Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Hechos 2:1-28

Hechos 2:1-28 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en el mismo lugar. De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos. Aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Estaban de visita en Jerusalén judíos piadosos, procedentes de todas las naciones de la tierra. Al oír aquel bullicio, muchos corrieron al lugar y quedaron todos pasmados porque cada uno los escuchaba hablar en su propio idioma. Desconcertados y maravillados, decían: «¿No son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oye hablar en su lengua materna? Partos, medos y elamitas; habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene; visitantes llegados de Roma; judíos y convertidos al judaísmo; cretenses y árabes: ¡todos por igual los oímos proclamar en nuestra propia lengua las maravillas de Dios!». Desconcertados y perplejos, se preguntaban: «¿Qué quiere decir esto?». Otros se burlaban y decían: «Lo que pasa es que están borrachos». Entonces Pedro, con los once, se puso de pie y dijo a voz en cuello: «Compatriotas judíos y todos ustedes que están en Jerusalén, déjenme explicarles lo que sucede; presten atención a lo que voy a decir. Estos no están borrachos, como suponen ustedes. ¡Apenas son las nueve de la mañana! En realidad lo que pasa es lo que anunció el profeta Joel: »“Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre todo ser humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos y mis siervas, y profetizarán. Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre antes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. »Pueblo de Israel, escuchen esto: Jesús de Nazaret fue un hombre acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios, los cuales realizó Dios entre ustedes por medio de él, como bien lo saben. Este fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz. Sin embargo, Dios lo resucitó, librándolo de las angustias de la muerte, porque era imposible que la muerte lo mantuviera bajo su dominio. En efecto, David dijo de él: »“Veía yo al Señor siempre delante de mí; porque él está a mi derecha, nada me hará caer. Por eso mi corazón se alegra y canta con gozo mi lengua; mi cuerpo también vivirá en esperanza. No dejarás que mi vida termine en los dominios de la muerte; no permitirás que tu santo sufra corrupción. Me has dado a conocer los caminos de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia”.

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

El día de la fiesta de Pentecostés, los seguidores de Jesús estaban reunidos en un mismo lugar. De pronto, oyeron un ruido muy fuerte que venía del cielo. Parecía el estruendo de una tormenta, y retumbó por todo el salón. Luego vieron que algo parecido a llamas de fuego se colocaba sobre cada uno de ellos. Fue así como el Espíritu Santo los llenó de poder a todos ellos, y enseguida empezaron a hablar en otros idiomas. Cada uno hablaba según lo que el Espíritu Santo le indicaba. En aquel tiempo, muchos judíos que amaban a Dios estaban de visita en Jerusalén. Habían llegado de todas las regiones del Imperio Romano. Al oír el ruido, muchos de ellos se acercaron al salón, y se sorprendieron de que podían entender lo que decían los seguidores de Jesús. Estaban tan admirados que se decían unos a otros: «Pero estos que están hablando, ¿acaso no son de la región de Galilea? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestro propio idioma? Los que estamos aquí somos de diferentes países. Algunos somos de Partia, Media y Elam. Otros vinimos de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, Asia, Frigia, Panfilia y Egipto, y de las regiones de Libia cercanas al pueblo de Cirene. Muchos han venido de Roma, otros han viajado desde la isla de Creta y desde la península de Arabia. Algunos somos judíos de nacimiento, y otros nos hemos convertido a la religión judía. ¡Es increíble que los oigamos hablar, en nuestro propio idioma, de las maravillas de Dios!» Y no salían de su asombro, ni dejaban de preguntarse: «¿Y esto qué significa?» Pero algunos comenzaron a burlarse de los apóstoles, y los acusaban de estar borrachos. Pero los apóstoles se pusieron de pie, y con fuerte voz Pedro dijo: «Israelitas y habitantes de Jerusalén, escuchen bien lo que les voy a decir. Se equivocan si creen que estamos borrachos. ¡Apenas son las nueve de la mañana! Lo que pasa es que hoy Dios ha cumplido lo que nos prometió, cuando por medio del profeta Joel dijo: “En los últimos tiempos les daré a todos de mi Espíritu: hombres y mujeres hablarán de parte mía; a los jóvenes les hablaré en visiones y a los ancianos, en sueños. ”También en esos tiempos les daré de mi Espíritu a los esclavos y a las esclavas, para que hablen en mi nombre. ”Daré muestras de mi poder en el cielo y en la tierra: habrá sangre, fuego y humo. El sol dejará de alumbrar, y la luna se pondrá roja, como si estuviera bañada en sangre. ”Esto pasará antes de que llegue el maravilloso día en que juzgaré a este mundo. Pero yo salvaré a todos los que me reconozcan como su Dios.” »Escúchenme bien, porque voy a hablarles de Jesús, el que vivía en Nazaret. Todos nosotros sabemos que Dios lo envió. También sabemos que Dios le dio grandes poderes, porque lo vimos hacer grandes maravillas y señales. »Desde el principio, Dios había decidido que Jesús sufriera, y que fuera entregado a sus enemigos. Ustedes lo ataron y lo entregaron a los romanos, para que lo mataran. ¡Pero Dios hizo que Jesús resucitara! ¡Y es que la muerte no tenía ningún poder sobre él! Hace mucho tiempo, el rey David dijo lo siguiente acerca de Jesús: “Yo siempre te tengo presente; si tú estás a mi lado, nada me hará caer. Por eso estoy muy contento, por eso canto de alegría, por eso vivo confiado. ”¡Tú no me dejarás morir ni me abandonarás en el sepulcro, pues soy tu fiel servidor! Tú me enseñaste a vivir como a ti te gusta. Contigo a mi lado soy verdaderamente feliz.”

