Ester 1:2-22
Ester 1:2-22 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
estableció su trono real en la ciudad de Susa. En el tercer año de su reinado ofreció un banquete para todos sus nobles y oficiales, al que asistieron los líderes militares de Persia y Media, y también los príncipes y los nobles de las provincias. Durante ciento ochenta días les mostró la enorme riqueza de su reino y la esplendorosa gloria de su majestad. Pasado este tiempo, el rey ofreció otro banquete, que duró siete días, para todos los que se encontraban en la ciudad de Susa, tanto los más importantes como los de menor importancia. Este banquete tuvo lugar en el jardín interior de su palacio, el cual lucía cortinas blancas y azules, sostenidas por cordones de hilo de lino blanco y lana color púrpura que pasaban por anillos de plata sujetos a columnas de mármol. También había sofás de oro y plata sobre un piso de mosaicos de pórfido, mármol, madreperla y otras piedras preciosas. En copas de oro de las más variadas formas se servía el vino real, el cual corría a raudales, como era de esperarse del rey. Todos los invitados podían beber cuanto quisieran, pues los camareros habían recibido instrucciones del rey de servir a cada uno lo que deseara. La reina Vasti, por su parte, ofreció también un banquete para las mujeres en el palacio del rey Asuero. Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, ordenó a los siete eunucos que le servían —Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás— que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus nobles, pues realmente era muy hermosa. Pero, cuando los eunucos comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey y se enfureció. De inmediato el rey consultó a los sabios conocedores de los tiempos, porque era costumbre que, en cuestiones de ley y justicia, el rey consultara a los expertos. Los más allegados a él eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete nobles de Persia y Media que tenían acceso especial a la presencia del rey y ocupaban los puestos más altos en el reino. —Según la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti por haber desobedecido la orden del rey transmitida por los eunucos? —preguntó el rey. En presencia del rey y de los nobles, Memucán respondió: —La reina Vasti no solo ha ofendido a Su Majestad, sino también a todos los nobles y a todos los pueblos de todas las provincias del rey Asuero. Porque todas las mujeres se enterarán de la conducta de la reina, y esto hará que desprecien a sus esposos, pues dirán: “El rey Asuero mandó que la reina Vasti se presentara ante él, pero ella no fue”. El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, responderán de la misma manera a todos los nobles de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia! »Por lo tanto, si le parece bien a Su Majestad, emita un decreto real, el cual se inscribirá con carácter irrevocable en las leyes de Persia y Media: que Vasti nunca vuelva a presentarse ante Su Majestad y que el título de reina se lo otorgue a otra mejor que ella. Así, cuando el edicto real se dé a conocer por todo su inmenso reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, desde los más importantes hasta los menos importantes». Al rey y a sus nobles les pareció bien ese consejo, de modo que el rey hizo lo que había propuesto Memucán: envió cartas por todo el reino, a cada provincia en su propia escritura y a cada pueblo en su propio idioma, proclamando en la lengua de cada pueblo que todo hombre debe ejercer autoridad sobre su familia.
