos contestaron: —Aquí nunca ha habido ninguna prostituta. El amigo de Judá regresó y le dijo: —No encontré a esa mujer. Los de ese lugar me aseguran que allí no ha habido ninguna prostituta. Judá respondió: —¡Pues que se quede con todo! Pero nadie podrá decir que no cumplo mi palabra. Yo te envié con el cabrito, y tú ya no la encontraste. Como a los tres meses, alguien fue a decirle a Judá: —Seguramente tu nuera Tamar ha tenido relaciones con alguien, pues resulta que está embarazada. Entonces Judá exclamó: —¡Échenla fuera, y quémenla viva! Cuando la estaban sacando, Tamar mandó a decirle a su suegro: «El dueño de todo esto fue quien me dejó embarazada. Fíjate bien, tal vez sepas quién es el dueño». En cuanto Judá reconoció su sello y la vara, dijo: —El culpable soy yo, y no ella, pues no quise darle a mi hijo Selá como esposo. Y nunca más Judá volvió a tener relaciones sexuales con Tamar. Tiempo después, Tamar tuvo mellizos. Al momento de nacer, uno de los mellizos sacó la mano; entonces la mujer que ayudaba a Tamar le ató al niño una cinta roja en la muñeca y dijo: «Este nació primero». Pero el niño volvió a meter la mano, y el que nació primero fue el otro mellizo. Entonces dijo la mujer: «¡Vaya, te abriste paso!» Por eso le pusieron por nombre Fares.

Génesis 38:1-29 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Por esos días Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir con un adulamita llamado Jirá. Allí Judá vio a la hija de un cananeo llamado Súa; y la tomó por mujer y se unió a ella. Y ella concibió y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Er. Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Onán. Y volvió a concebir, y dio a luz un hijo, al que puso por nombre Sela. Judá estaba en Quezib cuando ella dio a luz. Después Judá tomó una mujer para Er, su primogénito. Esa mujer se llamaba Tamar. Pero Er, el primogénito de Judá, era malo a los ojos del Señor, así que el Señor le quitó la vida. Entonces Judá le dijo a Onán: «Únete a la mujer de tu hermano, y cumple con tu deber de cuñado. Levanta descendencia para tu hermano.» Como Onán sabía que la descendencia no sería considerada suya, para no darle descendencia a su hermano, cada vez que se allegaba a la mujer de su hermano derramaba el semen en el suelo. Este hecho le desagradó al Señor, y también a él le quitó la vida. Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca mi hijo Sela.» Y es que pensó: «No vaya a ser que también él muera, como sus hermanos.» Y Tamar se fue, y se quedó a vivir en casa de su padre. Después de mucho tiempo murió la hija de Súa, mujer de Judá. Después de consolarse, Judá fue con su amigo Jirá, el adulamita, a Timnat, donde estaban los trasquiladores de sus ovejas. Y Tamar lo supo. Le dijeron: «Tu suegro está yendo a Timnat, a trasquilar sus ovejas.» Entonces ella, al ver que Sela ya había crecido y que ella no era entregada a él por mujer, se quitó sus vestidos de viuda, se cubrió el rostro con un velo, y se sentó a la entrada de Enayin, junto al camino de Timnat. Cuando Judá la vio, pensó que era una ramera, pues ella tenía cubierto el rostro. Entonces se apartó del camino y fue hacia ella, y le dijo: «Déjame allegarme a ti.» Y es que no sabía que era su nuera. Y ella le dijo: «¿Y qué me darás por allegarte a mí?» Él respondió: «Te enviaré un cabrito de mi ganado.» Pero ella le dijo: «Déjame una prenda, hasta que lo envíes.» Judá le dijo: «¿Y qué prenda quieres que te dé?» Y ella respondió: «Tu sello, tu cordón, y el báculo que tienes en la mano.» Judá se los dio, y se allegó a ella, y ella concibió de él. Luego se levantó y se fue; se quitó el velo con que se cubría, y volvió a vestir sus ropas de viuda. Cuando por medio de su amigo el adulamita Judá envió el cabrito, para recobrar la prenda, este ya no encontró a la mujer. Les preguntó entonces a los hombres de aquel lugar: «¿Dónde está la ramera de Enayin, la que estaba junto al camino?» Y ellos le dijeron: «Aquí no ha estado ninguna ramera.» El adulamita volvió entonces a Judá, y le dijo: «Ya no la encontré. Además, los hombres del lugar me dijeron: “Aquí no ha estado ninguna ramera.”» Judá dijo: «Pues que se quede con las prendas, para que nadie se burle de nosotros. Que conste que yo envié este cabrito, y que tú no la hallaste.» Como tres meses después, le llegó esta noticia a Judá: «Tamar, tu nuera, se ha prostituido. Y el resultado es que ha quedado embarazada.» Entonces Judá dijo: «¡Sáquenla y quémenla!» Pero cuando la estaban sacando, ella envió a decir a su suegro: «Fíjate, por favor, de quién son este sello, este cordón y este báculo. Por causa del dueño de estas cosas estoy embarazada.» Cuando Judá reconoció todo esto, dijo: «Ella es más justa que yo, pues no le di a mi hijo Sela.» Y nunca más tuvo relaciones con ella. Y cuando llegó el momento de que diera a luz, resultó que en su vientre había gemelos; y al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le tomó la mano, le ató un hilo escarlata, y dijo: «Este nació primero.» Pero el niño volvió a meter la mano, y entonces salió su hermano. Y la partera dijo: «¡Cómo te abriste paso!» Y le puso por nombre Fares.

