El Señor todopoderoso me dijo: «Ve a ver a Sebná, mayordomo de palacio, y dile: “¿Qué negocio tienes aquí, o quién te dio el derecho de construirte aquí un sepulcro, de hacerte una tumba en la parte alta y cavarte en la roca un lugar de reposo? El Señor te va a arrojar muy lejos, como lo hace un hombre robusto. Te agarrará con fuerza, te hará rodar como una pelota y te arrojará a una tierra inmensa. Allá morirás, allá pararán los carros que eran tu gloria, y serás la vergüenza del palacio de tu señor. Yo te quitaré de tu puesto, te retiraré de tu oficio. »”En ese día llamaré a mi siervo, a Eliaquim, hijo de Hilquías; lo vestiré con tu túnica, le pondré tu cinturón de honor y le daré tu autoridad. Será como un padre para los habitantes de Jerusalén y para el pueblo de Judá. En sus hombros le pondré la llave de la casa de David; nadie podrá cerrar lo que él abra ni abrir lo que él cierre. Él será como un trono de honor para la familia de su padre. Yo haré que quede firme en su lugar, como si fuera un clavo. En él se podrá colgar todo lo que haya de valioso en la familia de su padre y de toda su descendencia, toda clase de vajilla pequeña, desde copas hasta jarros. »”En ese día, cederá el clavo que estaba clavado firmemente en su lugar; será arrancado y se caerá, y todas las cosas que de él estaban colgadas, se romperán.”» Lo afirma el Señor todopoderoso.
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