2 Reyes 17:7-41
2 Reyes 17:7-41 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)
Todo esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el SEÑOR su Dios, que los había sacado de Egipto, librándolos del poder del faraón, rey de Egipto. Adoraron a otros dioses y siguieron las costumbres de las naciones que el SEÑOR había expulsado delante de ellos, como también las prácticas que introdujeron los reyes de Israel. Además, los israelitas hacían cosas en secreto contra el SEÑOR su Dios y, dondequiera que habitaban, se construían altares paganos. Desde las torres de vigilancia hasta las ciudades fortificadas, y en cada colina y bajo todo árbol frondoso, erigieron piedras sagradas e imágenes de la diosa Aserá. En todos los altares paganos quemaron incienso, siguiendo el ejemplo de las naciones que el SEÑOR había expulsado delante de ellos. Fueron tantas las maldades que cometieron que provocaron la ira del SEÑOR. Rindieron culto a los ídolos, aunque el SEÑOR se lo había prohibido categóricamente. Por eso el SEÑOR dio esta advertencia a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y videntes: «¡Vuélvanse de sus malos caminos! Cumplan mis mandamientos y estatutos; obedezcan todas las leyes que ordené a sus antepasados y que les di a conocer a ustedes por medio de mis siervos los profetas». Con todo, no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como lo habían sido sus antepasados, que no confiaron en el SEÑOR su Dios. Rechazaron los estatutos y mandatos del SEÑOR y el pacto que él había hecho con sus antepasados. Se fueron tras ídolos inútiles, de modo que se volvieron inútiles ellos mismos; y aunque el SEÑOR lo había prohibido, siguieron las costumbres de las naciones vecinas. Abandonaron todos los mandamientos del SEÑOR su Dios y se hicieron dos ídolos fundidos en forma de becerro y una imagen de la diosa Aserá. Se postraron ante todos los astros del cielo y adoraron a Baal; sacrificaron en el fuego a sus hijos e hijas; practicaron la adivinación y la agorería; en fin, se entregaron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR, provocando así su ira. Por lo tanto, el SEÑOR se enojó mucho contra Israel y lo arrojó de su presencia. Solo quedó la tribu de Judá. Pero aun Judá dejó de cumplir los mandamientos del SEÑOR su Dios y siguió las costumbres que introdujo Israel. Por eso el SEÑOR rechazó a todos los israelitas: los afligió y los entregó en manos de invasores, hasta que los arrojó de su presencia. Cuando él arrancó de la familia de David a los israelitas, estos hicieron rey a Jeroboán, hijo de Nabat. Jeroboán, por su parte, los alejó del camino del SEÑOR y los hizo cometer un gran pecado. De hecho, los israelitas imitaron todos los pecados de Jeroboán y no se apartaron de ellos. Finalmente, el SEÑOR arrojó a Israel de su presencia, tal como lo había anunciado por medio de sus siervos los profetas. Así, pues, fueron desterrados y llevados cautivos a Asiria, donde hasta el día de hoy se han quedado. Para reemplazar a los israelitas en los poblados de Samaria, el rey de Asiria trajo gente de Babilonia, Cuta, Ava, Jamat y Sefarvayin. Estos tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus poblados. Al principio, cuando se establecieron, no adoraban al SEÑOR, de modo que el SEÑOR les envió leones que causaron estragos en la población. Entonces dieron este informe al rey de Asiria: «La gente que usted deportó y estableció en los poblados de Samaria no sabe lo que requiere el dios de ese país. Por esta razón, él les ha enviado leones, para que los maten». El rey de Asiria dio esta orden: «Hagan que regrese a vivir en Samaria uno de los sacerdotes que ustedes capturaron allí, y que enseñe a la población lo que requiere el dios de ese país». Así que uno de los sacerdotes que habían sido deportados de Samaria fue a vivir a Betel y comenzó a enseñarles cómo adorar al SEÑOR. Sin embargo, todos esos pueblos se fabricaron sus propios dioses en las ciudades donde vivían, y los colocaron en los altares paganos que habían construido los samaritanos. Los de Babilonia hicieron a Sucot Benot; los de Cuta, a Nergal; los de Jamat, a Asimá, y los de Ava, a Nibjaz y a Tartac. Los de Sefarvayin quemaban a sus hijos como sacrificio a Adramélec y a Anamélec, dioses de Sefarvayin; adoraban también al SEÑOR, pero de entre ellos mismos nombraron sacerdotes a toda clase de gente para que oficiaran en los altares paganos. Aunque adoraban al SEÑOR, servían también a sus propios dioses, según las costumbres de las naciones de donde habían sido deportados. Hasta el día de hoy persisten en sus antiguas costumbres. No adoran al SEÑOR ni obedecen sus estatutos ni sus ordenanzas, ni las leyes y mandamientos que el SEÑOR ordenó a los descendientes de Jacob, a quien le dio el nombre de Israel. Cuando el SEÑOR hizo un pacto con los israelitas, les ordenó: «No adoren a otros dioses ni se inclinen delante de ellos; no les sirvan ni les ofrezcan sacrificios. Adoren solo al SEÑOR, que los sacó de Egipto con gran despliegue de fuerza y poder. Ante él deben inclinarse y ofrecerle sacrificios. Tengan cuidado de cumplir siempre los estatutos y ordenanzas, leyes y mandamientos que él les dio por escrito. No adoren a otros dioses. No olviden el pacto que él ha hecho con ustedes. Por tanto, no adoren a otros dioses, sino solo al SEÑOR su Dios. Y él los librará del poder de todos sus enemigos». Sin embargo, no hicieron caso, sino que persistieron en sus antiguas costumbres. Aquellos pueblos adoraban al SEÑOR, y al mismo tiempo servían a sus propios ídolos. Hasta el día de hoy sus hijos y sus descendientes siguen actuando como sus antepasados.