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban juntos y en el mismo lugar. De repente, un estruendo como de un fuerte viento vino del cielo, y sopló y llenó toda la casa donde se encontraban. Entonces aparecieron unas lenguas como de fuego, que se repartieron y fueron a posarse sobre cada uno de ellos. Todos ellos fueron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu los llevaba a expresarse. En aquel tiempo vivían en Jerusalén judíos piadosos, que venían de todas las naciones conocidas. Al escucharse aquel estruendo, la multitud se juntó, y se veían confundidos porque los oían hablar en su propia lengua. Estaban atónitos y maravillados, y decían: «Fíjense: ¿acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestra lengua materna? Aquí hay partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia. Están los de Frigia y Panfilia, los de Egipto y los de las regiones de África que están más allá de Cirene. También están los romanos que viven aquí, tanto judíos como prosélitos, y cretenses y árabes, ¡y todos los escuchamos hablar en nuestra lengua acerca de las maravillas de Dios!» Todos ellos estaban atónitos y perplejos, y se decían unos a otros: «¿Y esto qué significa?» Pero otros se burlaban, y decían: «¡Están borrachos!» Entonces Pedro se puso de pie, junto con los otros once, y con potente voz dijo: «Varones judíos, y ustedes, habitantes todos de Jerusalén, sepan esto, y entiendan bien mis palabras. Contra lo que ustedes suponen, estos hombres no están borrachos, pues apenas son las nueve de la mañana. Más bien, esto es lo que dijo el profeta Joel: »Dios ha dicho: En los últimos días derramaré de mi Espíritu sobre toda la humanidad. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán; sus jóvenes tendrán visiones y sus ancianos tendrán sueños. En esos días derramaré de mi Espíritu sobre mis siervos y mis siervas, y también profetizarán. Haré prodigios en el cielo, y en la tierra se verán señales de sangre, de fuego y de vapor de humo. El sol se oscurecerá, la luna se pondrá roja como sangre, antes de que llegue el día del Señor y se muestre en toda su grandeza. Y todo el que invoque el nombre del Señor será salvo. »Varones israelitas, escuchen mis palabras: Jesús nazareno, que fue el varón que Dios aprobó entre ustedes por las maravillas, prodigios y señales que hizo por medio de él, como ustedes mismos lo saben, fue entregado conforme al plan determinado y el conocimiento anticipado de Dios, y ustedes lo aprehendieron y lo mataron por medio de hombres inicuos, crucificándolo. Pero Dios lo levantó, liberándolo de los lazos de la muerte, porque era imposible que la muerte lo venciera. De él dice David: »Siempre veía al Señor ante mí. Él está a mi derecha, y nada me perturbará. Por eso mi corazón se alegró, y mi lengua cantó llena de gozo. Mi cuerpo descansará en la esperanza, porque no dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que tu Santo se corrompa. Me hiciste conocer los caminos de la vida, y me llenarás de gozo con tu presencia.

