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2 Reyes 19:1-32

2 Reyes 19:1-32 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Cuando el rey Ezequías oyó el informe, rasgó su ropa, se vistió de tela áspera y entró al templo del SEÑOR. Enseguida envió a Eliaquim, administrador del palacio; a Sebna, secretario de la corte; y a los principales sacerdotes, todos vestidos de tela áspera, a hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Ellos le dijeron: «El rey Ezequías dice: “Hoy es un día de dificultad, insulto y deshonra. Es como cuando un niño está a punto de nacer, pero la madre no tiene fuerzas para dar a luz. Tal vez el SEÑOR tu Dios haya oído al jefe del Estado Mayor asirio, que fue enviado por el rey para desafiar al Dios viviente, y lo castigue por sus palabras. ¡Te rogamos que ores por los que hemos quedado!”». Una vez que los funcionarios del rey Ezequías le dieron a Isaías el mensaje del rey, el profeta respondió: «Díganle a su amo: “Esto dice el SEÑOR: ‘No te alteres por ese discurso blasfemo que han pronunciado contra mí los mensajeros del rey de Asiria. ¡Escucha! Yo mismo actuaré en su contra, y el rey recibirá un mensaje de que lo necesitan en su país. Así que volverá a su tierra, donde haré que lo maten a filo de espada’”». Mientras tanto, el jefe del Estado Mayor asirio partió de Jerusalén para consultar al rey de Asiria, quien había salido de Laquis y estaba atacando a Libna. Poco después, el rey Senaquerib recibió la noticia de que el rey Tirhaca de Etiopía iba al frente de un ejército para luchar contra él. Antes de salir al encuentro de sus agresores, envió mensajeros de regreso a Ezequías, en Jerusalén, con el siguiente mensaje: «Este mensaje está dirigido al rey Ezequías de Judá. No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe con promesas de que Jerusalén no caerá en manos del rey de Asiria. Tú sabes perfectamente bien lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los lugares donde han ido. ¡Han destruido por completo a todo aquel que se ha interpuesto en su camino! ¿Por qué serías tú la excepción? ¿Acaso los dioses de otras naciones las han rescatado, naciones como Gozán, Harán, Resef y el pueblo de Edén que vivía en Telasar? ¡Mis antecesores los destruyeron a todos! ¿Qué sucedió con el rey de Hamat y el rey de Arfad? ¿Qué les pasó a los reyes de Sefarvaim, de Hena y de Iva?». Después de recibir la carta de mano de los mensajeros y de leerla, Ezequías subió al templo del SEÑOR y desplegó la carta ante el SEÑOR. En presencia del SEÑOR, el rey hizo la siguiente oración: «¡Oh SEÑOR, Dios de Israel, tú estás entronizado entre los poderosos querubines! Solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Solo tú creaste los cielos y la tierra. ¡Inclínate, oh SEÑOR, y escucha! ¡Abre tus ojos, oh SEÑOR, y mira! Escucha las palabras desafiantes de Senaquerib contra el Dios viviente. »Es cierto, SEÑOR, que los reyes de Asiria han destruido a todas esas naciones. Han arrojado al fuego a los dioses de esas naciones y los han quemado. ¡Por supuesto que los asirios pudieron destruirlos, pues no eran dioses en absoluto! Eran solo ídolos de madera y de piedra, formados por manos humanas. Ahora, oh SEÑOR nuestro Dios, rescátanos de su poder; así todos los reinos de la tierra sabrán que solo tú, oh SEÑOR, eres Dios». Después, Isaías, hijo de Amoz, le envió a Ezequías el siguiente mensaje: «Esto dice el SEÑOR, Dios de Israel: “He oído tu oración con respecto al rey Senaquerib de Asiria, y el SEÑOR ha pronunciado estas palabras en su contra: »”La hija virgen de Sion te desprecia y se ríe de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza con desdén mientras tú huyes. »”¿A quién has estado desafiando y ridiculizando? ¿Contra quién levantaste la voz? ¿A quién miraste con ojos tan arrogantes? ¡Fue al Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros, has desafiado al Señor. Dijiste: ‘Con mis numerosos carros de guerra conquisté las montañas más altas, sí, las cimas más remotas del Líbano. Corté sus cedros más altos y sus mejores cipreses. Alcancé sus rincones más lejanos y exploré sus bosques más espesos. Cavé pozos en muchas tierras extranjeras y me refresqué con sus aguas. ¡Con la planta de mi pie detuve todos los ríos de Egipto!’