2 Reyes 17:7-41 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)
Esto sucedió porque los israelitas habían pecado en contra de su único y verdadero Dios, que los había sacado de Egipto librándolos del poder del rey. Ellos adoraron a otros dioses, y siguieron las mismas costumbres de las naciones que Dios había expulsado de su territorio, y también las costumbres que habían introducido los reyes de Israel. También trataron de ocultarle a Dios su mal comportamiento, y construyeron otros altares de adoración, tanto en las ciudades grandes como en las torres de vigilancia. Hicieron imágenes de la diosa Astarté y las pusieron en todas las colinas y debajo de la sombra de todos los grandes árboles. También quemaron incienso como hacían las naciones que Dios había expulsado de ese territorio cuando llegaron los israelitas, y así desobedecieron a Dios. Por eso Dios se enojó, pues adoraron ídolos aunque él se los había prohibido terminantemente. Por medio de los profetas, Dios les había advertido muchas veces a los de Israel y de Judá que dejaran de hacer lo malo y obedecieran los mandamientos que les había dado a sus antepasados. Pero ellos no hicieron caso ni confiaron en Dios, sino que fueron tercos, como sus antepasados. No obedecieron los mandamientos ni el pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel. Adoraron ídolos que no valían nada, y por eso ellos mismos llegaron a ser un pueblo que no valía nada. Imitaron a las naciones vecinas, aunque Dios les había prohibido hacerlo. Desobedecieron todos los mandamientos de su Dios, y fabricaron dos toros de oro para adorarlos. Además, hicieron una imagen de Astarté, y adoraron a Baal y al sol, la luna y las estrellas. Quemaron a sus hijos e hijas para ofrecerlos como sacrificios, fueron a consultar con adivinos y brujos que pretendían saber el futuro, y se dedicaron por completo a hacer lo malo, por lo que hicieron enojar a Dios. Dios estaba tan enojado con los israelitas que los abandonó y dejó que se los llevaran prisioneros. Los únicos israelitas que Dios no entregó como prisioneros fueron los de Judá. Sin embargo, ellos tampoco obedecieron los mandamientos de Dios sino que siguieron las mismas costumbres que los de Israel. Entonces Dios también los abandonó y los hizo sufrir, pues dejó que sus enemigos los atacaran y los vencieran. Cuando Dios quitó del trono de Israel a los descendientes de David, los israelitas nombraron rey a Jeroboam hijo de Nabat, quien los hizo apartarse de Dios y pecar en gran manera. El pueblo de Israel no dejó de cometer los mismos pecados que Jeroboam había cometido. Entonces Dios los abandonó, tal como había anunciado por medio de sus profetas. Por eso los israelitas fueron llevados prisioneros a Asiria, y allí han estado hasta el momento en que esto se escribió. El rey de Asiria llevó gente de Babilonia, Cuta, Avá, Hamat y Sefarvaim, y la ubicó en las ciudades de Samaria en lugar de los israelitas que antes vivían allí. Así, esa gente se apoderó de Samaria y habitó en sus ciudades. Desde un principio, no mostraron ningún respeto a Dios, por eso él les mandó leones que mataron a algunos de ellos. Entonces le dijeron al rey de Asiria: «La gente que usted llevó a vivir en las ciudades de Samaria no sabe cómo adorar al Dios de ese lugar. Por ese motivo Dios les envió leones que los están matando». Al escuchar esto, el rey de Asiria ordenó: «Envíen a uno de los sacerdotes israelitas que trajeron a vivir a Asiria, para que viva allá y les enseñe a adorar a su Dios». Así que uno de los sacerdotes que habían echado de Samaria fue a vivir a Betel y les enseñó a adorar a Dios. Pero cada pueblo se fabricó su propio dios en la ciudad donde habitaba, y lo puso en los pequeños templos que los samaritanos habían construido en las colinas. Los de Babilonia hicieron una imagen de su dios Sucot-benot; los de Cuta, una de Nergal; y los de Hamat, una de Asimá. Los de Avá fabricaron una imagen de Nibhaz y otra de Tartac, y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos y los ofrecían como sacrificio a sus dioses Adramélec y Anamélec. Además, aunque ellos adoraban a Dios, eligieron sacerdotes de su pueblo para ofrecer sacrificios en los pequeños templos de las colinas. Así que adoraban al Dios verdadero, pero también a sus propios dioses, como hacían en los países de los que venían. Ellos continuaron con este comportamiento hasta el momento en que esto se escribió, pues no adoraron a Dios ni obedecieron los mandamientos que él dio a su pueblo Israel. Dios había hecho un pacto con ellos y les había ordenado: «No adoren a otros dioses, no se inclinen delante de ellos, no los alaben ni les ofrezcan sacrificios. Yo soy el Dios verdadero; adórenme y ofrézcanme sacrificios solo a mí, pues yo los saqué de Egipto mostrando mi gran poder. También deben obedecer todos los mandamientos que les di por escrito. No olviden el pacto que hice con ustedes, ni adoren a otros dioses. Yo los libraré del poder de sus enemigos». Sin embargo, esas naciones no obedecieron a Dios, sino que siguieron las costumbres que tenían antes. Adoraban a Dios, pero al mismo tiempo adoraban a sus dioses. Y los que nacieron después siguieron haciendo lo mismo hasta el momento en que esto se escribió.
