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1 Samuel 28:3-25

1 Samuel 28:3-25 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Ya Samuel había muerto. Todo Israel había hecho duelo por él y lo habían enterrado en Ramá, que era su propio pueblo. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los médiums y a los espiritistas. Los filisteos concentraron sus fuerzas y fueron a Sunem, donde acamparon. Saúl reunió entonces a los israelitas y armaron su campamento en Guilboa. Entonces, cuando vio Saúl al ejército filisteo, le entró tal miedo que se descorazonó por completo. Por eso consultó al SEÑOR, pero él no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por los profetas. Por eso Saúl ordenó a sus oficiales: —Búsquenme a una médium, para que yo vaya a consultarla. —Pues hay una en Endor —respondieron. Saúl se disfrazó con otra ropa y, acompañado de dos hombres, se fue de noche a ver a la médium. —Quiero que evoques a un espíritu —pidió Saúl—. Haz que se me aparezca el que yo te diga. —¿Acaso no sabe usted lo que ha hecho Saúl? —respondió la mujer—. ¡Ha expulsado del país a los médiums y a los espiritistas! ¿Por qué viene usted a tenderme una trampa y exponerme a la muerte? —¡Tan cierto como que el SEÑOR vive, te aseguro que nadie te va a castigar por esto! —contestó Saúl. —¿A quién desea usted que yo haga aparecer? —preguntó la mujer. —Evócame a Samuel —respondió Saúl. Al ver a Samuel, la mujer pegó un grito. —¡Pero si usted es Saúl! ¿Por qué me ha engañado? —reclamó. —No tienes nada que temer —dijo el rey—. Dime lo que has visto. —Veo un espíritu que sube de la tierra —respondió ella. —¿Y qué aspecto tiene? —El de un anciano que sube envuelto en un manto. Al darse cuenta Saúl de que era Samuel, se postró rostro en tierra. Samuel dijo a Saúl: —¿Por qué me molestas, haciéndome subir? —Estoy muy angustiado —respondió Saúl—. Los filisteos me están atacando, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso decidí llamarte, para que me digas lo que debo hacer. Samuel respondió: —Pero si el SEÑOR se ha alejado de ti y se ha vuelto tu enemigo, ¿por qué me consultas a mí? El SEÑOR ha cumplido lo que había anunciado por medio de mí: él te ha arrebatado de las manos el reino y se lo ha dado a tu compañero David. Tú no obedeciste al SEÑOR, pues no llevaste a cabo la furia de su castigo contra los amalecitas; por eso él te condena hoy. El SEÑOR te entregará a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos se unirán a mí, y el campamento israelita caerá en poder de los filisteos. Al instante Saúl se desplomó. Y es que estaba lleno de miedo por lo que Samuel había dicho, además de que se moría de hambre, pues en toda la noche y en todo el día no había comido nada. Al verlo tan asustado, la mujer se acercó y dijo: —Yo, su sierva, le hice caso a usted y, por obedecer sus órdenes, me jugué la vida. Ahora yo le pido que me haga caso a mí. Déjeme traerle algún alimento para que coma; así podrá recuperarse y seguir su camino. Pero Saúl se negó a comer. Sin embargo, sus oficiales insistieron al igual que la mujer, y por fin consintió. Se levantó del suelo y tomó asiento en la cama. La mujer tenía en su casa un becerro gordo al que mató enseguida. También amasó harina y horneó unos panes sin levadura. Luego les sirvió a Saúl y a sus oficiales. Esa misma noche, después de comer, todos ellos emprendieron el camino.

