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Apocalipsis 18:1-17

Apocalipsis 18:1-17 DHH94I

Después de esto, vi otro ángel que bajaba del cielo; tenía mucha autoridad, y la tierra quedó iluminada con su resplandor. Con fuerte voz gritaba: «¡Ya cayó, ya cayó la gran Babilonia! ¡Se ha vuelto vivienda de demonios, guarida de toda clase de espíritus impuros, nido de toda clase de aves impuras y de fieras impuras y odiosas! Pues todas las naciones se emborracharon con el vino de su prostitución; los reyes del mundo se prostituyeron con ella, y los comerciantes del mundo se hicieron ricos con su exagerado derroche.» Oí otra voz del cielo, que decía: «Salgan de esa ciudad, ustedes que son mi pueblo, para que no participen en sus pecados ni los alcancen sus calamidades; pues sus pecados se han amontonado hasta el cielo, y Dios ha tenido presentes sus maldades. Denle lo mismo que ella ha dado a otros; páguenle el doble de lo que ha hecho; mézclenle una bebida dos veces más fuerte que la que ella mezcló para otros; denle tormento y sufrimiento en la medida en que se entregó al orgullo y al derroche. Pues dice en su corazón: “Aquí estoy sentada como una reina. No soy viuda, ni sufriré.” Por eso, en un solo día le vendrán sus calamidades: muerte, aflicción y hambre, y será quemada en el fuego; porque poderoso es Dios, el Señor, que la ha condenado.» Los reyes del mundo que se prostituyeron con ella y se entregaron al derroche, llorarán y harán lamentación por ella cuando vean el humo de su incendio. Se quedarán lejos por miedo a su castigo, y dirán: «¡Ay, ay de ti, la gran ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! Porque en un instante llegó tu castigo.» Los comerciantes del mundo también llorarán y harán lamentación por esa ciudad, porque ya no habrá quien les compre sus cargamentos: cargamentos de oro, plata, piedras preciosas, perlas, telas de lino fino y de seda, de color púrpura y rojo; toda clase de maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol; cargamentos de canela y especias aromáticas; incienso, perfumes y resinas; vino, aceite, harina fina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos, carros y hasta esclavos, que son vidas humanas. Y dirán a la ciudad: «¡Ya no tienes las ricas frutas que tanto te gustaban; para siempre has perdido todos tus lujos y riquezas!» Los que negociaban con esas cosas y se hicieron ricos a costa de la ciudad, se quedarán lejos por miedo a su castigo, llorando y lamentándose, y dirán: «¡Ay, ay de la gran ciudad! Vestida de lino fino, con ropas de color púrpura y rojo, adornada con oro, perlas y piedras preciosas. ¡Y en un instante se ha acabado tanta riqueza!»

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