. »”Pero ¿acaso no has oído? Yo lo decidí hace mucho tiempo. Hace mucho que lo planifiqué, y ahora lo llevo a cabo. Yo determiné que tú aplastaras ciudades fortificadas y las redujeras a un montón de escombros. Por eso sus habitantes tienen tan poco poder y están tan asustados y confundidos. Son tan débiles como la hierba, tan fáciles de pisotear como tiernos brotes verdes. Son como hierba que sale en el techo de una casa, que se quema antes de poder crecer alta y lozana. »”Pero a ti te conozco bien: sé dónde te encuentras, y cuándo entras y sales. Conozco la forma en que desataste tu furia contra mí. Por esa furia en mi contra y por tu arrogancia, que yo mismo oí, te pondré mi gancho en la nariz y mi freno en la boca. Te haré regresar por el mismo camino por donde viniste”». Luego Isaías le dijo a Ezequías: «Esta es la prueba de que es cierto lo que digo: »Este año ustedes solo comerán lo que crezca por sí mismo, y el año próximo comerán lo que de eso brote. Sin embargo, el tercer año, plantarán cultivos y los cosecharán; cuidarán de sus viñedos y comerán de su fruto. Y ustedes, los que quedan en Judá, los que han escapado de los estragos del ataque, echarán raíces en su propio suelo, crecerán y prosperarán. Pues desde Jerusalén se extenderá un remanente de mi pueblo, un grupo de sobrevivientes, desde el monte Sion. ¡El ferviente compromiso del SEÑOR de los Ejércitos Celestiales hará que esto suceda! »Y esto dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria

2 Reyes 19:1-32 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Cuando el rey Ezequías escuchó esto, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y fue al Templo del SEÑOR. Además, envió a Eliaquín, administrador del palacio, al cronista Sebna y a los sacerdotes más ancianos, todos vestidos de luto, para hablar con el profeta Isaías, hijo de Amoz. Y estos dijeron a Isaías: «Así dice Ezequías: “Hoy es un día de angustia, castigo y deshonra, como cuando los hijos están a punto de nacer y no se tienen fuerzas para darlos a luz. Tal vez el SEÑOR tu Dios oiga todas las palabras del comandante en jefe, a quien su señor, el rey de Asiria, envió para insultar al Dios viviente. ¡Que el SEÑOR tu Dios lo castigue por las palabras que ha oído! Eleva, pues, una oración por el remanente del pueblo que aún sobrevive”». Cuando los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, este les dijo: «Díganle a su señor que así dice el SEÑOR: “No temas por las blasfemias que has oído y que han pronunciado contra mí los subalternos del rey de Asiria. ¡Mira! Voy a poner un espíritu en él, de manera que cuando oiga cierto rumor regrese a su propio país. Allí haré que lo maten a filo de espada”». Cuando el comandante en jefe se enteró de que el rey de Asiria había salido de Laquis, se retiró y encontró al rey luchando contra Libná. Luego Senaquerib recibió el informe de que Tiracá, rey de Cus, había salido para luchar contra él. Así que una vez más envió mensajeros a Ezequías para que le dijeran: «Tú, Ezequías, rey de Judá: No dejes que tu Dios, en quien confías, te engañe cuando dice: “No caerá Jerusalén en manos del rey de Asiria”. Sin duda te habrás enterado de lo que han hecho los reyes de Asiria en todos los países, destruyéndolos por completo. ¿Y acaso vas tú a librarte? ¿Libraron sus dioses a las naciones que mis antepasados han destruido: Gozán, Jarán, Résef y la gente de Edén que vivía en Telasar? ¿Dónde están el rey de Jamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvayin, de Hená o Ivá?». Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó. Luego subió al Templo del SEÑOR, la desplegó delante del SEÑOR, y en su presencia oró así: «SEÑOR, Dios de Israel, entronizado sobre los querubines: solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. Tú has hecho los cielos y la tierra. Presta atención, SEÑOR, y escucha; abre tus ojos, SEÑOR, y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha mandado a decir para insultar al Dios viviente. »Es verdad, SEÑOR, que los reyes asirios han asolado todas estas naciones y sus tierras. Han arrojado al fuego sus dioses y los han destruido, porque no eran dioses, sino solo madera y piedra, obra de manos humanas. Ahora, pues, SEÑOR y Dios nuestro, por favor, sálvanos de su mano, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, SEÑOR, eres Dios». Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió este mensaje a Ezequías: «Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: Por cuanto me has rogado respecto a Senaquerib, rey de Asiria, te he escuchado. Esta es la palabra que yo, el SEÑOR, he pronunciado contra él: »La virginal hija de Sión te desprecia y se burla de ti. La hija de Jerusalén menea la cabeza al verte huir. ¿A quién has insultado? ¿Contra quién has blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz y levantado los ojos con orgullo? ¡Contra el Santo de Israel! Has enviado a tus mensajeros a insultar al Señor, diciendo: “Con mis numerosos carros de combate escalé las cumbres de las montañas, las laderas del Líbano. Talé sus cedros más altos, sus cipreses más selectos. Alcancé sus refugios más lejanos, y sus bosques más frondosos. Cavé pozos en tierras extranjeras y en esas aguas apagué mi sed. Con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto”. »¿No te has dado cuenta? Hace mucho tiempo que lo he preparado. Desde tiempo atrás lo vengo planeando y ahora lo he llevado a cabo; por eso tú has dejado en ruinas a las ciudades fortificadas. Sus habitantes, impotentes, están desalentados y avergonzados. Son como plantas en el campo, como tiernos pastos verdes, como hierba que brota sobre el techo y que se quema antes de crecer. »Yo sé bien cuándo te sientas, cuándo sales, cuándo entras y cuánto ruges contra mí. Porque has rugido contra mí y tu insolencia ha llegado a mis oídos, te pondré una argolla en la nariz y un freno en la boca. Además, por el mismo camino por donde viniste te haré regresar. »Esta será la señal para ti, Ezequías: »Este año comerán lo que crezca por sí solo, y el segundo año lo que de allí brote. Pero al tercer año sembrarán y cosecharán, plantarán viñas y comerán su fruto. Una vez más los sobrevivientes de la tribu de Judá echarán raíces abajo y, arriba, darán fruto. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, del monte Sión un grupo de sobrevivientes. Esto lo hará mi celo, celo del SEÑOR de los Ejércitos. »Yo, el SEÑOR, declaro esto acerca del rey de Asiria: »“No entrará en esta ciudad ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto.

2 Reyes 19:1-33 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Cuando el rey Ezequías escuchó el mensaje de Senaquerib, se puso muy triste, y para mostrarlo se rompió la ropa, se puso ropa áspera y se fue al templo. Luego les pidió a Eliaquim, a Sebná y a los sacerdotes más ancianos que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amós. Como ya se ha dicho, Eliaquim era el encargado del palacio, y Sebná era secretario del rey. Todos ellos fueron vestidos con ropa áspera para mostrar su tristeza, y le dijeron al profeta: —El rey Ezequías dice que hoy es un día de luto, de castigo y de vergüenza. Ya hemos perdido las fuerzas; estamos completamente desanimados. Ojalá que Dios haya escuchado los insultos que el oficial de Senaquerib lanzó en contra del Dios de Israel, y que lo castigue. Pídele a Dios que ayude a los israelitas que aún quedan con vida. Isaías les respondió: —Denle al rey este mensaje de parte de Dios: “No tengas miedo de los insultos de ese soldado. Yo haré que el rey Senaquerib reciba una mala noticia que lo obligue a regresar a su país, y allí lo matarán”. El oficial asirio se enteró de que Senaquerib, su rey, se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén y encontró a Senaquerib luchando contra Libná. Allí Senaquerib supo que el rey Tirhaca de Etiopía había salido a luchar contra él. Entonces le mandó de nuevo un mensaje a Ezequías: «Ezequías, rey de Judá: Tú confías en tu Dios, pero no te dejes engañar por él cuando te dice que yo no conquistaré Jerusalén. Como bien sabes, los reyes de Asiria han destruido por completo a cuanto país quisieron. ¡No creas que tú te vas a salvar! Cuando mis antepasados destruyeron a países como Gozán, Harán, Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar, ni sus dioses pudieron salvarlos. Ni tampoco pudieron los reyes de Hamat, Arpad, Sefarvaim, Ivá y Hená». Ezequías tomó la carta y la leyó. Luego fue al templo, extendió la carta delante de Dios y oró