2 Reyes 17:7-41 Reina Valera Contemporánea (RVC)
Y es que los hijos de Israel pecaron contra el Señor su Dios, que los libró del poder del rey de Egipto, y rindieron culto a dioses ajenos; imitaron las costumbres de las naciones que el Señor había expulsado de la presencia de los israelitas, y siguieron las malas prácticas de los reyes de Israel. Los israelitas practicaron en secreto cosas que el Señor su Dios no aprobaba; construyeron altares en los montes de todas sus ciudades, y hasta en las torres de las atalayas y en las ciudades fortificadas; erigieron estatuas e imágenes de Asera en toda alta colina y bajo todo árbol frondoso, y en todos los altares de los montes quemaron incienso, como lo hacían las naciones que el Señor había expulsado de su presencia, y provocaron la ira del Señor con las maldades que cometían. Rindieron culto a los ídolos, de los cuales el Señor les había advertido: «Ustedes no deben hacer tales cosas.» El Señor amonestó a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes. Les dijo: «Apártense de sus malos caminos. Obedezcan mis mandamientos y mis ordenanzas, y sigan todas las leyes que yo prescribí a sus antepasados, y que les he dado a conocer por medio de mis siervos los profetas.» Pero ellos, lejos de obedecer, se encapricharon como antes se encapricharon sus antepasados, los cuales no creyeron en el Señor su Dios. Desecharon los estatutos del Señor y el pacto que había hecho con sus antepasados, así como los testimonios que él les había prescrito, y siguieron a los dioses falsos, con lo que ellos mismos perdieron valor, y siguieron a las naciones a su alrededor, a pesar de que el Señor les había mandado que no las imitaran. Abandonaron todos los mandamientos del Señor su Dios, se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos y rindieron culto a Baal. Incluso llegaron a ofrecer como ofrenda quemada a sus hijos y a sus hijas, y se entregaron a practicar la adivinación y los agüeros. Se entregaron a hacer lo malo a los ojos del Señor, y de esa manera provocaron su ira. Por eso el Señor se enojó en gran manera contra Israel, y los alejó de su presencia, y solo quedó la tribu de Judá. Pero ni siquiera Judá cumplió los mandamientos del Señor su Dios, sino que siguieron los estatutos que Israel mismo se prescribió. Por eso el Señor desechó a toda la descendencia de Israel, y los afligió y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Cuando el Señor apartó a los israelitas de la dinastía de David, ellos proclamaron como su rey a Jeroboán hijo de Nabat, y Jeroboán apartó a Israel de la obediencia al Señor y los hizo cometer grandes pecados. Los israelitas cometieron todos los pecados que cometió Jeroboán, sin apartarse de ellos, hasta que el Señor apartó de su presencia a Israel, tal y como él lo había anunciado por medio de todos los profetas, sus siervos. Fue así como Israel fue llevado cautivo a Asiria, hasta el día de hoy. Entonces el rey de Asiria trajo a las ciudades de Samaria gente de Babilonia, de Cutá, de Avá, de Jamat y de Sefarvayin, para que las habitaran en lugar de los israelitas. Y así, estos extranjeros tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus ciudades. Al principio, cuando comenzaron a habitar esas ciudades, como ellos no servían al Señor, el Señor envió contra ellos leones para que los mataran. Entonces ellos le dijeron al rey de Asiria: «Las gentes que tú trasladaste y pusiste en las ciudades de Samaria, no reconocen la ley del Dios de aquella tierra, y como no la reconocen, su Dios ha lanzado leones en medio de ellos, y los leones los matan.» Entonces el rey de Asiria ordenó: «Lleven de vuelta a alguno de los sacerdotes que trajeron de allá, y déjenlo vivir allí, para que les enseñe la ley del Dios del país.» Y uno de los sacerdotes que había sido llevado cautivo de Samaria, vino y habitó en Betel, y les enseñó cómo debían servir al Señor. Pero cada nación se hizo sus dioses, y los pusieron en los santuarios que los de Samaria habían levantado en los montes, cada nación en la ciudad donde habitaba. Los de Babilonia hicieron imágenes de Sucot Benot, los de Cutá hicieron imágenes de Nergal, y los de Jamat hicieron imágenes de Asima. Los aveos hicieron imágenes de Nibejaz y de Tartac, y los de Sefarvayin adoraban a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvayin, ofreciendo a sus hijos como sacrificios por fuego. Pero esta gente también rendía culto al Señor, así que del bajo pueblo designaron sacerdotes para que ministraran en los altares de los montes, y estos ofrecían los sacrificios de esa gente en esos santuarios. Rendían culto al Señor, pero también honraban a sus dioses, como acostumbraban hacerlo las naciones de donde habían sido tomados. Hasta el día de hoy, esta gente hace lo que siempre hizo: ni temen al Señor, ni cumplen sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen