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Éxodo 5:1-23

Éxodo 5:1-23 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Después de eso, Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón y dijeron: —Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Deja ir a mi pueblo para que celebre en el desierto una fiesta en mi honor”. —¿Y quién es el SEÑOR —respondió el faraón—, para que yo le obedezca y deje ir a Israel? ¡Ni conozco al SEÑOR ni voy a dejar que Israel se vaya! —El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro —contestaron—. Así que debemos hacer un viaje de tres días, hasta el desierto, para ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios. De lo contrario, podría castigarnos con plagas o matarnos a filo de espada. —Moisés y Aarón —respondió el rey de Egipto—, ¿por qué distraen al pueblo de sus quehaceres? ¡Vuelvan a sus obligaciones! Dense cuenta de que es mucha la gente de este país y ustedes no la dejan trabajar. Ese mismo día el faraón ordenó a los capataces y a los jefes de cuadrilla: «Ya no le den paja a la gente para hacer ladrillos. ¡Que vayan ellos mismos a recogerla! Pero sigan exigiéndoles la misma cantidad de ladrillos que han estado haciendo. ¡No les reduzcan la cuota! Son unos holgazanes y por eso me ruegan: “Déjanos ir a ofrecerle sacrificios a nuestro Dios”. Impónganles tareas más pesadas. Manténganlos ocupados. Así no harán caso de mentiras». Los capataces y los jefes de cuadrilla salieron de allí y fueron a decirle al pueblo: «Así dice el faraón: “Ya no voy a darles paja. Vayan ustedes mismos a recogerla donde la encuentren. Pero eso sí, ¡en nada se les rebajará la tarea!”». Fue así como el pueblo se esparció por todo Egipto para recoger hierba seca y usarla en lugar de paja. Los capataces no dejaban de apremiarlos y decirles: «Cumplan con su tarea diaria, como cuando se les daba paja». Además, esos mismos capataces del faraón golpeaban a los jefes de cuadrilla israelitas que ellos mismos habían nombrado y les preguntaban: «¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su cuota de ladrillos como antes lo hacían?». Los jefes de cuadrilla israelitas fueron entonces a quejarse ante el faraón. Le dijeron: —¿Por qué trata usted así a sus siervos? ¡Ya no recibimos paja! A pesar de eso, ¡se nos exige hacer ladrillos y se nos golpea por si fuera poco! ¡La culpa es de su gente! —¡Holgazanes! ¡Holgazanes! —exclamó el faraón—. ¡Eso es lo que son! Por eso andan diciendo: “Déjanos ir a ofrecerle sacrificios al SEÑOR”. Ahora, ¡vayan a trabajar! No se les va a dar paja, pero tienen que entregar su cuota de ladrillos. Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta de que estaban en un aprieto cuando se les dijo que la cuota diaria de ladrillos no se les iba a rebajar. Así que, al encontrarse con Moisés y Aarón, que los estaban esperando a la salida, les dijeron: «¡Que el SEÑOR los examine y los juzgue! ¡Por culpa de ustedes el faraón y sus siervos nos odian! ¡Ustedes mismos les han puesto la espada en la mano, para que nos maten!». Moisés se volvió al SEÑOR y dijo: —¡Ay, Señor! ¿Por qué tratas tan mal a este pueblo? ¿Para esto me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón y le hablé en tu nombre, no ha hecho más que maltratar a este pueblo, que es tu pueblo. ¡Y tú no has hecho nada para librarlo!

