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San Marcos 3:1-21

San Marcos 3:1-21 DHH94I

Jesús entró otra vez en la sinagoga; y había en ella un hombre que tenía una mano tullida. Y espiaban a Jesús para ver si lo sanaría en sábado, y así tener de qué acusarlo. Jesús le dijo entonces al hombre que tenía la mano tullida: —Levántate y ponte ahí en medio. Luego preguntó a los otros: —¿Qué está permitido hacer en sábado: el bien o el mal? ¿Salvar una vida o destruirla? Pero ellos se quedaron callados. Jesús miró entonces con enojo a los que le rodeaban, y entristecido por la dureza de su corazón le dijo a aquel hombre: —Extiende la mano. El hombre la extendió, y su mano quedó sana. Pero en cuanto los fariseos salieron, comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús. Jesús, seguido por mucha gente de Galilea, se fue con sus discípulos a la orilla del lago. Cuando supieron las grandes cosas que hacía, también acudieron a verlo muchos de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del oriente del Jordán y de la región de Tiro y Sidón. Por esto, Jesús encargó a sus discípulos que le tuvieran lista una barca, para evitar que la multitud lo apretujara. Porque había sanado a tantos, que todos los enfermos se echaban sobre él para tocarlo. Y cuando los espíritus impuros lo veían, se ponían de rodillas delante de él y gritaban: —¡Tú eres el Hijo de Dios! Pero Jesús les ordenaba severamente que no hablaran de él en público. Después Jesús subió a un cerro, y llamó a los que le pareció bien. Una vez reunidos, eligió de entre ellos a doce, para que lo acompañaran y para mandarlos a anunciar el mensaje. A estos les dio el nombre de apóstoles, y les dio autoridad para expulsar a los demonios. Estos son los doce que escogió: Simón, a quien puso el nombre de Pedro; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo, a quienes llamó Boanerges (es decir, «Hijos del Trueno»); Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás y Santiago, hijo de Alfeo; Tadeo, Simón el cananeo,, y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús. Después entró Jesús en una casa, y otra vez se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos. Cuando lo supieron los parientes de Jesús, fueron a llevárselo, pues decían que se había vuelto loco.