Me regocijaré y me alegraré por tu fiel amor porque fuiste bueno conmigo cuando veías que yo sufría. Tú le diste importancia a las dificultades por las que yo estaba pasando. Tú no me dejarás caer en las garras de mi enemigo; me librarás de él. SEÑOR, tengo muchos problemas, ten compasión de mí. Mis ojos están cansados de tanto llorar que ya me duelen la garganta y el estómago. Mi vida está llena de tristeza y paso todo el tiempo lamentándome. Mis problemas me están debilitando; mi cuerpo está agotado. Mis enemigos y vecinos me desprecian; mis parientes me tienen miedo. Me evitan cuando me encuentran por la calle. La gente me ha olvidado por completo; es como si hubiera muerto, o como si fuera un plato roto. Escucho lo que dicen en voz baja, y siento una angustia terrible. Se juntan, hacen muchos comentarios y planean matarme. Pero yo confío en ti SEÑOR; yo digo: «Tú eres mi Dios». Mi vida está en tus manos; sálvame de mis enemigos y de los que me persiguen. Por favor, recíbeme y acéptame que soy tu siervo. Ten compasión de mí y sálvame. SEÑOR, te pedí ayuda y sé que me la darás. Los perversos se sentirán avergonzados e irán en silencio al sepulcro. Que se callen esas voces mentirosas de la gente soberbia y rencorosa que dice lo que sea con tal de atacar a los justos. Tú reservas grandes bendiciones para los que te honran. Las preparaste a la vista de los seres humanos, para los que encuentran refugio en ti. Tú aceptas a los justos en tu templo santo para esconderlos de quienes planean hacerles daño. Tú los proteges de los ataques de quienes los odian. Alaben al SEÑOR, porque su fiel amor es maravilloso; él es una fortaleza en momentos de dificultad. Tenía miedo y dije: «Dios no puede verme». Pero cuando le imploré su ayuda, ¡él me escuchó!
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