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Éxodo 5:1-23 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Después de hablar con los israelitas, Moisés y Aarón fueron a ver al rey de Egipto y le dijeron: —El Dios de los israelitas, envía este mensaje a Su Majestad: “Deja que mi pueblo Israel vaya al desierto, para que haga allí una fiesta en mi honor”. Pero el rey contestó: —¿Y quién es ese Dios? ¿Por qué tendría yo que obedecerlo? ¡No conozco a ningún Dios de los israelitas, ni tampoco voy a dejar que ustedes se vayan! Moisés y Aarón le dijeron: —Pues él es nuestro Dios y ha venido a ayudarnos. Tenemos que ir al desierto, hasta donde lleguemos en tres días, y presentarle allí nuestras ofrendas. Si no lo hacemos así, tal vez nos castigue con alguna enfermedad, o nos haga morir en la guerra. Pero el rey les contestó: —¡Mejor vayan a trabajar! ¡Miren a cuánta gente están distrayendo! Ese mismo día el rey les ordenó a los capataces y a los jefes de trabajo: «Ya no les den paja a los israelitas para los ladrillos que tienen que hacer. Déjenlos que vayan ellos a recogerla. Pero exíjanles que hagan la misma cantidad de ladrillos; ¡ni uno menos! Estos israelitas son unos haraganes; por eso andan gritando que los dejemos ir al desierto para adorar a su Dios. Ustedes háganlos trabajar más todavía. Manténgalos tan ocupados que no tengan tiempo de creer en las mentiras de Moisés y de Aarón». Los capataces y los jefes de trabajo fueron a decirles a los israelitas: «El rey de Egipto nos manda a decirles que ya no vamos a darles paja para los ladrillos, sino que ustedes tienen que ir a buscarla y recogerla donde puedan. Pero deben entregar la misma cantidad de ladrillos de siempre». Los israelitas recorrieron todo Egipto en busca de hierba seca, para usarla en lugar de la paja que antes les daban. Los capataces les decían: «¡Apúrense! Cada día tienen que entregar la misma cantidad de ladrillos que hacían cuando se les daba paja». Pero como no podían hacerlo, los capataces golpeaban a los jefes israelitas que habían puesto para vigilar el trabajo. Les decían: «Ya van tres días que no han entregado la misma cantidad de ladrillos». Entonces los jefes israelitas fueron a quejarse ante el rey. Le dijeron: —¿Por qué nos trata así Su Majestad? Su gente no solo nos exige que hagamos ladrillos, sino que ni siquiera nos da paja, y para colmo nos golpea. Si no estamos entregando la misma cantidad de ladrillos, es por culpa de ellos. Pero él les contestó: —¡Haraganes! ¡Son unos haraganes! Me piden que los deje ir a adorar a su Dios, pero lo que quieren es dejar de trabajar. Así que regresen a su trabajo. Y aunque no voy a darles paja, ustedes deberán entregar la misma cantidad de ladrillos. Esta respuesta del rey significaba un gran problema para los jefes israelitas, así que cuando se encontraron con Moisés y Aarón, que estaban esperándolos afuera, les dijeron: —¡Que Dios los castigue por el mal que nos han hecho! Ahora el rey y su gente nos odian más que antes. ¡Ustedes les han dado un pretexto para que nos maten! Entonces Moisés le reclamó a Dios: —Dios mío, ¿para esto me enviaste? ¿Solo para hacer sufrir a tu pueblo? Desde que vine a Egipto y le di al rey tu mensaje, él no ha dejado de maltratar a tu pueblo; sin embargo, tú todavía no nos has liberado.

