»Escribe al ángel de la iglesia de Laodicea: “¡Yo soy el Amén! Y me llamo así porque enseño la verdad acerca de Dios y nunca miento. Por medio de mí, Dios creó todas las cosas. Escucha bien lo que te voy a decir: ‘Estoy enterado de todo lo que haces, y sé que no me obedeces del todo, sino solo un poco. ¡Sería mejor que me obedecieras completamente, o que de plano no me obedecieras! Pero como solo me obedeces un poco, te rechazaré por completo. Pues tú dices que eres rico, que te ha ido muy bien y que no necesitas de nada. Pero no te das cuenta de que eres un pobre ciego, desdichado y miserable, y que estás desnudo. Por eso te aconsejo que compres de mí lo que de veras te hará rico. Porque lo que yo doy es de mucho valor, como el oro que se refina en el fuego. Si no quieres pasar la vergüenza de estar desnudo, acepta la ropa blanca que yo te doy, para que te cubras con ella, y las gotas medicinales para tus ojos. Solo así podrás ver.
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