¡Ay de mí! Soy como el que rebusca después de la cosecha, y ya no encuentra uvas ni higos, esos frutos que querría comer. Ya no quedan en el mundo hombres rectos ni fieles a Dios; todos esperan el momento de actuar con violencia; los unos a los otros se ponen trampas. Son maestros en hacer lo malo; los funcionarios exigen recompensas, los jueces se dejan sobornar, los poderosos hacen lo que se les antoja y pervierten la ciudad. El mejor de ellos es como un espino; el más honrado, como una zarza. Pero viene el día de ajustar las cuentas, el día que te anunció el centinela. Entonces reinará la confusión entre ellos. No creas en la palabra de tu prójimo ni confíes en ningún amigo; cuídate aun de lo que hables con tu esposa. Porque los hijos tratan con desprecio a los padres, las hijas se rebelan contra las madres, las nueras contra las suegras y los enemigos de cada cual son sus propios parientes., Pero yo esperaré en el Señor; pondré mi esperanza en Dios mi salvador, porque él me escuchará.
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