1 Samuel 28:3-25 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Los filisteos se reunieron en Sunem, y allí pusieron su campamento. Saúl, por su parte, reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Guilboa. Cuando Saúl vio al ejército filisteo, le dio muchísimo miedo. Entonces consultó con Dios qué debía hacer. Pero Dios no le contestó, ni en sueños, ni por medio de suertes ni de profetas. Saúl no podía recurrir a Samuel para consultar a Dios, porque Samuel ya había muerto. La gente había llorado mucho por su muerte, y lo habían enterrado en Ramá, el pueblo donde había nacido. Además, como Saúl mismo había expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas, les ordenó a sus ayudantes: —Busquen a una espiritista. Quiero que me ayude a preguntarle a Samuel lo que debo hacer. —Hay una en Endor —le dijeron sus ayudantes. Una noche Saúl se disfrazó y, acompañado por dos de sus hombres, se fue a ver a esa mujer. Cuando llegó, le dijo: —Quiero que llames al espíritu de un muerto. Necesito preguntarle algo. La mujer respondió: —Tú bien sabes que Saúl ha expulsado de Israel a todos los adivinos y espiritistas. Si hago lo que me pides, con toda seguridad me matarán. —Te juro por Dios —le aseguró Saúl— que nadie te castigará si haces lo que te pido. Ella preguntó: —¿Quién quieres que se te aparezca? —Llama a Samuel —le contestó Saúl. La mujer obedeció. Pero cuando vio aparecer a Samuel, lanzó un fuerte grito y le dijo a Saúl: —¡Usted es Saúl! ¿Por qué me engañó? —No tengas miedo —le aseguró el rey—. ¡Dime lo que ves! Ella le dijo: —Veo a un espíritu que sube del fondo de la tierra. —¿Y cómo es él? —le preguntó Saúl. —Es un anciano vestido con una capa —respondió ella. Al darse cuenta Saúl de que se trataba de Samuel, se inclinó de cara al suelo. Samuel le preguntó: —Saúl, ¿por qué me llamaste? ¿Por qué no me dejas descansar? —Estoy desesperado —contestó Saúl—. Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer. Y Samuel le dijo: —Si Dios te ha abandonado, y ahora es tu enemigo, ¿para qué me consultas? »Dios está haciendo contigo lo que ya te había dicho yo que iba a hacer. Por haberlo desobedecido y no haber matado a todos los amalecitas, Dios te ha quitado el reino y se lo ha dado a David. »Además, los filisteos vencerán mañana a los israelitas, y tú y tus hijos morirán y vendrán a hacerme compañía. Al oír estas palabras de Samuel, Saúl sintió mucho miedo y se desmayó. Las fuerzas le faltaron, pues no había comido nada en todo el día. La mujer se acercó a Saúl y, al verlo tan espantado, le dijo: —Yo solo hice lo que usted me pidió, pues estoy para servirle. Por obedecerlo, he arriesgado mi vida. Pero aunque solo soy su sirvienta, yo le ruego que me haga caso y se coma este pedazo de pan. Se lo he traído a usted, para que tenga fuerzas para el regreso. Saúl no quería comer nada, pero ante la insistencia de la mujer y de sus ayudantes, se levantó del suelo y se sentó en la cama. La mujer mató un ternero gordo que tenía en su casa, preparó unos panes, y se los llevó a Saúl y a sus ayudantes. Todos ellos comieron, y esa misma noche se fueron de allí.

1 Samuel 28:3-25 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Samuel murió, y fue sepultado en Ramá, que era su ciudad. Todo el pueblo de Israel lloró su muerte. Saúl había expulsado del país a todos los encantadores y adivinos. Los filisteos se reunieron y acamparon en Sunén. También Saúl reunió a su ejército y acampó en Gilboa. Pero cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, tuvo mucho miedo y se descorazonó por completo. Por eso fue y consultó al Señor, pero el Señor no le respondió ni por medio de sueños ni por el Urim, ni por medio de ningún profeta. Saúl llamó entonces a sus sirvientes, y les dijo: «Busquen a una mujer que sepa invocar a los muertos, para que me diga lo que necesito saber.» Y ellos le dijeron: «En Endor hay una mujer que tiene espíritu de adivinación.» Saúl se disfrazó entonces poniéndose otras ropas, y durante la noche se fue con dos de sus hombres a buscar a la mujer. Cuando la vio, le dijo: «Te ruego que me adivines el futuro, y que hagas venir a quien yo te diga.» Pero la adivina le dijo: «Tú bien sabes que Saúl ha expulsado del país a los que invocan a los espíritus y a los adivinos. ¿Por qué me tiendes esta trampa? ¿Quieres que me maten?» Saúl le dijo: «Te juro por el Señor que no te pasará nada malo si me ayudas.» La mujer le preguntó: «¿A quién quieres que invoque?» Y Saúl le dijo: «Haz que venga Samuel.» Y cuando la mujer vio a Samuel, lanzó un grito y le dijo a Saúl: «¡Pero si tú eres