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Marcos 6:14-38

Marcos 6:14-38 NBV

La fama de Jesús llegó a oídos del rey Herodes. Este pensó que Jesús era Juan el Bautista que había resucitado con poderes extraordinarios. De hecho, algunos pensaban que Jesús era Elías; y otros, que era uno de los profetas. Pero Herodes reiteró: «Él es Juan, a quien yo decapité, que ha vuelto a la vida». Herodes había mandado arrestar a Juan porque este le decía que era ilegal que se casara con Herodías, la esposa de su hermano Felipe. Por eso mismo, Herodías odiaba a Juan y quería que lo mataran, pero no había podido conseguirlo. Y ya que Herodes respetaba a Juan porque lo consideraba un hombre justo y santo, lo había arrestado para ponerlo a salvo. Aunque cada vez que hablaba con Juan salía turbado, le gustaba escucharlo. Un día se le presentó a Herodías la oportunidad que buscaba. Era el cumpleaños de Herodes y este organizó un banquete para sus altos oficiales, los jefes del ejército y la gente importante de Galilea. En medio del banquete, la hija de Herodías danzó y gustó mucho a los presentes. ―Pídeme lo que quieras —le dijo el rey— y te lo concederé, aunque me pidas la mitad del reino. Esto se lo prometió bajo juramento. La chica salió y consultó a su madre: ―¿Qué debo pedir? Y la mamá le dijo: ―Pídele la cabeza de Juan el Bautista. La chica fue corriendo de inmediato a donde estaba el rey y le dijo: ―Quiero que me des ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista. Al rey le dolió complacerla, pero no podía faltar a su palabra delante de los invitados. Por eso, en seguida envió a uno de sus guardias a que le trajera la cabeza de Juan. El soldado decapitó a Juan en la prisión, regresó con la cabeza en una bandeja y se la entregó a la chica y esta se la llevó a su madre. Cuando los discípulos de Juan se enteraron de lo sucedido, fueron en busca del cuerpo y lo enterraron. Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron lo que habían hecho y enseñado. Era tanto el gentío que entraba y salía que apenas les quedaba tiempo para comer. Por ello Jesús les dijo: ―Apartémonos del gentío para que puedan descansar. Partieron, pues, en una barca hacia un lugar desierto. Pero muchos que los vieron ir los reconocieron y de todos los poblados fueron por tierra hasta allá, y llegaron antes que ellos. Al bajar Jesús de la barca vio a la multitud, y se compadeció de ellos porque parecían ovejas sin pastor. Y comenzó a enseñarles muchas cosas. Ya avanzada la tarde, los discípulos le dijeron a Jesús: ―Este es un lugar desierto y se está haciendo tarde. Dile a esta gente que se vaya a los campos y pueblos vecinos a comprar comida. ―Aliméntenlos ustedes —fue la respuesta de Jesús. ―¿Y con qué? —preguntaron—. Costaría el salario de siete meses comprar comida para esta multitud. ―¿Cuántos panes tienen ustedes? —les preguntó—. Vayan a ver. Al poco rato regresaron con la noticia de que había cinco panes y dos pescados.

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