Génesis 38:1-29 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

En aquel tiempo, Judá se apartó de sus hermanos y se fue a vivir a la casa de un hombre llamado Hirá, que era del pueblo de Adulam. Allí conoció a la hija de un cananeo llamado Súa, y se casó con ella. Cuando se unieron, ella quedó embarazada y tuvo un hijo, al cual llamó Er. Volvió a quedar embarazada y tuvo otro hijo, al cual llamó Onán. Todavía volvió a tener otro hijo, al cual llamó Selá, que nació cuando Judá estaba en Quezib. Judá casó a Er, su hijo mayor, con una mujer llamada Tamar. Pero al Señor no le agradaba la mala conducta de Er, y le quitó la vida. Entonces Judá le dijo a Onán: —Únete a la viuda de tu hermano y cumple así con tu deber de cuñado, para que tu hermano pueda tener descendientes por medio de ti. Pero Onán sabía que los hijos que nacieran no serían considerados suyos. Por eso, cada vez que se unía con la viuda de su hermano, procuraba que ella no quedara embarazada, para que su hermano no tuviera descendientes por medio de él. El Señor se disgustó mucho por lo que Onán hacía, y también a él le quitó la vida. Entonces Judá le dijo a su nuera Tamar: —Quédate viuda en la casa de tu padre, hasta que mi hijo Selá sea mayor de edad. En realidad, Judá pensaba que también Selá podría morir como sus hermanos. Así Tamar se fue a vivir a la casa de su padre. Pasó el tiempo y murió la esposa de Judá, la hija de Súa. Cuando Judá dejó de guardar luto, fue al pueblo de Timnat, donde estaban los que trasquilaban sus ovejas, y su amigo Hirá el adulamita lo acompañó. Cuando Tamar supo que su suegro había ido a Timnat a trasquilar sus ovejas, se quitó el vestido de viuda, se cubrió con un velo para que nadie la reconociera, y se sentó a la entrada del pueblo de Enaim, que está en el camino a Timnat. Hizo esto porque se dio cuenta de que Selá ya era mayor de edad, y sin embargo no la habían casado con él. Cuando Judá la vio, pensó que era una prostituta, pues ella se había cubierto la cara. Entonces se apartó del camino para acercarse a ella y, sin saber que era su nuera, le dijo: —¿Me dejas acostarme contigo? —¿Qué me vas a dar por acostarte conmigo? —le preguntó ella. —Voy a mandarte uno de los cabritos de mi rebaño —contestó Judá. —Está bien —dijo ella—, pero déjame algo tuyo como prenda hasta que me lo mandes. —¿Qué quieres que te deje? —preguntó Judá. —Dame tu sello con el cordón, y el bastón que tienes en la mano —respondió ella. Judá se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada. Después Tamar fue y se quitó el velo que tenía puesto, y volvió a ponerse su vestido de viuda. Más tarde Judá mandó el cabrito por medio de su amigo adulamita, para que la mujer le devolviera las prendas, pero su amigo ya no la encontró. Entonces les preguntó a los hombres de ese lugar: —¿Dónde está esa prostituta de Enaim, la que estaba junto al camino? —Aquí no ha estado ninguna prostituta —le contestaron. Entonces él regresó a donde estaba Judá, y le dijo: —No encontré a la mujer, y además los hombres del lugar me dijeron que allí no había estado ninguna prostituta. Y Judá contestó: —Pues que se quede con las cosas, para que nadie se burle de nosotros; pero que conste que yo mandé el cabrito y tú no la encontraste. Como tres meses después, vinieron a decirle a Judá: —Tamar, la nuera de usted, se ha acostado con otros hombres, y como resultado de ello ha quedado embarazada. —¡Sáquenla y quémenla! —gritó Judá. Pero cuando la estaban sacando, ella le mandó decir a su suegro: «El dueño de estas cosas es el que me dejó embarazada. Fíjese usted a ver de quién son este sello con el cordón y este bastón.» Cuando Judá reconoció las cosas, dijo: «Ella ha hecho bien, y yo mal, porque no la casé con mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a acostarse con ella. El día que Tamar dio a luz, tuvo mellizos. Al momento de nacer, uno de ellos sacó la mano. Entonces la partera le ató un hilo rojo en la mano, y dijo: «Este salió primero.» Pero en ese momento el niño metió la mano, y fue su hermano el que nació primero. Por eso la partera lo llamó Fares, pues dijo: «¡Cómo te abriste paso!»

