»Ningún extraño comerá cosa sagrada; ni huésped del sacerdote, ni jornalero comerán cosa sagrada. Pero si un sacerdote compra con su dinero un esclavo como propiedad suya, este sí puede comer de ella, y también los nacidos en su casa podrán comer de su alimento. Y si la hija del sacerdote se casa con un extraño, ella no comerá de la ofrenda de las cosas sagradas. Pero si la hija del sacerdote queda viuda o se divorcia, y no tiene hijo y regresa a la casa de su padre como en su juventud, podrá comer del alimento de su padre; pero ningún extraño comerá de él. Y si un hombre come inadvertidamente cosa sagrada, entonces añadirá a ella una quinta parte y restituirá la cosa sagrada al sacerdote. Los sacerdotes no profanarán las cosas sagradas que los hijos de Israel ofrecen al SEÑOR, causándoles así sufrir castigo por la culpa al comer sus cosas sagradas; porque yo soy el SEÑOR que los santifico».
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