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2 Reyes 7:3-9

2 Reyes 7:3-9 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Había a la entrada de la puerta cuatro hombres leprosos, los cuales dijeron el uno al otro: ¿Para qué nos estamos aquí hasta que muramos? Si tratáremos de entrar en la ciudad, por el hambre que hay en la ciudad moriremos en ella; y si nos quedamos aquí, también moriremos. Vamos, pues, ahora, y pasemos al campamento de los sirios; si ellos nos dieren la vida, viviremos; y si nos dieren la muerte, moriremos. Se levantaron, pues, al anochecer, para ir al campamento de los sirios; y llegando a la entrada del campamento de los sirios, no había allí nadie. Porque Jehová había hecho que en el campamento de los sirios se oyese estruendo de carros, ruido de caballos, y estrépito de gran ejército; y se dijeron unos a otros: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los heteos y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Y así se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas, sus caballos, sus asnos, y el campamento como estaba; y habían huido para salvar sus vidas. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y tomaron de allí plata y oro y vestidos, y fueron y lo escondieron; y vueltos, entraron en otra tienda, y de allí también tomaron, y fueron y lo escondieron. Luego se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buena nueva, y nosotros callamos; y si esperamos hasta el amanecer, nos alcanzará nuestra maldad. Vamos pues, ahora, entremos y demos la nueva en casa del rey.

2 Reyes 7:3-9 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Ese día, cuatro hombres que tenían una enfermedad en la piel se hallaban a la entrada de la ciudad. —¿Qué ganamos con quedarnos aquí sentados esperando la muerte? —se preguntaron unos a otros—. No ganamos nada con entrar en la ciudad. Allí nos moriremos de hambre con todos los demás; pero si nos quedamos aquí, nos sucederá lo mismo. Vayamos, pues, al campamento de los arameos para rendirnos. Si nos perdonan la vida, viviremos; si nos matan, de todos modos moriremos. Al anochecer se pusieron en camino, pero cuando llegaron a las afueras del campamento arameo, ¡ya no había nadie allí! Y era que el Señor había confundido a los arameos haciéndoles oír el ruido de carros de combate y de caballería, como si fuera un gran ejército. Entonces se dijeron unos a otros: «¡Seguro que el rey de Israel ha contratado a los reyes hititas y egipcios para atacarnos!». Por lo tanto, emprendieron la fuga al anochecer abandonando tiendas de campaña, caballos y asnos. Dejaron el campamento tal como estaba para escapar y salvarse. Cuando los hombres con la piel enferma llegaron a las afueras del campamento, entraron en una de las tiendas de campaña. Después de comer y beber, se llevaron de allí plata, oro y ropa, y fueron a esconderlo todo. Luego regresaron, entraron en otra tienda, y también de allí tomaron varios objetos y los escondieron. Entonces se dijeron unos a otros: —Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos culpables. Vayamos ahora mismo al palacio y demos aviso.

2 Reyes 7:3-9 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

A la entrada de la ciudad había cuatro hombres enfermos de la piel, pues tenían lepra. Decían entre ellos: «¿Qué estamos haciendo acá sentados esperando morir? Si entramos en la ciudad, moriremos de hambre, pues no hay nada para comer, y si nos quedamos sentados aquí, también vamos a morir. Mejor vayamos al campamento de los sirios; si nos perdonan la vida, qué bueno, y si nos matan, no importa, de todos modos vamos a morir». Al anochecer, se levantaron y fueron al campamento de los sirios. Cuando llegaron cerca del lugar, se dieron cuenta de que allí no había nadie. Dios había hecho que el ejército de Siria escuchara ruidos como de carros de guerra, de caballos y de un gran ejército, por lo que los soldados dijeron: «¡El rey de Israel les ha pagado a los reyes hititas y al rey de Egipto para que luchen contra nosotros!» Así que los sirios huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas de campaña, sus caballos y burros. Con tal de salvar sus vidas, se fueron y dejaron el campamento tal y como estaba. Cuando los leprosos llegaron al campamento sirio, entraron en una de las carpas, y se pusieron a comer y a beber. También tomaron oro, plata y ropa, y todo eso lo escondieron. Luego entraron en otra carpa, tomaron las cosas que allí había, y fueron a esconderlas. Pero después dijeron: «No estamos haciendo lo correcto. Hoy es un día de buenas noticias. Si nosotros nos callamos y esperamos hasta que amanezca, nos van a castigar. Mejor vayamos al palacio y avisemos lo que sucede».

2 Reyes 7:3-9 Reina Valera Contemporánea (RVC)

A la entrada de la ciudad había cuatro leprosos, que se decían el uno al otro: «¿Para qué nos quedamos aquí, esperando la muerte? Si intentáramos entrar en la ciudad, moriríamos dentro de ella por el hambre que allí dentro hay. Si nos quedamos aquí, de todos modos moriremos. Mejor vayamos al campamento de los sirios. Si nos dejan vivir, viviremos; si nos dan muerte, moriremos.» Al caer la noche se pasaron al campamento de los sirios, pero cuando llegaron a la entrada de su campamento no vieron a nadie. Y es que el Señor había hecho que en el campamento de los sirios se oyera un estruendo de carros de combate, y ruido de caballos, y el estrépito de un gran ejército, por lo que unos a otros se dijeron: «Al parecer, el rey de Israel les ha pagado a los reyes hititas y egipcios para que vengan a atacarnos.» Entonces se levantaron al anochecer y huyeron, y para ponerse a salvo abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus asnos, dejando el campamento tal como estaba. Cuando los leprosos llegaron a la entrada del campamento, entraron en una tienda y se sentaron a comer y beber, y se llevaron de allí plata y oro y vestidos, y todo eso lo escondieron; luego volvieron y entraron en otra tienda, la cual también saquearon, y fueron a esconder lo que de allí sacaron. Pero luego se dijeron el uno al otro: «Lo que estamos haciendo no está bien. Este es un día de buenas noticias, y nosotros nos las estamos callando. Si no las anunciamos antes de que amanezca, vamos a resultar culpables. Es mejor que vayamos al palacio ahora mismo y le demos la noticia al rey.»

