Hijo mío, si los pecadores te quieren seducir,
no consientas.
Si dicen: Ven con nosotros,
pongámonos al asecho para derramar sangre,
sin causa asechemos al inocente,
devorémoslos vivos como el Seol,
enteros, como los que descienden al abismo;
hallaremos toda clase de preciadas riquezas,
llenaremos nuestras casas de botín;
echa tu suerte con nosotros,
todos tendremos una bolsa;
hijo mío, no andes en el camino con ellos,
aparta tu pie de su senda,
porque sus pies corren hacia el mal,
y a derramar sangre se apresuran.
Porque es en vano tender la red
ante los ojos de cualquier ave;
pero ellos a su propia sangre asechan,
tienden lazo a sus propias vidas.
Tales son los caminos de todo el que se beneficia por la violencia:
que quita la vida de sus poseedores.
La sabiduría clama en la calle,
en las plazas alza su voz;
clama en las esquinas de las calles concurridas;
a la entrada de las puertas de la ciudad pronuncia sus discursos:
¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la simpleza,
y los burladores se deleitarán en hacer burla,
y los necios aborrecerán el conocimiento?
Volveos a mi reprensión:
he aquí, derramaré mi espíritu sobre vosotros,
os haré conocer mis palabras.
Porque he llamado y habéis rehusado oír,
he extendido mi mano y nadie ha hecho caso;
habéis desatendido todo consejo mío,
y no habéis deseado mi reprensión;
también yo me reiré de vuestra calamidad,
me burlaré cuando sobrevenga lo que teméis,
cuando venga como tormenta lo que teméis,
y vuestra calamidad sobrevenga como torbellino,
cuando vengan sobre vosotros tribulación y angustia.
Entonces me invocarán, pero no responderé;
me buscarán con diligencia, pero no me hallarán;
porque odiaron el conocimiento,
y no escogieron el temor del SEÑOR,
ni quisieron aceptar mi consejo,
y despreciaron toda mi reprensión;
comerán del fruto de su conducta,
y de sus propias artimañas se hartarán.
Porque el desvío de los simples los matará,
y la complacencia de los necios los destruirá.
Pero el que me escucha vivirá seguro,
y descansará, sin temor al mal.