El poder del Señor cayó sobre ellos, hasta que todos murieron.
»Cuando ya no quedaba vivo ninguno de aquellos hombres de guerra, el Señor me habló y me dijo: “Hoy mismo pasarás la frontera de Moab y te dirigirás a Ar, pero cuando te encuentres con los amonitas, que son también descendientes de Lot, no los molestes ni los ataques, pues no voy a darte ninguna parte de su territorio, ya que se lo he dado a ellos en propiedad.” (También este país era tenido por tierra de refaítas, porque antiguamente habían vivido allí los refaítas, a quienes los amonitas llamaban zamzumitas; se trataba de un pueblo grande y numeroso, y de gente alta como los descendientes del gigante Anac, pero el Señor los destruyó por medio de los amonitas, los cuales se quedaron a vivir para siempre en el país. El caso era semejante al de los descendientes de Esaú, que habitaban en Seír y que exterminaron a los horeos para quedarse a vivir allí. Lo mismo les pasó a los heveos, que vivían en aldeas cerca de Gaza y que fueron exterminados por los filisteos, los cuales vinieron de Creta y se quedaron a vivir allí.) “¡Vamos —dijo el Señor—, pónganse en marcha y crucen el río Arnón! Yo haré caer en manos de ustedes al amorreo Sihón, que es rey de Hesbón, y a su país. ¡Entren en su territorio y declárenle la guerra! A partir de hoy haré que ante ustedes todos los pueblos de la tierra se llenen de espanto. Cuando oigan hablar de ustedes, se pondrán a temblar y la angustia se adueñará de ellos.”
»Desde el desierto de Cademot envié unos mensajeros a Sihón, rey de Hesbón, para proponerle de manera amistosa lo siguiente: “Pienso pasar por tu territorio, siguiendo siempre el camino principal y sin tocar ningún otro punto de tu país. Te pagaremos con dinero los alimentos que necesitemos y el agua que bebamos. Solamente te pido que nos dejes pasar, como nos lo han permitido los descendientes de Esaú que viven en Seír y los moabitas que viven en Ar, hasta que crucemos el río Jordán y lleguemos al país que el Señor nuestro Dios nos va a dar.”
»Pero el rey Sihón no quiso dejarnos pasar por su tierra, porque el Señor, el Dios de ustedes, hizo que se negara rotundamente a ello, con el fin de ponerlo en manos de ustedes, como todavía lo está hoy.
»Entonces el Señor me dijo: “A partir de este momento te entrego a Sihón y a todo su país; entra ya en su territorio y apodérate de él.”
»Sihón nos salió al encuentro con todo su ejército, para presentarnos batalla en Jahas; pero el Señor nuestro Dios lo hizo caer en nuestras manos y lo derrotamos a él, a sus hijos y a todo su ejército. Todas sus ciudades cayeron en nuestro poder y las destinamos a la destrucción; matamos hombres, mujeres y niños; no dejamos a nadie con vida. Lo único que tomamos para nosotros fue el ganado y las cosas de valor que hallamos en las ciudades conquistadas. Desde la ciudad de Aroer, que está junto al río Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad que resistiera nuestro ataque; el Señor nuestro Dios hizo que todas cayeran en nuestro poder. Los únicos territorios que no atacamos fueron los siguientes: el de los amonitas, toda la región del río Jaboc, las ciudades de la montaña, y todos los demás lugares que el Señor nuestro Dios nos había ordenado no atacar.