Le dio también una copia del texto del decreto que había sido promulgado en Susa para la destrucción de los judíos, para que se la mostrara a Ester y le informara, y le mandara que ella fuera al rey para implorar su favor y para interceder ante él por su pueblo. Regresó Hatac y contó a Ester las palabras de Mardoqueo. Entonces Ester habló a Hatac y le ordenó que respondiera a Mardoqueo: Todos los siervos del rey y el pueblo de las provincias del rey saben que para cualquier hombre o mujer que vaya al rey en el atrio interior, sin ser llamado, él tiene una sola ley, que se le dé muerte, a menos que el rey le extienda el cetro de oro para que viva. Y yo no he sido llamada para ir al rey por estos treinta días. Y contaron a Mardoqueo las palabras de Ester. Entonces Mardoqueo les dijo que respondieran a Ester: No pienses que estando en el palacio del rey solo tú escaparás entre todos los judíos. Porque si permaneces callada en este tiempo, alivio y liberación vendrán de otro lugar para los judíos, pero tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para una ocasión como esta tú habrás llegado a ser reina? Y Ester les dijo que respondieran a Mardoqueo: Ve, reúne a todos los judíos que se encuentran en Susa y ayunad por mí; no comáis ni bebáis por tres días, ni de noche ni de día. También yo y mis doncellas ayunaremos. Y así iré al rey, lo cual no es conforme a la ley; y si perezco, perezco. Y Mardoqueo se fue e hizo conforme a todo lo que Ester le había ordenado.
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