diciendo: «Dios de Israel, tú tienes tu trono sobre los querubines. Tú eres el único Dios de todos los reinos de la tierra; tú eres el creador del cielo y de la tierra. ¡Préstanos atención! Mira lo que nos está sucediendo. Escucha lo que dijo Senaquerib para ofenderte a ti, el Dios de la vida. Es verdad que los reyes de Asiria han destruido a los países y sus territorios, y que han echado a sus dioses al fuego. Pero en realidad esos no eran dioses, sino imágenes de madera y de piedra hechas por manos humanas, y por eso fueron destruidas. Dios nuestro, te rogamos que nos salves del poder de los asirios, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú eres el único Dios». Después Isaías le mandó este mensaje a Ezequías: «Nuestro Dios, el Dios de Israel, ha escuchado tu oración. Esto es lo que Dios dice de Senaquerib: “A ti, Senaquerib, Jerusalén te desprecia; los israelitas se burlan de ti a tus espaldas. ¿A quién insultaste y ofendiste? ¡Me ofendiste a mí, al Dios Santo de Israel! Tu mensaje es un grave insulto para mí. ”Tú presumes de tener muchos carros de combate y de haber subido con ellos a las más altas montañas del Líbano. Tú presumes de haber derribado los cedros y los pinos más altos y hermosos. Dices que has llegado a los lugares más lejanos y a los bosques más tupidos. Tu orgullo es haber hecho pozos y haber bebido el agua de otros países. Presumes de que a tu paso los ríos de Egipto se quedaron secos. ”¿Pero acaso no sabes, Senaquerib, que fui yo quien te permitió hacerlo? Desde los tiempos antiguos he planeado lo que ahora sucede. Por eso destruyes ciudades fortificadas y las transformas en un montón de escombros. Por eso dejas sin fuerza a sus habitantes; y los confundes y llenas de miedo. ¡Y se han vuelto como la hierba del campo, como el pasto verde; como la hierba de los tejados que se seca antes de crecer! ”Senaquerib, yo sé todo lo que haces; sé a dónde vas y de dónde vienes. Y sé que te enojaste contra mí. ¡Te enfureciste y te llenaste de orgullo! Pero voy a ponerte un gancho en la nariz, como se les pone a los bueyes, y un freno en la boca, como se les pone a los caballos; ¡voy a hacerte regresar por el camino por donde viniste!”» Después Isaías continuó diciéndole a Ezequías: «Voy a darte una señal que te hará saber lo que va a pasar: Este año y el próximo, lo único que el pueblo comerá será el trigo que crece por sí solo. Pero en el tercer año ya podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer las uvas. »Los habitantes de Judá que aún queden con vida serán como árboles bien firmes que producen mucho fruto. Porque no todos en Jerusalén morirán de hambre, sino que un pequeño grupo quedará con vida. Dios hará esto porque los ama mucho. »Dios quiere que sepas que Senaquerib no entrará a Jerusalén. No disparará ni una sola flecha; no la atacará ni construirá plataformas para subir por sus murallas. Tendrá que volver por donde vino. Dios ha dado su palabra.

2 Reyes 19:1-32 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó las vestiduras y se vistió de cilicio, y entró en el templo del Señor. Luego ordenó que el mayordomo Eliaquín, el escriba Sebna y los ancianos de los sacerdotes se vistieran también de cilicio, y que fueran a ver al profeta Isaías hijo de Amoz y le dijeran: «Así ha dicho Ezequías: “Este es un día de angustia, de reprensión y de blasfemia, pues los hijos están a punto de nacer, y la parturienta ya no tiene fuerzas. Tal vez el Señor tu Dios habrá oído todo lo que ha dicho el Rabsaces, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para blasfemar al Dios viviente y para ofenderlo con sus palabras, las cuales el Señor tu Dios habrá oído. Por lo tanto, eleva una oración por el remanente que aún queda.”» Los siervos del rey Ezequías fueron a hablar con Isaías, y este les respondió: «Vayan y digan al rey que así ha dicho el Señor: “No tengas temor por las palabras que has oído, con las que me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. Yo voy a poner un espíritu en él que lo hará oír rumores, y volverá a su tierra, y en su tierra haré que caiga a filo de espada.”» El Rabsaces oyó decir que el rey de Asiria se había ido de Laquis, y cuando volvió adonde este había estado lo halló combatiendo contra Libna. Como también