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran. Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían: —¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios! Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar; y se preguntaban: —¿Qué significa todo esto? Pero algunos, burlándose, decían: —¡Es que están borrachos! Entonces Pedro se puso de pie junto con los otros once apóstoles, y con voz fuerte dijo: «Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. Estos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. Al contrario, aquí está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo: “Sucederá que en los últimos días, dice Dios, derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad; los hijos e hijas de ustedes comunicarán mensajes proféticos, los jóvenes tendrán visiones, y los viejos tendrán sueños. También sobre mis siervos y siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días, y comunicarán mensajes proféticos. En el cielo mostraré grandes maravillas, y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra. El sol se volverá oscuridad, y la luna como sangre, antes que llegue el día del Señor, día grande y glorioso. Pero todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación.” »Escuchen, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como ustedes saben muy bien, Dios demostró ante ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales. Y a ese hombre, que conforme a los planes y propósitos de Dios fue entregado, ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. Pero Dios lo resucitó, liberándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado. El rey David, refiriéndose a Jesús, dijo: “Yo veía siempre al Señor delante de mí; con él a mi derecha, nada me hará caer. Por eso se alegra mi corazón, y mi lengua canta llena de gozo. Todo mi ser vivirá confiadamente, porque no me dejarás en el sepulcro ni permitirás que se descomponga el cuerpo de tu santo siervo. Me mostraste el camino de la vida, y me llenarás de alegría con tu presencia.”

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras. Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños; Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, Y señales abajo en la tierra, Sangre y fuego y vapor de humo; El sol se convertirá en tinieblas, Y la luna en sangre, Antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; Y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; a este, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella. Porque David dice de él: Veía al Señor siempre delante de mí; Porque está a mi diestra, no seré conmovido. Por lo cual mi corazón se alegró, y se gozó mi lengua, Y aun mi carne descansará en esperanza; Porque no dejarás mi alma en el Hades, Ni permitirás que tu Santo vea corrupción. Me hiciste conocer los caminos de la vida; Me llenarás de gozo con tu presencia.

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 La Biblia de las Américas (LBLA)

Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos juntos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban sentados, y se les aparecieron lenguas como de fuego que, repartiéndose, se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba habilidad para expresarse. Y había judíos que moraban en Jerusalén, hombres piadosos, procedentes de todas las naciones bajo el cielo. Y al ocurrir este estruendo, la multitud se juntó; y estaban desconcertados porque cada uno los oía hablar en su propia lengua. Y estaban asombrados y se maravillaban, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos hablar en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos y elamitas, habitantes de Mesopotamia, de Judea y de Capadocia, del Ponto y de Asia, de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia alrededor de Cirene, viajeros de Roma, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestros idiomas de las maravillas de Dios. Todos estaban asombrados y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Pero otros se burlaban y decían: Están borrachos. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les declaró: Varones judíos y todos los que vivís en Jerusalén, sea esto de vuestro conocimiento y prestad atención a mis palabras, porque estos no están borrachos como vosotros suponéis, pues apenas es la hora tercera del día; sino que esto es lo que fue dicho por medio del profeta Joel: Y SUCEDERá EN LOS úLTIMOS DíAS —dice Dios— QUE DERRAMARé DE MI ESPíRITU SOBRE TODA CARNE; Y VUESTROS HIJOS Y VUESTRAS HIJAS PROFETIZARáN, VUESTROS JóVENES VERáN VISIONES, Y VUESTROS ANCIANOS SOÑARáN SUEÑOS; Y AUN SOBRE MIS SIERVOS Y SOBRE MIS SIERVAS DERRAMARé DE MI ESPíRITU EN ESOS DíAS, y profetizarán. Y MOSTRARé PRODIGIOS ARRIBA EN EL CIELO Y SEÑALES ABAJO EN LA TIERRA: SANGRE, FUEGO Y COLUMNA DE HUMO. EL SOL SE CONVERTIRá EN TINIEBLAS Y LA LUNA EN SANGRE, ANTES QUE VENGA EL DíA GRANDE Y GLORIOSO DEL SEÑOR. Y SUCEDERá QUE TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERá SALVO. Varones israelitas, escuchad estas palabras: Jesús el Nazareno, varón confirmado por Dios entre vosotros con milagros, prodigios y señales que Dios hizo en medio vuestro a través de Él, tal como vosotros mismos sabéis, a este, entregado por el plan predeterminado y el previo conocimiento de Dios, clavasteis en una cruz por manos de impíos y le matasteis, a quien Dios resucitó, poniendo fin a la agonía de la muerte, puesto que no era posible que Él quedara bajo el dominio de ella. Porque David dice de Él: VEíA SIEMPRE AL SEÑOR EN MI PRESENCIA; PUES ESTá A MI DIESTRA PARA QUE YO NO SEA CONMOVIDO. POR LO CUAL MI CORAZóN SE ALEGRó Y MI LENGUA SE REGOCIJó; Y AUN HASTA MI CARNE DESCANSARá EN ESPERANZA; PUES Tú NO ABANDONARáS MI ALMA EN EL HADES, NI PERMITIRáS QUE TU SANTO VEA CORRUPCIóN. ME HAS HECHO CONOCER LOS CAMINOS DE LA VIDA; ME LLENARáS DE GOZO CON TU PRESENCIA.