Saúl! ¿Por qué me has engañado?» Y el rey le respondió: «No tengas miedo. ¿Qué es lo que ves?» Y ella respondió: «Veo dioses que salen de la tierra.» Saúl le preguntó: «¿Qué aspecto tienen?» Y ella le dijo: «Veo un anciano. Viene cubierto con un manto.» Al darse cuenta Saúl de que quien venía era Samuel, hizo una gran reverencia y se inclinó de cara al suelo. Y Samuel le dijo a Saúl: «¿Por qué me molestas? ¿Por qué me haces venir?» Saúl le respondió: «Es que estoy muy angustiado. Los filisteos me están atacando y Dios se ha apartado de mí. Ya no me responde, ni por medio de profetas ni en sueños. Por eso te he llamado, para que me aconsejes lo que debo hacer.» Y Samuel le dijo: «Pues si el Señor ya se ha apartado de ti, y es tu enemigo, ¿para qué me preguntas a mí? El Señor ha hecho contigo lo que te dijo por medio de mí. Te ha quitado el reino, y se lo ha dado a tu compañero David. Como no obedeciste a la voz del Señor, ni cumpliste su orden de acabar con Amalec, ahora el Señor te trata así. El Señor va a entregar a Israel, lo mismo que a ti, en poder de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estarán conmigo. El Señor hará que los filisteos venzan al ejército israelita.» Entonces Saúl se desplomó cuan largo era, lleno de temor por lo que le había dicho Samuel. Y como no había comido nada durante todo el día y toda la noche, estaba sin fuerzas. Al ver la mujer que Saúl estaba totalmente trastornado, le dijo: «Yo soy tu sierva, y obedecí tus órdenes arriesgando mi vida, confiada en tu palabra. Ahora te ruego que tú me escuches a mí. Te voy a servir de comer, para que te alimentes y recobres las fuerzas, y sigas tu camino.» Saúl se negó a comer, pero sus siervos y la mujer le insistieron tanto, que finalmente aceptó. Se levantó del suelo y se sentó en la cama, y como la mujer tenía un ternero gordo, lo mató, y amasó harina y coció panes sin levadura; luego les sirvió de comer a Saúl y a sus siervos, y esa misma noche, cuando terminaron de comer, se levantaron y se fueron.

1 Samuel 28:3-25 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Para entonces ya Samuel había muerto, y todos en Israel habían llorado su muerte, después de lo cual lo habían enterrado en Ramá, su ciudad natal. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los que invocaban a los muertos. Los filisteos se reunieron y fueron a establecer su campamento en Sunem, y Saúl juntó a todo Israel y tomó posiciones en Guilboa. Pero cuando vio el campamento filisteo, tuvo miedo y se sintió dominado por el terror. Entonces consultó al Señor, pero el Señor no le respondió ni por sueños, ni por el Urim, ni por los profetas. Por eso ordenó a sus oficiales: —Busquen alguna mujer que invoque a los muertos, para que yo vaya a hacerle una consulta. Y sus oficiales le respondieron: —En Endor hay una mujer que invoca a los muertos. Saúl se disfrazó, vistiéndose con otra ropa, y acompañado por dos hombres fue de noche a visitar a aquella mujer. Y le dijo: —Te ruego que me adivines la suerte, y que hagas venir el espíritu de quien yo te diga. La mujer le respondió: —Tú sabes lo que ha hecho Saúl, que ha expulsado del país a los adivinos y a los que invocan a los muertos. ¿Por qué me metes en algo que me puede costar la vida? Pero Saúl, jurando por el Señor, le dijo: —Te juro por el Señor que no te pasará nada malo por esto. —¿A quién quieres que haga venir? —contestó la mujer. —Llámame a Samuel —dijo Saúl. De repente la mujer vio a Samuel, y dio un grito; luego le dijo a Saúl: —¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! Pero el rey le dijo: —No tengas miedo. ¿Qué has visto? —Veo un dios que sube de la tierra —contestó la mujer. —¿Qué aspecto tiene? —preguntó Saúl. —Es un hombre anciano, vestido con una capa —respondió ella. Saúl comprendió en seguida que era Samuel, y se inclinó hasta tocar el suelo con la frente. Entonces le dijo Samuel: —¿Para qué me has molestado, haciéndome venir? Saúl respondió: —Es que estoy muy angustiado, pues me están atacando los filisteos y Dios me ha abandonado. No me responde ya ni por medio de los profetas ni por sueños. Por eso te he llamado, para que me indiques lo que debo hacer. Samuel le contestó: —¿Por qué me preguntas a mí, si el Señor ya te ha abandonado y se ha vuelto tu enemigo? El Señor ha hecho contigo lo que te anunció por medio de mí. Te ha arrebatado el reino y se lo ha entregado a tu compañero David, ya que tú no obedeciste el mandato del Señor, ni cumpliste su orden de destruir a los amalecitas. Por eso ahora el Señor ha hecho esto contigo. Además, el Señor va a entregar a los