Ester 1:2-22 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
estableció su trono real en la ciudad de Susa. En el tercer año de su reinado ofreció un banquete para todos sus nobles y oficiales, al que asistieron los líderes militares de Persia y Media, y también los príncipes y los nobles de las provincias. Durante ciento ochenta días les mostró la enorme riqueza de su reino y la esplendorosa gloria de su majestad. Pasado este tiempo, el rey ofreció otro banquete, que duró siete días, para todos los que se encontraban en la ciudad de Susa, tanto los más importantes como los de menor importancia. Este banquete tuvo lugar en el jardín interior de su palacio, el cual lucía cortinas blancas y azules, sostenidas por cordones de hilo de lino blanco y lana color púrpura que pasaban por anillos de plata sujetos a columnas de mármol. También había sofás de oro y plata sobre un piso de mosaicos de pórfido, mármol, madreperla y otras piedras preciosas. En copas de oro de las más variadas formas se servía el vino real, el cual corría a raudales, como era de esperarse del rey. Todos los invitados podían beber cuanto quisieran, pues los camareros habían recibido instrucciones del rey de servir a cada uno lo que deseara. La reina Vasti, por su parte, ofreció también un banquete para las mujeres en el palacio del rey Asuero. Al séptimo día, como a causa del vino el rey Asuero estaba muy alegre, ordenó a los siete eunucos que le servían —Meumán, Biztá, Jarboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás— que llevaran a su presencia a la reina, ceñida con la corona real, a fin de exhibir su belleza ante los pueblos y sus nobles, pues realmente era muy hermosa. Pero, cuando los eunucos comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey y se enfureció. De inmediato el rey consultó a los sabios conocedores de los tiempos, porque era costumbre que, en cuestiones de ley y justicia, el rey consultara a los expertos. Los más allegados a él eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, los siete nobles de Persia y Media que tenían acceso especial a la presencia del rey y ocupaban los puestos más altos en el reino. —Según la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti por haber desobedecido la orden del rey transmitida por los eunucos? —preguntó el rey. En presencia del rey y de los nobles, Memucán respondió: —La reina Vasti no solo ha ofendido a Su Majestad, sino también a todos los nobles y a todos los pueblos de todas las provincias del rey Asuero. Porque todas las mujeres se enterarán de la conducta de la reina, y esto hará que desprecien a sus esposos, pues dirán: “El rey Asuero mandó que la reina Vasti se presentara ante él, pero ella no fue”. El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, responderán de la misma manera a todos los nobles de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia! »Por lo tanto, si le parece bien a Su Majestad, emita un decreto real, el cual se inscribirá con carácter irrevocable en las leyes de Persia y Media: que Vasti nunca vuelva a presentarse ante Su Majestad y que el título de reina se lo otorgue a otra mejor que ella. Así, cuando el edicto real se dé a conocer por todo su inmenso reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, desde los más importantes hasta los menos importantes». Al rey y a sus nobles les pareció bien ese consejo, de modo que el rey hizo lo que había propuesto Memucán: envió cartas por todo el reino, a cada provincia en su propia escritura y a cada pueblo en su propio idioma, proclamando en la lengua de cada pueblo que todo hombre debe ejercer autoridad sobre su familia.
Ester 1:1-22 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Asuero, el rey de Persia, gobernaba sobre ciento veintisiete provincias, que se extendían desde la India hasta Etiopía, y la capital de su reino se llamaba Susa. En el tercer año de su reinado, Asuero organizó una gran fiesta para todos los funcionarios y líderes del país. También invitó a los jefes de los ejércitos de Persia y Media, y a las autoridades y gobernadores de las provincias. Durante seis meses el rey les estuvo mostrando las riquezas que poseía y les hizo ver cuán grande y poderoso era su reino. Después ordenó que se preparara otra fiesta para todos los que vivían en Susa, desde el más importante hasta el menos importante. La fiesta se realizó en los jardines del palacio y duró siete días. Entre las columnas de mármol se colgaron cortinas de hilo blanco y azul, sujetadas con cuerdas de color púrpura y argollas de plata. Pusieron muebles de oro y plata, y un piso de mármol blanco y negro, con incrustaciones de piedras preciosas. Se sirvió una gran cantidad de vino, pues el rey era muy generoso. Las copas en las que se sirvió el vino eran de oro, y cada una con un diseño original. Sin embargo, el rey ordenó a los sirvientes que no obligaran a nadie a beber, sino que cada persona bebiera lo que quisiera. Por su parte, la reina Vasti ofreció en el palacio del rey Asuero una fiesta para las mujeres de los invitados. Al séptimo día de la fiesta, el rey estaba muy alegre, pues había bebido vino. Entonces llamó a siete hombres de su confianza: Mehumán, Biztá, Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás, y les ordenó que fueran a buscar a