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Éxodo 18:1-25

Éxodo 18:1-25 DHH94I

Jetró, el sacerdote de Madián y suegro de Moisés, supo todo lo que Dios había hecho por Moisés y por su pueblo Israel, y supo también que el Señor los había sacado de Egipto. Moisés había despedido a su esposa Séfora, y Jetró la había recibido a ella y a sus dos hijos. Uno de estos se llamaba Guersón, porque Moisés había dicho: «He sido un extranjero en tierra extraña», y el otro se llamaba Eliézer, porque había dicho: «El Dios de mi padre vino en mi ayuda, y me salvó de la espada del faraón.» Moisés había acampado en el desierto, junto al monte de Dios, y allá fue Jetró, acompañado por la esposa y los hijos de Moisés. Y le dijo a Moisés: —Yo, tu suegro Jetró, he venido a verte, junto con tu esposa y sus dos hijos. Moisés salió a recibir a su suegro. Se inclinó delante de él y lo besó; y después de saludarse entraron en la tienda de campaña. Allí Moisés le contó a su suegro todo lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios en favor de Israel, todas las dificultades que habían tenido en el camino, y la forma en que el Señor los había salvado. Jetró se alegró por la mucha bondad que Dios había mostrado a los israelitas al salvarlos del poder de los egipcios, y dijo: —Bendito sea el Señor, que los ha librado a ustedes, pueblo de Israel, del poder del faraón y de los egipcios; que los ha librado del poder opresor y de la insolencia con que ellos los trataron. Ahora estoy convencido de que el Señor es más grande que todos los dioses. Jetró tomó un animal para quemarlo en honor de Dios, y también otras ofrendas. Luego Aarón y todos los ancianos de Israel fueron a comer con el suegro de Moisés, en presencia de Dios. Al día siguiente Moisés se sentó para resolver los pleitos de los israelitas, los cuales acudían a él desde la mañana hasta la tarde. Al ver el trabajo que Moisés se tomaba, su suegro le dijo: —¿Por qué te tomas todo ese trabajo? La gente acude a ti desde la mañana hasta la tarde. ¿Por qué te dedicas a atenderlos tú solo? Y Moisés le contestó: —Es que el pueblo viene a verme para consultar a Dios. Cuando tienen dificultades entre ellos, vienen a verme para que yo decida quién es el que tiene la razón; entonces yo les hago saber las leyes y enseñanzas de Dios. Pero su suegro Jetró le advirtió: —No está bien lo que haces, pues te cansas tú y se cansa la gente que está contigo. La tarea sobrepasa tus fuerzas, y tú solo no vas a poder realizarla. Escucha bien el consejo que te voy a dar, y que Dios te ayude. Tú debes presentarte ante Dios en lugar del pueblo, y presentarle esos problemas. A ellos, instrúyelos en las leyes y enseñanzas, y hazles saber cómo deben vivir y qué deben hacer. Por lo que a ti toca, escoge entre el pueblo hombres capaces, que tengan temor de Dios y que sean sinceros, hombres que no busquen ganancias mal habidas, y a unos dales autoridad sobre grupos de mil personas, a otros sobre grupos de cien, a otros sobre grupos de cincuenta y a otros sobre grupos de diez. Ellos dictarán sentencia entre el pueblo en todo momento; los problemas grandes te los traerán a ti, y los problemas pequeños los atenderán ellos. Así te quitarás ese peso de encima, y ellos te ayudarán a llevarlo. Si pones esto en práctica, y si Dios así te lo ordena, podrás resistir; la gente, por su parte, se irá feliz a su casa. Moisés le hizo caso a su suegro y puso en práctica todo lo que le había dicho: escogió a los hombres más capaces de Israel, y les dio autoridad sobre grupos de mil personas, de cien, de cincuenta y de diez.