lo que la ley y los mandamientos del Señor mandan hacer a los hijos de Jacob, cuyo nombre fue cambiado por el de Israel. Con los israelitas el Señor hizo un pacto, y claramente les ordenó: «Ustedes no temerán a otros dioses, ni los adorarán, ni les servirán, ni les ofrecerán sacrificios. Solo me temerán a mí, el Señor, que con gran poder y con brazo extendido los saqué de Egipto. Solo a mí me temerán y adorarán, y ofrecerán sacrificios. Siempre tendrán cuidado de poner por obra los estatutos, derechos, leyes y mandamientos que yo les di por escrito. No temerán a dioses ajenos. No olvidarán el pacto que yo hice con ustedes, ni temerán a dioses ajenos; me temerán a mí, el Señor su Dios, y yo los libraré del poder de todos sus enemigos.» Pero ellos no escucharon, sino que siguieron practicando sus costumbres antiguas. Esos pueblos temieron al Señor y, al mismo tiempo, sirvieron a sus ídolos. También sus hijos y sus nietos siguieron las prácticas de sus antepasados, y así lo hacen hasta el día de hoy.
2 Reyes 17:7-41 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)
Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor su Dios, que los hizo salir de Egipto y los libró del dominio del faraón, rey de Egipto, pues adoraron a otros dioses y siguieron las prácticas de las naciones que el Señor había arrojado de la presencia de ellos, así como las establecidas por los reyes de Israel. Además, los israelitas pronunciaron palabras impropias contra el Señor su Dios, y construyeron santuarios paganos en todas sus ciudades, lo mismo en las torres de vigilancia que en las ciudades fortificadas. También levantaron piedras sagradas y representaciones de Aserá en cada colina y bajo todo árbol frondoso, y conforme a las prácticas de las naciones que el Señor había desterrado de la presencia de ellos, quemaron incienso y cometieron acciones malvadas, provocando así la ira del Señor. Adoraron ídolos, cosa que el Señor les había prohibido expresamente. Ya por medio de todos los profetas y videntes, el Señor había advertido a los israelitas que se convirtieran de sus malos caminos y cumplieran los mandamientos y leyes de toda la enseñanza que él había dado a sus antepasados por medio de sus siervos los profetas. Pero ellos no hicieron caso, sino que fueron tan tercos como sus antepasados, los cuales no confiaron en el Señor su Dios; despreciaron sus leyes, y la alianza que había hecho con sus antepasados, y los mandatos que les había dado. Además siguieron a dioses sin ningún valor, con lo que también ellos perdieron su valor, e imitaron a las naciones que había a su alrededor, cosa que les había prohibido el Señor. Dejaron todos los mandamientos del Señor su Dios, y se hicieron dos becerros de bronce fundido y una representación de Aserá, y además adoraron a todos los astros del cielo y a Baal. También hicieron quemar a sus hijos e hijas, practicaron la adivinación y los augurios, y se entregaron a hacer lo malo a los ojos del Señor, provocando así su ira. Por lo tanto, el Señor se enfureció contra Israel y lo arrojó de su presencia, y no dejó más que a la tribu de Judá. Pero tampoco Judá cumplió los mandamientos del Señor su Dios, sino que siguió las prácticas que los de Israel habían establecido. Entonces el Señor rechazó a todos los descendientes de los israelitas y los humilló, entregándolos en manos de salteadores hasta arrojarlos de su presencia. Separó de la dinastía de David a Israel, y los de Israel hicieron rey a Jeroboam, hijo de Nabat, quien hizo que los israelitas se apartaran del Señor y pecaran gravemente. Así los de Israel cometieron los mismos pecados que había cometido Jeroboam, y no los abandonaron. Finalmente el Señor apartó de su presencia a Israel, como lo había anunciado por medio de todos los profetas, sus siervos, y así los de Israel fueron llevados cautivos a Asiria, donde están hasta el día de hoy. El rey de Asiria llevó gente de Babilonia, Cuta, Avá, Hamat y Sefarvaim, y la estableció en las ciudades de Samaria, en lugar de los israelitas. Así tomaron posesión de Samaria y vivieron en sus ciudades. Pero como esta gente no rendía culto al Señor, cuando comenzaron a establecerse el Señor les mandó leones, los cuales mataron a algunos de ellos. Fueron entonces a decirle al rey de Asiria: «La gente que has llevado a las ciudades de Samaria para que se establezca allí, no conoce la religión del dios de ese país y, por no conocerla, él les ha mandado leones, que los están matando.» Así pues, el rey de Asiria ordenó: «Envíen alguno de los sacerdotes que trajeron cautivos, para que vaya a vivir allí y les enseñe la religión del dios del país.» Entonces uno de los sacerdotes que ellos habían desterrado de Samaria fue y se estableció en Betel, y les enseñó a rendir culto al Señor. Pero cada nación se hizo su propio dios en