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Mateo 27:45-66

Mateo 27:45-66 LBLA

Y desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora novena. Y alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELí, ELí, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MíO, DIOS MíO, ¿POR QUé ME HAS ABANDONADO? Algunos de los que estaban allí, al oírlo, decían: Este llama a Elías. Y al instante, uno de ellos corrió, y tomando una esponja, la empapó en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros dijeron: Deja, veamos si Elías viene a salvarle. Entonces Jesús, clamando otra vez a gran voz, exhaló el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló y las rocas se partieron; y los sepulcros se abrieron, y los cuerpos de muchos santos que habían dormido resucitaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de Jesús, entraron en la santa ciudad y se aparecieron a muchos. El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, cuando vieron el terremoto y las cosas que sucedían, se asustaron mucho, y dijeron: En verdad este era Hijo de Dios. Y muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle, estaban allí, mirando de lejos; entre las cuales estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. Y al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. Este se presentó a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato ordenó que se lo entregaran. Tomando José el cuerpo, lo envolvió en un lienzo limpio de lino, y lo puso en su sepulcro nuevo que él había excavado en la roca, y después de rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, se fue. Y María Magdalena estaba allí, y la otra María, sentadas frente al sepulcro. Al día siguiente, que es el día después de la preparación, se reunieron ante Pilato los principales sacerdotes y los fariseos, y le dijeron: Señor, nos acordamos que cuando aquel engañador aún vivía, dijo: «Después de tres días resucitaré». Por eso, ordena que el sepulcro quede asegurado hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se lo roben, y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre los muertos»; y el último engaño será peor que el primero. Pilato les dijo: Una guardia tenéis; id, aseguradla como vosotros sabéis. Y fueron y aseguraron el sepulcro; y además de poner la guardia, sellaron la piedra.