2 Reyes 7:3-9 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Mientras tanto, cuatro leprosos que había a la entrada de la ciudad se dijeron entre sí: —¿Qué hacemos aquí sentados esperando la muerte? Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos, pues hay una gran hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí sentados, también moriremos. Pasémonos, pues, al campamento sirio; si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos vamos a morir. Así pues, se levantaron al anochecer y se dirigieron al campamento sirio; pero cuando ya estuvieron cerca, se dieron cuenta de que no había nadie. Y era que el Señor había hecho que el ejército sirio oyera ruido de carros de combate, de caballería y de un gran ejército; los sirios pensaron entonces que el rey de Israel había contratado a los reyes hititas y a los reyes egipcios, para que los atacaran. Por eso se levantaron y huyeron al anochecer, abandonando sus tiendas de campaña, sus caballos y sus asnos, y dejando el campamento tal como estaba para escapar con vida. Al llegar los leprosos a los alrededores del campamento, penetraron en una tienda y se pusieron a comer y beber; se apoderaron de plata, oro y ropa, y luego fueron y lo escondieron. Después volvieron y entraron en otra tienda, y también de allí tomaron cosas y fueron a esconderlas. Pero luego dijeron entre sí: —No estamos haciendo bien. Hoy es día de llevar buenas noticias, y nosotros nos las estamos callando. Si esperamos hasta la mañana, nos considerarán culpables. Es mejor que vayamos al palacio y demos aviso.

2 Reyes 7:3-9 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y había cuatro leprosos a la entrada de la puerta, y se dijeron el uno al otro: ¿Por qué estamos aquí sentados esperando la muerte? Si decimos: «Vamos a entrar en la ciudad», como el hambre está en la ciudad, moriremos allí; y si nos sentamos aquí, también moriremos. Ahora pues, vayamos y pasemos al campamento de los arameos. Si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, pues moriremos. Y se levantaron al anochecer para ir al campamento de los arameos. Y cuando llegaron a las afueras del campamento de los arameos, he aquí, no había allí nadie. Porque el Señor había hecho que el ejército de los arameos oyera estruendo de carros y ruido de caballos, el estruendo de un gran ejército, de modo que se dijeron el uno al otro: He aquí, el rey de Israel ha tomado a sueldo contra nosotros a los reyes de los hititas y a los reyes de los egipcios, para que vengan contra nosotros. Por lo cual se levantaron y huyeron al anochecer, y abandonaron sus tiendas, sus caballos y sus asnos y el campamento tal como estaba, y huyeron para salvar sus vidas. Cuando llegaron los leprosos a las afueras del campamento, entraron en una tienda y comieron y bebieron, y se llevaron de allí plata y oro y ropas, y fueron y lo escondieron; y volvieron y entraron en otra tienda y de allí también se llevaron botín, y fueron y lo escondieron. Entonces se dijeron el uno al otro: No estamos haciendo bien. Hoy es día de buenas nuevas, pero nosotros estamos callados; si esperamos hasta la luz de la mañana, nos vendrá castigo. Vamos pues, ahora, y entremos a dar la noticia a la casa del rey.

2 Reyes 7:3-9 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Sucedió que había cuatro hombres con lepra sentados en la entrada de las puertas de la ciudad. «¿De qué nos sirve sentarnos aquí a esperar la muerte? —se preguntaban unos a otros—. Si nos quedamos aquí, moriremos, pero con el hambre que hay en la ciudad, moriremos de hambre también allá si regresamos. Así que mejor sería ir y entregarnos al ejército arameo. Si ellos nos perdonan la vida, mucho mejor; pero si nos matan, igual habríamos muerto». Así que, al ponerse el sol, salieron hacia el campamento de los arameos; pero cuando se aproximaron al límite del campamento, ¡no había nadie! Pues el Señor había hecho que el ejército arameo escuchara el traqueteo de carros de guerra a toda velocidad, el galope de caballos y los sonidos de un gran ejército que se acercaba. Por eso se gritaron unos a otros: «¡El rey de Israel ha contratado a los hititas y a los egipcios para que nos ataquen!». Así que se llenaron de pánico y huyeron en la oscuridad de la noche; abandonaron sus carpas, sus caballos, sus burros y todo lo demás, y corrieron para salvar la vida. Cuando los hombres con lepra llegaron al límite del campamento, fueron de carpa en carpa, comieron y bebieron vino, sacaron plata, oro y ropa, y escondieron todo. Finalmente se dijeron entre ellos: «Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, ¡y nosotros no lo hemos dicho a nadie! Si esperamos hasta la mañana, seguro que nos ocurre alguna calamidad. ¡Vamos, regresemos al palacio y contémosle a la gente!».