Nuestro Dios dice: «Voy a destruir por completo todo lo que hay sobre la tierra. Destruiré a la humanidad entera, y también a los animales, a las aves y a los peces. ¡Voy a hacer que tropiecen los malvados! Yo soy el Dios de Israel, y juro que así lo haré. »Castigaré a los habitantes de Judá; quitaré de Jerusalén a los ídolos; quitaré a sus sacerdotes, a los que adoran a las estrellas en los techos de sus casas, y a los que me adoran a mí, pero también adoran al dios Milcom. Y voy a destruir igualmente a los que se han apartado de mí y jamás buscan mis consejos. »¡Silencio! ¡Ya se acerca el día del castigo! ¡Todo está preparado! ¡Los invitados ya están aquí! ¡Voy a destruir a mi pueblo! »Ese día castigaré a los hijos del rey, a los jefes principales y a los que siguen el mal ejemplo de los que no creen en mí. Ese día castigaré también a los que adoran a otros dioses y llenan los templos de esos dioses con riquezas conseguidas mediante el engaño y la violencia. »Ese día gritarán pidiendo ayuda desde la Puerta de los Pescados; un gran clamor se escuchará desde el Segundo Barrio y desde las colinas. ¡Griten también ustedes, vecinos del Barrio del Mortero! ¡Ese día morirán los comerciantes y los que cambian dinero! »Cuando llegue ese día, tomaré una lámpara y buscaré en la ciudad de Jerusalén a los que viven tranquilos; cuando los encuentre, los castigaré. Se parecen al vino que se pone a reposar, y hasta se atreven a decir: “¡Dios no hace nada bueno, pero tampoco hace nada malo!” Construyeron casas, pero no habitarán en ellas; cultivaron viñas, pero no beberán el vino; ¡sus riquezas les serán quitadas, y sus casas serán destruidas! »¡Ya se acerca el gran día en que vendré a castigarlos! ¡Se acerca con gran rapidez! ¡Ese día se oirán gritos tan horribles que hasta los más valientes llorarán! Será un día de gran enojo, un día de aflicción y angustia, un día de completa destrucción, un día de grandes nubarrones, un día de profunda oscuridad. Entre gritos y toques de trompeta, ese día se dará la orden de ataque contra las ciudades amuralladas y contra sus altas torres. »Todos han pecado contra mí. Por eso haré que se angustien y que caminen como ciegos. Su sangre se esparcirá como el polvo, y sus cuerpos se volverán estiércol. El día que yo me enoje, le prenderé fuego a la tierra. No habrá nada que los salve; ¡ni siquiera su oro y su plata! ¡En un instante serán destruidos todos los que habitan este mundo!»
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