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Éxodo 5:1-23 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Después Moisés y Aarón se presentaron ante el faraón, y le dijeron: «El Señor, el Dios de Israel, dice así: “Deja ir a mi pueblo, para que celebren en el desierto una fiesta en mi honor.”» Pero el faraón respondió: «¿Y quién es “el Señor”, para que yo le haga caso y deje ir a Israel? Yo no conozco al Señor, ni tampoco dejaré ir a Israel.» Ellos dijeron entonces: «El Dios de los hebreos nos ha encontrado, así que ahora vamos a ir al desierto camino de tres días, y allí ofreceremos sacrificios al Señor nuestro Dios. No vaya a ser que venga contra nosotros con peste o con espada.» Pero el rey de Egipto les dijo: «Moisés y Aarón, ¿por qué hacen que el pueblo abandone su trabajo? ¡Vayan a cumplir con sus tareas!» Y también dijo el faraón: «Como pueden ver, es mucha la gente que hay en el país, ¡y ustedes le impiden cumplir con sus tareas!» Ese mismo día el faraón dio esta orden a los jefes de cuadrilla que tenían a su cargo al pueblo, y a sus capataces: «De aquí en adelante no le darán al pueblo paja para hacer ladrillo, como lo han hecho hasta ahora. ¡Que vayan ellos mismos a recoger la paja! Pero los obligarán a hacer la misma cantidad de ladrillo que antes hacían. No les reduzcan ni un solo ladrillo. Lo que pasa es que están ociosos, y por eso levantan la voz y dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios.” Háganlos trabajar más todavía. Que se mantengan ocupados y no hagan caso de mentiras.» Los jefes de cuadrilla y sus capataces fueron a hablar con el pueblo, y les dijeron: «Así ha dicho el faraón: “Ya no les voy a dar paja.” Así que vayan ustedes mismos a recoger paja donde la encuentren, pero su tarea no se reducirá en nada.» Entonces el pueblo se esparció por todo Egipto, y en lugar de paja iban recogiendo rastrojo. Los cuadrilleros los apremiaban, y les decían: «Cumplan con su tarea. Hagan los mismos ladrillos que hacían cuando se les daba paja.» Por su parte, los jefes de cuadrilla que el faraón había puesto sobre los capataces de los hijos de Israel, azotaban a estos y les decían: «¿Por qué ni ayer ni hoy cumplieron con su tarea de ladrillos, como antes lo hacían?» Por eso los capataces de los hijos de Israel fueron a hablar con el faraón, y se quejaron con él. Le dijeron: «¿Por qué tratas así a tus siervos? Paja no se nos da, y sin embargo nos ordenan: “Hagan ladrillos.” ¡Ahora resulta que a tus siervos se les azota, cuando que el culpable es tu pueblo!» Pero el faraón respondió: «Ustedes están ociosos. Tan ociosos están, que por eso dicen: “Vayamos a ofrecer sacrificios al Señor.” ¡Váyanse ya a trabajar! Paja no se les va a dar, pero la cantidad de ladrillos que deben entregar será la misma.» Los capataces de los hijos de Israel se vieron en aprietos cuando se les dijo: «No se disminuirá un solo ladrillo de la cantidad que deben entregar cada día.» Y como al salir de la presencia del faraón encontraron a Moisés y Aarón, que los estaban esperando, les dijeron: «¡Que el Señor los mire y los juzgue! Ustedes nos han hecho odiosos a la vista del faraón y de sus siervos. ¡Les han puesto la espada en la mano, para que nos maten!» Entonces Moisés se dirigió al Señor, y le dijo: «Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Desde que yo vine para hablar en tu nombre al faraón, este ha afligido a tu pueblo, ¡y tú no lo has liberado!»

