1 (1b) Señor, tú me has examinado y me conoces;
tú conoces todas mis acciones;
aun de lejos te das cuenta de lo que pienso.
Sabes todas mis andanzas,
¡sabes todo lo que hago!
Aún no tengo la palabra en la lengua,
y tú, Señor, ya la conoces.
Por todos lados me has rodeado;
tienes puesta tu mano sobre mí.
Sabiduría tan admirable está fuera de mi alcance;
¡es tan alta que no alcanzo a comprenderla!
¿A dónde podría ir, lejos de tu espíritu?
¿A dónde huiría, lejos de tu presencia?
Si yo subiera a las alturas de los cielos,
allí estás tú;
y si bajara a las profundidades de la tierra,
también estás allí;
si levantara el vuelo hacia el oriente,
o habitara en los límites del mar occidental,
aun allí me alcanzaría tu mano;
¡tu mano derecha no me soltaría!
Si pensara esconderme en la oscuridad,
o que se convirtiera en noche la luz que me rodea,
la oscuridad no me ocultaría de ti,
y la noche sería tan brillante como el día.
¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!
Tú fuiste quien formó todo mi cuerpo;
tú me formaste en el vientre de mi madre.
Te alabo porque estoy maravillado,
porque es maravilloso lo que has hecho.
¡De ello estoy bien convencido!
No te fue oculto el desarrollo de mi cuerpo
mientras yo era formado en lo secreto,
mientras era formado en lo más profundo de la tierra.
Tus ojos vieron mi cuerpo en formación;
todo eso estaba escrito en tu libro.
Habías señalado los días de mi vida
cuando aún no existía ninguno de ellos.
Oh Dios,
qué profundos me son tus pensamientos;
¡infinito es el conjunto de ellos!
Si yo quisiera contarlos, serían más que la arena;
y si acaso terminara, aún estaría contigo.
Oh Dios,
quítales la vida a los malvados
y aleja de mí a los asesinos,
a los que hablan mal de ti
y se levantan en vano en contra tuya.
Señor,
¿no odio acaso a los que te odian
y desprecio a los que te desafían?
¡Los odio con toda mi alma!
¡Los considero mis enemigos!
Oh Dios,
examíname, reconoce mi corazón;
ponme a prueba, reconoce mis pensamientos;
mira si voy por el camino del mal,
y guíame por el camino eterno.