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2 Reyes 4:1-17

2 Reyes 4:1-17 DHH94I

Cierta mujer, que había sido esposa de uno de los profetas, fue a quejarse a Eliseo, diciéndole: —Mi marido ha muerto, y usted sabe que él honraba al Señor. Ahora el prestamista ha venido y quiere llevarse a mis dos hijos como esclavos. Eliseo le preguntó: —¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Ella le contestó: —Esta servidora de usted no tiene nada en casa, excepto un jarrito de aceite. Entonces Eliseo le dijo: —Pues ve ahora y pide prestados a tus vecinos algunos jarros, ¡todos los jarros vacíos que puedas conseguir! Luego métete en tu casa con tus hijos, cierra la puerta y ve llenando de aceite todos los jarros y poniendo aparte los llenos. La mujer se despidió de Eliseo y se encerró con sus hijos. Entonces empezó a llenar los jarros que ellos le iban llevando. Y cuando todos los jarros estuvieron llenos, le ordenó a uno de ellos: —Tráeme otro jarro más. Pero su hijo le respondió: —No hay más jarros. En ese momento el aceite dejó de correr. Después fue ella y se lo contó al profeta, y este le dijo: —Ve ahora a vender el aceite, y paga tu deuda. Con el resto podrán vivir tú y tus hijos. Un día en que Eliseo pasó por Sunem, una mujer importante que allí vivía lo invitó con mucha insistencia a que pasara a comer. Y cada vez que Eliseo pasaba por allí, se quedaba a comer. Entonces ella le dijo a su marido: —Mira, yo sé que este hombre que cada vez que pasa nos visita, es un santo profeta de Dios. Vamos a construir en la azotea un cuarto para él. Le pondremos una cama, una mesa, una silla y una lámpara. Así, cuando él venga a visitarnos, podrá quedarse allí. Una vez en que llegó a ese cuarto para quedarse a dormir en él, le dijo a Guehazí, su criado: —Llama a la señora sunamita. El criado la llamó, y cuando ella se presentó ante él, Eliseo ordenó al criado: —Dile a esta señora que ha sido tan amable con nosotros, que si podemos hacer algo por ella; que si quiere que hablemos en su favor con el rey o con el jefe del ejército. —Yo estoy bien aquí entre mi propia gente —respondió ella. —Entonces, ¿qué podemos hacer por ella? —No sé —respondió Guehazí—. No tiene hijos, y su marido es anciano. —Llámala —dijo Eliseo. El criado fue a llamarla, pero ella se quedó de pie en la puerta. Entonces Eliseo le dijo: —Para el año que viene, por este tiempo, tendrás un hijo en tus brazos. Ella respondió: —No, mi señor, no engañe un hombre de Dios a su servidora. Pero tal como Eliseo se lo anunció, ella quedó embarazada y al año siguiente dio a luz un hijo.

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