la ciudad donde habitaba, y lo puso en los santuarios de los lugares altos que habían construido los samaritanos. Los de Babilonia hicieron una representación de Sucot-benot; los de Cuta, una de Nergal, y los de Hamat, una de Asimá. Los de Avá hicieron un Nibhaz y un Tartac, y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego como sacrificio a Adramélec y a Anamélec, sus dioses. Además rendían culto al Señor, pero nombraron sacerdotes de entre ellos mismos para que prestaran servicio en los santuarios paganos. Así que, aunque rendían culto al Señor, seguían adorando a sus propios dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido desterrados. Todavía hoy hacen lo mismo que antes hacían, pues no rinden culto al Señor ni actúan de acuerdo con sus leyes y decretos, ni según la enseñanza y los mandamientos que el Señor ordenó cumplir a los descendientes de Jacob, a quien dio el nombre de Israel. Cuando el Señor hizo una alianza con ellos, les ordenó: «No rindan culto a otros dioses, ni los adoren ni les sirvan ofreciéndoles sacrificios. Ríndanme culto a mí, el Señor su Dios, que los sacó de Egipto con gran despliegue de poder. Solo a mí deben rendirme culto, y adorarme y ofrecerme sacrificios. Además cumplan fielmente las leyes y decretos, y la enseñanza y mandamientos que les he dado por escrito, y no rindan culto a otros dioses. No olviden la alianza que he hecho con ustedes, ni rindan culto a otros dioses, sino solo a mí, el Señor su Dios, y yo los libraré del dominio de sus enemigos.» Sin embargo, esas naciones no hicieron caso, sino que siguieron con sus prácticas anteriores; y, a la vez que rendían culto al Señor, también seguían adorando a sus ídolos. Y sus descendientes hicieron lo mismo que sus antepasados, y hasta el día de hoy lo hacen así.
2 Reyes 17:7-41 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)
Porque los hijos de Israel pecaron contra Jehová su Dios, que los sacó de tierra de Egipto, de bajo la mano de Faraón rey de Egipto, y temieron a dioses ajenos, y anduvieron en los estatutos de las naciones que Jehová había lanzado de delante de los hijos de Israel, y en los estatutos que hicieron los reyes de Israel. Y los hijos de Israel hicieron secretamente cosas no rectas contra Jehová su Dios, edificándose lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de las atalayas hasta las ciudades fortificadas, y levantaron estatuas e imágenes de Asera en todo collado alto, y debajo de todo árbol frondoso, y quemaron allí incienso en todos los lugares altos, a la manera de las naciones que Jehová había traspuesto de delante de ellos, e hicieron cosas muy malas para provocar a ira a Jehová. Y servían a los ídolos, de los cuales Jehová les había dicho: Vosotros no habéis de hacer esto. Jehová amonestó entonces a Israel y a Judá por medio de todos los profetas y de todos los videntes, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos, y guardad mis mandamientos y mis ordenanzas, conforme a todas las leyes que yo prescribí a vuestros padres, y que os he enviado por medio de mis siervos los profetas. Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios. Y desecharon sus estatutos, y el pacto que él había hecho con sus padres, y los testimonios que él había prescrito a ellos; y siguieron la vanidad, y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que estaban alrededor de ellos, de las cuales Jehová les había mandado que no hiciesen a la manera de ellas. Dejaron todos los mandamientos de Jehová su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros, y también imágenes de Asera, y adoraron a todo el ejército de los cielos, y sirvieron a Baal; e hicieron pasar a sus hijos y a sus hijas por fuego; y se dieron a adivinaciones y agüeros, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová, provocándole a ira. Jehová, por tanto, se airó en gran manera contra Israel, y los quitó de delante de su rostro; y no quedó sino solo la tribu de Judá. Mas ni aun Judá guardó los mandamientos de Jehová su Dios, sino que anduvieron en los estatutos de Israel, los cuales habían ellos hecho. Y desechó Jehová a toda la descendencia de Israel, y los afligió, y los entregó en manos de saqueadores, hasta echarlos de su presencia. Porque separó a Israel de la casa de David, y ellos hicieron rey a Jeroboam hijo de Nabat; y Jeroboam apartó a Israel de en pos de Jehová, y les hizo cometer gran pecado. Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados de Jeroboam que él hizo, sin apartarse de ellos, hasta que Jehová quitó a Israel de delante de su rostro, como él lo había dicho por medio de todos los profetas sus siervos; e Israel fue llevado cautivo de su tierra a Asiria, hasta hoy. Y trajo el rey de Asiria gente de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria, en lugar de los hijos de Israel; y poseyeron a Samaria, y habitaron en sus ciudades. Y aconteció al principio, cuando comenzaron a habitar allí, que no temiendo ellos a Jehová, envió Jehová contra ellos leones que los mataban. Dijeron, pues, al rey de Asiria: Las gentes que tú trasladaste y pusiste en las ciudades de Samaria, no conocen la ley del Dios de aquella tierra, y él ha echado leones en medio de ellos, y he aquí que los leones los matan, porque no conocen la ley del Dios de la tierra. Y el rey de Asiria mandó, diciendo: Llevad allí a alguno de los sacerdotes que trajisteis de allá, y vaya y habite allí, y les enseñe la ley del Dios del país. Y vino uno de los sacerdotes que habían llevado cautivo de Samaria, y habitó en Bet-el, y les enseñó cómo habían de temer a Jehová. Pero cada nación se hizo sus dioses, y los pusieron en los templos de los lugares altos que habían hecho los de Samaria; cada nación en su ciudad donde habitaba. Los de Babilonia hicieron a Sucot-benot, los de Cuta hicieron a Nergal, y los de Hamat hicieron a Asima. Los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac, y los de Sefarvaim quemaban sus hijos en el fuego para adorar a Adramelec y a Anamelec, dioses de Sefarvaim. Temían a Jehová, e hicieron del bajo pueblo sacerdotes de los lugares altos, que sacrificaban para ellos en los templos de los lugares altos. Temían a Jehová, y honraban a sus dioses, según la costumbre de las naciones de donde habían sido trasladados. Hasta hoy hacen como antes: ni temen a Jehová, ni guardan sus estatutos ni sus ordenanzas, ni hacen según la ley y los mandamientos que prescribió Jehová a los hijos de Jacob, al cual puso el nombre de Israel; con los cuales Jehová había hecho pacto, y les mandó diciendo: No temeréis a otros dioses, ni los adoraréis, ni les serviréis, ni les haréis sacrificios. Mas a Jehová, que os sacó de tierra de Egipto con grande poder y brazo extendido, a este temeréis, y a este adoraréis, y a este haréis sacrificio. Los estatutos y derechos y ley y mandamientos que os dio por escrito, cuidaréis siempre de ponerlos por obra, y no temeréis a dioses ajenos. No olvidaréis el pacto que hice con vosotros, ni temeréis a dioses ajenos; mas temed a Jehová vuestro Dios, y él os librará de mano de todos vuestros enemigos. Pero ellos no escucharon; antes hicieron según su costumbre antigua. Así temieron a Jehová aquellas gentes, y al mismo tiempo sirvieron a sus ídolos; y también sus hijos y sus nietos, según como hicieron sus padres, así hacen hasta hoy.
2 Reyes 17:7-41 La Biblia de las Américas (LBLA)
Esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra el SEÑOR su Dios, que los había sacado de la tierra de Egipto de bajo la mano de Faraón, rey de Egipto, y habían reverenciado a otros dioses; y anduvieron en las costumbres de las naciones que el SEÑOR había arrojado de delante de los hijos de Israel, y en las costumbres de los reyes de Israel que ellos habían introducido. Y los hijos de Israel secretamente hicieron cosas que no eran rectas contra el SEÑOR su Dios. Además se edificaron lugares altos en todas sus ciudades, desde las torres de atalaya hasta las ciudades fortificadas. Se erigieron pilares sagrados y Aseras sobre toda colina alta y bajo todo árbol frondoso, y quemaron incienso allí en todos los lugares altos, como las naciones que el SEÑOR se había llevado al destierro de delante de ellos; e hicieron cosas malas provocando al SEÑOR. Y sirvieron a ídolos, acerca de los cuales el SEÑOR les había dicho: Vosotros no haréis esto. Y el SEÑOR amonestaba a Israel y a Judá por medio de todos sus profetas y de todo vidente, diciendo: Volveos de vuestros malos caminos y guardad mis mandamientos, mis estatutos conforme a toda la ley que ordené a vuestros padres y que os envié por medio de mis siervos los profetas. Sin embargo, ellos no escucharon, sino que endurecieron su cerviz como sus padres, que no creyeron en el SEÑOR su Dios. Desecharon sus estatutos y el pacto que Él había hecho con sus padres, y sus advertencias con las cuales los había amonestado. Y siguieron la vanidad y se hicieron vanos, y fueron en pos de las naciones que los rodeaban, respecto de las cuales el SEÑOR les había ordenado que no hicieran como ellas. Y abandonaron todos los mandamientos del SEÑOR su Dios, y se hicieron imágenes fundidas de dos becerros; hicieron una Asera, adoraron a todo el ejército de los cielos y sirvieron a Baal. Hicieron pasar por el fuego a sus hijos y a sus hijas, practicaron la adivinación y los augurios, y se entregaron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR, provocándole. Y el SEÑOR se airó en gran manera contra Israel y los quitó de su presencia; no quedó sino solo la tribu de Judá. Tampoco Judá guardó los mandamientos del SEÑOR su Dios, sino que anduvieron en las costumbres que Israel había introducido. Y el SEÑOR desechó a toda la descendencia de Israel, y