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Mateo 26:1-35

Mateo 26:1-35 LBLA

Cuando Jesús terminó todas estas palabras, dijo a sus discípulos: Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado. Entonces los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás. Y tramaron entre ellos prender a Jesús con engaño y matarle. Pero decían: No durante la fiesta, para que no haya un tumulto en el pueblo. Y hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se le acercó una mujer con un frasco de alabastro de perfume muy costoso, y lo derramó sobre su cabeza cuando estaba sentado a la mesa. Pero al ver esto, los discípulos se indignaron, y decían: ¿Para qué este desperdicio? Porque este perfume podía haberse vendido a gran precio, y el dinero habérselo dado a los pobres. Pero Jesús, dándose cuenta, les dijo: ¿Por qué molestáis a la mujer? Pues buena obra ha hecho conmigo. Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Pues al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. En verdad os digo: Dondequiera que este evangelio se predique, en el mundo entero, se hablará también de lo que esta ha hecho, en memoria suya. Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los principales sacerdotes, y dijo: ¿Qué estáis dispuestos a darme para que yo os lo entregue? Y ellos le pesaron treinta piezas de plata. Y desde entonces buscaba una oportunidad para entregarle. El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, se acercaron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer la Pascua? Y Él respondió: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: «El Maestro dice: “Mi tiempo está cerca; quiero celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos” ». Entonces los discípulos hicieron como Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. Al atardecer, estaba Él sentado a la mesa con los doce discípulos. Y mientras comían, dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregará. Y ellos, profundamente entristecidos, comenzaron a decirle uno por uno: ¿Acaso soy yo, Señor? Respondiendo Él, dijo: El que metió la mano conmigo en el plato, ese me entregará. El Hijo del Hombre se va, según está escrito de Él; pero ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Mejor le fuera a ese hombre no haber nacido. Y respondiendo Judas, el que le iba a entregar, dijo: ¿Acaso soy yo, Rabí? Y Él le dijo: Tú lo has dicho. Mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando una copa, y habiendo dado gracias, se la dio, diciendo: Bebed todos de ella; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre. Y después de cantar un himno, salieron hacia el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo*: Esta noche todos vosotros os apartaréis por causa de mí, pues escrito está: «HERIRé AL PASTOR, Y LAS OVEJAS DEL REBAÑO SE DISPERSARáN». Pero después de que yo haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Entonces Pedro, respondiendo, le dijo: Aunque todos se aparten por causa de ti, yo nunca me apartaré. Jesús le dijo: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo*: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo.

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