oyó decir que el rey Tiracá de Etiopía había salido a combatirlo, volvió y envió embajadores a que le dijeran a Ezequías: «No te dejes engañar por el Dios en quien tú confías, y que dice que Jerusalén no será entregada en manos del rey de Asiria. Tú ya debes saber lo que los reyes de Asiria han hecho con todas las naciones, y cómo las han destruido. ¿Acaso crees que tú podrás escapar? ¿Acaso los dioses de las naciones que mis padres destruyeron pudieron librarlas? Me refiero a Gozán, Jarán, Resef, y a la gente de Edén que estaba en Telasar. ¿Dónde están los reyes de Jamat, Arfad, y de las ciudades de Sefarvayin, Hena y Guivá?» Ezequías tomó las cartas de mano de los embajadores, y después de leerlas subió al templo del Señor y, extendiéndolas delante del Señor, oró en su presencia. Dijo: «Señor y Dios de Israel, que habitas entre los querubines, solo tú eres el Dios de todos los reinos de la tierra. ¡Tú hiciste el cielo y la tierra! Inclina, Señor, tu oído, y escucha. Abre, Señor, tus ojos, y mira. Oye las palabras de Senaquerib, que ha mandado blasfemarte a ti, el Dios viviente. Es verdad, Señor, que los reyes de Asiria han destruido naciones y países, y que han lanzado al fuego a sus dioses; pero es que ellos no eran dioses, sino hechura humana de madera y de piedra. ¡Por eso los destruyeron! Pero ahora, Señor y Dios nuestro, ¡sálvanos de su poder! Yo te lo ruego, para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, Señor, eres Dios.» Entonces Isaías hijo de Amoz mandó a decir a Ezequías: «Así ha dicho el Señor, Dios de Israel: “He escuchado lo que me has pedido acerca de Senaquerib, el rey de Asiria.” Y esto es lo que el Señor ha dicho acerca de él: “La virginal hija de Sión te menosprecia y te escarnece. Detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén.” ¿A quién has vituperado y blasfemado? ¿Contra quién has alzado la voz, y levantado en alto tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros has vituperado al Señor, al decir: “Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes y a lo más inaccesible del Líbano, para cortar sus altos cedros y sus mejores cipreses; me he alojado en sus lugares más remotos, en el bosque de sus más fértiles campos. He cavado pozos y bebido aguas ajenas; con las plantas de mis pies he dejado secos todos los ríos de Egipto.” ¿Nunca has oído decir que, hace ya mucho tiempo, yo lo hice, y que desde tiempos pasados lo tengo planeado? Ahora lo he realizado, y tú causarás mucha desolación, y reducirás las ciudades fortificadas a montones de escombros. Sus habitantes, impotentes, se acobardaron y quedaron confundidos. ¡Parecían hierba del campo, verdes hortalizas, paja en los techos, seca antes de tiempo! Yo te conozco muy bien; sé cuándo entras y cuándo sales, y también sé cuánto ruges contra mí. Y porque me has desafiado, y porque me he enterado de tu arrogancia, voy a ponerte un gancho en la trompa y un freno en el hocico, y te haré volver por donde viniste. »A ti, Ezequías, te doy esta señal: Este año, y el siguiente, comerán ustedes lo que crezca por sí mismo, pero el tercer año podrán sembrar y segar, y plantar viñas, y comerán lo que ellas produzcan. Y los sobrevivientes de Judá volverán a echar raíces y tendrán muchos hijos. Porque en Jerusalén y en el monte Sión quedará un remanente que se salvará. Esto lo haré yo, el Señor, por mi gran amor. »Por tanto, así dice el Señor acerca del rey de Asiria: “No entrará en esta ciudad. No lanzará ninguna flecha contra ella, ni se enfrentará a ella con escudos, ni levantará contra ella terraplenes.

2 Reyes 19:1-32 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Cuando el rey Ezequías oyó esto, se rasgó sus vestiduras, se puso ropas ásperas en señal de dolor y se fue al templo del Señor. Y envió a Eliaquim, mayordomo de palacio, al cronista Sebná y a los sacerdotes más ancianos, con ropas ásperas en señal de dolor, a ver al profeta Isaías, hijo de Amós, y a decirle de parte del rey: «Hoy estamos en una situación de angustia, castigo y humillación, como una mujer que, a punto de dar a luz, se quedara sin fuerzas. Ojalá el Señor tu Dios haya oído las palabras del oficial enviado por su amo, el rey de Asiria, para insultar al Dios viviente, y ojalá lo castigue por las