Génesis 38:1-29 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Aconteció en aquel tiempo, que Judá se apartó de sus hermanos, y se fue a un varón adulamita que se llamaba Hira. Y vio allí Judá la hija de un hombre cananeo, el cual se llamaba Súa; y la tomó, y se llegó a ella. Y ella concibió, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Er. Concibió otra vez, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Onán. Y volvió a concebir, y dio a luz un hijo, y llamó su nombre Sela. Y estaba en Quezib cuando lo dio a luz. Después Judá tomó mujer para su primogénito Er, la cual se llamaba Tamar. Y Er, el primogénito de Judá, fue malo ante los ojos de Jehová, y le quitó Jehová la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y despósate con ella, y levanta descendencia a tu hermano. Y sabiendo Onán que la descendencia no había de ser suya, sucedía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, vertía en tierra, por no dar descendencia a su hermano. Y desagradó en ojos de Jehová lo que hacía, y a él también le quitó la vida. Y Judá dijo a Tamar su nuera: Quédate viuda en casa de tu padre, hasta que crezca Sela mi hijo; porque dijo: No sea que muera él también como sus hermanos. Y se fue Tamar, y estuvo en casa de su padre. Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Después Judá se consoló, y subía a los trasquiladores de sus ovejas a Timnat, él y su amigo Hira el adulamita. Y fue dado aviso a Tamar, diciendo: He aquí tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. Entonces se quitó ella los vestidos de su viudez, y se cubrió con un velo, y se arrebozó, y se puso a la entrada de Enaim junto al camino de Timnat; porque veía que había crecido Sela, y ella no era dada a él por mujer. Y la vio Judá, y la tuvo por ramera, porque ella había cubierto su rostro. Y se apartó del camino hacia ella, y le dijo: Déjame ahora llegarme a ti: pues no sabía que era su nuera; y ella dijo: ¿Qué me darás por llegarte a mí? Él respondió: Yo te enviaré del ganado un cabrito de las cabras. Y ella dijo: Dame una prenda hasta que lo envíes. Entonces Judá dijo: ¿Qué prenda te daré? Ella respondió: Tu sello, tu cordón, y tu báculo que tienes en tu mano. Y él se los dio, y se llegó a ella, y ella concibió de él. Luego se levantó y se fue, y se quitó el velo de sobre sí, y se vistió las ropas de su viudez. Y Judá envió el cabrito de las cabras por medio de su amigo el adulamita, para que este recibiese la prenda de la mujer; pero no la halló. Y preguntó a los hombres de aquel lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera de Enaim junto al camino? Y ellos le dijeron: No ha estado aquí ramera alguna. Entonces él se volvió a Judá, y dijo: No la he hallado; y también los hombres del lugar dijeron: Aquí no ha estado ramera. Y Judá dijo: Tómeselo para sí, para que no seamos menospreciados; he aquí yo he enviado este cabrito, y tú no la hallaste. Sucedió que al cabo de unos tres meses fue dado aviso a Judá, diciendo: Tamar tu nuera ha fornicado, y ciertamente está encinta a causa de las fornicaciones. Y Judá dijo: Sacadla, y sea quemada. Pero ella, cuando la sacaban, envió a decir a su suegro: Del varón cuyas son estas cosas, estoy encinta. También dijo: Mira ahora de quién son estas cosas, el sello, el cordón y el báculo. Entonces Judá los reconoció, y dijo: Más justa es ella que yo, por cuanto no la he dado a Sela mi hijo. Y nunca más la conoció. Y aconteció que al tiempo de dar a luz, he aquí había gemelos en su seno. Sucedió cuando daba a luz, que sacó la mano el uno, y la partera tomó y ató a su mano un hilo de grana, diciendo: Este salió primero. Pero volviendo él a meter la mano, he aquí salió su hermano; y ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Y llamó su nombre Fares.

