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San Mateo 20:17-34

San Mateo 20:17-34 DHH94I

Jesús, yendo ya de camino a Jerusalén, llamó aparte a sus doce discípulos y les dijo: —Como ustedes ven, ahora vamos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros para que se burlen de él, lo golpeen y lo crucifiquen; pero al tercer día resucitará. La madre de los hijos de Zebedeo, junto con sus hijos, se acercó a Jesús y se arrodilló delante de él para pedirle un favor. Jesús le preguntó: —¿Qué quieres? Ella le dijo: —Manda que en tu reino uno de mis hijos se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda. Jesús contestó: —Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber el trago amargo que voy a beber yo? Ellos dijeron: —Podemos. Jesús les respondió: —Ustedes beberán este trago amargo, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí darlo, sino que se les dará a aquellos para quienes mi Padre lo ha preparado. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se enojaron con los dos hermanos. Pero Jesús los llamó, y les dijo: —Como ustedes saben, entre los paganos los jefes gobiernan con tiranía a sus súbditos, y los grandes hacen sentir su autoridad sobre ellos. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que entre ustedes quiera ser grande, deberá servir a los demás; y el que entre ustedes quiera ser el primero, deberá ser su esclavo. Porque, del mismo modo, el Hijo del hombre no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por una multitud. Al salir ellos de Jericó, mucha gente siguió a Jesús. Dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al oír que Jesús pasaba, gritaron: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! La gente los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más todavía: —¡Señor, Hijo de David, ten compasión de nosotros! Entonces Jesús se detuvo, llamó a los ciegos y les preguntó: —¿Qué quieren que haga por ustedes? Ellos le contestaron: —Señor, que recobremos la vista. Jesús tuvo compasión de ellos, y les tocó los ojos. En el mismo momento los ciegos recobraron la vista, y siguieron a Jesús.