cosas que el Señor mismo, tu Dios, habrá oído. Ofrece, pues, una oración por los que aún quedan.» Los funcionarios del rey Ezequías fueron a ver a Isaías, e Isaías les encargó que respondieran a su amo: «El Señor dice: “No tengas miedo de esas palabras ofensivas que dijeron contra mí los criados del rey de Asiria. Mira, yo voy a hacer que llegue a él un rumor que lo obligue a volver a su país, y allí lo haré morir asesinado.”» El oficial asirio se enteró de que el rey de Asiria se había ido de la ciudad de Laquis. Entonces se fue de Jerusalén, y encontró al rey de Asiria atacando a Libná. Allí el rey de Asiria oyó decir que el rey Tirhaca de Etiopía había emprendido una campaña militar contra él. Una vez más, el rey de Asiria envió embajadores al rey Ezequías de Judá, a decirle: «Tu Dios, en el que tú confías, te asegura que Jerusalén no caerá en mi poder; pero no te dejes engañar por él. Tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria con todos los países que han querido destruir. ¿Y te vas a salvar tú? ¿Acaso los dioses salvaron a los otros pueblos que mis antepasados destruyeron: a Gozán, a Harán, a Résef, y a la gente de Bet-edén que vivía en Telasar? ¿Dónde están los reyes de Hamat, de Arpad, de Sefarvaim, de Hená y de Ivá?» Ezequías tomó la carta que le entregaron los embajadores, y la leyó. Luego se fue al templo y, extendiendo la carta delante del Señor, oró así: «Señor, Dios de Israel, que tienes tu trono sobre los querubines: tú solo eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú creaste el cielo y la tierra. Pon atención, Señor, y escucha. Abre tus ojos, Señor, y mira. Escucha las palabras que Senaquerib mandó decirme, palabras todas ellas ofensivas contra ti, el Dios viviente. Es cierto, Señor, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras, y que han echado al fuego sus dioses, porque en realidad no eran dioses, sino objetos de madera o de piedra hechos por el hombre. Por eso los destruyeron. Ahora pues, Señor y Dios nuestro, sálvanos de su poder, para que todas las naciones de la tierra sepan que tú, Señor, eres el único Dios.» Entonces Isaías mandó a decir a Ezequías: «Esto dice el Señor, Dios de Israel: “Yo he escuchado la oración que me hiciste acerca de Senaquerib, rey de Asiria.”» Estas son las palabras que dijo el Señor acerca del rey de Asiria: «La ciudad de Sión, como una muchacha, se ríe de ti, Senaquerib. Jerusalén mueve burlonamente la cabeza cuando tú te retiras. ¿A quién has ofendido e insultado? ¿Contra quién alzaste la voz y levantaste los ojos altaneramente? ¡Contra el Dios Santo de Israel! Por medio de tus mensajeros insultaste al Señor. »Dijiste: »“Con mis innumerables carros de guerra subí a las cumbres de los montes, a lo más empinado del Líbano. Corté sus cedros más altos, sus pinos más bellos. Llegué a sus cumbres más altas, a sus bosques, que parecen jardines. En tierras extrañas cavé pozos y bebí de esa agua, y con las plantas de mis pies sequé todos los ríos de Egipto.” ¿Pero no sabías que soy yo, el Señor, quien ha dispuesto todas estas cosas? Desde tiempos antiguos lo había planeado, y ahora lo he realizado; por eso tú destruyes ciudades fortificadas y las conviertes en montones de ruinas. Sus habitantes, impotentes, llenos de miedo y vergüenza, han sido como hierba del campo, como pasto verde, como hierba que crece en los tejados y que es quemada por el viento del este. Yo conozco todos tus movimientos y todas tus acciones; yo sé que te has enfurecido contra mí. Y como conozco tu furia y tu arrogancia, voy a ponerte una argolla en la nariz, un freno en la boca, y te haré volver por el camino por donde viniste.» Isaías dijo entonces a Ezequías: «Esta será una señal de lo que va a suceder: este año y el siguiente comerán ustedes el trigo que nace por sí solo, pero al tercer año podrán sembrar y cosechar, plantar viñedos y comer de sus frutos. Los sobrevivientes de Judá serán como plantas: echarán raíces y producirán fruto. Porque un resto quedará en Jerusalén; en el monte Sión habrá sobrevivientes. Esto lo hará el ardiente amor del Señor todopoderoso. »Acerca del rey de Asiria dice el Señor: “No entrará en Jerusalén, no le disparará ni una flecha, no la atacará con escudos ni construirá una rampa a su alrededor.