los afligió y los entregó en mano de saqueadores, hasta que los echó de su presencia. Cuando Él arrancó a Israel de la casa de David, ellos hicieron rey a Jeroboam, hijo de Nabat. Entonces Jeroboam apartó a Israel de seguir al SEÑOR, y les hizo cometer un gran pecado. Y los hijos de Israel anduvieron en todos los pecados que había cometido Jeroboam; no se apartaron de ellos, hasta que el SEÑOR quitó a Israel de su presencia, como Él había hablado por medio de todos sus siervos los profetas. E Israel fue llevado de su propia tierra al destierro, a Asiria, hasta hoy. Y el rey de Asiria trajo hombres de Babilonia, de Cuta, de Ava, de Hamat y de Sefarvaim, y los puso en las ciudades de Samaria en lugar de los hijos de Israel. Y tomaron posesión de Samaria y habitaron en sus ciudades. Y aconteció que como al principio de habitar ellos allí, no temieron al SEÑOR, el SEÑOR envió leones entre ellos que mataron a muchos de ellos. Entonces hablaron al rey de Asiria, diciendo: Las naciones que has llevado al destierro a las ciudades de Samaria, no conocen la costumbre del dios de la tierra; por eso él ha enviado leones entre ellos, y he aquí, los leones los matan porque ellos no conocen la costumbre del dios de la tierra. Y el rey de Asiria ordenó, diciendo: Llevad allá a uno de los sacerdotes que llevasteis al destierro, y que él vaya y habite allí; y que les enseñe la costumbre del dios de la tierra. Y vino uno de los sacerdotes que habían llevado al destierro desde Samaria, y habitó en Betel, y les enseñó cómo habían de temer al SEÑOR. Pero cada nación continuó haciendo sus propios dioses, y los pusieron en las casas de los lugares altos que los samaritanos habían hecho, cada nación en las ciudades en que habitaban. Y los hombres de Babilonia hicieron a Sucot-benot; los hombres de Cuta hicieron a Nergal; los hombres de Hamat hicieron a Asima; y los aveos hicieron a Nibhaz y a Tartac; y los de Sefarvaim quemaban a sus hijos en el fuego como ofrenda a Adramelec y Anamelec, dioses de Sefarvaim. También temían al SEÑOR y nombraron de entre sí sacerdotes de los lugares altos, que oficiaban por ellos en las casas de los lugares altos. Temían al SEÑOR y servían a sus dioses conforme a la costumbre de las naciones de donde habían sido llevados al destierro. Hasta el día de hoy siguen haciendo conforme a sus antiguas costumbres. No temen al SEÑOR, ni siguen sus estatutos ni sus ordenanzas ni la ley ni el mandamiento que el SEÑOR había ordenado a los hijos de Jacob, a quien puso el nombre de Israel, con los cuales el SEÑOR hizo un pacto y les ordenó, diciendo: No temeréis a otros dioses ni os inclinaréis ante ellos, no los serviréis ni les ofreceréis sacrificios. Sino que al SEÑOR, que os hizo subir de la tierra de Egipto con gran poder y con brazo extendido, a Él temeréis y ante Él os inclinaréis y a Él ofreceréis sacrificios. Y los estatutos, las ordenanzas, la ley y el mandamiento que Él os escribió, cuidaréis de cumplirlos siempre, y no temeréis a otros dioses. Y el pacto que he hecho con vosotros, no lo olvidaréis, ni temeréis a otros dioses. Sino que al SEÑOR vuestro Dios temeréis, y Él os librará de la mano de todos vuestros enemigos. Pero ellos no escucharon, sino que hicieron conforme a su antigua costumbre. Y aunque estas naciones temían al SEÑOR, también servían a sus ídolos; y de la misma manera que hicieron sus padres, así hacen hasta hoy sus hijos y sus nietos.
2 Reyes 17:7-41 Nueva Traducción Viviente (NTV)
Semejante desgracia ocurrió a los israelitas porque rindieron culto a otros dioses. Pecaron contra el SEÑOR su Dios, quien los había sacado a salvo de Egipto y los había rescatado del poder del faraón, rey de Egipto. Habían seguido las prácticas de las naciones paganas que el SEÑOR había expulsado de la tierra por delante de ellos, así como las prácticas que los reyes de Israel habían introducido. Los israelitas también habían hecho muchas cosas en secreto, que no eran agradables al SEÑOR su Dios. Se construyeron santuarios paganos en todas las ciudades, desde el puesto de avanzada más pequeño hasta la ciudad amurallada más grande. Levantaron columnas sagradas y postes dedicados a la diosa Asera en la cima de cada colina alta y debajo de todo árbol frondoso. Ofrecieron sacrificios en todas las cumbres de las colinas, tal como lo hacían las naciones que el SEÑOR había expulsado de la tierra por delante de ellos. Así que el pueblo de Israel había hecho muchas cosas perversas, con lo que provocó el enojo del SEÑOR. Efectivamente, rindieron culto a ídolos a pesar de las advertencias específicas que el SEÑOR les hizo repetidamente. Una y otra vez el SEÑOR envió a sus profetas y videntes para dar a Israel y a Judá la siguiente advertencia: «Apártense de sus malos caminos. Obedezcan mis mandatos y decretos, es decir, toda la ley que les ordené a sus antepasados