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Éxodo 10:11-29

Éxodo 10:11-29 DHH94I

Pues no va a ser así. Vayan ustedes, los hombres adultos, a adorar al Señor, ya que eso es lo que quieren. Y el faraón ordenó que los echaran de su presencia. Pero el Señor le dijo a Moisés: —Extiende tu brazo sobre Egipto, para que vengan las langostas y acaben con todas las plantas del país y con todo lo que quedó después del granizo. Moisés extendió su brazo sobre Egipto, y el Señor hizo venir un viento del este que sopló sobre el país todo el día y toda la noche. Al día siguiente, el viento del este había traído las langostas, las cuales invadieron todo el país. Nunca antes hubo, ni habrá después, tantas langostas como en aquel día, pues cubrieron la tierra en tal cantidad que no se podía ver el suelo, y se comieron todas las plantas y toda la fruta que había quedado en los árboles después del granizo. No quedó nada verde en ningún lugar de Egipto: ni en el campo ni en los árboles. El faraón mandó llamar inmediatamente a Moisés y Aarón, y les dijo: —He pecado contra el Señor su Dios, y contra ustedes, pero les ruego que tan solo esta vez perdonen mi pecado, y que oren por mí al Señor su Dios, para que por lo menos aleje de mí esta plaga mortal. En cuanto Moisés salió del palacio del faraón, oró al Señor. Entonces el Señor cambió el rumbo del viento, y lo convirtió en un fuerte viento del oeste que se llevó las langostas y las echó en el Mar Rojo. No quedó en todo Egipto una sola langosta. Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no dejara ir a los israelitas. Entonces el Señor le dijo a Moisés: —Extiende tu brazo hacia el cielo, para que en todo Egipto haya una oscuridad tan espesa que hasta se pueda tocar. Moisés levantó su brazo hacia el cielo y hubo una oscuridad tan grande en todo Egipto que, durante tres días, nadie podía ver a su vecino ni moverse de su lugar. En cambio, en todas las casas de los israelitas había luz. Entonces el faraón mandó llamar a Moisés, y le dijo: —Vayan a adorar al Señor, y llévense también a sus hijos; pero dejen aquí sus ovejas y sus vacas. Pero Moisés contestó: —Al contrario, tú mismo nos vas a dar los animales que vamos a sacrificar y quemar en honor del Señor nuestro Dios. Además, nuestros ganados irán con nosotros. Ni un solo animal debe quedarse, porque tenemos que escoger algunos de ellos para rendir culto al Señor. Mientras no lleguemos allá, no sabremos qué vamos a necesitar para adorar al Señor. Pero el Señor hizo que el faraón se pusiera terco y que no los dejara ir. Además el faraón le dijo a Moisés: —Vete de aquí, y cuídate bien de no venir a verme otra vez, porque el día que vuelvas a presentarte ante mí, morirás. Y Moisés contestó: —Bien dicho. No volveré a verte.