2 Reyes 19:1-32 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Cuando el rey Ezequías lo oyó, rasgó sus vestidos y se cubrió de cilicio, y entró en la casa de Jehová. Y envió a Eliaquim mayordomo, a Sebna escriba y a los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías hijo de Amoz, para que le dijesen: Así ha dicho Ezequías: Este día es día de angustia, de reprensión y de blasfemia; porque los hijos están a punto de nacer, y la que da a luz no tiene fuerzas. Quizá oirá Jehová tu Dios todas las palabras del Rabsaces, a quien el rey de los asirios su señor ha enviado para blasfemar al Dios viviente, y para vituperar con palabras, las cuales Jehová tu Dios ha oído; por tanto, eleva oración por el remanente que aún queda. Vinieron, pues, los siervos del rey Ezequías a Isaías. E Isaías les respondió: Así diréis a vuestro señor: Así ha dicho Jehová: No temas por las palabras que has oído, con las cuales me han blasfemado los siervos del rey de Asiria. He aquí pondré yo en él un espíritu, y oirá rumor, y volverá a su tierra; y haré que en su tierra caiga a espada. Y regresando el Rabsaces, halló al rey de Asiria combatiendo contra Libna; porque oyó que se había ido de Laquis. Y oyó decir que Tirhaca rey de Etiopía había salido para hacerle guerra. Entonces volvió él y envió embajadores a Ezequías, diciendo: Así diréis a Ezequías rey de Judá: No te engañe tu Dios en quien tú confías, para decir: Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria. He aquí tú has oído lo que han hecho los reyes de Asiria a todas las tierras, destruyéndolas; ¿y escaparás tú? ¿Acaso libraron sus dioses a las naciones que mis padres destruyeron, esto es, Gozán, Harán, Resef, y los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, y el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva? Y tomó Ezequías las cartas de mano de los embajadores; y después que las hubo leído, subió a la casa de Jehová, y las extendió Ezequías delante de Jehová. Y oró Ezequías delante de Jehová, diciendo: Jehová Dios de Israel, que moras entre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra; tú hiciste el cielo y la tierra. Inclina, oh Jehová, tu oído, y oye; abre, oh Jehová, tus ojos, y mira; y oye las palabras de Senaquerib, que ha enviado a blasfemar al Dios viviente. Es verdad, oh Jehová, que los reyes de Asiria han destruido las naciones y sus tierras; y que echaron al fuego a sus dioses, por cuanto ellos no eran dioses, sino obra de manos de hombres, madera o piedra, y por eso los destruyeron. Ahora, pues, oh Jehová Dios nuestro, sálvanos, te ruego, de su mano, para que sepan todos los reinos de la tierra que solo tú, Jehová, eres Dios. Entonces Isaías hijo de Amoz envió a decir a Ezequías: Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Lo que me pediste acerca de Senaquerib rey de Asiria, he oído. Esta es la palabra que Jehová ha pronunciado acerca de él: La virgen hija de Sion te menosprecia, te escarnece; detrás de ti mueve su cabeza la hija de Jerusalén. ¿A quién has vituperado y blasfemado? ¿y contra quién has alzado la voz, y levantado en alto tus ojos? Contra el Santo de Israel. Por mano de tus mensajeros has vituperado a Jehová, y has dicho: Con la multitud de mis carros he subido a las alturas de los montes, a lo más inaccesible del Líbano; cortaré sus altos cedros, sus cipreses más escogidos; me alojaré en sus más remotos lugares, en el bosque de sus feraces campos. Yo he cavado y bebido las aguas extrañas, he secado con las plantas de mis pies todos los ríos de Egipto. ¿Nunca has oído que desde tiempos antiguos yo lo hice, y que desde los días de la antigüedad lo tengo ideado? Y ahora lo he hecho venir, y tú serás para hacer desolaciones, para reducir las ciudades fortificadas a montones de escombros. Sus moradores fueron de corto poder; fueron acobardados y confundidos; vinieron a ser como la hierba del campo, y como hortaliza verde, como heno de los terrados, marchitado antes de su madurez. He conocido tu situación, tu salida y tu entrada, y tu furor contra mí. Por cuanto te has airado contra mí, por cuanto tu arrogancia ha subido a mis oídos, yo pondré mi garfio en tu nariz, y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. Y esto te daré por señal, oh Ezequías: Este año comeréis lo que nacerá de suyo, y el segundo año lo que nacerá de suyo; y el tercer año sembraréis, y segaréis, y plantaréis viñas, y comeréis el fruto de ellas. Y lo que hubiere escapado, lo que hubiere quedado de la casa de Judá, volverá a echar raíces abajo, y llevará fruto arriba. Porque saldrá de Jerusalén remanente, y del monte de Sion los que se salven. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice Jehová acerca del rey de Asiria: No entrará en esta ciudad, ni echará saeta en ella; ni vendrá delante de ella con escudo, ni levantará contra ella baluarte.