que obedecieran y que les di a ustedes a través de mis siervos, los profetas». Sin embargo, los israelitas no quisieron escuchar. Fueron tan tercos como sus antepasados, quienes se negaron a creer en el SEÑOR su Dios. Rechazaron sus decretos y el pacto que él había hecho con sus antepasados, y despreciaron todas sus advertencias. Rindieron culto a ídolos inútiles, por lo cual ellos mismos se volvieron inútiles. Siguieron el ejemplo de las naciones vecinas, desobedeciendo el mandato del SEÑOR de no imitarlas. Los israelitas rechazaron todos los mandatos del SEÑOR su Dios e hicieron dos becerros de metal. Levantaron un poste dedicado a la diosa Asera y rindieron culto a Baal y veneraron a todas las fuerzas del cielo. Hasta sacrificaron a sus hijos y a sus hijas en el fuego. Consultaron con adivinos, practicaron la hechicería y se entregaron por completo al mal, con lo cual provocaron el enojo del SEÑOR. Como el SEÑOR estaba muy enojado con los israelitas, los barrió de su presencia. Solo la tribu de Judá quedó en la tierra; pero aun los de Judá se negaron a obedecer los mandatos del SEÑOR su Dios, ya que siguieron las prácticas perversas que Israel había introducido. El SEÑOR rechazó a todos los descendientes de Israel. Los castigó entregándolos a sus agresores hasta expulsar a Israel de su presencia. Pues cuando el SEÑOR arrancó a Israel del reino de David, los israelitas escogieron a Jeroboam, hijo de Nabat, como su rey; pero Jeroboam alejó a Israel del SEÑOR y lo hizo cometer un gran pecado. Los israelitas persistieron en seguir todos los caminos perversos de Jeroboam. No se apartaron de esos pecados hasta que finalmente el SEÑOR los barrió de su presencia, tal como les habían advertido todos los profetas. En consecuencia, los israelitas fueron desterrados y deportados a Asiria, donde se encuentran hasta el día de hoy. El rey de Asiria transportó grupos de gente desde Babilonia, Cuta, Ava, Hamat y Sefarvaim, y los reubicó en las ciudades de Samaria en reemplazo del pueblo de Israel. Ellos tomaron posesión de Samaria y habitaron sus ciudades; pero ya que estos colonos extranjeros no adoraban al SEÑOR cuando recién llegaron, el SEÑOR envió leones, que mataron a algunos de ellos. Por esa razón mandaron un mensaje al rey de Asiria en el cual le decían: «La gente que has mandado a habitar las ciudades de Samaria no conoce las costumbres religiosas del Dios de ese lugar. Él ha enviado leones a destruirlos, porque no lo adoraron como se debe». Entonces el rey de Asiria ordenó: «Manden de regreso a Samaria a uno de los sacerdotes desterrados; que viva allí y les enseñe a los nuevos residentes las costumbres religiosas del Dios de ese lugar». Entonces uno de los sacerdotes que había sido desterrado de Samaria regresó a Betel y les enseñó a los nuevos residentes cómo adorar al SEÑOR. Sin embargo, los diversos grupos de extranjeros a la vez siguieron rindiendo culto a sus propios dioses. En todas las ciudades donde habitaban, colocaron sus ídolos en los santuarios paganos que la gente de Samaria había construido. Los que eran de Babilonia rendían culto a ídolos de su dios Sucot-benot; los de Cuta rendían culto a su dios Nergal; los que eran de Hamat rendían culto a Asima; los avitas rendían culto a sus dioses Nibhaz y Tartac; y la gente de Sefarvaim hasta quemaba a sus propios hijos en sacrificio a sus dioses Adramelec y Anamelec. Los nuevos residentes adoraban al SEÑOR, pero también elegían de entre ellos a cualquiera y lo nombraban sacerdote para que ofreciera sacrificios en los lugares de culto. Aunque adoraban al SEÑOR, seguían tras sus propios dioses según las costumbres religiosas de las naciones de donde provenían. Todo esto sigue igual hasta el día de hoy. Ellos continúan con sus prácticas antiguas en vez de adorar verdaderamente al SEÑOR y obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que él les dio a los descendientes de Jacob, a quien le cambió el nombre por el de Israel. Pues el SEÑOR hizo un pacto con los descendientes de Jacob y les ordenó: «No rindan culto a otros dioses, ni se inclinen ante ellos, ni los sirvan, ni les ofrezcan sacrificios. En cambio, adoren solo al SEÑOR, quien los sacó de Egipto con gran fuerza y brazo poderoso. Inclínense solo ante él y ofrezcan sacrificios únicamente a él. En todo momento, asegúrense de obedecer los decretos, las ordenanzas, las instrucciones y los mandatos que él escribió para ustedes. No deben rendir culto a otros dioses. No olviden el pacto que hice con ustedes y no rindan culto a otros dioses. Adoren solo al SEÑOR su Dios. Él es quien los librará de todos sus enemigos». Sin embargo, la gente no quiso escuchar y siguió con sus prácticas antiguas. Así que, si bien los nuevos residentes adoraban al SEÑOR, también rendían culto a sus ídolos; y hasta el día de hoy, sus descendientes hacen lo mismo.