Compartir
Leer Hechos 2

Hechos 2:1-28 Nueva Traducción Viviente (NTV)

El día de Pentecostés, todos los creyentes estaban reunidos en un mismo lugar. De repente, se oyó un ruido desde el cielo parecido al estruendo de un viento fuerte e impetuoso que llenó la casa donde estaban sentados. Luego, algo parecido a unas llamas o lenguas de fuego aparecieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos los presentes fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otros idiomas, conforme el Espíritu Santo les daba esa capacidad. En esa ocasión, había judíos devotos de todas las naciones, que vivían en Jerusalén. Cuando oyeron el fuerte ruido, todos llegaron corriendo y quedaron desconcertados al escuchar sus propios idiomas hablados por los creyentes. Estaban totalmente asombrados. «¿Cómo puede ser? —exclamaban—. Todas estas personas son de Galilea, ¡y aun así las oímos hablar en nuestra lengua materna! Aquí estamos nosotros: partos, medos, elamitas, gente de Mesopotamia, Judea, Capadocia, Ponto, de la provincia de Asia, de Frigia, Panfilia, Egipto y de las áreas de Libia alrededor de Cirene, visitantes de Roma (tanto judíos como convertidos al judaísmo), cretenses y árabes. ¡Y todos oímos a esta gente hablar en nuestro propio idioma acerca de las cosas maravillosas que Dios ha hecho!». Quedaron allí, maravillados y perplejos. «¿Qué querrá decir esto?», se preguntaban unos a otros. Pero otros entre la multitud se burlaban de ellos diciendo: «Solo están borrachos, eso es todo». Entonces Pedro dio un paso adelante junto con los otros once apóstoles y gritó a la multitud: «¡Escuchen con atención, todos ustedes, compatriotas judíos y residentes de Jerusalén! No se equivoquen. Estas personas no están borrachas, como algunos de ustedes suponen. Las nueve de la mañana es demasiado temprano para emborracharse. No, lo que ustedes ven es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo: “En los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus jóvenes tendrán visiones, y sus ancianos tendrán sueños. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre mis siervos —hombres y mujeres por igual— y profetizarán. Y haré maravillas arriba en los cielos y señales abajo en la tierra: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se oscurecerá, y la luna se pondrá roja como la sangre antes de que llegue el grande y glorioso día del SEÑOR. Pero todo el que invoque el nombre del SEÑOR será salvo”. »Pueblo de Israel, ¡escucha! Dios públicamente aprobó a Jesús de Nazaret al hacer milagros poderosos, maravillas y señales por medio de él, como ustedes bien saben; pero Dios sabía lo que iba a suceder y su plan predeterminado se llevó a cabo cuando Jesús fue traicionado. Con la ayuda de gentiles sin ley, ustedes lo clavaron en la cruz y lo mataron; pero Dios lo liberó de los terrores de la muerte y lo volvió a la vida, pues la muerte no pudo retenerlo bajo su dominio. El rey David dijo lo siguiente acerca de él: “Veo que el SEÑOR siempre está conmigo. No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado. ¡Con razón mi corazón está contento, y mi lengua grita sus alabanzas! Mi cuerpo descansa en esperanza. Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos ni permitirás que tu Santo se pudra en la tumba. Me has mostrado el camino de la vida y me llenarás con la alegría de tu presencia”.

Compartir
Leer Hechos 2