Génesis 38:1-29 La Biblia de las Américas (LBLA)

Sucedió por aquel tiempo que Judá se separó de sus hermanos, y visitó a un adulamita llamado Hira. Y allí vio Judá a la hija de un cananeo llamado Súa; la tomó, y se llegó a ella. Ella concibió y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er. Concibió otra vez y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Onán. Aún dio a luz a otro hijo, y le puso por nombre Sela; y fue en Quezib que lo dio a luz. Entonces Judá tomó mujer para Er su primogénito, la cual se llamaba Tamar. Pero Er, primogénito de Judá, era malvado ante los ojos del SEÑOR, y el SEÑOR le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: Llégate a la mujer de tu hermano, y cumple con ella tu deber como cuñado, y levanta descendencia a tu hermano. Y Onán sabía que la descendencia no sería suya; y acontecía que cuando se llegaba a la mujer de su hermano, derramaba su semen en tierra para no dar descendencia a su hermano. Pero lo que hacía era malo ante los ojos del SEÑOR; y también a él le quitó la vida. Entonces Judá dijo a su nuera Tamar: Quédate viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Sela; pues pensaba: Temo que él muera también como sus hermanos. Así que Tamar se fue y se quedó en casa de su padre. Pasaron muchos días y murió la hija de Súa, mujer de Judá. Y pasado el duelo, Judá subió a los trasquiladores de sus ovejas en Timnat, él y su amigo Hira adulamita. Y se lo hicieron saber a Tamar, diciéndole: He aquí, tu suegro sube a Timnat a trasquilar sus ovejas. Entonces ella se quitó sus ropas de viuda y se cubrió con un velo, se envolvió bien y se sentó a la entrada de Enaim que está en el camino de Timnat; porque veía que Sela había crecido, y ella aún no le había sido dada por mujer. Cuando la vio Judá, pensó que era una ramera, pues se había cubierto el rostro. Y se desvió hacia ella junto al camino, y le dijo: Vamos, déjame estar contigo; pues no sabía que era su nuera. Y ella dijo: ¿Qué me darás por estar conmigo? Él respondió: Yo te enviaré un cabrito de las cabras del rebaño. Y ella dijo: ¿Me darás una prenda hasta que lo envíes? Y él respondió: ¿Qué prenda tengo que darte? Y ella dijo: Tu sello, tu cordón y el báculo que tienes en la mano. Y él se los dio y se llegó a ella, y ella concibió de él. Entonces ella se levantó y se fue; se quitó el velo y se puso sus ropas de viuda. Cuando Judá envió el cabrito por medio de su amigo el adulamita, para recobrar la prenda de mano de la mujer, no la halló. Y preguntó a los hombres del lugar, diciendo: ¿Dónde está la ramera que estaba en Enaim, junto al camino? Y ellos dijeron: Aquí no ha habido ninguna ramera. Y él volvió donde Judá, y le dijo: No la encontré; y además, los hombres del lugar dijeron: «Aquí no ha habido ninguna ramera». Entonces Judá dijo: Que se quede con las prendas, para que no seamos causa de burla. Ya ves que envié este cabrito, y tú no la has encontrado. Y sucedió que como a los tres meses, informaron a Judá, diciendo: Tu nuera Tamar ha fornicado, y he aquí, ha quedado encinta a causa de las fornicaciones. Entonces Judá dijo: Sacadla y que sea quemada. Y aconteció que cuando la sacaban, ella envió a decir a su suegro: Del hombre a quien pertenecen estas cosas estoy encinta. Y añadió: Te ruego que examines y veas de quién es este sello, este cordón y este báculo. Judá los reconoció, y dijo: Ella es más justa que yo, por cuanto yo no la di por mujer a mi hijo Sela. Y no volvió a tener más relaciones con ella. Y sucedió que al tiempo de dar a luz, he aquí, había mellizos en su seno. Aconteció, además, que mientras daba a luz, uno de ellos sacó su mano, y la partera la tomó y le ató un hilo escarlata en la mano, diciendo: Este salió primero. Pero he aquí, sucedió que cuando él retiró su mano, su hermano salió. Entonces ella dijo: ¡Qué brecha te has abierto! Por eso le pusieron por nombre Fares.