la reina Vasti. Les dijo que ella debía venir luciendo la corona de reina, para que la gente y los príncipes pudieran ver su belleza, pues era muy hermosa. Pero ella no quiso obedecer la orden del rey. Al saber esto, el rey se puso furioso y les preguntó a los especialistas de la ley qué debía hacer. Era su costumbre pedir consejo a los que conocían bien la ley, y los que más lo ayudaban en esto eran Carsená, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán. Estos siete hombres eran jefes de Persia y Media, que tenían puestos importantes en el gobierno del país. Así que el rey les preguntó: —La reina Vasti ha desobedecido mis órdenes. De acuerdo con la ley, ¿qué debemos hacer con ella? Entonces Memucán les respondió al rey y a los demás consejeros: —La reina Vasti no solo ha ofendido al rey, sino también a todos los jefes y a toda la población. Cuando las mujeres de Persia y Media se enteren de lo que ha hecho la reina, tampoco respetarán a sus esposos. Hoy mismo les dirán a sus esposos lo que hizo la reina, y vamos a tener muchos problemas. Si le parece bien a Su Majestad, ordene que Vasti ya no siga siendo la reina, y que esa orden sea una ley para los de Persia y Media, para que nadie pueda cambiar su decisión. Además, elija usted otra reina que sea mejor que ella. Cuando se conozca la orden de Su Majestad en todo este gran reino, todas las mujeres respetarán a sus esposos, sean ricos o pobres. Al rey y a todos los consejeros les agradó este consejo. Entonces el rey envió cartas a todas las provincias del país. Las cartas fueron escritas en el idioma de cada provincia, y dejaban en claro que el esposo era el jefe de la familia, y que en la casa se debía hablar su idioma.
Ester 1:2-22 Reina Valera Contemporánea (RVC)
que fue afirmado su trono, que estaba en Susa, capital del reino. En el tercer año de su reinado, Asuero ofreció un banquete a todos sus príncipes y cortesanos, en el que estuvieron presentes los personajes más poderosos de Persia y de Media, y también gobernadores y príncipes de provincias. Durante ciento ochenta días, ¡que fueron muchos días!, el rey Asuero les mostró las riquezas y esplendor de su reino, y el brillo y la magnificencia de su poder. Cumplidos estos días, el rey ofreció en Susa, la capital del reino, otro banquete de siete días para todo su pueblo. Lo ofreció para todos, desde el mayor hasta el menor, en el patio del huerto del palacio real. El pabellón era de blanco, verde y azul, tendido sobre cuerdas de lino y púrpura en anillos de plata y columnas de mármol; los reclinatorios eran de oro y plata, e iban sobre un enlosado de pórfido, mármol, alabastro y jacinto. Se dio a beber mucho vino real en vasos de oro, diferentes unos de otros, de acuerdo con la generosidad del rey. Y se bebía según esta ley: A nadie se le obligaba a beber; porque el rey así lo había mandado a todos los mayordomos de su casa. Cada quien bebía según su voluntad. Y también la reina Vasti ofreció un banquete a las mujeres, en el palacio real del rey Asuero. El séptimo día el rey, cuyo corazón estaba alegre por causa del vino, mandó a Meumán, Bizta, Jarboná, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, los siete eunucos que le servían, que llevaran ante él a la reina Vasti, y que esta se presentara con la corona real, para mostrar su belleza a los pueblos y a los príncipes, pues era muy hermosa. Pero la reina Vasti desobedeció la orden que le fue enviada por medio de los eunucos, y no quiso presentarse ante el rey. Entonces el rey se enojó mucho, y se encendió en ira. El rey consultó a los sabios que conocían los tiempos (porque él acostumbraba tomar en cuenta a todos los que conocían la ley y el derecho; entre ellos estaban Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que podían presentarse ante el rey y sentarse entre los principales del reino). Les preguntó qué se podía hacer con la reina Vasti según la ley, ya que no había acatado la orden que él le envió por medio de los eunucos. Memucán dijo delante del rey y de los príncipes: «La reina Vasti ha ofendido no solamente al rey Asuero, sino a todos los príncipes y pueblos y provincias del reino. Lo que ha hecho la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas van a tener en poca estima a sus maridos, pues dirán: “El rey Asuero ordenó a la reina Vasti que se presentara ante él, y ella no fue.” Y entonces las señoras de Persia y de Media que sepan lo que hizo la reina, lo dirán a todos los príncipes del rey; y habrá mucho menosprecio y enojo. Si al rey le parece bien, que se dicte un decreto real de parte de Su Majestad, y que este se inscriba en las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado. Que Vasti no vuelva a presentarse ante el rey Asuero, y que el rey declare reina a otra que sea mejor que ella. Que el decreto que dicte Su Majestad sea pregonado en todo su reino (aunque es grande), y que todas las mujeres honren a sus maridos, desde el mayor hasta el menor.» Este consejo de Memucán agradó al rey y a los príncipes, y el rey actuó en consecuencia. Envió cartas a todas las provincias del reino, en la escritura de cada provincia y en el idioma de cada pueblo, en las que se decía que todo hombre debía imponer su autoridad en su casa, y que esto debía publicarse en el idioma del pueblo.