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Éxodo 5:1-23 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Después de esto, Moisés y Aarón fueron a decirle al faraón: —Así ha dicho el Señor, el Dios de Israel: “Deja ir a mi pueblo al desierto, para que haga allí una fiesta en mi honor.” Pero el faraón contestó: —¿Y quién es “el Señor”, para que yo le obedezca y deje ir a los israelitas? Ni conozco al Señor, ni tampoco voy a dejar ir a los israelitas. Entonces ellos dijeron: —El Dios de los hebreos ha venido a nuestro encuentro; así que vamos a ir al desierto, a una distancia de tres días de camino, para ofrecer sacrificios al Señor nuestro Dios, no sea que nos haga morir por una peste o a filo de espada. Pero el rey de Egipto les dijo: —Moisés y Aarón, ¿por qué distraen a la gente de su trabajo? ¡Vayan a seguir trabajando! También les dijo el faraón: —Ahora que hay tantos israelitas en el país, ¿van ustedes a hacer que dejen de trabajar? Ese mismo día el faraón ordenó a los capataces y jefes de grupo: —Ya no les den paja a los israelitas para que hagan adobes, como se ha estado haciendo; ¡que vayan ellos mismos a recoger la paja! Pero exíjanles la misma cantidad de adobes que han hecho hasta ahora. ¡Ni un solo adobe menos! Son unos holgazanes, y por eso gritan: “¡Vayamos a ofrecer sacrificios a nuestro Dios!” Hagan trabajar más duro a esa gente; manténganlos ocupados, para que no hagan caso de mentiras. Los capataces y jefes de grupo salieron y fueron a decir a la gente: —El faraón ha dado órdenes de que ya no se les dé paja. Ahora ustedes mismos tendrán que ir a recogerla en donde la encuentren. Pero no por eso se les va a rebajar la cantidad de adobes que tienen fijada. Los israelitas se dispersaron por todo Egipto, en busca de rastrojo, para usarlo como paja. Todos los días los capataces del faraón les exigían la misma cantidad de adobes que hacían cuando se les daba paja, y además golpeaban a los jefes de grupo israelitas, y les decían: —¿Cómo es que ni ayer ni hoy completaron ustedes la misma cantidad de adobes que antes hacían? Los jefes de grupo israelitas fueron a quejarse ante el faraón, y le dijeron: —¿Por qué trata así Su Majestad a estos siervos suyos? Ya no se nos da paja y, sin embargo, se nos exige que hagamos adobes, y además se nos golpea. ¡La culpa es de la gente de Su Majestad! Pero el faraón contestó: —¡Ustedes no son otra cosa que unos holgazanes! Por eso andan diciendo: “Vayamos a ofrecer sacrificios al Señor.” ¡Váyanse a trabajar! Y aunque no se les dará ya paja, aun así tendrán que entregar la misma cantidad de adobes. Los jefes de grupo israelitas se vieron en aprietos cuando se les dijo que no debían reducir la producción diaria de adobes. Al salir de su entrevista con el faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando, y les dijeron: —Que el Señor mire lo que ustedes han hecho y los castigue. Porque ustedes tienen la culpa de que el faraón y sus funcionarios nos miren mal. Ustedes mismos les han puesto la espada en la mano para que nos maten. Entonces Moisés dijo al Señor en oración: —Señor, ¿por qué tratas mal a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Desde que vine a hablar con el faraón en tu nombre, él ha maltratado aún más a tu pueblo, y tú no has hecho nada para salvarlo.

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Éxodo 5:1-23 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Después Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto. Y Faraón respondió: ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel. Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada. Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas. Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas. Y mandó Faraón aquel mismo día a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus capataces, diciendo: De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja. Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios. Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas. Y saliendo los cuadrilleros del pueblo y sus capataces, hablaron al pueblo, diciendo: Así ha dicho Faraón: Yo no os doy paja. Id vosotros y recoged la paja donde la halléis; pero nada se disminuirá de vuestra tarea. Entonces el pueblo se esparció por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojo en lugar de paja. Y los cuadrilleros los apremiaban, diciendo: Acabad vuestra obra, la tarea de cada día en su día, como cuando se os daba paja. Y azotaban a los capataces de los hijos de Israel que los cuadrilleros de Faraón habían puesto sobre ellos, diciendo: ¿Por qué no habéis cumplido vuestra tarea de ladrillo ni ayer ni hoy, como antes? Y los capataces de los hijos de Israel vinieron a Faraón y se quejaron a él, diciendo: ¿Por qué lo haces así con tus siervos? No se da paja a tus siervos, y con todo nos dicen: Haced el ladrillo. Y he aquí tus siervos son azotados, y el pueblo tuyo es el culpable. Y él respondió: Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos y ofrezcamos sacrificios a Jehová. Id pues, ahora, y trabajad. No se os dará paja, y habéis de entregar la misma tarea de ladrillo. Entonces los capataces de los hijos de Israel se vieron en aflicción, al decírseles: No se disminuirá nada de vuestro ladrillo, de la tarea de cada día. Y encontrando a Moisés y a Aarón, que estaban a la vista de ellos cuando salían de la presencia de Faraón, les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten. Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste? Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo.

