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Génesis 31:1-35

Génesis 31:1-35 DHH94I

Pero Jacob supo que los hijos de Labán andaban diciendo: «Jacob ha tomado todo lo que era de nuestro padre, y con eso se ha hecho rico.» También Jacob se fijó en que Labán ya no lo miraba con buenos ojos, como antes. Entonces el Señor le dijo a Jacob: «Regresa a la tierra de tus padres, donde están tus parientes, y yo te acompañaré.» Jacob mandó llamar a Raquel y a Lía, para que vinieran al campo donde estaba él con sus ovejas, y les dijo: —Me he dado cuenta de que el padre de ustedes ya no me trata igual que antes; pero el Dios de mi padre siempre me ha acompañado. Ustedes saben muy bien que yo he trabajado para su padre lo mejor que he podido, y que él me ha engañado y continuamente me ha cambiado el salario. Sin embargo, Dios no le ha dejado hacerme ningún mal; al contrario, cuando él decía: “Te voy a pagar con los animales manchados”, todas las hembras tenían crías manchadas; y cuando decía: “Te voy a pagar con los rayados”, entonces todas tenían crías rayadas. Así fue como Dios le quitó sus animales para dármelos a mí. »Un día, cuando los animales estaban en celo, tuve un sueño en el que veía que los machos cabríos que cubrían a las hembras eran rayados, manchados y moteados. En ese sueño el ángel de Dios me llamó por mi nombre, y yo le contesté: “Aquí estoy.” Entonces el ángel me dijo: “Fíjate bien, y vas a ver que todos los machos que cubren a las hembras son rayados, manchados y moteados, porque me he dado cuenta de todo lo que Labán te ha hecho. Yo soy el Dios que se te apareció en Betel, allí donde tú consagraste la piedra y me hiciste una promesa. ¡Vamos! Levántate y vete de este lugar; regresa a la tierra donde naciste.”» Entonces Raquel y Lía le contestaron: —Nosotras ya no tenemos ninguna herencia en la casa de nuestro padre. Al contrario, nos trata como si fuéramos extrañas. ¡Hasta nos vendió, y se aprovechó de lo que le pagaste por casarte con nosotras! En realidad, toda la riqueza que Dios le ha quitado a nuestro padre, es nuestra y de nuestros hijos. Así que haz todo lo que Dios te ha dicho. Jacob se preparó para regresar a Canaán, donde vivía su padre Isaac. Hizo montar a sus hijos y a sus mujeres en los camellos, tomó todo lo que tenía, y se puso en camino con todos los animales que había recibido por su trabajo en Padán-aram. Mientras Labán fue a otra parte a trasquilar sus ovejas, Raquel le robó sus ídolos familiares. Así fue como Jacob engañó a Labán el arameo, no diciéndole que se iba. Escapó con todo lo que tenía. Muy pronto cruzó el río Éufrates, y siguió adelante hacia los montes de Galaad. Tres días después, Labán supo que Jacob se había escapado. Entonces, acompañado de sus parientes, salió a perseguirlo, y siete días después lo alcanzó en los montes de Galaad. Pero aquella noche Dios se le apareció a Labán el arameo en un sueño, y le dijo: «Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.» Labán alcanzó a Jacob en los montes de Galaad, que era donde Jacob había acampado. Allí mismo acampó Labán con sus parientes, y le reclamó a Jacob: —¿Qué has hecho? ¿Por qué me engañaste? ¡Has traído a mis hijas como si fueran prisioneras de guerra! ¿Por qué me engañaste y escapaste a escondidas, sin decirme nada? De haberlo sabido, yo te habría despedido con alegría y con música de tambores y de arpa. Ni siquiera me dejaste besar a mis hijas y a mis nietos. ¡Has actuado como un necio! Yo bien podría hacerles daño a todos ustedes, pero anoche me habló el Dios de tu padre y me dijo: “Escucha, no le hables a Jacob en forma brusca.” Pero, si tanto querías regresar a la casa de tu padre, y por eso te fuiste, ¿por qué me robaste mis dioses? Entonces Jacob le contestó a Labán: —Es que tuve miedo. Yo pensé que tal vez me ibas a quitar tus hijas por la fuerza. Pero si alguno de los que aquí están tiene tus dioses, ¡que muera! Nuestros parientes son testigos: dime si yo tengo algo tuyo, y llévatelo. Pero Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos. Labán entró en la tienda de campaña de Jacob, luego en la de Lía y también en la de las dos esclavas, pero no encontró los ídolos. Cuando salió de la tienda de campaña de Lía y entró en la de Raquel, ella tomó los ídolos, los puso dentro de la montura del camello, y se sentó sobre ellos. Labán estuvo buscando por toda la tienda, pero no los encontró. Entonces Raquel le dijo: —Padre, no te enojes si no me levanto delante de ti, pero es que hoy tengo mi período de menstruación. Como Labán anduvo buscando los ídolos y no los encontró

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