Ester 1:2-22 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
y que tenía establecido su gobierno central en la ciudadela de Susa. En el tercer año de su reinado, el rey Asuero dio una fiesta en honor de todos los funcionarios y colaboradores del gobierno, de los jefes del ejército persa y medo, y de los gobernadores y jefes de las provincias, con el fin de mostrarles la riqueza y grandeza de su reino y el extraordinario esplendor de su poderío. La fiesta duró medio año, al cabo del cual el rey dio otra fiesta que duró siete días, en el patio del jardín del palacio real. Todos los que vivían en la ciudadela de Susa, tanto los más importantes como los menos importantes, fueron invitados. El patio estaba adornado con finas cortinas blancas y azules, sostenidas por cordones de lino color púrpura que pasaban por anillos de plata, y estaban sujetas a unas columnas de mármol. También habían puesto divanes de oro y plata, y el suelo estaba embaldosado con piedras finas, nácar y mármol blanco y negro. Las bebidas se servían en copas de oro, cada una de ellas de diferente forma, y el vino corría en abundancia, como corresponde a la generosidad de un rey. Sin embargo, el rey había dado orden a los jefes de los camareros de palacio, de que no se obligara a nadie a beber, sino que cada invitado tomara lo que quisiera. Por su parte, la reina Vasti dio también un banquete a las esposas de los invitados en el palacio del rey Asuero. En el séptimo día de fiesta, el rey estaba muy alegre debido al vino, y mandó a Mehumán, Biztá, Harboná, Bigtá, Abagtá, Zetar y Carcás, siete hombres de su confianza, que llevaran a su presencia a la reina Vasti luciendo la corona real, para que el pueblo y los grandes personajes pudieran admirar la belleza de la reina, pues realmente era muy hermosa. Pero la reina se negó a cumplir la orden que el rey le había dado por medio de sus hombres de confianza. Entonces el rey se enojó mucho. Lleno de ira, consultó a los entendidos en cuestiones de leyes, ya que era costumbre que los asuntos del rey fueran tratados con los que conocían las leyes y el derecho. De ellos, los más allegados al rey eran Carsená, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsená y Memucán, siete altas personalidades de Persia y Media, que formaban parte del consejo real y ocupaban altos cargos en el gobierno de la nación. El rey les preguntó: —De acuerdo con la ley, ¿qué debe hacerse con la reina Vasti por no obedecer la orden que le di por medio de mis mensajeros? Y en presencia de los que formaban parte del consejo real, Memucán respondió al rey: —La reina Vasti no solamente ha ofendido a Su Majestad, sino también a todas las autoridades y a toda la población de las provincias del rey Asuero. Lo que ha hecho la reina lo van a saber todas las mujeres, y eso va a ser la causa de que ellas pierdan el respeto a sus maridos, pues dirán: “El rey Asuero mandó llamar a la reina Vasti, y ella se negó a ir”. Las esposas de los funcionarios de Persia y de Media, al saber lo que ha hecho la reina, lo van a discutir hoy mismo con sus maridos, y eso traerá desprecio y disgustos. Por lo tanto, si a Su Majestad le parece bien, que se dé a conocer el siguiente decreto real, y que quede registrado entre las leyes de los persas y los medos, para que no sea anulado: “La reina Vasti no podrá presentarse nunca más delante del rey.” Y que el título de reina le sea dado a otra mujer más digna. El decreto real deberá darse a conocer por todo el reino, y así todas las mujeres respetarán a sus maridos, cualquiera que sea su posición social. La idea de Memucán les pareció bien al rey y a los miembros del consejo real, y el rey la puso en práctica. Envió cartas a todas las provincias de su reino, escritas en la lengua y la escritura propias de cada provincia y pueblo de su imperio, ordenando en ellas que los maridos mantuvieran su autoridad en sus casas y hablaran como mejor les pareciera.