israelitas y a ti en poder de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estarán conmigo. También hará el Señor que el campamento de Israel caiga en poder de los filisteos. De pronto Saúl cayó al suelo cuan largo era. Estaba tan asustado por las palabras de Samuel, que se desmayó. Para colmo, no había comido nada en todo el día ni en toda la noche. Al ver la mujer que Saúl estaba tan aturdido, se acercó a él y le dijo: —Esta servidora tuya ha atendido tu petición. Jugándome la vida, he obedecido tus órdenes. Así que ahora te ruego que me hagas caso: te voy a servir un poco de comida, para que te reanimes y puedas seguir adelante. Saúl no quería comer, pero sus oficiales y la mujer insistieron tanto que al fin aceptó. En seguida se levantó del suelo y se sentó en una cama. Mientras tanto, la mujer mató un becerro gordo que tenía en su casa, y amasó harina para cocer unas tortas sin levadura. Luego les llevó esto a Saúl y a sus oficiales, los cuales, después de haber comido, se despidieron, y aquella misma noche se fueron.

1 Samuel 28:3-25 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Ya Samuel había muerto, y todo Israel lo había lamentado, y le habían sepultado en Ramá, su ciudad. Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos. Se juntaron, pues, los filisteos, y vinieron y acamparon en Sunem; y Saúl juntó a todo Israel, y acamparon en Gilboa. Y cuando vio Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo, y se turbó su corazón en gran manera. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl dijo a sus criados: Buscadme una mujer que tenga espíritu de adivinación, para que yo vaya a ella y por medio de ella pregunte. Y sus criados le respondieron: He aquí hay una mujer en Endor que tiene espíritu de adivinación. Y se disfrazó Saúl, y se puso otros vestidos, y se fue con dos hombres, y vinieron a aquella mujer de noche; y él dijo: Yo te ruego que me adivines por el espíritu de adivinación, y me hagas subir a quien yo te dijere. Y la mujer le dijo: He aquí tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha cortado de la tierra a los evocadores y a los adivinos. ¿Por qué, pues, pones tropiezo a mi vida, para hacerme morir? Entonces Saúl le juró por Jehová, diciendo: Vive Jehová, que ningún mal te vendrá por esto. La mujer entonces dijo: ¿A quién te haré venir? Y él respondió: Hazme venir a Samuel. Y viendo la mujer a Samuel, clamó en alta voz, y habló aquella mujer a Saúl, diciendo: ¿Por qué me has engañado? pues tú eres Saúl. Y el rey le dijo: No temas. ¿Qué has visto? Y la mujer respondió a Saúl: He visto dioses que suben de la tierra. Él le dijo: ¿Cuál es su forma? Y ella respondió: Un hombre anciano viene, cubierto de un manto. Saúl entonces entendió que era Samuel, y humillando el rostro a tierra, hizo gran reverencia. Y Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has inquietado haciéndome venir? Y Saúl respondió: Estoy muy angustiado, pues los filisteos pelean contra mí, y Dios se ha apartado de mí, y no me responde más, ni por medio de profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me declares lo que tengo que hacer. Entonces Samuel dijo: ¿Y para qué me preguntas a mí, si Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo? Jehová te ha hecho como dijo por medio de mí; pues Jehová ha quitado el reino de tu mano, y lo ha dado a tu compañero, David. Como tú no obedeciste a la voz de Jehová, ni cumpliste el ardor de su ira contra Amalec, por eso Jehová te ha hecho esto hoy. Y Jehová entregará a Israel también contigo en manos de los filisteos; y mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos; y Jehová entregará también al ejército de Israel en mano de los filisteos. Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas, porque en todo aquel día y aquella noche no había comido pan. Entonces la mujer vino a Saúl, y viéndolo turbado en gran manera, le dijo: He aquí que tu sierva ha obedecido a tu voz, y he arriesgado mi vida, y he oído las palabras que tú me has dicho. Te ruego, pues, que tú también oigas la voz de tu sierva; pondré yo delante de ti un bocado de pan para que comas, a fin de que cobres fuerzas, y sigas tu camino. Y él rehusó diciendo: No comeré. Pero porfiaron con él sus siervos juntamente con la mujer, y él les obedeció. Se levantó, pues, del suelo, y se sentó sobre una cama. Y aquella mujer tenía en su casa un ternero engordado, el cual mató luego; y tomó harina y la amasó, y coció de ella panes sin levadura. Y lo trajo delante de Saúl y de sus siervos; y después de haber comido, se levantaron, y se fueron aquella noche.