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Éxodo 5:1-23 La Biblia de las Américas (LBLA)

Después Moisés y Aarón fueron y dijeron a Faraón: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Deja ir a mi pueblo para que me celebre fiesta en el desierto». Pero Faraón dijo: ¿Quién es el SEÑOR para que yo escuche su voz y deje ir a Israel? No conozco al SEÑOR, y además, no dejaré ir a Israel. Entonces ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha salido al encuentro. Déjanos ir, te rogamos, camino de tres días al desierto para ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios, no sea que venga sobre nosotros con pestilencia o con espada. Pero el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué apartáis al pueblo de sus trabajos? Volved a vuestras labores. Y añadió Faraón: Mirad, el pueblo de la tierra es ahora mucho, ¡y vosotros queréis que ellos cesen en sus labores! Aquel mismo día, dio órdenes Faraón a los capataces que estaban sobre el pueblo, y a sus jefes, diciendo: Ya no daréis, como antes, paja al pueblo para hacer ladrillos; que vayan ellos y recojan paja por sí mismos. Pero exigiréis de ellos la misma cantidad de ladrillos que hacían antes; no la disminuyáis en lo más mínimo. Porque son perezosos, por eso claman, diciendo: «Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios». Recárguese el trabajo sobre estos hombres, para que estén ocupados en él y no presten atención a palabras falsas. Salieron, pues, los capataces del pueblo y sus jefes y hablaron al pueblo, diciendo: Así dice Faraón: «No os daré paja. Id vosotros mismos y recoged paja donde la halléis; pero vuestra tarea no será disminuida en lo más mínimo». Entonces el pueblo se dispersó por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojos en lugar de paja. Y los capataces los apremiaban, diciendo: Acabad vuestras tareas, vuestra tarea diaria, como cuando teníais paja. Y azotaban a los jefes de los hijos de Israel que los capataces de Faraón habían puesto sobre ellos, diciéndoles: ¿Por qué no habéis terminado, ni ayer ni hoy, la cantidad de ladrillos requerida como antes? Entonces los jefes de los hijos de Israel fueron y clamaron a Faraón, diciendo: ¿Por qué tratas así a tus siervos? No se da paja a tus siervos, sin embargo siguen diciéndonos: «Haced ladrillos». Y he aquí, tus siervos son azotados; pero la culpa es de tu pueblo. Mas él dijo: Sois perezosos, muy perezosos; por eso decís: «Déjanos ir a ofrecer sacrificios al SEÑOR». Ahora pues, id y trabajad; pero no se os dará paja, sin embargo, debéis entregar la misma cantidad de ladrillos. Los jefes de los hijos de Israel se dieron cuenta de que estaban en dificultades, cuando les dijeron: No debéis disminuir vuestra cantidad diaria de ladrillos. Y al salir de la presencia de Faraón, se encontraron con Moisés y Aarón, que los estaban esperando. Y les dijeron: Mire el SEÑOR sobre vosotros y os juzgue, pues nos habéis hecho odiosos ante los ojos de Faraón y ante los ojos de sus siervos, poniéndoles una espada en la mano para que nos maten. Entonces se volvió Moisés al SEÑOR, y dijo: Oh Señor, ¿por qué has hecho mal a este pueblo? ¿Por qué me enviaste? Pues desde que vine a Faraón a hablar en tu nombre, él ha hecho mal a este pueblo, y tú no has hecho nada por librar a tu pueblo.