Ester 1:2-22 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
que en aquellos días, cuando fue afirmado el rey Asuero sobre el trono de su reino, el cual estaba en Susa capital del reino, en el tercer año de su reinado hizo banquete a todos sus príncipes y cortesanos, teniendo delante de él a los más poderosos de Persia y de Media, gobernadores y príncipes de provincias, para mostrar él las riquezas de la gloria de su reino, el brillo y la magnificencia de su poder, por muchos días, ciento ochenta días. Y cumplidos estos días, hizo el rey otro banquete por siete días en el patio del huerto del palacio real a todo el pueblo que había en Susa capital del reino, desde el mayor hasta el menor. El pabellón era de blanco, verde y azul, tendido sobre cuerdas de lino y púrpura en anillos de plata y columnas de mármol; los reclinatorios de oro y de plata, sobre losado de pórfido y de mármol, y de alabastro y de jacinto. Y daban a beber en vasos de oro, y vasos diferentes unos de otros, y mucho vino real, de acuerdo con la generosidad del rey. Y la bebida era según esta ley: Que nadie fuese obligado a beber; porque así lo había mandado el rey a todos los mayordomos de su casa, que se hiciese según la voluntad de cada uno. Asimismo la reina Vasti hizo banquete para las mujeres, en la casa real del rey Asuero. El séptimo día, estando el corazón del rey alegre del vino, mandó a Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas, siete eunucos que servían delante del rey Asuero, que trajesen a la reina Vasti a la presencia del rey con la corona regia, para mostrar a los pueblos y a los príncipes su belleza; porque era hermosa. Mas la reina Vasti no quiso comparecer a la orden del rey enviada por medio de los eunucos; y el rey se enojó mucho, y se encendió en ira. Preguntó entonces el rey a los sabios que conocían los tiempos (porque así acostumbraba el rey con todos los que sabían la ley y el derecho; y estaban junto a él Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete príncipes de Persia y de Media que veían la cara del rey, y se sentaban los primeros del reino); les preguntó qué se había de hacer con la reina Vasti según la ley, por cuanto no había cumplido la orden del rey Asuero enviada por medio de los eunucos. Y dijo Memucán delante del rey y de los príncipes: No solamente contra el rey ha pecado la reina Vasti, sino contra todos los príncipes, y contra todos los pueblos que hay en todas las provincias del rey Asuero. Porque este hecho de la reina llegará a oídos de todas las mujeres, y ellas tendrán en poca estima a sus maridos, diciendo: El rey Asuero mandó traer delante de sí a la reina Vasti, y ella no vino. Y entonces dirán esto las señoras de Persia y de Media que oigan el hecho de la reina, a todos los príncipes del rey; y habrá mucho menosprecio y enojo. Si parece bien al rey, salga un decreto real de vuestra majestad y se escriba entre las leyes de Persia y de Media, para que no sea quebrantado: Que Vasti no venga más delante del rey Asuero; y el rey haga reina a otra que sea mejor que ella. Y el decreto que dicte el rey será oído en todo su reino, aunque es grande, y todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor. Agradó esta palabra a los ojos del rey y de los príncipes, e hizo el rey conforme al dicho de Memucán; pues envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su escritura, y a cada pueblo conforme a su lenguaje, diciendo que todo hombre afirmase su autoridad en su casa; y que se publicase esto en la lengua de su pueblo.