1 Samuel 28:3-25 La Biblia de las Américas (LBLA)

Samuel había muerto, y todo Israel lo había llorado, y lo habían sepultado en Ramá su ciudad. Y Saúl había echado de la tierra a los médium y espiritistas. Y se reunieron los filisteos y fueron y acamparon en Sunem; y Saúl reunió a todo Israel y acamparon en Gilboa. Al ver Saúl el campamento de los filisteos, tuvo miedo y su corazón se turbó en gran manera. Y Saúl consultó al SEÑOR, pero el SEÑOR no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas. Entonces Saúl dijo a sus siervos: Buscadme una mujer que sea médium para ir a consultarla. Y sus siervos le dijeron: He aquí, hay una mujer en Endor que es médium. Saúl se disfrazó poniéndose otras ropas y fue con dos hombres; llegaron a la mujer de noche, y él dijo: Te ruego que evoques por mí a un espíritu, y que hagas subir al que yo te diga. Pero la mujer le dijo: He aquí, tú sabes lo que Saúl ha hecho, cómo ha echado de la tierra a los que son médium y espiritistas. ¿Por qué, pues, pones trampa contra mi vida para hacerme morir? Y Saúl le juró por el SEÑOR diciendo: Vive el SEÑOR que ningún castigo vendrá sobre ti por esto. Entonces la mujer dijo: ¿A quién debo hacerte subir? Y él respondió: Tráeme a Samuel. Cuando la mujer vio a Samuel, clamó a gran voz; y la mujer habló a Saúl diciendo: ¿Por qué me has engañado? ¡Tú eres Saúl! Y el rey le dijo: No temas; pero, ¿qué ves? Y la mujer respondió a Saúl: Veo a un ser divino subiendo de la tierra. Y él le dijo: ¿Qué forma tiene? Y ella dijo: Un anciano sube, y está envuelto en un manto. Y Saúl conoció que era Samuel, e inclinando su rostro a tierra, se postró ante él. Entonces Samuel dijo a Saúl: ¿Por qué me has perturbado haciéndome subir? Y Saúl respondió: Estoy en gran angustia, pues los filisteos hacen guerra contra mí; Dios se ha apartado de mí y ya no me responde ni por los profetas ni por sueños; por esto te he llamado, para que me reveles lo que debo hacer. Y Samuel dijo: ¿Entonces, por qué me preguntas a mí, ya que el SEÑOR se ha apartado de ti y se ha hecho tu enemigo? El SEÑOR ha hecho conforme a lo que dijo por medio de mí; y el SEÑOR ha arrancado el reino de tu mano, y se lo ha dado a tu prójimo, a David. Porque tú no obedeciste al SEÑOR, ni llevaste a cabo su gran ira contra Amalec, el SEÑOR te ha hecho esto hoy. Además, el SEÑOR entregará a Israel contigo en manos de los filisteos; por tanto, mañana tú y tus hijos estaréis conmigo. Ciertamente, el SEÑOR entregará el ejército de Israel en manos de los filisteos. Al instante Saúl cayó por tierra cuan largo era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; además estaba sin fuerzas, porque no había comido nada en todo el día y toda la noche. La mujer se acercó a Saúl, y viendo que estaba aterrorizado, le dijo: He aquí, tu sierva te ha obedecido y he puesto mi vida en peligro al oír las palabras que tú me hablaste. Ahora pues, te ruego que también escuches la voz de tu sierva, y me permitas poner delante de ti un bocado de pan para que comas y tengas fuerzas cuando sigas tu camino. Pero él rehusó, y dijo: No comeré. Sin embargo, sus siervos juntamente con la mujer le insistieron, y él los escuchó. Se levantó, pues, del suelo y se sentó en la cama. La mujer tenía en casa un ternero engordado y se apresuró a matarlo; y tomando harina, la amasó y coció de ella pan sin levadura. Y lo trajo delante de Saúl y de sus siervos, y comieron. Después se levantaron y se fueron aquella noche.