Génesis 38:1-29 Nueva Traducción Viviente (NTV)

En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam, donde se quedó con un hombre llamado Hira. Allí vio a una mujer cananea, la hija de Súa, y se casó con ella. Cuando se acostaron, ella quedó embarazada y dio a luz un hijo, y le puso por nombre Er. Después volvió a quedar embarazada y dio a luz otro hijo, y le puso por nombre Onán. Además, dio a luz un tercer hijo y lo llamó Sela. Cuando nació Sela, ellos vivían en Quezib. Con el transcurso del tiempo, Judá arregló que Er, su hijo mayor, se casara con una joven llamada Tamar. Pero Er era un hombre perverso ante los ojos del SEÑOR, y el SEÑOR le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán, hermano de Er: «Cásate con Tamar, como nuestra ley exige al hermano de un hombre que haya muerto. Tú debes darle un heredero a tu hermano». Pero Onán no estaba dispuesto a tener un hijo que no fuera su propio heredero. Por eso, cada vez que tenía relaciones sexuales con la mujer de su hermano, derramaba el semen en el suelo. Esto evitaba que ella tuviera un hijo de su hermano. Así que el SEÑOR consideró una maldad que Onán negara un hijo a su hermano muerto, y el SEÑOR también le quitó la vida a Onán. Entonces Judá le dijo a Tamar, su nuera: «Vuelve a la casa de tus padres y permanece viuda hasta que mi hijo Sela tenga edad suficiente para casarse contigo». (Pero en realidad, Judá no pensaba hacerlo porque temía que Sela también muriera, igual que sus dos hermanos). Entonces Tamar regresó a vivir a la casa de sus padres. Unos años después, murió la esposa de Judá. Cumplido el período de luto, Judá y su amigo Hira el adulamita subieron a Timna para supervisar la esquila de sus ovejas. Alguien le dijo a Tamar: «Mira, tu suegro sube a Timna para esquilar sus ovejas». Tamar ya sabía que Sela había crecido, pero aún no se había arreglado nada para que ella se casara con él. Así que se quitó la ropa de viuda y se cubrió con un velo para disfrazarse. Luego se sentó junto al camino, a la entrada de la aldea de Enaim, la cual está rumbo a Timna. Judá la vio y creyó que era una prostituta, porque ella tenía el rostro cubierto. Entonces se detuvo y le hizo una propuesta indecente: —Déjame tener sexo contigo —le dijo, sin darse cuenta de que era su propia nuera. —¿Cuánto me pagarás por tener sexo contigo? —preguntó Tamar. —Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió Judá. —¿Pero qué me darás como garantía de que enviarás el cabrito? —preguntó ella. —¿Qué clase de garantía quieres? —respondió él. Ella contestó: —Déjame tu sello de identidad junto con su cordón, y el bastón que llevas. Entonces Judá se los entregó. Después tuvo relaciones sexuales con ella, y Tamar quedó embarazada. Luego ella regresó a su casa, se quitó el velo y se puso la ropa de viuda como de costumbre. Más tarde Judá le pidió a su amigo Hira el adulamita que llevara el cabrito a la mujer y recogiera las cosas que le había dejado como garantía, pero Hira no pudo encontrarla. Entonces preguntó a los hombres de ese lugar: —¿Dónde puedo encontrar a la prostituta del templo local que se sentaba junto al camino, a la entrada de Enaim? —Nunca hemos tenido una prostituta del templo aquí —contestaron ellos. Entonces Hira regresó a donde estaba Judá y le dijo: —No pude encontrarla por ninguna parte, y los hombres de la aldea afirman que nunca ha habido una prostituta del templo pagano en ese lugar. —Entonces deja que se quede con las cosas que le di —dijo Judá—. Envié el cabrito, tal como acordamos, pero tú no pudiste encontrarla. Si regresamos a buscarla, seremos el hazmerreír del pueblo. Unos tres meses después, le dijeron a Judá: —Tu nuera Tamar se ha comportado como una prostituta y ahora, como consecuencia, está embarazada. —¡Sáquenla y quémenla! —ordenó Judá. Pero cuando la sacaban para matarla, ella envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de estas cosas fue quien me dejó embarazada. Fíjese bien. ¿De quién son este sello, este cordón y este bastón?». Judá los reconoció enseguida y dijo: —Ella es más justa que yo, porque no arreglé que ella se casara con mi hijo Sela. Y Judá nunca más volvió a acostarse con Tamar. Cuando llegó el tiempo de que Tamar diera a luz, se descubrió que esperaba gemelos. Durante el parto, uno de los niños sacó la mano, entonces la partera le ató un hilo rojo en la muñeca y anunció: «Este salió primero». Pero luego el niño metió la mano de vuelta, ¡y salió primero su hermano! Entonces la partera exclamó: «¡Vaya! ¿Cómo hiciste para abrirte brecha y salir primero?». Y lo llamaron Fares.