2 Reyes 19:1-32 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y sucedió que cuando oyó esto el rey Ezequías, rasgó sus vestidos, se cubrió de cilicio y entró en la casa del SEÑOR. Envió entonces a Eliaquim, mayordomo de la casa real, con el escriba Sebna y los ancianos de los sacerdotes, cubiertos de cilicio, al profeta Isaías, hijo de Amoz. Y ellos le dijeron: Así dice Ezequías: «Este día es día de angustia, de reprensión y de desprecio, pues hijos están para nacer, pero no hay fuerzas para dar a luz. Tal vez el SEÑOR tu Dios oirá todas las palabras del Rabsaces, a quien su señor, el rey de Asiria, ha enviado para injuriar al Dios vivo, y lo reprenderá por las palabras que el SEÑOR tu Dios ha oído. Eleva, pues, una oración por el remanente que aún queda». Cuando llegaron los siervos del rey Ezequías ante Isaías, este les dijo: Así diréis a vuestro señor: «Así dice el SEÑOR: “No temas por las palabras que has oído, con las que los criados del rey de Asiria me han blasfemado. He aquí, pondré en él un espíritu, oirá un rumor y se volverá a su tierra; y en su tierra lo haré caer a espada” ». Entonces el Rabsaces volvió y halló al rey de Asiria peleando contra Libna, pues había oído que el rey había partido de Laquis. Y les oyó decir acerca de Tirhaca, rey de Etiopía: He aquí, ha salido a pelear contra ti. Entonces envió de nuevo mensajeros a Ezequías, diciendo: Así diréis a Ezequías, rey de Judá: «No te engañe tu Dios en quien tú confías, diciendo: “Jerusalén no será entregada en mano del rey de Asiria”. He aquí, tú has oído lo que los reyes de Asiria han hecho a todas las naciones, destruyéndolas por completo, ¿y serás tú librado? ¿Acaso los libraron los dioses de las naciones que mis padres destruyeron, es decir, Gozán, Harán, Resef y a los hijos de Edén que estaban en Telasar? ¿Dónde está el rey de Hamat, el rey de Arfad, el rey de la ciudad de Sefarvaim, de Hena y de Iva?». Entonces Ezequías tomó la carta de mano de los mensajeros y la leyó, y subió a la casa del SEÑOR y la extendió delante del SEÑOR. Y oró Ezequías delante del SEÑOR, y dijo: Oh SEÑOR, Dios de Israel, que estás sobre los querubines, solo tú eres Dios de todos los reinos de la tierra. Tú hiciste los cielos y la tierra. Inclina, oh SEÑOR, tu oído y escucha; abre, oh SEÑOR, tus ojos y mira; escucha las palabras que Senaquerib ha enviado para injuriar al Dios vivo. En verdad, oh SEÑOR, los reyes de Asiria han asolado las naciones y sus tierras, y han echado sus dioses al fuego, porque no eran dioses, sino obra de manos de hombre, de madera y piedra; por eso los han destruido. Y ahora, oh SEÑOR, Dios nuestro, líbranos, te ruego, de su mano para que todos los reinos de la tierra sepan que solo tú, oh SEÑOR, eres Dios. Entonces Isaías, hijo de Amoz, envió a decir a Ezequías: Así dice el SEÑOR, Dios de Israel: «Lo que me has rogado acerca de Senaquerib, rey de Asiria, he escuchado». Esta es la palabra que el SEÑOR ha hablado contra él: «Te ha despreciado y se ha burlado de ti la virgen hija de Sión; ha movido la cabeza a tus espaldas la hija de Jerusalén. -»¿A quién has injuriado y blasfemado? ¿Y contra quién has alzado la voz y levantado con altivez tus ojos? ¡Contra el Santo de Israel! -»Por mano de tus mensajeros has injuriado al Señor, y has dicho: “Con mis numerosos carros subí a las cumbres de los montes, a las partes más remotas del Líbano; corté sus altos cedros y sus mejores cipreses, y entré en su morada más lejana, en su más frondoso bosque. -”Yo cavé pozos y bebí aguas extranjeras, y sequé con la planta de mi pie todos los ríos de Egipto”. ¶»¿No has oído? Hace mucho tiempo que lo hice, desde la antigüedad lo había planeado. Ahora lo he realizado, para que conviertas las ciudades fortificadas en montones de ruinas. -»Sus habitantes, faltos de fuerzas, fueron desalentados y humillados; vinieron a ser como la vegetación del campo y como la hierba verde, como la hierba en los techos que se quema antes de que haya crecido. -»Pero conozco tu sentarte, tu salir y tu entrar, y tu furor contra mí. -»Porque te has airado contra mí, y porque tu arrogancia ha subido hasta mis oídos, pondré, pues, mi garfio en tu nariz y mi freno en tus labios, y te haré volver por el camino por donde viniste. »Esto te será por señal: Este año comeréis lo que crezca espontáneamente; el segundo año lo que nazca de por sí, y en el tercer año sembrad, segad, plantad viñas y comed su fruto. Y el remanente de la casa de Judá que se salve, echará de nuevo raíces por debajo y dará fruto por arriba. Porque de Jerusalén saldrá un remanente, y del monte Sión sobrevivientes. El celo del SEÑOR de los ejércitos hará esto. Por tanto, así dice el SEÑOR acerca del rey de Asiria: “El no entrará en esta ciudad, ni lanzará allí flecha alguna; tampoco vendrá delante de ella con escudo, ni levantará terraplén contra ella.