1 Samuel 28:3-25 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Durante ese tiempo, Samuel había muerto y todo Israel había hecho duelo por él. Fue enterrado en Ramá, su ciudad natal. Saúl había expulsado del territorio de Israel a todos los médiums y a todos los que consultaban los espíritus de los muertos. Los filisteos montaron su campamento en Sunem, y Saúl reunió a todo el ejército de Israel y acampó en Gilboa. Cuando Saúl vio al inmenso ejército filisteo, tuvo miedo y se aterrorizó. Entonces le preguntó al SEÑOR qué debía hacer, pero el SEÑOR rehusó contestarle ya fuera por sueños o por sorteo sagrado o por medio de los profetas. Así que Saúl les dijo a sus consejeros: —Busquen a una mujer que sea médium, para ir y preguntarle qué hacer. Sus consejeros le respondieron: —Hay una médium en Endor. Entonces Saúl se disfrazó con ropa común en lugar de ponerse las vestiduras reales y fue a la casa de la mujer por la noche, acompañado de dos de sus hombres. —Tengo que hablar con un hombre que ha muerto —le dijo—. ¿Puedes invocar a su espíritu para mí? —¿Está tratando de que me maten? —preguntó la mujer—. Usted sabe que Saúl ha expulsado a todos los médiums y a todos los que consultan los espíritus de los muertos. ¿Por qué me tiende una trampa? Pero Saúl le hizo un juramento en el nombre del SEÑOR y le prometió: —Tan cierto como que el SEÑOR vive, nada malo te pasará por hacerlo. Finalmente, la mujer dijo: —Bien, ¿el espíritu de quién quiere que invoque? —Llama a Samuel —respondió Saúl. Cuando la mujer vio a Samuel, gritó: —¡Me engañó! ¡Usted es Saúl! —No tengas miedo —le dijo el rey—. ¿Qué es lo que ves? —Veo a un dios subiendo de la tierra —dijo ella. —¿Qué aspecto tiene? —preguntó Saúl. —Es un hombre anciano envuelto en un manto —le contestó ella. Saúl se dio cuenta de que era Samuel, y se postró en el suelo delante de él. —¿Por qué me molestas, llamándome a regresar? —le preguntó Samuel a Saúl. —Porque estoy en graves dificultades —contestó Saúl—. Los filisteos están en guerra conmigo y Dios me ha dejado y no me responde ni por medio de profetas ni por sueños, entonces te llamé para que me digas qué hacer. Pero Samuel respondió: —¿Por qué me preguntas a mí, si el SEÑOR te abandonó y se ha vuelto tu enemigo? El SEÑOR ha hecho exactamente lo que dijo que haría. Te ha arrancado el reino y se lo dio a tu rival, David. Hoy el SEÑOR te ha hecho esto porque rehusaste llevar a cabo su ira feroz contra los amalecitas. Además, el SEÑOR te entregará a ti y al ejército de Israel en manos de los filisteos, y mañana tú y tus hijos estarán aquí conmigo. El SEÑOR derribará al ejército de Israel y caerá derrotado. Entonces Saúl cayó al suelo cuan largo era, paralizado por el miedo a causa de las palabras de Samuel. También estaba desfallecido de hambre, porque no había comido nada en todo el día ni en toda la noche. Cuando la mujer lo vio tan deshecho, le dijo: —Señor, obedecí sus órdenes a riesgo de mi vida. Ahora haga lo que digo, y déjeme que le dé algo de comer para que pueda recuperar sus fuerzas para el viaje de regreso. Pero Saúl se negó a comer. Entonces sus consejeros también le insistieron que comiera. Así que finalmente cedió, se levantó del suelo y tomó asiento. La mujer había estado engordando un becerro, así que fue con rapidez y lo mató. Tomó un poco de harina, la amasó y horneó pan sin levadura. Entonces les llevó la comida a Saúl y a sus consejeros, y comieron. Después salieron en la oscuridad de la noche.