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Éxodo 5:1-23 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Después del encuentro con los líderes de Israel, Moisés y Aarón fueron a hablar con el faraón y le dijeron: —Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: “Deja salir a mi pueblo para que celebre un festival en mi honor en el desierto”. —¿Ah sí? —replicó el faraón—. ¿Y quién es ese SEÑOR? ¿Por qué tendría que escucharlo y dejar ir a Israel? Yo no conozco a ese tal SEÑOR y no dejaré que Israel se vaya. Pero Aarón y Moisés insistieron: —El Dios de los hebreos nos ha visitado —declararon—. Por lo tanto, déjanos hacer un viaje de tres días al desierto a fin de ofrecer sacrificios al SEÑOR nuestro Dios. Si no lo hacemos, nos matará con una plaga o a filo de espada. El faraón respondió: —Moisés y Aarón, ¿por qué distraen al pueblo de sus tareas? ¡Vuelvan a trabajar! Miren, hay muchos de su pueblo en esta tierra y ustedes les impiden continuar su labor. Ese mismo día, el faraón dio la siguiente orden a los capataces egipcios y a los jefes de cuadrilla israelitas: «Ya no les provean paja para hacer los ladrillos. ¡Hagan que ellos mismos vayan a buscarla! Pero exíjanles que sigan fabricando la misma cantidad de ladrillos que antes. No reduzcan la cuota. Son unos perezosos; por eso claman: “Déjanos ir a ofrecer sacrificios a nuestro Dios”. Cárguenlos con más trabajo. ¡Háganlos sudar! Así aprenderán a no dejarse llevar por mentiras». Entonces los capataces y los jefes de cuadrilla salieron a informarle al pueblo: «El faraón dice lo siguiente: “Ya no les proporcionaré paja. Tendrán que ir ustedes mismos a conseguirla por donde puedan. ¡Pero deberán producir la misma cantidad de ladrillos que antes!”». Así que el pueblo se dispersó por todo Egipto en busca de hierba seca para usar como paja. Mientras tanto, los capataces egipcios no dejaban de apremiarlos. «¡Cumplan con la cuota diaria de producción —les exigían—, tal como cuando se les proporcionaba la paja!». Después azotaban a los jefes de cuadrilla israelitas que los capataces egipcios habían puesto a cargo de los trabajadores. «¿Por qué no cumplieron con sus cuotas ni ayer ni hoy?», les preguntaban. Entonces los jefes de cuadrilla israelitas fueron a rogarle al faraón: —Por favor, no trate así a sus siervos —le suplicaron—. Ya no nos dan paja, ¡pero aun así los capataces nos exigen que sigamos haciendo ladrillos! Nos golpean, ¡pero no es nuestra culpa! ¡Es culpa de su propia gente! Pero el faraón gritó: —¡Ustedes son unos holgazanes! ¡Haraganes! Por eso andan diciendo: “Déjenos ir a ofrecer sacrificios al SEÑOR”. ¡Vuelvan ya mismo a trabajar! No se les dará paja, pero aun así tendrán que producir la cuota completa de ladrillos. Los jefes de cuadrilla israelitas se dieron cuenta de que estaban en serios problemas cuando les dijeron: «No debe disminuir la cantidad de ladrillos que se fabrica por día». Al salir del palacio del faraón, se cruzaron con Moisés y con Aarón, quienes estaban esperándolos afuera. Los jefes de cuadrilla les dijeron: «¡Que el SEÑOR los juzgue y los castigue por habernos hecho repugnantes a los ojos del faraón y sus funcionarios! ¡Ustedes mismos les pusieron una espada en la mano, les dieron una excusa para que nos maten!». Entonces Moisés fue ante el SEÑOR y protestó: —Señor, ¿por qué trajiste toda esta desgracia a tu propio pueblo? ¿Por qué me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón como tu vocero, él se ha vuelto aún más brutal contra tu pueblo, ¡y tú no has hecho nada para rescatarlos!

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