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Mateo 9:13-38

Mateo 9:13-38 LBLA

Mas id, y aprended lo que significa: «MISERICORDIAQUIERO Y NO SACRIFICIO»; porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Entonces se le acercaron* los discípulos de Juan, diciendo: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, pero tus discípulos no ayunan? Y Jesús les dijo: ¿Acaso los acompañantes del noviopueden estar de luto mientras el novio está con ellos? Pero vendrán días cuando el novio les seráquitado, y entonces ayunarán. Y nadie pone un remiendode tela nuevaen un vestido viejo; porque el remiendoal encogerse tira del vestido y se produce una rotura peor. Y nadie echa vino nuevo en odresviejos, porque entonceslos odres se revientan, el vino se derrama y los odres se pierden; sino que se echa vino nuevo en odres nuevos, y ambos se conservan. Mientras les decía estas cosas, he aquí, vino un oficial de la sinagoga y se postró delante de Él, diciendo: Mi hija acaba de morir; pero ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Y levantándose Jesús, lo siguió, y también sus discípulos. Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; pues decía para sí: Si tan solo toco su manto, sanaré. Pero Jesús, volviéndose y viéndola, dijo: Hija, ten ánimo, tu fe te ha sanado. Y al instante la mujer quedó sana. Cuando entró Jesús en la casa del oficial, y vio a los flautistas y al gentío en ruidoso desorden, les dijo: Retiraos, porque la niñano ha muerto, sino que está dormida. Y se burlaban de Él. Pero cuando habían echado fuera a la gente, Él entró y la tomó de la mano; y la niña se levantó. Y esta noticia se difundió por toda aquella tierra. Al irse Jesús de allí, dos ciegos le siguieron, gritando y diciendo: ¡Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Y después de haber entrado en la casa, se acercaron a Él los ciegos, y Jesús les dijo*: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos le respondieron*: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe. Y se les abrieron los ojos. Y Jesús les advirtió rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella tierra. Y al salir ellos de allí, he aquí, le trajeron un mudo endemoniado. Y después que el demonio había sido expulsado, el mudo habló; y las multitudes se maravillaban, y decían: Jamás se ha visto cosa igual en Israel. Pero los fariseos decían: El echa fuera los demonios por el príncipe de los demonios. Y Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, proclamando el evangelio del reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y viendo las multitudes, tuvo compasión de ellas, porque estaban angustiadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo* a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.