Ester 1:2-22 La Biblia de las Américas (LBLA)
que en aquellos días, estando el rey Asuero reinando desde su trono real, en la fortaleza de Susa, en el año tercero de su reinado, ofreció un banquete para todos sus príncipes y servidores, estando en su presencia los oficiales del ejército de Persia y Media, los nobles y los príncipes de sus provincias. Y él les mostró las riquezas de la gloria de su reino y el magnífico esplendor de su majestad durante muchos días, ciento ochenta días. Cuando se cumplieron estos días, el rey ofreció un banquete de siete días para todo el pueblo que se encontraba en la fortaleza de Susa, desde el mayor hasta el menor, en el atrio del jardín del palacio del rey. Había colgaduras de lino blanco y violeta, sostenidas por cordones de lino fino y púrpura en anillos de plata y columnas de mármol, y lechos de oro y plata sobre un pavimento mosaico de pórfido, de mármol, de alabastro y de piedras preciosas. Las bebidas se servían en vasijas de oro de diferentes formas, y el vino real abundaba conforme a la liberalidad del rey. Y se bebía conforme a la ley, no había obligación, porque el rey así había dado órdenes a todos los oficiales de su casa para que hicieran conforme a los deseos de cada persona. La reina Vasti también hizo un banquete para las mujeres en el palacio que pertenecía al rey Asuero. Al séptimo día, cuando el corazón del rey estaba alegre por el vino, él ordenó a Mehumán, a Bizta, a Harbona, a Bigta, a Abagta, a Zetar y a Carcas, los siete eunucos que servían en la presencia del rey Asuero, que trajeran a la reina Vasti a la presencia del rey con su corona real, para mostrar al pueblo y a los príncipes su belleza, porque era muy hermosa. Pero la reina Vasti rehusó venir al mandato del rey transmitido por los eunucos. Entonces el rey se enojó mucho y se encendió su furor en él. Y el rey dijo a los sabios que conocían los tiempos (pues era costumbre del rey consultar así a todos los que conocían la ley y el derecho, y estaban junto a él Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, los siete príncipes de Persia y Media que tenían entrada a la presencia del rey y que ocupaban los primeros puestos en el reino): Conforme a la ley, ¿qué se debe hacer con la reina Vasti, por no haber obedecido el mandato del rey Asuero transmitido por los eunucos? Y en presencia del rey y de los príncipes, Memucán dijo: La reina Vasti no solo ha ofendido al rey sino también a todos los príncipes y a todos los pueblos que están en todas las provincias del rey Asuero. Porque la conducta de la reina llegará a conocerse por todas las mujeres y hará que ellas miren con desdén a sus maridos, y digan: «El rey Asuero ordenó que la reina Vasti fuera llevada a su presencia, pero ella no fue». Y desde hoy las señoras de Persia y Media que han oído de la conducta de la reina hablarán de la misma manera a todos los príncipes del rey, y habrá mucho desdén y enojo. Si le place al rey, proclame él un decreto real y que se escriba en las leyes de Persia y Media para que no sea revocado, que Vasti no entre más a la presencia del rey Asuero, y que el rey dé su título de reina a otra que sea más digna que ella. Y cuando el decreto que haga el rey sea oído por todo su reino, inmenso como es, entonces todas las mujeres darán honra a sus maridos, desde el mayor hasta el menor. Esta palabra pareció bien al rey y a los príncipes, y el rey hizo conforme a lo dicho por Memucán. Y envió cartas a todas las provincias del rey, a cada provincia conforme a su escritura y a cada pueblo conforme a su lengua, para que todo hombre fuera señor en su casa y que en ella se hablara la lengua de su pueblo.
