El rey de Siria estaba en guerra con Israel, y en un consejo que celebró con sus oficiales, dijo en qué lugares planeaba acampar. Entonces Eliseo mandó decir al rey de Israel que procurara no pasar por aquellos lugares, porque los sirios iban hacia allá. De esa manera el rey de Israel envió su ejército al lugar que el profeta le había dicho al prevenirlo, y así se salvó en varias ocasiones.
El rey de Siria estaba muy confuso por ese motivo, así que llamó a sus oficiales y les dijo:
—¡Díganme quién de los nuestros está de parte del rey de Israel!
Uno de ellos contestó:
—Nadie, Majestad. Pero Eliseo, el profeta que está en Israel, le hace saber al rey de Israel todo lo que Su Majestad dice incluso en la intimidad de su dormitorio.
Entonces el rey de Siria ordenó:
—Averigüen dónde está, para que envíe yo unos hombres a que lo capturen.
Cuando le dijeron que estaba en Dotán, envió un destacamento de caballería, y carros de combate, y mucha infantería, que llegaron de noche a Dotán y rodearon la ciudad. A la mañana siguiente se levantó el criado de Eliseo, y al salir vio aquel ejército que rodeaba la ciudad con caballería y carros de combate; entonces fue a decirle a Eliseo:
—Y ahora, maestro, ¿qué vamos a hacer?
Eliseo le respondió:
—No tengas miedo, porque son más los que están con nosotros que los que están con ellos.
Y oró Eliseo al Señor, diciendo: «Te ruego, Señor, que abras sus ojos, para que vea.» El Señor abrió entonces los ojos del criado, y este vio que la montaña estaba llena de caballería y de carros de fuego alrededor de Eliseo.
Cuando ya los sirios iban a atacarlo, Eliseo rogó al Señor: «Te pido que dejes ciega a esta gente.»
Y el Señor los dejó ciegos, conforme a la petición de Eliseo. Entonces Eliseo les dijo:
—Este no es el camino, ni es esta la ciudad que buscan. Síganme, y yo los llevaré hasta el hombre que buscan.
Y los llevó a Samaria. Al llegar allí, Eliseo hizo esta oración: «Ahora, Señor, ábreles los ojos, para que puedan ver.» Entonces ellos vieron que estaban dentro de Samaria. Y cuando el rey de Israel los vio, preguntó a Eliseo:
—¿Los mato, padre mío, los mato?
Pero Eliseo respondió:
—No, no los mates. ¿Acaso acostumbras matar a quienes has hecho prisioneros con tu espada y con tu arco? Dales de comer y beber, y luego devuélvelos a su señor.
Se les hizo entonces una gran fiesta, y comieron y bebieron. Luego el rey los despidió, y ellos volvieron a su señor. Desde entonces los sirios dejaron de hacer correrías en territorio israelita.