Ester 1:2-22 Nueva Traducción Viviente (NTV)
En esa época, Jerjes gobernaba su imperio desde el trono real, ubicado en la fortaleza de Susa. En el tercer año de su reinado, hizo un banquete para todos sus nobles y funcionarios. Invitó a todos los oficiales del ejército de Persia y Media, y también a los príncipes y nobles de las provincias. La celebración duró ciento ochenta días y fue una gran exhibición de la opulenta riqueza de su imperio y de la pompa y el esplendor de su majestad. Cuando todo terminó, el rey ofreció un banquete para todo el pueblo que se encontraba en la fortaleza de Susa, desde el más importante hasta el más insignificante. El banquete duró siete días y se realizó en el patio del jardín del palacio. El patio estaba elegantemente decorado con cortinas de algodón blanco y colgantes azules, sostenidos con cuerdas de lino y cintas de color púrpura que pasaban por anillos de plata incrustados en columnas de mármol. Había divanes de oro y de plata sobre un piso de mosaicos de cuarzo, mármol, nácar y otras piedras costosas. Las bebidas se servían en copas de oro de distintos diseños, y había vino real en abundancia, lo cual reflejaba la generosidad del rey. Por decreto del rey, no había límite de consumo, porque el rey había dado instrucciones a todos los empleados del palacio de que sirvieran a cada hombre cuanto quisiera. Al mismo tiempo, la reina Vasti hizo un banquete para las mujeres en el palacio real del rey Jerjes. Al séptimo día de la fiesta, cuando el rey Jerjes estaba muy alegre a causa del vino, les ordenó a los siete eunucos que lo servían —Mehumán, Bizta, Harbona, Bigta, Abagta, Zetar y Carcas— que le trajeran a la reina Vasti con la corona real en la cabeza. Quería que los nobles y los demás hombres contemplaran su belleza, porque era una mujer sumamente hermosa; pero cuando le comunicaron la orden del rey a la reina Vasti, ella se negó a ir. Esa respuesta enfureció al rey y lo hizo arder de enojo. Entonces el rey consultó de inmediato con sus sabios consejeros, quienes conocían todas las leyes y costumbres persas, porque siempre les pedía consejo. Sus nombres eran: Carsena, Setar, Admata, Tarsis, Meres, Marsena y Memucán, siete nobles de Persia y Media. Esos hombres se reunían frecuentemente con el rey y ocupaban los cargos más altos del imperio. —¿Qué debe hacerse con la reina Vasti? —preguntó el rey—. ¿Qué sanción impone la ley para una reina que se niega a obedecer las órdenes que el rey le envía debidamente por medio de sus eunucos? Memucán contestó al rey y a los nobles: —La reina Vasti ofendió no solo al rey, sino también a cada noble y ciudadano del imperio. Ahora, en todas partes, las mujeres comenzarán a despreciar a sus maridos cuando se enteren de que la reina Vasti se negó a presentarse ante el rey. Antes de que termine este día, las esposas de todos los nobles del rey en toda Persia y Media oirán lo que hizo la reina y empezarán a tratar a sus maridos de la misma manera. Nada pondrá fin a su desprecio y enojo. »Así que, si al rey le agrada, sugerimos que emita un decreto por escrito, una ley de los persas y los medos que no pueda ser revocada. Debería ordenar que la reina Vasti sea excluida para siempre de la presencia del rey Jerjes y que el rey elija otra reina más digna que ella. ¡Cuando se publique este decreto en todo el vasto imperio del rey, los maridos de todas partes, sea cual fuere su rango, recibirán el respeto que merecen de parte de sus esposas! El rey y sus nobles consideraron que esa propuesta tenía sentido, así que el rey siguió el consejo de Memucán. Envió cartas por todo el imperio, a cada provincia en su propio sistema de escritura y en su propio idioma, proclamando que todo hombre debía ser jefe en su propia casa y decir lo que le viniera en gana.